La campaña protagonizada por la modelo Araceli González y su hija parte de una dolorosa realidad: en nuestro país, entre 15.000 y 18.000 mujeres son diagnosticadas anualmente con cáncer de mama, y aproximadamente 4.000 con cáncer de cuello de útero. La mortalidad de esta enfermedad es alta: más de 2.300 mujeres al año.
La publicidad sostiene que “nos puede tocar a todas”, reforzando la idea de que todas las mujeres vivimos igual. Refuerzan también el mito de que las condiciones de vida y el acceso a la salud no tienen nada que ver con las enfermedades; y que en definitiva, la responsabilidad es sólo individual (“cuidá a tu hija, cuidate vos”).
Sabemos que no es así. Basta decir que esta enfermedad afecta principalmente a las mujeres pobres, que no acceden a la prevención, la detección temprana de las lesiones y a un efectivo tratamiento. Por caso, en Argentina, las provincias del Noroeste y Noreste son las que presentan más alta mortalidad: Misiones, Salta, Formosa, Chaco y Jujuy, tienen tasas de mortalidad que duplican el promedio nacional de 7,2 mujeres por cada 100.000. Y con respecto a la prevención (realización del PAP): en la Ciudad de Buenos Aires es del 69%, en Tucumán 30,3% y sólo el 31,4% en Santiago del Estero (según datos del Ministerio de Salud).
No todo lo que brilla es oro…
Mucho puede decirse del colapso de la salud pública y las desastrosas políticas que desde el Estado se aplican. No vamos a exigirle a Araceli que se encargue de esto. Tampoco a Lalcec que se haga cargo de la política sanitaria pública. Lo que sí es llamativo, es que una institución “seria” en el tratamiento de las enfermedades oncológicas, como lo es Lalcec, sostenga una publicidad, como mínimo, engañosa. Una publicidad que, tal como reconoce la presidenta de esa entidad, es financiada por uno de los dos laboratorios (Glaxo Smith Kline) que comercializan la vacuna en nuestro país.
La vacuna que promocionan, no es contra el cáncer, sino contra la infección por el virus del papiloma humano (HPV), relacionado con el desarrollo de cáncer de cuello de útero. Hay muchos tipos de HPV que afectan habitualmente la mucosa genital en las mujeres sexualmente activas. Sólo pocos de ellos son responsables del cáncer de cuello de útero.
La jefa de Servicio de Virus Oncogénicos del Instituto Malbrán, afirmó que tres cuartas partes de la población se infecta con el virus del papiloma humano a partir del inicio de las relaciones sexuales. La mayoría de esas infecciones (70%) son transitorias y controladas por el propio sistema inmune, sin necesidad de medicamentos. “Pero el resto de la población puede desarrollar una infección persistente, que suele no presentar síntomas y que puede conducir al cáncer de cuello uterino”.
Por otro lado, las vacunas existentes son preventivas, sólo protegen contra dos tipos del VPH, cuando son 15 los conocidos. Tampoco curan la infección si el virus ya está en el organismo.
A esto hay que agregar el inaccesible costo de un esquema de vacunación: tres dosis que valen más de $ 900 cada una (una de las más caras de la historia).
Ocaña: Y vos, ¿de qué te quejás?
En medio de esto, fiel al nuevo estilo K de funcionarios que se indignan por lo que pasa, cuando son ellos los responsables de las políticas que empujan, Ocaña (ministra de Salud del gabinete de Cristina) salió a cacarear.
Se cruzó con esta publicidad y sostuvo que “garantizaremos todos los recursos para prevenir el cáncer de cuello de útero en las mujeres más vulnerables…”.
¿Ahora “garantizaremos”? ¡Tarde, ministra! Enfermedad (y prevención) vieja si las hay… ¿Quién no recuerda a Tita Merello, cuando, gratis y sin laboratorios de por medio, enfatizaba “Hacete el Papanicolaou, muchacha”, al diagnosticársele el cáncer en 1980?
¿No era, señora ministra, que en junio –durante la “Semana de acción por la salud de la mujer”– usted anunció con bombos y platillos un programa para cubrir zonas prioritarias para aplicar el PAP (Jujuy, Misiones, Formosa, Chaco y Salta)? ¿No era que iban a proveer “un móvil para buscar activamente a las mujeres que viven en zonas remotas; y el equipamiento informático necesario para la instalación de un sistema de monitoreo y evaluación de las actividades del programa”?
¿No era que, junto con esto, se relanzaba el ya debilitado e insuficiente Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable?
Pregunto nomás… porque, como cuenta un ginecólogo de La Matanza, los poquísimos DIU que se entregaban eran tan malos que a veces se caían solos. Porque hace rato no llegan anticonceptivos a las salas, y los pocos que mandarán de ahora en más van sólo a dos centros sanitarios (concentran porque “no tienen personal”) impidiendo, de hecho, el acceso a las mujeres de los barrios. Porque acaban de mandar a las salas una circular donde avisan que sólo se remitirán a las unidades sanitarias los informes de los PAP que den positivos, deteriorando el seguimiento de cada paciente.
Otra vez: no todas somos iguales frente a las enfermedades. Porque, como con tantas otras (meningitis por meningococo y neumococo,varicela, 2da dosis de hepatitis A, neumonía por neumococo) el Estado no se hace cargo de la vacunación (ni está incluida en la cobertura que dan las obras sociales y otras empresas por no figurar en el Plan Médico Obligatorio). Porque las políticas de este Estado no incluyen presupuesto para la atención primaria, ni campañas; ni garantiza siquiera que haya en los centros sanitarios los ginecólogos, ni descartables necesarios para realizar el Papanicolau anual, aún hoy principal método de detección y prevención.