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17 de agosto de 2011

La afirmación del título de esta nota es válida aún cuando estamos avisados de que las épocas y los problemas han cambiado. Se puede y se debe recuperar al Libertador como un referente de las luchas actuales. José de San Martín fue, simplemente, un hombre necesario.

San Martin Vive

Hoy 1382 / Un imprescindible

Una vez planteada por los patriotas más lúcidos la lucha por la independencia (y no un cambio de amos como pretendían otros) la existencia de un jefe como San Martín fue decisiva. La revolución fue un proceso complejo que no terminó el 25 de Mayo de 1810, más bien se desarrolló a través de una larga guerra revolucionaria anticolonial. Y San Martín fue “el” cuadro político-militar imprescindible para conseguir el objetivo al que adhirió con entusiasmo. Lo pudo hacer, entre otras cosas, por su temprana formación militar (desde la pubertad y durante 22 años en el ejército metropolitano), por su reconocida valentía y porque dominó el arte de la guerra y lo aclimató a las formas americanas. Y porque pudo comprobar desde dentro la decadencia del imperio español. También porque durante los años de alianza entre Francia y España (1795-1808) pudo conocer las ideas más avanzadas de aquella época. Y principalmente porque nunca dejó de sentirse un patriota americano ni de recordar el rincón de Yapeyú que lo había acunado. Recordemos entonces sólo algunas de las cosas que nos hacen pensar que siendo marxistas-leninistas-maoístas también somos sanmartinianos y que, levantando el legado sanmartiniano, podemos servir mejor a la actual lucha por la liberación nacional y social.

 

La decisión de San Martín
Dice el historiador John Lynch en su reciente biografía del Libertador: “Las invasiones británicas del Río de la Plata enseñaron varias lecciones al americano San Martín. Lo sucedido le demostró que sus compatriotas no estaban dispuestos a cambiar un señor imperial por otro. Asimismo, las invasiones dejaron al descubierto los agujeros del imperio español en el hemisferio sur, la fragilidad de su administración, la debilidad de sus defensas. Fueron los locales, no España, quienes se encargaron de defender la colonia; los criollos habían descubierto su fortaleza y adquirido un sentido de identidad”. Es interesante lo que hace notar Lynch, tal vez la reflexión sobre el significado de la resistencia rioplatense frente a los ingleses haya sido una parte importante del proceso que llevó al Libertador a tomar en 1811 la decisión de renunciar a su grado en el ejército imperial para sumarse al esfuerzo emancipador.

 

Tropas que no autorizan la tiranía
San Martín arribó a Buenos Aires en marzo de 1812. El Primer Triunvirato, orientado por el secretario Rivadavia, era un gobierno muy vacilante y conciliador, poco dispuesto a llevar hasta el fin la lucha independentista, complicado en negociaciones con la corte de Río de Janeiro donde estaba Carlota, hermana de Fernando VII (aún preso de Bonaparte). Frente a él se van a alzar los civiles orientados por la Sociedad Patriótica dirigida por Bernardo Monteagudo y los cuerpos militares, entre ellos el de Granaderos a caballo organizado por San Martín. En ese momento expresaron los jefes militares: “…de tener por ciertos los datos de la representación y por justas las quejas del pueblo (…) y que el haberse reunido en la Plaza, no era con otro objeto que proteger la libertad del pueblo, para que pudiese explicar libremente sus votos y sus sentimientos, dándole a conocer de este modo que no siempre están las tropas, como regularmente se piensa, para sostener los gobiernos, y autorizar la tiranía (…)”. Así San Martín y parte de aquellos líderes militares son un antecedente para analizar corrientes militares que pueden, en ciertas circunstancias y bajo determinadas condiciones, confluir con sectores populares.

 

San Martín y la esclavitud
En la preparación del ejército que cruzaría la cordillera, San Martín encontró diversos obstáculos. Los sectores cuyanos más pudientes (grandes propietarios de tierras e importantes comerciantes) por un lado veían con interés el restablecimiento del intercambio con Chile (para lo cual era preciso definir la situación militar), pero por otro renegaban de hacer los esfuerzos necesarios para concretar la campaña anti-española. Esto incluía la negativa a entregar sus numerosos esclavos para que se integraran a la fuerza armada en formación. Idéntica cosa pasaba con los sectores encumbrados en el resto del territorio de las Provincias Unidas. Son esos sectores a los que Eduardo Azcuy Ameghino calificó como partidarios de una “revolución hasta cierto punto”: justamente el punto que no alterara las relaciones sociales feudales y esclavistas. Finalmente San Martín convocó a los delegados de las provincias de Cuyo y obligó a la cesión de 2/3 partes de los negros que formaron entonces el grueso de la infantería y tuvieron un rol enorme en la victoriosa campaña (fueron más de 1.500 soldados negros, por ejemplo el caso de “Falucho”, Antonio Ruiz, al que honra la plazoleta de igual nombre en la zona de Pacífico de la ciudad de Buenos Aires). Para incorporarlos el flamante Estado se comprometió al pago de un rescate monetario a sus propietarios. Con esta medida San Martín hizo entonces más por la abolición de la esclavitud en 1816 que la recordada, y muy tímida, “libertad de vientres” de la Asamblea del año 1813. Así también se puede resignificar la frase tan citada de “seamos libres que lo demás no importa nada”, si intuimos lo que los negros imaginarían de cuál sería su suerte de ser derrotados por los godos.
Vuelve a graficarse cómo los sectores de la elite pretendían los beneficios de desligarse de la corona española pero estaban mal dispuestos para realizar las medidas que garantizaran el triunfo. La lucha anticolonial se resentía y debilitaba por su negativa a cambiar la situación social heredada de la época virreinal. Aún hoy, a pesar de los cambios y con otras características por la existencia de la clase obrera moderna, puntal del proceso emancipador, reconocemos que la liberación nacional sólo puede correr pareja con la liberación social de la explotación de nuestro pueblo. Si no marchan juntas no se concretará ninguna.