Se murió el Diego. El que como futbolista dio a nuestro pueblo las alegrías más grandes. El que nunca renegó de su origen humilde.
Se murió el Diego, que en su vida y en política pifió muchas veces.
Se murió el Diego, que reconoció sus errores con aquello de que la pelota no se mancha. El que enfrentó a los poderosos que manejan el negocio del fútbol, y los mandamases de algunas potencias imperialistas.
Nuestro pueblo lo recordará para siempre como uno de sus hijos más queridos, entre otras cosas por esos goles a los ingleses que tanto bien nos hicieron, y que ya son parte de la larga lucha por la recuperación de nuestras Malvinas.
Se murió el Diego. Es un día triste para el pueblo.
Escribe Germán Vidal