Aun cuando la tradicional “restricción externa” (déficit en la cuenta corriente del balance de pagos con el exterior) no aparece como inmediata, por la suba de los precios agrícolas, lo cierto es que el dinamismo de las importaciones –tanto en valores como en cantidades– duplica al de las exportaciones, y el crecimiento de los pagos por servicios al exterior (particularmente por remesas de utilidades y dividendos por los monopolios imperialistas) ha llevado a que el superávit de cuenta corriente (cuenta comercial y de servicios) se redujera de 3,7% en 2009 a 1,5% en 2010, con tendencia a ser neutro en 2011.
En lo que respecta al superávit comercial, disminuido en un 28,6% pero todavía importante –US$ 12.000 millones en 2010– es necesario tener en cuenta que “esconde” realidades sectoriales diferentes, ya que un único sector –como el sojero/aceitero/cerealero– aporta excedentes por más de US$ 20.000 millones anuales (5,5% del PBI).
Por otro lado en lo que se refiere a las exportaciones de manufacturas de origen industrial, que aumentaron casi un 28% anual en 2010, casi un 90% del incremento es explicado por dos sectores, metales preciosos (con pocos encadenamientos de productos) y automotores (bajo un régimen de comercio administrado en el Mercosur). Así, cuando se excluyen estos dos sectores, y se compara con igual período de 2008 –ya que la base de comparación de 2009 es atípica por la crisis internacional–, los resultados no son alentadores: las exportaciones de manufacturas industriales caen un 8%, con importantes caídas de sectores emblemáticos como textiles (–7%), calzado (–9%), metales comunes (–24%), plásticos (–8%), máquinas eléctricas (–8%).
Una comparación algo más extendida en el tiempo, que remite al período previo al deterioro competitivo por la aceleración inflacionaria, muestra que en los primeros once meses de 2010 el déficit comercial del sector industrial aumentó 33% respecto del de 2006–07 (pasó de un rojo de US$ 15.500 millones a otro de US$ 20.600 millones), a contramano de la tendencia general (en igual lapso, el superávit global aumentó un 8 por ciento).
La erosión del superávit comercial reconoce, en primer lugar, un espectacular salto de las importaciones de combustibles y lubricantes, que en cinco años se triplicaron. El rubro combustible y energía –con una gran diversidad de orígenes–, saltó en su incidencia en el total de las importaciones del 5 al 8%. Y, como contracara, en el mismo período, las exportaciones argentinas del sector cayeron un 50%.El otro rubro de las importaciones que creció con más fuerza en el último lustro fue el de los vehículos automotores, cuyas compras pasaron de US$ 1.603 millones en 2005 a US$ 4.482 millones, por el fuerte ingreso de los autos fabricados en Brasil.
El ascenso de las importaciones de combustible y automóviles fue paralelo al descenso en términos relativos de las compras de los bienes de capital y los bienes intermedios (insumos para la producción, una categoría que reúne desde un producto químico hasta una tela para la industria de la confección), que en cinco años perdieron cinco puntos de participación. De un 61% conjunto que representaban ambos rubros en 2005 pasaron al 52 por ciento. Es decir, que estos dos rubros que están directamente vinculados con la inversión y la capacidad de producción justifican hoy casi un 20 por ciento menos de las importaciones totales que hace cinco años, al contrario de lo que afirmó el ministro Aníbal Fernández, quien dijo que “Muchísimo de ese aumento de las importaciones tiene que ver con insumos que componen la producción de los argentinos” (diariogremial.com, 29/1/2011).