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02 de octubre de 2010

Setenta mil en Eslovenia

La Europa de los monopolios, las armas, y el hambre

Setenta mil manifestantes marcharon por las calles de Lubliana, capital de Eslovenia, el sábado 17 de noviembre. Obreros integrantes de sindicatos nucleados en los “Sindicatos Libres de Eslovenia”, jubilados, estudiantes, agrupaciones de izquierda y movimientos contra la guerra, reclamaron al unísono un inmediato aumento salarial.
El salario medio mensual en esa república surgida de la fractura de la ex Yugoslavia es de 1.200 euros (unos 900 dólares). Pero no es más que un promedio: el 75% de los trabajadores está muy lejos de esa cifra. Alrededor de 80 mil trabajadores apenas llegan al salario mínimo (entre 350 y 400 euros), en un país que —desde su brutal separación de la antigua federación yugoslava— sufre una galopante tasa de inflación: hoy, con el 5,2% mensual, es la más alta de la Unión Europea, y su origen inmediato ha sido precisamente la adopción del euro.
Durante el 2007, los precios de los alimentos y de la electricidad aumentaron entre el 25 y el 30%. Cerca del 20 por ciento de los 2 millones de eslovenos vive en la pobreza.
La protesta puso en el blanco al primer ministro, el neofascista Janez Jansa, un traficante de armas que se llenó los bolsillos con la cruenta guerra civil yugoslava de los ’90 en la que intervinieron a cuatro manos los imperialistas yanquis y europeos.
Jansa fue uno de los organizadores del contrabando de armas a Bosnia y Croacia entre 1991 y 1994, cuando era ministro de Defensa de Eslovenia (podría, incluso, haber sido la contraparte local de los escandalosos negociados con armas a esa región que en la Argentina promovió y apañó en esos años el menemismo).