Noticias

11 de noviembre de 2010


Siete años de dictadura

Documentos del PCR / tomo 6

Las fuer­zas reac­cio­na­rías que con la hege­mo­nía del sec­tor pro­so­vié­ti­co se ins­ta­la­ron en el poder el 24 de marzo de 1976, coin­ci­dían en ter­mi­nar con el gobier­no pero­nis­ta y cerrar el pro­ce­so de masas abier­to en 1969, para lle­var ade­lan­te un plan de ham­bre y supe­rex­plo­ta­ción de la clase obre­ra y el pue­blo en bene­fi­cio de los terra­te­nien­tes e impe­ria­lis­tas. Esto en el marco de una agu­di­za­da dis­pu­ta entre dis­tin­tos sec­to­res de gran bur­gue­sía inter­me­dia­ria, par­ti­cu­lar­men­te entre los sec­to­res pro­rru­sos y pro­yan­quis, por ver quien saca­ba la mayor taja­da.
En estos años, la polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra fue desa­ma­rran­do el comer­cio exte­rior argen­ti­no de su depen­den­cia de los mer­ca­dos occi­den­ta­les y lo fue ama­rran­do a la URSS y a sus paí­ses saté­li­tes. En 1977, Videla lega­li­za defi­ni­ti­va­men­te el con­tra­to con Aluar y rati­fi­ca los con­ve­nios con la URSS fir­ma­dos por Gelbard en 1974, y que no habían sido rati­fi­ca­dos por el gobier­no pero­nis­ta. En 1978 se sus­cri­be un acuer­do para rea­li­zar con­sul­tas polí­ti­cas perió­di­cas entre ambas can­ci­lle­rías. En 1979 se pro­du­ce el inter­cam­bio de dele­ga­cio­nes mili­ta­res. En 1980, con el embar­go cerea­le­ro que apli­ca Estados Unidos con­tra la URSS por su inva­sión a Afganistán, se pro­du­ce un nuevo salto en las rela­cio­nes argen­ti­no-sovié­ti­cas. En ese mismo año se firma el pacto cerea­le­ro y los pro­to­co­los pes­que­ros, y al año siguien­te el pacto de car­nes y el pes­que­ro.
A su vez, la polí­ti­ca glo­bal de la dic­ta­du­ra en des­me­dro del mer­ca­do inter­no, con el cie­rre de indus­trias, pau­pe­ri­za­ción del cam­pe­si­na­do pobre y medio, ruina de las eco­no­mías regio­na­les, etc., ha hecho que la eco­no­mía argen­ti­na depen­da hoy, más que ayer, de sus expor­ta­cio­nes de ori­gen agro­pe­cua­rio.
Todo esto hace que la depen­den­cia de la URSS, con el mane­jo que ella tiene del mer­ca­do mun­dial de gra­nos y sus estre­chos lazos con gru­pos mono­po­lis­tas como Nidera, Continental, Dreyfus, Bunge y Born y otros, sea tan gran­de como lo fue, en la déca­da del trein­ta, res­pec­to del impe­ria­lis­mo inglés. Este es uno de los prin­ci­pa­les sal­dos de siete años de dic­ta­du­ra.
Por su parte en el terre­no diplo­má­ti­co, la polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra se carac­te­ri­zó por crear un deto­nan­te poten­cial para un con­flic­to béli­co con Chile en el Atlántico Sur, al ser­vi­cio de los obje­ti­vos de la URSS que pre­ten­de –al igual que los Estados Unidos– ir com­ple­tan­do su dis­po­si­ti­vo estra­té­gi­co glo­bal para la ter­ce­ra gue­rra mun­dial y cre­an­do focos de con­flic­to que dis­trai­gan a sus riva­les del punto cen­tral de dis­pu­ta: Europa Occidental. Se gas­ta­ron miles de millo­nes de dóla­res en arma­men­tos y se montó una infa­me cam­pa­ña chau­vi­nis­ta con­tra Chile, uti­li­zán­do­se el Mundial de fút­bol para des­ple­gar­la a fondo. La direc­ción del P“C”, como lo ates­ti­guan sus docu­men­tos ofi­cia­les actuó como quin­ta­co­lum­na del sec­tor vio­lo­vi­de­lis­ta de la dic­ta­du­ra, defen­dién­do­la en el plano inter­na­cio­nal y lla­man­do a la “con­ver­gen­cia cívi­co-mili­tar” con aquel sec­tor, en lo inter­no.
Semejante polí­ti­ca ham­brea­do­ra, entre­guis­ta, ultra­re­ac­cio­na­ria y beli­cis­ta, sólo pudo ser impues­ta por el fas­cis­mo y el terror abier­to. Nunca, en lo que va del siglo, cono­ció la Argentina una dic­ta­du­ra terro­ris­ta como la ins­tau­ra­da en 1976. Decenas de miles de per­so­nas, en su mayo­ría obre­ros, estu­dian­tes, inte­lec­tua­les, cam­pe­si­nos, dete­ni­dos por sus ideas polí­ti­cas y socia­les, fue­ron arro­ja­das a inmun­dos “chu­pa­de­ros”, tor­tu­ra­das en forma bru­tal, muchas de ellas ase­si­na­das o “desa­pa­re­ci­das” –inclu­so dece­nas de niños–, o arro­ja­das duran­te años a las cár­ce­les y some­ti­das a todo tipo de tor­tu­ras y vejá­me­nes. Fueron piso­tea­das todas las liber­ta­des demo­crá­ti­cas. Se pros­cri­bie­ron par­ti­dos como el nues­tro y se dis­pu­so la veda de la acti­vi­dad polí­ti­ca. Se inter­vi­nie­ron los sin­di­ca­tos y se pro­hi­bie­ron las huel­gas y las con­ven­cio­nes colec­ti­vas de tra­ba­jo. Se repri­mie­ron, hasta liqui­dar­las, a las Ligas Agrarias y otras orga­ni­za­cio­nes del cam­pe­si­na­do pobre. Se inter­vi­nie­ron las uni­ver­si­da­des, se pro­hi­bie­ron los cen­tros y clu­bes estu­dian­ti­les y se repri­mió poli­cial­men­te la acti­vi­dad gre­mial en las uni­ver­si­da­des y cole­gios secun­da­rios. Se hicie­ron “lis­tas negras” de artis­tas e inte­lec­tua­les y se implan­tó la cen­su­ra.
La ampli­tud y pro­fun­di­dad del terror fas­cis­ta sir­ven para medir la ampli­tud y pro­fun­di­dad del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio que se desa­rro­lló en la Argentina desde 1969 hasta 1976. El fas­cis­mo del vio­lo­vi­de­lis­mo es el pre­cio que pagó la clase obre­ra y el pue­blo por su falta de uni­dad y, prin­ci­pal­men­te, por no tener un pode­ro­so par­ti­do polí­ti­co revo­lu­cio­na­rio en con­di­cio­nes de haber­le per­mi­ti­do impe­dir el golpe de Estado de 1976. Pero este es sólo un aspec­to del pro­ble­ma. El otro es que las cla­ses domi­nan­tes ya no podían seguir gober­nan­do con los vie­jos méto­dos. Debieron recu­rrir al terror fas­cis­ta abier­to para poder con­te­ner a las masas. Han logra­do, como resul­ta­do que, en eso años, la expe­rien­cia polí­ti­ca de las masas no sólo se enri­que­cie­ra sino que se com­bi­na­ra con un tre­men­do odio popu­lar a las cla­ses domi­nan­tes, odio que es como la lava que guar­dan los vol­ca­nes vivos en sus entra­ñas.
Consumado el golpe de Estado, el pro­le­ta­ria­do dio un paso atrás. Se pro­du­jo un retro­ce­so en el movi­mien­to de masas. Pero, poco a poco, fue­ron sur­gien­do peque­ñas luchas que per­mi­tie­ron acu­mu­lar expe­rien­cias en el com­ba­te con­tra un ene­mi­go des­co­no­ci­do y feroz. En octu­bre-noviem­bre de 1976 se comen­za­ron a desa­rro­llar luchas impor­tan­tes del movi­mien­to obre­ro: Luz y Fuerza, General Motors (Barracas), Mercedes Benz, IKA Renault, Ford, Standard, La Cantábrica, Peugeot, entre otros. Luego, la gran huel­ga ferro­via­ria de noviem­bre de 1977 mar­ca­ría un nuevo momen­to en la resis­ten­cia a la dic­ta­du­ra fas­cis­ta. A su vez, el 30 de abril de 1977 se ini­cia el movi­mien­to de Madres de Plaza de Mayo que jugó un des­ta­ca­dí­si­mo papel en la resis­ten­cia anti­dic­ta­to­rial. Y para fines de 1978, se pro­du­cen las gigan­tes­cas mani­fes­ta­cio­nes por la paz con Chile, en las que par­ti­ci­pa­ron gran­des masas de jóve­nes, logran­do impe­dir que la dic­ta­du­ra nos lle­va­se a una gue­rra fra­tri­ci­da. Con la derro­ta de la polí­ti­ca beli­cis­ta, se ini­ció la cuen­ta regre­si­va del ciclo dic­ta­to­rial y se abrió un nuevo momen­to, de avan­ce, en la resis­ten­cia de las masas.
Con el paro, his­tó­ri­co, del 27 de abril de 1979, el movi­mien­to obre­ro rea­li­zó su pri­me­ra huel­ga gene­ral nacio­nal. Durante 1979 y 1980, la resis­ten­cia anti­dic­ta­to­rial se amplió y gene­ra­li­zó; cre­cie­ron las luchas. Un hito impor­tan­te en esto fue la huel­ga de los obre­ros del Frigorífico Swift de Berisso (pri­me­ra huel­ga larga con­tra la dic­ta­du­ra de Videla). La dic­ta­du­ra, pese a reci­bir cada vez gol­pes más duros, se man­tu­vo a la ofen­si­va. La cri­sis finan­cie­ra, a ini­cios de 1981, la con­mo­vió. Como un mons­truo heri­do en sus entra­ñas, si bien siguió apli­can­do su polí­ti­ca, ya no pudo recom­po­ner sus fuer­zas.
Fueron la resis­ten­cia obre­ra a la polí­ti­ca de supe­rex­plo­ta­ción y ham­bre de la dic­ta­du­ra, luego las luchas del movi­mien­to cam­pe­si­no con sus his­tó­ri­cas con­cen­tra­cio­nes de Valle de Uco (Mendoza) y Cañada de Gómez (Santa Fe), con­tra los impues­tos y los cré­di­tos con­fis­ca­to­rios, los prin­ci­pa­les arie­tes que gol­pea­ron hasta agrie­tar el plan eco­nó­mi­co de la dic­ta­du­ra. A su vez, la amplia­ción del movi­mien­to demo­crá­ti­co, con su avan­za­da en las Madres de Plaza de Mayo, fue hacien­do cono­cer ante el mundo los horren­dos crí­me­nes de una dic­ta­du­ra que fue apa­ña­da en los foros inter­na­cio­na­les, desde el ini­cio, por la URSS y sus saté­li­tes. Todo esto, y la agu­di­za­ción de las dis­pu­tas inte­rim­pe­ria­lis­tas e inter­oli­gár­qui­cas, lle­va­rían al debi­li­ta­mien­to del tan­dem Videla-Viola y a su reem­pla­zo por Galtieri en la cúpu­la dic­ta­to­rial, junto a otros cam­bios en los man­dos del Ejército y la Armada, hacia fines de 1981.
El 30 de marzo de 1982 se pro­du­jo una gran movi­li­za­ción de masas anti­dic­ta­to­rial, con­vo­ca­da por la CGT, la que fue dura­men­te repri­mi­da. Esto no impi­dió que esas mis­mas masas mani­fes­ta­ran en apoyo a la recu­pe­ra­ción de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, el 2 de abril de 1982, hecho que pro­du­jo un pro­fun­do reme­zón patrió­ti­co y anti­im­pe­ria­lis­ta.
Miles de jóve­nes com­ba­tien­tes (sol­da­dos, sub­ofi­cia­les y algu­nos ofi­cia­les patrio­tas) enfren­ta­ron con las armas en la mano la agre­sión del impe­ria­lis­mo inglés. Las masas pro­ta­go­ni­za­ron la mayor movi­li­za­ción de este siglo. Al igual que en 1806 y 1807, cuan­do las inva­sio­nes ingle­sas, el pue­blo supo ubi­car a su ene­mi­go prin­ci­pal del momen­to, por enci­ma del carác­ter tirá­ni­co del gobier­no. Por el con­tra­rio, polí­ti­cos como Frondizi y Alfonsín tra­ba­ja­ron para la derro­ta.
Argentina fue derro­ta­da en la gue­rra de las Malvinas. Hecho que apro­ve­chó el violo-vide­lis­mo para recu­pe­rar posi­cio­nes con Bignone. Pero ya la dic­ta­du­ra no pudo arran­car­le al pue­blo los dere­chos demo­crá­ti­cos con­quis­ta­dos en la movi­li­za­ción por la paz con Chile y que se amplia­ron en estas jor­na­das. Estos hechos con­mo­vie­ron tam­bién, pro­fun­da­men­te, a las Fuerzas Armadas. Así se entró en un nuevo perío­do en el que la dic­ta­du­ra, aco­sa­da por la lucha de masas, y mina­da por sus pro­pias con­tra­dic­cio­nes, pudo sin embar­go ele­gir el cami­no de su reti­ra­da.