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02 de octubre de 2010

Sin luz, sin gas y sin trenes

Tras cuatro años de gobierno de Kirchner.

Bastó que llegaran los primeros fríos de mayo, preanunciando un invierno que puede ser duro, para poner en evidencia nuevamente a la situación crítica de los servicios públicos esenciales para la población pero también para la producción y el comercio como son la electricidad y el gas. Lo que se viene advirtiendo de hace tiempo, como también ocurre con las obras sanitarias (agua, cloacas, etc.) y el transporte sea ferroviario o por carreteras cada vez más deterioradas.
Es que en estos cuatro años de gobierno de Kirchner, más allá de su discurso “anti-neoliberal” y de sus coqueteos con Chávez, no ha tomado ninguna medida concreta para cambiar de fondo la “herencia menemista”. Por ejemplo, en materia de petróleo y gas, más allá de los amagues y “retos” a algunas concesionarias, nada hizo para recuperar para el patrimonio nacional ni los recursos ni la producción entregados a precio vil por el menemismo (con su complicidad, recordemos). Al contrario, mantuvo el mismo esquema menemista garantizándoles la permanencia y sus fabulosas ganancias a todos los monopolios imperialistas “amigos”, como Repsol, Pan American, Total, etc. E incluso abriendo el camino ahora, con la llamada “ley corta”, a la extensión de las concesiones como ha hecho con sus amigos Bulgheroni, a través del gobernador de Chubut. Eso sí, creó Enarsa para “entretener a la gilada” y habla de participación de “capitales nacionales” en Repsol y en algunas nuevas concesiones para participar en el negocio a través de algunos testaferros, como acaba de hacer en Santa Cruz. Pero siempre dentro del mismo esquema nefasto del menemismo, porque hablar de reestatizar YPF y Gas del Estado es mala palabra.
Lo mismo ocurre en electricidad, donde lo más “nacional” que ha hecho ha sido trabajar para incorporar algunos de sus amigos en el negocio, como ocurrió en Transener y Edenor con Marcelo Midlin, el ex socio de Eduardo Elsztain, tradicionalmente vinculado al imperialismo ruso. Y no hablemos de los ferrocarriles, donde tras cuatro años de dejar robar a sus amigos, subsidiándolos, ahora habla de crear una empresa estatal al estilo de la Renfe española, pero que en realidad sería una “cáscara vacía” como Enarsa, donde el Estado se haría cargo de las inversiones, mientras los trenes serían siendo manejados por operadores privados, que se llevarían las ganancias.
Frente a esta realidad no se puede escribir que “es necesario que la gestión Kirchner (¿) desarticule rápidamente cada uno de los engranajes de la perversa maquinaria impuesta por el neoliberalismo”, como editorializa al semanario del CC del PC Propuesta, del 17 de mayo de 2007. Si no lo hizo en cuatro años de gobierno, con la suma del poder público que ha tenido, ¿se puede pensar siquiera que ha de hacerlo ahora?