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11 de febrero de 2016

Sindicatos de obreros católicos

Crónicas proletarias

Desde fines del siglo 19, de la mano del surgimiento de las primeras asociaciones del movimiento obrero, hubo sectores de la Iglesia Católica que buscaron disputar a los trabajadores influenciados por el anarquismo y el socialismo. Ya en 1892, el padre Grote fundó el primero de los Círculos de Obreros Católicos. Con los años surgirían nuevas organizaciones, algunas más vinculadas a lo político como la Liga Demócrata Cristiana, fundada por el mismo Grote, y su sucesora la Unión Demócrata Cristiana, de 1911.
En los convulsionados tiempos de fines de la segunda década del 20, un sector de la Iglesia Católica buscó desarrollar un programa reformista, que polemizara con la terrible explotación del capitalismo devenido en sistema imperialista, y que a la vez sirviera de “contención” a los cada vez más crecientes anhelos de revolución social. 
Entre el 26 y el 30 de mayo de 1919 se realizó en Buenos Aires el 1° Congreso de los Católicos Sociales de la América Latina, que afirmó que sus resoluciones “Se ajustaban a los principios sostenidos por la Iglesia desde que las abominables exacciones del capitalismo liberal impusieron la preocupación y la obra diligente de sus más puros y eminentes pastores”. Y remataban: “El movimiento social católico no hace más que volver a los orígenes y primeros tiempos del cristianismo en que, como se sabe, propendía a la organización de los humildes bajo un sistema noble y generosamente comunista”.
Este Congreso reunió a Círculos Obreros, federaciones y sindicatos católicos de Buenos Aires y del interior, de dudosa representatividad, como hace constar el inspector del Departamento Nacional del Trabajo José Elías Niklison, quien hizo un amplio informe sobre las asociaciones obreras, cuya tercera parte se publicó en el número 46 del Boletín del DNT, de marzo de 1920, bajo el título “Acción social católica obrera”.
El Congreso planteó el “derecho” de los trabajadores a asociarse sin “injerencias patronales ni presiones extrañas”. Afirmaron que “anteponen a la sindicación a base simple, la sindicación a base múltiple, mayormente en el terreno de la cultura, mutualidad y cooperación”. Y si bien se preocuparon por diferenciarse de los sindicatos “amarillos”, y consideraron “hipócrita” la “neutralidad religiosa o social en la sindicación obrera”, repudiaron “toda solidaridad con las organizaciones obreras de carácter socialista o anarquista, o del llamado sindicalismo de acción directa”, y “todo procedimiento de violencia y de lucha ofensiva aplicado por los obreros asociados en contra del Estado, del capital, de los patrones”.