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02 de octubre de 2010

(Primera Parte)

Síntesis biográfica de Marx y Engels

Cuadernillo de difusión del Marxismo Leninismo Maoismo

Carlos Marx y Federico Engels nacieron geográfica y cronológicamente cercanos. El primero en Tréveris, el 5 de mayo de 1818; el segundo en Bramen, el 28 de noviembre de 1820. Ambas ciudades de la provincia alemana de Renania.
No se conocieron en su primera juventud y vivieron en ambientes radicalmente distintos.

Carlos Marx y Federico Engels nacieron geográfica y cronológicamente cercanos. El primero en Tréveris, el 5 de mayo de 1818; el segundo en Bramen, el 28 de noviembre de 1820. Ambas ciudades de la provincia alemana de Renania.
No se conocieron en su primera juventud y vivieron en ambientes radicalmente distintos.
Carlos Marx era hijo de un abogado judío converso al cristianismo pero toda su familia estaba impregnada de tradiciones religiosas hebreas. No fue pobre aunque debió haber sentido las punzadas de los prejuicios raciales. Se inscribió para seguir la carrera de jurisprudencia en Bonn, continuándola en Berlín, donde comenzaron sus inquietudes filosóficas. Se doctoró en filosofía en Jena, en 1841, presentando como tesis de grado un estudio sobre Demócrito y Epicuro.
Federico Engels no llegó a completar el bachillerato, convirtiéndose en negociante, ocupación de su padre, pero siguió cursos de filosofía en Berlín, en ocasión de cumplir su servicio militar. Toda su vida estuvo a cubierto de privaciones económicas y su gran preocupación fue el ayudar a subsistir a su amigo Marx, perseguido siempre por la miseria y que jamás en su vida trabajó en otra cosa que en sus investigaciones científicas y la organización de la clase obrera.
Mientras el padre de Marx, imbuido de un espíritu liberal, comprendía las inquietudes de su hijo, la familia de Engels, sobre todo su padre, sufría mucho por las andanzas de Federico, quien desde niño mostró un carácter rebelde a todo dogma.
Ambos hicieron sus primerísimas armas en literatura componiendo versos (que la crítica considera insignificantes), cesando rápidamente estos escarceos juveniles. Ambos fueron atraídos en su juventud por la filosofía de Hegel y participaron en las disquisiciones de los jóvenes hegelianos. Ambos fueron deslumbrados por Feuerbach y ambos simultáneamente, lo superaron para llevar adelante el materialismo dialéctico, en una asociación sin par en la historia, tanto por la magnitud de los hombres que la integraron, como por la fidelidad de una amistad sin tachas.
De sus vidas anteriores al encuentro, poco hay que decir y sólo un personaje es digno de mención por el inmenso papel que jugara en la vida de Marx: JENNY DE WESTFALIA . Esta mujer, de la pequeña nobleza alemana, constituye el otro pilar de su vida. No se puede decir de ella que haya sido, en sentido intelectual, otra cosa que una admiradora ciega de su marido y copista de sus manuscritos. Tampoco fue una buena ama de casa en el sentido exacto del término. Su grandeza estriba en haber percibido el alcance del genio de su marido y la necesidad de que alcanzara a expresarlo en sus obras, sacrificando a esta tarea común los más íntimos sueños de las mujeres de su clase. Acostumbrada a los mimos, el ocio y la holgura económica y la tranquilidad de su posición social, puede decirse que todo lo perdió de un golpe al ligarse indisolublemente al revolucionario intransigente, sin renuncias, que era Marx. Y hasta varios de sus hijos murieron por causas directas o indirectamente imputables a la miseria en que vivieron muchos años. Constituyeron un matrimonio modelo y de la fuerza de su cariño recíproco dan fe estas letras de su hija menor narrando la despedida de Marx, viejo y enfermo, de su mujer agonizante a causa de un tumor maligno:
“En la gran alcoba delantera estaba acostada nuestra pobre madre, y al lado, en la alcoba pequeña, el Moro. Ellos, que tan compenetrados estaban el uno con el otro, tan íntimamente unidos, no podían ya albergarse en el mismo cuarto. El Moro se sobrepuso una vez más a su enfermedad. No olvidaré nunca aquella mañana en que se sintió ya con bastantes fuerzas para ir al cuarto de mamá. Al verse otra vez juntos, parecían vueltos a los días radiantes de su juventud, convertida ella en una novia y él en un muchacho enamorado que iban a entrar juntos en la vida; viéndolos, no parecían un hombre viejo y arruinado por la enfermedad y una anciana moribunda que se despedían para siempre.”
Del fruto de este matrimonio llegaron a la edad adulta tres mujeres, Jenny, Laura y Eleanor. Perdieron varios hijos más, pero el que dejó una herida profunda en ambos cónyuges fue Edgar, niño que murió a los ocho años y de quien los dos se acordaban frecuentemente con nostalgia en la correspondencia privada que se conserva.
Aunque no ocupe el lugar de Engels, es imposible olvidar en una relación de los sucesos en la vida de Marx, por sucinta que sea, a la extraordinaria mujer que fue la compañera de toda su existencia adulta, y a quien sólo pudo sobrevivir poco más de un año.
La carrera de Marx como escritor político comienza con un artículo sobre la censura que no fue posible publicar por intervención de la propia censura; era para los Anales Alemanes, de Ruge, amigo de juventud de quien se separaría pronto. Su obra de importancia, sin embargo, se iniciaría en La Gaceta del Rin, de la que devendría redactor principal en corto plazo. En estas dos publicaciones comenzaba el joven Engels a pulir sus armas dialécticas bajo el seudónimo de Federico Oswald.
La Gaceta del Rin provocó una gran desazón en los círculos reaccionarios, por lo que el gobierno prusiano decidió suprimirla, estableciendo, como paso previo, la censura. Marx abandonó la redacción al constatar que los accionistas pretendían dulcificar las críticas en un intento por salvar la publicación.
Más o menos hacia octubre de 1842, se conocieron Marx y Engels en circunstancias en que el primero había roto con los jóvenes hegelianos y el segundo aún no, por lo que el primer encuentro fue más bien frío y no hacía sospechar la identificación que alcanzarían con el correr de los años.
Ante la imposibilidad de publicar los Anales Alemanes en Alemania, Ruge y Marx decidieron crear los Anales Franco-Alemanes, revista editada en Francia de la que se tiró un solo número. Marx publicó allí: “Introducción a una crítica de la filosofía del derecho de Hegel”, en la que no rompe con sus convicciones antiguas, pero comienza a buscar en el cauce de la historia la interpretación de la sociedad. Engels publica en la revista “Bosquejos para una crítica de la economía nacional”, primer aldabonazo económico de uno de los fundadores.
Marx aprovechó el tiempo en París para profundizar sus estudios históricos, leyendo escritores burgueses como Thierry y Guizot, de quienes tomó una de las bases de su teoría: la lucha de clases. Mucho tiempo después, en 1854, decía a Engels, en una carta:
“…Un libro que me ha interesado mucho es el de Thierry, Historia de la formación y del progreso del Tercer Estado, de 1853. Es notable la indignación que con este caballero, padre de la “lucha de clases” en la literatura histórica francesa –se encoleriza– con los “nuevos” escritores que ahora ven un antagonismo también entre la burguesía y el proletariado y que incluso desearían detectar las huellas de esta oposición en la historia del Tercer Estado antes de 1879.”
Sin dejar de reconocer méritos intelectuales e históricos a sus predecesores, Marx apuntaba la falla crítica impuesta por su ideología a los pensadores de la burguesía.
Poco más de un año debía durar su permanencia en Francia, de donde sería expulsado, trasladándose a Bruselas con su familia aumentada por el nacimiento de su hija mayor.
Cuando Engels publicaba sus primeros escritos económicos, Marx había estudiado el tema, todavía desde una posición filosófica dada por su raíz hegeliano-feuerbachiana, pero las hojas en que se plasmaron esos estudios, extraordinarios por su penetración, sólo vieron la luz pública muchos años después de la muerte de ambos. Son los llamados Escritos económico-filosóficos de 1844.
La primera obra en colaboración se debe casi toda a Marx: La Sagrada Familia. Es un conglomerado de crítica filosófica (contra los jóvenes hegelianos), crítica literaria y destellos de materialismo histórico. Una buena parte del libro transcurre en la crítica de la crítica, hecha por un joven hegeliano, de Los Misterios de París, novelón de Eugenio Sue olvidado desde hace tiempo. En carta a Engels de 1867, Marx, que la había releído, le dice: “…Me sorprendió agradablemente ver que no necesitamos avergonzarnos de esta obra, si bien el culto de Feuerbach le produce a uno un efecto muy cómico ahora”.
La situación de la clase obrera en Inglaterra, es otro atisbo genial de Engels que, antes de cumplir 25 años, se muestra ya en el pleno camino de su potencia creadora. Marx dice de ella (carta a Engels, 1863):
“…La relectura de tu libro me ha hecho pesarosamente consciente de que estamos envejeciendo. ¡Con qué frescura y apasionamiento, con qué audaces anticipaciones y sin cultas y científicas dudas se trata aquí la cosa! Y la misma ilusión de que el resultado saltará mañana o pasado a la luz del día de la historia le da a todo el libro calor y jovial humor (comparado con el cual el “gris” posterior forma un contraste detestable).”
Como apunta Mehring, Engels superaba a Marx en la velocidad con que captaba el punto central de la cuestión y en la facilidad para llegar a él, con una prosa llana, sin vericuetos. Pero nos da la impresión de que no le gustaba estrujar su pensamiento a fondo, abusando de su facilidad “periodística” para el enfoque y tratando el tema, sino a la ligera, con mucha menos profundidad que Marx. Sus principales obras son retazos de pensamiento; polémicas, como el Anti-Dühring (filósofo a quien salva del olvido con su título) y poco más que glosas en La Familia, la Propiedad Privada y el Estado, que tan importantes han sido, sin embargo, en la historia del pensamiento marxista.
Lo reconoce él mismo, quién sabe si con absoluta sinceridad o con algo de autodesprecio irónico, en carta a Marx de 1851:
“De todos modos, tu nuevo material sobre la renta del suelo es perfectamente correcto. Nunca me pudo convencer la afirmación de Ricardo de que la improductividad de la tierra crece junto con la población, y tampoco pude hallar nunca una confirmación de su afirmación de que el precio del cereal aumenta, pero con mi conocida pereza en cuestiones teóricas tomé con calma los rezongos interiores de mi mejor yo y nunca fui al fondo del asunto.”
Marx llegaba un poco más tarde, pero su poderosa humanidad se concentraba toda en recorrer el camino, infatigablemente, de arriba a abajo, de abajo a arriba, en las ramas, sin perder de vista el tronco, sin desesperar jamás en su empeño, hasta coronarlo con El Capital. Toda su obra y su vida es una preparación para esa síntesis maestra.
En Bruselas, los dos socios redactaron un nuevo manuscrito. La Ideología Alemana, otro de sus hijos nonatos que vieron la luz después de la muerte de sus progenitores. Se repite aquí la fraseología tumultuosa de La Sagrada Familia, la ironía tan docta que se hace difícil de entender a los modestos lectores de hoy y la sucesión de andanadas contra quienes resultaron enanos, sin lugar en la historia. Asoma en este libro, más decantada, la visión de la sociedad como una gran síntesis en continuo cambio con violentas conmociones y con características propias en cada época y, también, la preocupación concreta por los problemas sociales que los colocan cerca de los comunistas de aquel momento y de Proudhon, a quien, no obstante, analizan con espíritu acucioso. La crítica de los “socialistas modernos”, especie de secta filosófica que pretendía ponerse por encima de los luchadores políticos desde el plano del pensamiento puro, es tan certera como despiadada .
La concordia entre caracteres tan opuestos y con visiones tan contradictorias de la sociedad, como Proudhon y Marx, no podía durar. Aquél escribió La Filosofía de la Miseria y éste contestó con Miseria de la Filosofía. Esta obra polémica, que enemistó de por vida a ambos contrincantes, tiene la importancia de ser la primera en que se da un bosquejo completo del materialismo histórico. Todavía le faltaba mucho camino para culminar su obra, pero aquí plasmó lo esencial. Corría el año 1847.
En carta a P.V. Annenkov, del 28 de diciembre de 1846, da una síntesis de su crítica a Proudhon, de la que se extraen estos párrafos:
“Debo confesarle que encuentro malo, muy malo al libro en conjunto. Usted mismo se ríe en su carta de la ‘marca de filosofía alemana’ de que hace ostentación M. Proudhon en esta obra oscura e informe, pero supone que el tema económico no ha sido infectado por el veneno filosófico. También yo estoy muy lejos de imputar las fallas de la discusión económica a la filosofía de M. Proudhon. No es que M. Proudhon nos dé una falsa crítica de la economía política por poseer una absurda teoría filosófica, sino que nos da una teoría filosófica absurda porque no puede comprender la situación social de hoy día en su engrenement (concatenación), para emplear una palabra que, como muchas otras cosas, M. Proudhon ha tomado de Fourier…
“… ¿Que es la sociedad, cualquiera sea su forma? El producto de la actividad reciproca de los hombres. ¿Los hombres son libres de elegir por sí mismos ésta o aquélla forma de sociedad? De ninguna manera. Supóngase un estado particular de desarrollo de las fuerzas productivas del hombre y se tendrá una forma particular de comercio y consumo. Supóngase etapas particulares del desarrollo de la producción, del comercio y del consumo, y se tendrá un orden social correspondiente, una correspondiente organización de la familia y de las jerarquías y clases: en una palabra, una correspondiente sociedad civil. Presupóngase una sociedad civil dada y se tendrán condiciones políticas particulares que son sólo la expresión oficial de la sociedad civil. Nunca comprenderá esto M. Proudhon porque cree que hace algo grande partiendo del Estado para comprender la sociedad: es decir, yendo del resumen oficial de la sociedad a la sociedad oficial.
“Es superfluo agregar que los hombres no son libres de elegir sus fuerzas productivas –que son la base de toda su historia– puesto que cada fuerza productiva es una fuerza adquirida, producto de la actividad anterior.
“…Todas las viejas formas económicas, las relaciones sociales correspondientes y las condiciones políticas que eran la expresión oficial de la vieja sociedad civil, fueron destruidas en Inglaterra. Así pues, las formas económicas en que los hombres producen, consumen, intercambian, son transitorias e históricas. Al conquistarse nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian su método de producción, y con el método de producción todas las relaciones económicas, las que son meramente condiciones necesarias de este método particular de producción.
“…Monsieur Proudhon ha comprendido muy bien el hecho de que los hombres producen vestidos, ropa blanca, sedas y es un gran mérito el suyo el haber comprendido este poquito. Lo que no ha entendido es que estos hombres, de acuerdo a sus fuerzas, también producen las relaciones sociales en cuyo seno confeccionan los vestidos y la ropa blanca. Y menos aún ha comprendido que los hombres, que conforman sus relaciones sociales de acuerdo a su método material de producción, también conforman ideas y categorías, es decir, la expresión abstracta, ideal, de esas mismas relaciones sociales. Así, las categorías no son más eternas que las relaciones que ellas expresan. Son productos históricos y transitorios. Para M. Proudhon, por el contrario, las abstracciones y las categorías son la causa primordial. De acuerdo a él, son ellas y no los hombres quienes hacen la historia. La abstracción, la categoría como tal –esto es, separada de los hombres y de sus actividades materiales– es desde luego inmortal, inmóvil, incambiable, es sólo una forma de ser de la razón pura; lo que es únicamente otra manera de decir que la abstracción como tal es abstracta. ¡Admirable tautología!”
En Bruselas, los ya inseparables amigos, en compañía de otros jóvenes comunistas, entre los que descollaba W. Wolf, se dedicaron a crear un centro organizador de las dispersas asociaciones comunistas de Europa. Un año más tarde, como fruto de ese trabajo de coordinación de la pareja, estarán en condiciones de darnos un documento fundamental: El Manifiesto Comunista.
Esta obra todavía es inmadura en sus concepciones y tímida en sus aspiraciones confesadas, amén de tener un apéndice crítico sobre la literatura socialista que nada agrega y, en nuestra opinión, quita mucho de su vigor a la proclama. Pero aún hoy, cuando tantos partidos o grupos de izquierda esconden sus aspiraciones reales (o las que debían ser sus reales aspiraciones) tras una filosofía insípida o plena de “comprensión” hacia las capas “más sensatas” de las clases explotadoras, El Manifiesto Comunista puede ser firmado por cualquier revolucionario del mundo, sin temor a ser tachado de tibio. En el año 1848, fue una verdadera temeridad que, tal vez, no fuera castigada brutalmente debido a la poca atención que se daba a la recién fundada Liga de los Comunistas, organización responsabilizada con el manifiesto, redactado por Marx en estrecha colaboración con Engels.
Durante este lapso, Marx y Engels siguieron profundizando sus conocimientos en Economía Política pero, además, entraron de lleno a política alemana, fundando en Colonia la Nueva Gaceta del Rin, amparados en el soplo revolucionario que corrió por toda Europa en 1848. Casi doce meses trabajaron infatigablemente para impulsar el espíritu revolucionario del pueblo alemán, desde la citada revista y en manifiestos tales como Reivindicaciones del Partido Comunista en Alemania, que seguía la línea de El Manifiesto Comunista.
Pero la reacción fue ganando confianza a medida que descargaba golpes sobre un proletariado todavía inmaduro y se sintió fuerte para atacar a su enemigo teórico más poderoso: La Nueva Gaceta del Rin. El 12 de mayo se decretó orden de expulsión de tierras alemanas, contra Marx y otros colaboradores de la publicación . El 19 de mayo de 1849 ésta tiraba su último número impreso en rojo y con versos de Friligrath que se hicieron famosos. Este poeta revolucionario mantuvo una gran amistad con Marx hasta que su entusiasmo fue dando paso a la añoranza de la tierra natal (vivió como desterrado en Londres durante muchos años) y sus relaciones con éste se enfriaron a raíz del caso Vogt, que referiremos.
También de esta época data la amistad de Marx y Engels con Fernando Lassalle, amistad que sufriera altibajos debido a las debilidades de este último, pero que se mantuviera hasta el abrupto final de su vida. Sin sobrevivirle, sin embargo, pues aquéllos debieron luchar denodadamente contra los “lassalleanos” cuyas tácticas de luchas dieron nacimiento, con el tiempo, al revisionismo.
Marx tuvo siempre una pobre opinión de la preparación económica de Lassalle y, aunque no en la misma medida, de su profundidad filosófica. En carta a Engels de 1858, comentando el Heráclito el Oscuro, que aquel acababa de publicar, decía:
“…En esto veo un indicio de que el hombre se propone presentar en su segunda gran obra la economía política a la manera hegeliana. Aprenderá a sus expensas que llevar mediante la crítica a una ciencia al punto en que pueda ser expuesta dialécticamente, es una cosa enteramente distinta de aplicar un sistema lógico abstracto de confección a meros indicios de tal sistema.”
Pero supieron ambos amigos aquilatar las virtudes de quien salvaba su nombre histórico por la gran tarea de unificar el proletariado alemán y, en ocasión de la muerte de Lassalle, ocurrida en un duelo provocado por razones amorosas, escribía Engels a Marx, en septiembre de 1864:
“Podrás imaginarte cómo me sorprendieron las noticias. Fuera lo que fuera Lassalle personalmente, o desde el punto de vista literario y científico, políticamente era una de las personas más importantes de Alemania. Para nosotros era por el momento un amigo muy inseguro, y en el futuro habría sido casi seguramente un enemigo, pero de todas maneras duele ver cómo Alemania arruina por entero a cualquiera que tenga algún grado de capacidad. ¡Qué regocijo reinará entre los intelectuales  y los puercos progresistas! Después de todo, Lassalle era el único tipo a quien temían en Alemania.”
Marx, por su parte, se negó en los primeros momentos a hacer ninguna crítica del desaparecido amigo, a quien años más tarde trataría con dureza al conocer de algunas de sus maniobras con Bismarck.
Respondiendo al soplo revolucionario, aunque algo tardíamente, las masas alemanas llegaron a alzarse en armas, sobre todo en Baden y Palatinado, y allí corrió Engels a alistarse como soldado. El terror que inspiraba su naciente nombre público a la burguesía, siempre al acecho para sacar partido de la lucha sin arriesgar nada, impidió que su papel dirigente fuera destacado, pero, como ayudante de Willich, en su destacamento voluntario, participó en cuatro combates destinados a proteger la retirada hacia Suiza del derrotado ejército de Baden. Su experiencia militar duró un mes, del 13 de junio al 12 de julio de 1849, fecha en que cruzó la frontera con el destacamento citado, último en la retirada. Su pasión por la ciencia militar se mantendría toda la vida, siendo él el encargado de escribir sobre los temas bélicos cada vez que Marx tenía necesidad de referirse a ellos en sus artículos.
Poco después, Marx, residente en Francia, recibía orden de confinamiento en una zona apartada y malsana de la Bretaña, prefiriendo pasar a Londres que sería la residencia permanente hasta el fin de sus días.

Notas

1. En mayúsculas en el original. (N. del E.)
2. La Ideología Alemana fue considerada importante por Marx, pues significó una puesta en regla “con nuestra conciencia filosófica de antaño”. Cuando hubo dificultades para la impresión: “abandonamos el manuscrito a la roedora crítica de los ratones tanto más a gusto cuanto que habíamos alcanzado nuestro principal fin, el ver claro en nosotros mismos”. (Marx, Prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía Política).
Por su parte, Althusser la hace el centro de un “corte epistemológico” que dividiría radicalmente el pensamiento de Marx. Hasta ese momento, Marx sería un comunista político y un filósofo idealista; a partir de entonces, se conjuga su pensamiento político con la acuciosidad de científico materialista y entra en la madurez. (La mayoría de las citas a pie de página que aparecen en la “Síntesis…” fueron redactadas por el Che; en caso contrario se hará la aclaración correspondiente. (N. del E.)
3. El grupo de redacción estaba integrado por Carlos Marx, redactor jefe, H. Bürgers, E. Dronke, F. Engels, G. Weerth, F. Wolf y W. Wolf.
4. En el material cotejado, Correspondencia – Marx y Engels, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1957, consultado con frecuencia por el Che, se emplea el término “industriales”, no obstante en sus manuscritos aparece utilizado “intelectuales”. (N. del E.)

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