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08 de agosto de 2012

La larga dictadura prorrusa de los Assad, también respaldada por China. Una heroica rebelión popular por libertad y democracia, que los imperialistas de EEUU y Europa intentan ensillar. ¿Quién encabezará la lucha antidictatorial?

Siria: rebelión popular y diplomacia imperialista

Hoy 1431 / ¿A dónde va la lucha contra la larga tiranía de Assad?

Los combates barrio por barrio no cesan en la norteña Alepo, ciudad más antigua y centro económico de Siria. Desde los últimos días de julio la artillería, los aviones y helicópteros del ejército de Bashar Assad demuelen a bombazos edificios y barrios enteros para aplastar a las milicias que combaten al régimen. Áreas enteras de la ciudad e incluso algunos barrios están divididos, algunos bajo control del gobierno y otros de los insurrectos.

Los combates barrio por barrio no cesan en la norteña Alepo, ciudad más antigua y centro económico de Siria. Desde los últimos días de julio la artillería, los aviones y helicópteros del ejército de Bashar Assad demuelen a bombazos edificios y barrios enteros para aplastar a las milicias que combaten al régimen. Áreas enteras de la ciudad e incluso algunos barrios están divididos, algunos bajo control del gobierno y otros de los insurrectos.
Aunque los mayores combates se concentraron en Alepo, los violentos enfrentamientos y ataques gubernamentales afectan también a Idlib (norte), Hama (centro) y los suburbios de la capital Damasco (sur). El gobierno de Assad sigue en Alepo la misma táctica que utilizó en Homs en febrero: arrasar la ciudad barrio por barrio y calle por calle hasta liquidar por completo a los insurgentes. Sin embargo las milicias del “Ejército Sirio Libre” siguen controlando algunas zonas en el interior del país.
Decenas de miles de personas huyeron buscando refugio en el Líbano o en Irak, o debieron abandonar sus casas para protegerse.

 

Sanguinaria dictadura proimperialista
La familia de los Assad impera en Siria desde hace cuatro décadas. En 1971, en los tiempos más álgidos de la guerra fría, cuando la restauración capitalista en Rusia llevaba ya más de una década y la ex URSS se había convertido en una superpotencia imperialista que disputaba a los EEUU la hegemonía en el mundo y especialmente en el Medio Oriente, Hafez Assad –jefe de la fuerza aérea formado en la URSS– dio un golpe de Estado, vació al Partido Baath Árabe Socialista de sus contenidos nacionalistas y antiimperialistas y estableció en Siria una sangrienta dictadura prorrusa, que a su muerte en 2000 continuó su hijo Bashar. Siria es el único país del mundo donde Rusia conserva una base naval –la de Tartus– fuera de su territorio. Damasco compra a Moscú mil millones de dólares por año en armas. El régimen de Assad utiliza helicópteros blindados y aviones provistos por Rusia contra barrios de Damasco y Alepo en los que se atrincheran rebeldes.
El imperialismo ruso es el principal respaldo político del tiránico régimen de Assad. El sábado 28/7 el gobierno ruso anunció que Moscú no permitirá que los buques rusos sean registrados ni sometidos a restricciones por las medidas de la UE contra el régimen de Assad.
El otro gran apoyo político del régimen sirio es China, que en los últimos años firmó con Assad numerosos convenios en petróleo, electricidad, transporte y telecomunicaciones. Siria es parte de una especie de nueva “ruta de la seda” que China está construyendo en el Medio Oriente con grandes inversiones en autopistas, oleoductos y líneas ferroviarias.

 

Yanquis, europeos, rusos y chinos
La injerencia de diversos imperialismos torna muy compleja la situación siria. El gran levantamiento popular, iniciado en marzo de 2011 (hace ya casi un año y medio) como parte de la llamada “primavera árabe” que logró derrocar a las dictaduras proyanquis de Túnez y Egipto, fue brutalmente reprimido por el gobierno.
Durante más de un año, decenas de manifestaciones pacíficas fueron reprimidas a balazos por la policía y el ejército de Assad. Miles de activistas antidictatoriales fueron secuestrados, encarcelados, torturados y asesinados. Así fue que grupos de trabajadores, estudiantes y activistas de variada procedencia política —incluidos sectores del propio ejército que desertan y se unen, orgánicamente o no, a las acciones del llamado “Ejército Libre de Siria”—  se volcaron a formar milicias armadas para combatir a la dictadura de Assad. El “Ejército Libre de Siria” (ELS) es sumamente heterogéneo y no se conoce que tenga un mando centralizado. Su dirección estaría compuesta por ex oficiales que abandonaron el ejército gubernamental.
Los imperialistas europeos –principalmente los franceses, cuyos intereses e influencia económica y política en Siria se remontan a los tiempos de la 1ª guerra mundial–, el imperialismo yanqui, Turquía (socio de EEUU en la OTAN), países de la Liga Árabe y dictaduras monárquico-feudales proyanquis de la zona como Arabia Saudita y Qatar, apoyan y tratan de montarse en las fuerzas anti-Assad, como lo hicieron en Libia instrumentando la amplia rebelión popular contra la dictadura de Gadafy. Intervienen descaradamente con el fin de promover una salida favorable a sus intereses a través de sectores afines de la oposición, especialmente el “Consejo Nacional Sirio” en el exilio. Para algunos, Estados Unidos y los fascistas israelíes tratan de aprovechar las aguas revueltas en Siria para avanzar en un proyecto de reestructuración del “Gran Medio Oriente”.
Del otro lado, y en función de antiguos y nuevos intereses estratégicos en la región, Rusia y China ejercen una y otra vez su derecho de veto para impedir que los imperialismos rivales puedan intervenir enmascarados tras las Naciones Unidas. La ONU envió en enero 300 “observadores” para lograr un cese del fuego que jamás se puso en práctica, con lo que la dictadura de Assad ganó tiempo para extender la represión buscando aplastar la rebelión.
Es decir, imperialistas de distinto signo intentan frenar o utilizar la lucha democrática del pueblo sirio.
Gobiernos antiyanquis que mantienen fuertes relaciones económicas, políticas y militares con Rusia y con China como Cuba y Venezuela, atribuyen unilateralmente la insurrección siria a la influencia y a las armas de la CIA, o a la acción de mercenarios de Qatar, Arabia Saudita, Turquía o Al Qaeda. Pero la rebelión estalló como un vasto levantamiento popular contra la larga tiranía proimperialista de Assad, y los grupos rebeldes se armaron, en muchos casos, arrebatando las armas a policías y militares o gracias a numerosos desertores del ejército, combatiendo una guerra de barricadas y “bombas molotov” contra los tanques y aviones del poderoso aparato represivo del régimen, y abriendo hospitales improvisados en mezquitas y escuelas.
El 18 de julio una bomba, supuestamente colocada por un guardia vinculado a la resistencia, mató a cuatro jefes del régimen en la sede de la Seguridad Nacional, que eran algunos de sus grandes planificadores y ejecutores de matanzas. Tras ello sobrevinieron feroces represalias del régimen, con bombardeos de barrios enteros. Pero el hecho también estimuló la resistencia. El 31 de julio, sectores insurgentes atacaron la base de los Mujabarat del Ejército del Aire en Alepo, centro de los servicios conocido como uno de los principales centros de tortura en esa ciudad. También la sede del partido Baath en Alepo fue volada por los insurrectos.