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30 de abril de 2024

Un texto de Otto Vargas de plena vigencia

Sobre el fascismo

Extractos del libro Conferencias, un ciclo de charlas dado por nuestro querido primer secretario general Otto Vargas, que inició en abril del 2001, en medio de la oleada de luchas previa al Argentinazo. Estas conferencias tuvieron como objeto el estudio del libro El marxismo y la revolución argentina, del mismo Vargas. El libro fue publicado por el Instituto Marxista Leninista Maoísta de la Argentina, en 2005. Ver págs. 280 a 284.

En un grupo hubo un gran debate sobre el fascismo. Se partió de la definición de Dimitrov: el gobierno de los fascistas «es la dictadura terrorista descarada de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero». Dimitrov formuló esta definición en polémica con los que decían que el fascismo era una forma de reacción de la pequeña burguesía que, histérica por la crisis, busca esa salida. Dijimos en la introducción que cuando hablamos del imperialismo hablamos de una cuestión esencialmente económica, y que fue un grave error del Partido Comunista en la posguerra, en 1945-1946, cuando habló de imperialismos «democráticos», creyendo que por tener esas formas institucionales, y por haber actuado como aliadas de la URSS en la guerra antifascista, había potencias imperialistas “buenas», que podían “ayudar» a los países atrasados. El PC creyó en Roosevelt y los demócratas yanquis, que decían que después de la guerra iban a ayudar al desarrollo y a la independencia de los países latinoamericanos. Olvidó que un país imperialista puede ser democrático o fascista, puede ser monárquico o republicano, pero eso no cambiará su esencia, porque el imperialismo moderno es una fase del desarrollo capitalista y ha dividido al mundo en dos: un puñado de países opresores y una inmensa mayoría de países y naciones oprimidas.

A partir de esto es necesario atender a las características históricas de los diferentes imperialismos. Una cosa es un país como Francia, que conoció una revolución democrático-burguesa profunda en la que se resolvió el problema agrario. Otra cosa es un país como Inglaterra, donde hubo una conciliación entre la burguesía industrial y los sectores terratenientes; en determinado momento los sectores burgueses predominaron nítidamente e impusieron formas democráticas, pero mantuvieron la monarquía y la Cámara de los Lores. Otra cosa son los Estados Unidos, donde después de la Guerra de Secesión y con la colonización capitalista del Oeste, se impusieron formas democráticas de desarrollo del capitalismo norteamericano. Y es distinto el capitalismo alemán, el imperialismo alemán, que unificó a Alemania sobre la base de la alianza de los industriales con los junkers, los terratenientes prusianos. Por otro lado está el imperialismo italiano; allí los republicanos conciliaron con la monarquía, y esa conciliación implicó la subsistencia de una alianza de los industriales del norte con el sur agrario atrasado, semifeudal, y con el Vaticano. Lo mismo que España, donde la conquista de América fortaleció el feudalismo, y pese a las grandes luchas de los comuneros o de Riego, subsistieron las relaciones semifeudales; relaciones que cuando se instauró la República eran muy fuertes, sobre todo en Andalucía, en Galicia, en Extremadura, en Aragón. Una situación semejante a la que había en Polonia cuando se impuso el fascismo de Pilsudski.

Es decir que cuando se impuso el fascismo como forma de gobierno en determinados países imperialistas importantes, como sucedió en Alemania, en Japón y en Italia, el problema agrario, desde el punto de vista capitalista, estaba sin resolver.  Se resolvió recién después de la Segunda Guerra Mundial, con las reformas agrarias que hicieron los vencedores. Hay características que facilitaron, o que permitieron, que el fascismo fuese la forma de gobierno que encontró el capitalismo imperialista de esos países para poder garantizar su dominio.

Al mismo tiempo hay que tener en cuenta que el fascismo conquistó a las masas. Este fue un problema muy complejo que tampoco se puede entender al margen de la crisis. Luego de la derrota de la insurrección alemana de posguerra de los espartaquistas y, posteriormente, de la derrota de la insurrección de Baviera, la que se llamó la «Acción de Marzo», estuvo el período de la República de Weimar, un período relativamente prolongado de gobierno socialdemócrata. Pero el fascismo ganó a las masas porque ganó -como dijimos en el Noveno Congreso del Partido- a la masa de desocupados.

Se dijo muchas veces, cuando nosotros comenzamos a trabajar en el movimiento de desocupados, que en Alemania el fascismo pudo triunfar porque el Partido Comunista de Alemania era muy débil en las empresas. Cierto; el Partido Comunista de Alemania era muy débil en las empresas. Pero Hitler no avanzó inicialmente porque ganó a los obreros de las empresas, que eran el baluarte de la socialdemocracia; no, el fascismo avanzó porque ganó a la enorme masa de desocupados desesperados por la crisis.

El fascismo, para esos países que eran los imperialismos más débiles, fue una ideología y una forma de gobierno que les permitió prepararse para ir a la guerra. Y en todos ellos fue una respuesta al movimiento obrero, porque tanto en Italia, como en Polonia o en Bulgaria -donde también triunfó el fascismo-, en España, en todos ellos existía un movimiento obrero poderoso. El triunfo del fascismo obedeció entonces, por un lado, a las necesidades de la burguesía imperialista de esos países para poder llevar adelante su política expansionista; y por el otro, para poder resolver el problema del movimiento obrero, porque ya se veía que las formas democráticas eran incapaces de hacerlo. Eso se demostró en la España Republicana, donde el movimiento obrero y los sectores democráticos se impusieron electoralmente y avanzaban hacia reformas económicas importantes.

En el caso argentino, donde ahora se estima en 6 millones el número de personas con problemas de trabajo, los sectores de las clases dominantes han sido incapaces de ganar a esa masa de desocupados para una política fascista, pero eso no quiere decir que ese peligro no exista. Porque estamos viendo bien la desesperación de esas masas desocupadas en estos días, esas masas que tratan de asaltar supermercados. Es cierto que hay instrumentación, pero ella es posible por la desesperación de grandes masas que no tienen un pedazo de pan para darle de comer a sus hijos. Y fue allí donde hicieron pie, tanto el fascismo alemán como el italiano; y desde allí avanzaron, aprovechando al mismo tiempo el nacionalismo propio de todo país imperialista. Porque Alemania había sido un país vencido, un país derrotado en la Primera Guerra Mundial, al que se le había impuesto la humillación de la Paz de Versalles y la ocupación posterior del Ruhr por Francia; y ese orgullo humillado de los alemanes fue muy bien explotado por el fascismo de Hitler. También en Italia se exaltó ese nacionalismo xenófobo, terrible, que fue explotado por el fascismo y está latente todavía hoy en esos países. Por eso, cuando uno ve las películas con los noticieros de aquella época -no sé si a ustedes les pasa lo mismo, Mussolini parece un personaje de opereta, parece un tipo ridículo, hasta resulta sobreactuada toda esa pompa ceremoniosa de los actos y desfiles del fascismo. Yo tuve ocasión de ir a un acto fascista en Viena a fines de la década del ’50, un acto de los alemanes de los Sudetes, un resabio del nazismo, y      esa pompa, ese marco ceremonial, con las banderas negras colgando desde los balcones de los edificios, era verdaderamente impresionante.

Por otro lado, como comentábamos antes, el imperialismo francés y el norteamericano, tan democráticos, ¡qué reaccionarios son en su política colonialista!; ¡la indiferencia con la que bombardean y asesinan en este momento en Afganistán, como antes en lrak! Pero eso es típico del imperialismo, por más que en su país tengan un régimen democrático burgués más o menos avanzado. ¿O acaso Francia no cometió crímenes terribles en Argelia para aplastar la rebelión del pueblo argelino? Entonces, cuando hablamos de que hay imperialismos que tienen formas democráticas de gobierno, tenemos que tener siempre presente que todo imperialismo es esencialmente reaccionario, aunque formalmente conserven esa forma republicana que, desde ya, si entramos a ponerle comillas, tendríamos que decir democrático entre comillas, republicano entre comillas. El imperialismo es siempre reaccionario; como dice Lenin, lleva consigo la reacción en toda la línea.

Y acá en América Latina, el imperialismo «democrático», el imperialismo yanqui, ha cometido tropelías que solamente son comparables a las que hizo el colonialismo español. ¿Ustedes piensan que las elecciones en los Estados Unidos son democráticas? ¿Y el Parlamento norteamericano? Hemos visto recientemente que allí se compran los votos igual que en el Senado argentino.

Al mismo tiempo ahora, con lo del atentado a las torres, han aplicado una serie de medidas represivas, sobre las cuales el hoy ha publicado varios artículos. Por ejemplo, han sacado una ley antiterrorista que permite a los servicios intervenir cualquier teléfono celular sin necesidad de pedir autorización judicial. (Acá en la Argentina no hace falta ninguna ley para eso, directamente lo hacen, pese a que hay leyes que lo prohíben). La sociedad norteamericana se va preñando de fascismo. El imperialismo, si tiene que recurrir a formas fascistas, va a recurrir a las formas fascistas que sean necesarias; más aún en el caso del imperialismo yanqui, con el racismo que hay en Norteamérica.

 

Hoy N° 2008 30/04/2024