Noticias

22 de agosto de 2012

Última parte de un análisis de la pretensión de construir la realidad desde el “relato”. Publicado por Río Bravo el 25 de julio de 2012.

Sobre la cáscara del relato kirchnerista

Hoy 1433 / La ciencia social del doble discurso (nota 2 de 2)

Ni trabajadores, ni peronistas: posmarxistas

Ni trabajadores, ni peronistas: posmarxistas
Del partido del cual proviene Cristina, el Justicialismo (algunos diferencian del peronismo, sobre todo aquellos sectores que provienen del movimiento obrero), vale decir que en su génesis experimentó las influencias de los grandes movimientos de masas de principio del siglo 20 que coronaron, primero con la revolución socialista en la ex URSS y luego en China, en gobiernos de nuevo tipo, llevando a la práctica los postulados teóricos del marxismo, ello con diverso grado de desarrollo y que significaron en los hechos y en su momento un durísimo golpe al capitalismo en lo que era 1/3 de la humanidad.


Si bien en su conformación originaria se dan características particulares referidas al momento histórico y al contexto mundial, lo cierto es que en esencia este movimiento policlasista devino en un partido dirigido por sectores de burguesía nacional en fuerte alianza con la clase obrera. Es en esa época que en el país se expande exponencialmente la industria nacional (aunque de carácter liviano), los trabajadores alcanzan una participación en la distribución del PBI desconocido hasta entonces y se desarrolla el concepto de “tercera posición” a nivel político con consecuencias en la ubicación del país en el concierto de las naciones.


En este curso de acontecimientos se consolidaron derechos laborales como hasta ese momento no se había dado en ningún país de América, a su vez generando la estructuración de un poderoso movimiento obrero basado en delegados de fábrica que –entre otros aspectos- más tarde permitió sobrellevar la dura lucha por la resistencia en épocas de la dictadura de la fusiladora. En la confluencia entre esta burguesía nacional y el movimiento obrero, la dirección burguesa del peronismo estableció una relación de subordinación de la clase obrera, no obstante esta clase operaba con importancia tal que el peronismo no puede ser concebido sin ella, se decía –ahora no pasa de susurro- que el movimiento obrero era la “columna vertebral del justicialismo”.


Esta afirmación -debido a la evolución de la burguesía dominante en el justicialismo en dirección a asociarse en negocios vinculados con capitales imperialistas- hace tiempo que en todo caso es una manifestación vacía, por si alguno aún se atreve a pronunciarla.


Lo dicho tiene consecuencias prácticas: unas semanas atrás, en el programa “Palabras más, Palabras menos” que se emite por TN, el periodista Ernesto Tenembaum fue arrinconando a su entrevistado, Juan Carlos Smith (secretario Gral. del Sindicato de Dragado y Balizamiento, integrante del sector moyanista), inquiriéndolo sobre cuál había sido la causa real y de fondo de que los hasta ayer aliados, hoy se hayan convertido en los peores enemigos. Smith finalmente respondió que para el gobierno el movimiento obrero “ha perdido centralidad” siendo reemplazado por otros actores, como los jóvenes, La Cámpora, etc.


Smith ha dado en el clavo, pocas veces una respuesta más justa. Más allá de lo que signifique Moyano como burócrata sindical, lo cierto es que su fuerza depende de poder expresar los intereses de los trabajadores, especialmente de los camioneros. Moyano no es puesto por Cristina en la vereda de enfrente por sus presuntos negocios con fondos de la Obra Social o por sus lazos empresariales con Covelia, sino que lo hace cuando sale a expresar los intereses obreros: ganancias, asignaciones familiares, etc. Justamente esto de expresar (aún tibiamente) los intereses de los trabajadores, es lo que hizo que cientos de miles en todas las latitudes del país vieran con simpatía la marcha del 27 de junio.


Muchos concurrieron más allá de sus pertenencias. Inclusive se escuchaba: “Todos sabemos lo que es Moyano, pero en ésta tiene razón.”
Cristina, en tanto, es fiel a los postulados de que la realidad es la que ella pone de manifiesto a través de su liderazgo popular bajo el amparo de los “significantes vacíos” que va llenando y “articulando” de manera “equivalencial”. Lo que ella no significa es perturbador (o no existe) y se combate. Al no poder finalmente cooptar, ha decidido alentar una nueva fractura de la CGT, así como lo hizo con la CTA, con la UCR y lo intenta también con la FUA. Paradojalmente lo hace de la mano de los que en materia sindical fueron los adalides de las privatizaciones en la era menemista: los gordos de la CGT.


No es menor recordar que en aquella época, que los adalides del modelo “Nac. & Pop” dicen aborrecer calificándola de neoliberal, se había conformado la llamada Mesa de Enlace constituida por el Movimiento de Trabajadores Argentinos (integrado por el Sindicato de Camioneros, la UTA y Judiciales), el Congreso de Trabajadores Argentinos (luego CTA) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Este centro coordinador constituyó la principal oposición en lucha al entreguista gobierno de Carlos Menem, justo cuando Néstor Kirchner -gobernador de Santa Cruz, por el contrario, decía que era el mejor presidente desde Perón.


No es demasiado difícil hilvanar –por otra parte- que Gerardo Martínez (Uocra), que se ha reunido con la presidenta en evidente aval a ese grupo, era uno de esos gordos de la CGT menemista (sucesor de Antonio Cassia al frente de ella) y que es el mismo que está denunciado por organismos de derechos humanos de ser integrante de los agentes de inteligencia del Batallón 601.

 

La terca realidad se impone
Cristina –más allá de las características de personalidad que deberán en todo caso ser abordadas por los profesionales de las ciencias médicas que correspondan- pertenece a una clase que desde lo económico se encuentra fuertemente encadenada al capital imperialista, aunque no esencialmente yanqui (lo indica la cada vez más fuerte penetración extranjera, sobre todo china). Desde lo político adscribe al posmarxismo, donde las posibilidades (siempre hablan de lo posible) se mueven dentro de los márgenes que el capitalismo de la democracia liberal establece. Por lo tanto no es de esperar ninguna acción emancipadora real, su fuerza de sustento son los mismos sectores que oprimen al pueblo. Su retórica progresista termina en el momento en que la realidad objetiva se impone.


El gobierno cristinista no carece de cierto tipo de importantes iniciativas políticas, hasta es capaz de promover determinadas medidas que puede presentar aparatosamente como grandes avances democráticos –inclusive algunos pueden serlo, así lo ha hecho por ejemplo con algunas de las cuestiones de género- en beneficio de la sociedad.


No obstante lo dicho, lo que jamás admitirá será la disputa en el mando del capital. Por eso es lógico que no sólo no impulse ni hable de la participación de las inmensas ganancias con los trabajadores que los sectores concentrados han percibido fabulosamente (la misma presidenta ha reconocido que la han levantado “a palas”), aún siendo ello un mandato ínsito en la Constitución Nacional. Por el contrario, persiste en cobrar impuestos por este concepto sobre los salarios que apenas sobrepasan el límite de la canasta familiar. Esa es la causa principal por la que los acuerdos con sectores representativos de los trabajadores son siempre tramposos y nunca en dirección a cuestionar por ejemplo la inmensa concentración económica.


Ello es de esencia, porque si hay algo en el capitalismo que contiene una contradicción que es de su propia naturaleza, es la que se da producto del trabajo asalariado con el apoderamiento de la plusvalía, necesario elemento de acumulación cuya percepción ha fluido masivamente desde los países expoliados hacia las potencias denominadas centrales, dejando pingues beneficios a una burguesía que intermedia en los negocios a costa del saqueo de su propio país.


Cabe concluir entonces que la verdad de la realidad tarde o temprano, como siempre, se impondrá de la mano del pueblo, que en eso el argentino tiene amplia experiencia acumulada. Esta realidad hará caer la fachada de cartón sobre la que está montada la escena. En el desentrañamiento de esa realidad debemos estar vinculados todos los sectores que mínimamente estemos comprometidos en los grandes destinos de la patria, por un país que no sea llevado detrás de los cantos de sirena de los poderosos del mundo ni de los lacayos que le hacen coro, por una verdadera y real independencia. Por un país justo, federal, integrado y soberano.