Noticias

29 de junio de 2011


Sobre la ley Sáenz Peña

Hoy 1375 / Breves de la historia argentina

“Quiera el pueblo votar”. Sáenz Peña sintetizó así el objetivo de las clases dominantes, con la ley electoral de 1912. Para estudiar algunos nudos de la historia argentina, es conveniente revisar los diez o veinte años anteriores, al hecho político exteriorizado.

“Quiera el pueblo votar”. Sáenz Peña sintetizó así el objetivo de las clases dominantes, con la ley electoral de 1912. Para estudiar algunos nudos de la historia argentina, es conveniente revisar los diez o veinte años anteriores, al hecho político exteriorizado.
Por ejemplo, para entender las condiciones del surgimiento del ‘80, es necesario estudiar la Guerra contra el Paraguay, las guerras civiles de la década de 1860 etc. Para estudiar el surgimiento del peronismo en 1945, es conveniente entender la Argentina de la década de 1930, etc. Así, para entender la ley electoral de 1912 es necesario comprender que al principio del siglo 20 se asistía en Argentina a un período de auge de las luchas populares, que empalmaron con revoluciones cívicas, una de las cuales, la de 1905, estuvo a punto de tomar el gobierno, con un apoyo importante de la oficialidad joven del Ejército.
Las clases dominantes tomaron nota de la falta de contención política y obraron en consecuencia. Concedieron y pactaron para recomponer los mecanismos de dominación y consenso del Estado argentino.
Se puede ver la ley Sáenz Peña como la obtención para las masas populares del voto secreto, universal y obligatorio, porque eso ocurrió, y a la postre el radicalismo llegó al gobierno en 1916.Pero una mirada más profunda nos muestra cómo el objetivo principal del sector más lúcido de las clases dominantes, fue recomponer el Estado y pactar una salida electoral y condicionada para la crisis política. El debate de la ley se realizó en julio de 1911, y vale la pena estudiarlo para conocer cómo fueron construyendo la superestructura de la sociedad argentina.
Las relaciones entre la base de una sociedad y su superestructura jurídica, ideológica, política, moral, etc., no son mecánicas, la superestructura tiene una autonomía relativa, y se corresponde en última instancia con la base.
Esto obliga a estudiar el mundo de la política, del Estado y de las ideas en particular, si queremos conocer nuestra sociedad.
Cuando repasamos el debate de la ley electoral de 1912, encontramos un sector de las clases dominantes, encabezados por Montes de Oca, que en forma elitista quería mantener las instituciones de los 50 años anteriores.
Joaquín González e Indalecio Gómez eran la voz de los “pactistas”, que con lucidez marcaban que era necesario acordar para salvar al Estado. Esto es lo que Sáenz Peña sintetizó con “quiera el pueblo votar”. Porque en 1862, a Mitre lo habían votado 14.000 personas; en 1868 16.900 personas fueron las que votaron a Sarmiento, mientras que, en 1874, Avellaneda obtuvo 25.800 votos. En los tres casos, el 1% de la población del momento. Como todavía no habían inventado las leyes proscriptivas actuales, no les pudieron quitar la personería.