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03 de mayo de 2023

La experiencia de Alemania en 1948

Sobre la reforma monetaria

En estos días en que desde la derecha se plantea dolarizar la economía y nuestro Partido reitera su propuesta de una reforma mnetaria, recordamos un texto del texto del tomo IV de la Historia Argentina de Eugenio Gastiazoro (Editorial Agora, págs. 287/90), que compara la reforma alemana de posguerra con la del plan Austral del gobierno de Alfonsín de 1985.

La reforma alemana de 1948 no fue una reforma popular, en el sentido en que lo fueron las del Este europeo en esos años y, posteriormente, la de China Popular. Pero, a diferencia de la alfonsinista, al golpear centralmente al capital financiero y favorecer al capital industrial, los asalariados resultaron relativamente favorecidos.

En Alemania, en junio de 1948, se creó una nueva moneda, el Deutschmark (DM), equivalente a 10 Reichsmark (RM). Pero el RM dejó de tener valor inmediatamente: no se cambiaba por el DM, sino que se dio una semana para depositar la vieja moneda y después se establecieron las condiciones para su devolución parcial. Cada persona que tuviera más de 5.000 RM debería probar su origen.

La nueva moneda, que se emitió en una cantidad fija, no se distribuía según las tenencias de la vieja moneda o de valores equivalentes, sino que se estableció una cuota per cápita de 60 DM (40 en junio y 20 en agosto), que colocaba en una igualdad de partida, en cuanto a tenencia de moneda, a cada ciudadano alemán. En cuanto a las empresas se les daba 60 DM por cada persona que ocupaban, para el pago de los salarios y funcionamiento para estimular la ocupación. Además, los salarios no se devaluaron sino que se revaluaron en un 100%, aunque partiendo de los niveles anteriores congelados (para los salarios 100 RM equivalían a 100 DM).

Aquí, en la Argentina alfonsinista el salario venía también retrasado, como dijimos. Pero no se buscó equipararlo, sino reducirlo aún más, no reconociéndosele el retraso anterior (como se hizo, por ejemplo, con la carne) y ni siquiera el retraso de la primera quincena de junio.

En Alemania, aparte de revaluarse los salarios, se mantuvieron congelados en el nivel anterior los precios de los productos agropecuarios alimenticios, de los alquileres y de las materias industriales básicas, como el hierro, el carbón y el acero. Aquí, además de la “sensibilidad” mostrada hacia los terratenientes y los monopolios de la alimentación (Cargill, por ejemplo, fue “contemplado” en su reclamo posterior), monopolios como Aluar, Acindar, Techint, fueron advertidos con anterioridad sobre el congelamiento permitiéndoseles aumentar sus precios hasta en un 40%, con lo que ello implica para los costos de la materia prima de la pequeña y mediana industria.

Otra diferencia básica fundamental se produjo de inicio a favor de la especulación, ya que, al no dirigirse a golpear centralmente al capital financiero, el alfonsinismo facilitó que éste se embolsara una gran parte de la operación.

En Alemania, si bien previamente la reforma fue más discutida que aquí, se mantuvo realmente en secreto su implementación y se lanzó un domingo a la noche, con vigencia desde el mismo lunes. No se dio tiempo a la especulación con el RM. Pero, además, aunque hubiera habido algún “avisado”, al anularse el valor del dinero y todos sus equivalentes, dejando solo la alternativa del depósito dentro de la semana, se pudo controlar y producir las quitas a los montos mayores.

En la Argentina la noticia se “filtró” el miércoles y, ante el hecho consumado, no se cerró el mercado el jueves sino recién el viernes. Es decir que se dejó todo un día para que, en la confusión, los tenedores de dólares se hicieran más de mil pesos por unidad; pesos que luego cambiarían por el austral, como cualquier vecino, a la equivalencia de 800 por dólar. Además, como dijimos, el gobierno y sus amigos “actualizaron” extraordinariamente sus precios, en perjuicio de los salarios y de otros precios no monopolistas.

De inicio la reforma, no dirigida contra la especulación, permitió a los especuladores que hicieran su negocio con ella, con el consiguiente desmedro de los asalariados y demás sectores no monopolistas.

Otra diferencia con la reforma alemana de 1948 es que allí se anularon todos los valores especulativos (títulos de la deuda pública, ajustables o no) y se produjo una condonación de todas las deudas en un 90%. Quien debía 100 RM no tenía que pagar 10 DM sino 1 DM. Esto evitó la quiebra de la mayoría de las empresas y produjo una disminución real, y duradera, de los costos financieros.

En la reforma alfonsinista, la desindexación de los créditos provocó un alivio parcial, pero sobre todo en perjuicio de los pequeños ahorristas, que son los que operan en el plazo fijo. Los grandes pudieron seguir colocando su dinero en negro y especulando, ante la necesidad de australes que tuvieron sobre todo las pequeñas y medianas empresas, dado sus mayores dificultades de acceso a los créditos de la banca oficial y a los redescuentos del Banco Central. Con estos últimos el gobierno alfonsinista terminó triplicando la base monetaria en un año.

Esto nos lleva a otra diferencia fundamental con la reforma alemana, pues aquélla se acompañó de una drástica reducción del crédito bancario, la prohibición del déficit fiscal y una severa limitación de la emisión monetaria, estableciéndose rígidamente un tope máximo. Aquí, en cambio, el gobierno se comprometió a no emitir para financiar el déficit fiscal, pero nada impidió que siguiera colocando Letras de Tesorería y, después, cuanto bono se le ocurrió inventar. Para acabar con el déficit debería hacerse como en Alemania donde, además de repudiarse toda deuda interna del Estado, se gravó con un impuesto de emergencia del 50% a todos los bienes inmuebles no afectados por la guerra y, con un impuesto al capital de hasta el 90% sobre el antiguo valor de los bienes, se hizo lo mismo con las máquinas y las existencias de mercancías de las empresas.

 

Semanario Hoy  N°1960   03/05/2023