Noticias

02 de octubre de 2010

La gripe A no ha hecho más que “destapar” la catástrofe sanitaria en La Matanza y todo el país, profundizada por la política antipopular del gobierno K.

Sobre virus y otros “bichos”

Hoy 1273 / La verdadera epidemia es la destrucción de la salud pública

En La Argentina, más del 60% de las muertes infantiles serían evitables, si hubiera alimento nutritivo, cloacas y agua potable, si los hospitales y centros de atención contaran con los recursos necesarios.
Desde el gobierno se usa esta gripe para tapar las terribles condiciones a las que condena al pueblo: ya no se habla de las muertes de todos los días por desnutrición, neumonías, diarrea, dengue, chagas, etc. Hoy la famosa frase de Ramón Carrillo de los años ’50, está más vigente que nunca: “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos; los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas.”
¿Cuál es la realidad de la Gripe A H1N1, llamada anteriormente “porcina”, en la Argentina y en el mundo? Esta nueva variante del virus de la gripe apareció este año en Estados Unidos y México. No se sabe todo acerca del comportamiento de la enfermedad; pero no es nada nuevo que los virus van cambiando (mutando, adaptándose) todo el tiempo. Lo único que parece ser distinto hasta ahora en cuanto al  virus, es que puede afectar a personas de todas las edades, pero especialmente jóvenes; y que se han visto complicaciones tanto en personas con bajas defensas (inmunodeficientes) como en otras aparentemente sanas, y que tendría un mayor porcentaje de complicaciones.
Esto debería hacer que las autoridades extremen la vigilancia epidemiológica (todo lo que tiene que ver con la prevención, diagnóstico y tratamiento tempranos) y garanticen la atención de todas las personas; o sea que garanticen el derecho constitucional a la salud.

Dan miedo
Pero: ¿qué es lo que pasa en el sistema de salud? La semana pasada, Cristina Kirchner dijo que “los hospitales públicos no están colapsados”. Pero ya desde hace varios años vemos exactamente lo contrario en los diferentes centros de atención. Todos los inviernos, la epidemia de bronquiolitis y de enfermedades respiratorias, muestran la destrucción del hospital público; con 2 o 3 chicos internados por cada camilla de la guardia del Hospital del Niño de San Justo;muchos ni siquiera llegan a internarse en salas, y los mandan a su casa (en internaciones domiciliarias “forzadas”) cuando se acaban las camillas
de la guardia.
La salud pública, a través de los distintos gobiernos y con la “era K”, pasó de la crisis al colapso, del colapso a la catástrofe sanitaria, y de ésta a la destrucción sistemática. A esto se sumaron el dengue y la gripe A.
La presidenta sostuvo: “No queremos generar pánico”. Pero, ¿qué siente una madre con un chico con tos y fiebre alta, cuando va a la guardia de los hospitales, y tiene el número 600? Este año, el tiempo de espera para ser atendido, ha llegado a ser de 14 a 18 horas en las guardias de hospitales del conurbano como el Paroissien, el Niños de San Justo, el Posadas… o directamente no llegan… Y vuelve esa madre a su barrio, angustiada, sin haber podido atender a su hijo. Arropando al chico con todo lo que tiene a mano, al día siguiente irá muy temprano, casi de madrugada, a la sala de salud que está a 50 cuadras de  su casa (porque en su barrio no hay ninguna sala pública). Si tiene “suerte”, quizás logre conseguir turno para el único pediatra que va, también “por suerte”, ese día (porque reparte su horario de trabajo en 3 unidades sanitarias distintas en la semana, “ultraflexibilizado”).
Si el chico necesita hacerse una radiografía, o una derivación… ¡La madre tendrá que volver al hospital colapsado! (porque sólo hay radiología en los hospitales). ¡Cómo no va a sentir pánico, miedo, dolor, bronca! ¡Cómo va a llegar a ser atendido, si en La Matanza hay nombrado 1 pediatra cada 10.000 habitantes! (20 veces menos que lo necesario, según las recomendaciones de la OMS para población “de riesgo”).
Desde el gobierno no paran de inventar programas de la salud cada vez más irrisorios, sobre la base de la superexplotación de los trabajadores, con contratos basura y sueldos al borde de la línea de pobreza…
Hablan de “falta de vocación”, mientras descargan sobre los trabajadores (y pacientes) el peso de la destrucción del precario sistema sanitario. Desde aquí se entienden los datos que da un estudio de la Universidad de La Plata, sobre la expectativa de vida de los médicos que trabajamos en el sistema de salud provincial, muy inferior al promedio para la población general: 47 años para las mujeres, y 53,5 para los hombres.
En Estados Unidos la mortalidad  por gripe A H1N1 es, hasta ahora, del 0,2%, y no aumentó (de cada 1.000 personas que tuvieron la enfermedad, fallecieron 2). Esta cifra es un poco mayor que la que produce
la gripe común; o sea, la gripe que nuestras abuelas nos curaban con un “tecito caliente” y cama. En la Argentina, la mortalidad llegó al 0,5% la semana pasada, esta semana subió a 1,5%, y para la próxima se habla del 3%… ¿Y la siguiente? No sabemos la cifra, pero algo es seguro: si no se aumenta inmediatamente el presupuesto de salud; y no se nombran en forma urgente miles de médicos, enfermeras y otros trabajadores, la situación empeorará.

Exigir que el Estado garantice la salud pública
Pero la política K, y de gobernadores, ministros e intendentes afines, va en otra dirección: “Honran” la deuda. Usaron millones de pesos para estas elecciones truchas. En La Matanza anunciaron tres “nuevos hospitales” que existen sólo en las fotos de los carteles de la campaña electoral (son, en el mejor de los casos, sólo terrenos con tierra removida). La respuesta de las autoridades municipales, ante el pedido de los vecinos de barrios de Isidro Casanova para que hagan una simple sala de salud fue que “no tienen plata”. Deben 6 meses de sueldo a los profesionales del programa de “Médicos Comunitarios”; y no pagan desde hace 3 meses a los del “Médicos de cabecera”.
Urgen medidas de emergencia como el nombramiento inmediato de agentes sanitarios, médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales y otros trabajadores para las salas de salud y hospitales, que cuenten con recursos para garantizar una atención de calidad.
Estas elecciones no dieron respuesta a esta grave situación. Por eso, debemos avanzar en la lucha unitaria para reclamar a los gobiernos locales y nacionales, que garanticen desde el Estado las condiciones necesarias para asegurar la salud de nuestro pueblo.