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03 de octubre de 2012


Sociedad, familia y opresión de género

Hoy 1439 / De la historia al presente

A lo largo de la historia la familia ha sido un grupo social en el seno del cual se garantiza la reproducción de la vida humana en sus dos aspectos: el de la descendencia (con la procreación y la crianza de los hijos) y el de la continuidad de la vida de sus integrantes (con todas las tareas necesarias para su alimentación, abrigo, descanso, etc.).

A lo largo de la historia la familia ha sido un grupo social en el seno del cual se garantiza la reproducción de la vida humana en sus dos aspectos: el de la descendencia (con la procreación y la crianza de los hijos) y el de la continuidad de la vida de sus integrantes (con todas las tareas necesarias para su alimentación, abrigo, descanso, etc.).


La evolución de la familia y el lugar que ocupa la mujer en cada sociedad sólo pueden explicarse comprendiendo el modo de producción dominante en cada época, las condiciones materiales de vida y la clase social a la que pertenecen.


El régimen de producción de los medios de existencia (es decir, las relaciones de producción que los hombres establecen entre sí, que se corresponde con el tipo de fuerzas productivas que aplican sobre la naturaleza), condiciona todas las demás relaciones sociales y en particular determina el tipo de organización familiar más apta para su funcionamiento.


Históricamente, las familias se fueron diferenciando y adoptando distintas formas en relación con el desarrollo económico y social: desde el comunismo primitivo, el esclavismo y la sociedad feudal, hasta el capitalismo y las primeras experiencias socialistas en el siglo XX.


Las formas de matrimonio y los sistemas de parentesco, la composición y funciones de la familia son fenómenos históricos, propios de cada sociedad, no eternos, y también lo son las ideas y concepciones sobre la misma, los sentimientos y las formas del vínculo sexual, las relaciones entre padres e hijos, los principios y mandatos. Surgieron en determinadas condiciones sociales, se transformaron junto con estas y deberán transformarse junto con la sociedad en el futuro.


A partir de la implantación de la familia patriarcal, en todas las sociedades de clases el matrimonio se convirtió en una relación opresiva para la mujer. Por ejemplo, en la sociedad feudal los matrimonios en la clase de los nobles y de los terratenientes feudales se arreglaban por conveniencia, a veces desde la infancia. Era una simple alianza para aumentar su poder, sus territorios y sus riquezas. La mujer podía ser repudiada si no lograba dar un heredero.


La familia campesina era fundamentalmente una unidad de producción. Todos los miembros de la familia extensa (con hijos, nietos, primos, etc., bajo el mismo techo) trabajaban como mano de obra en su parcela, donde obtenían lo necesario para consumir, y también en la propiedad del terrateniente. Esto también condicionaba los matrimonios.


Los señores disponían de los servicios de toda la familia campesina. Y practicaban el vergonzoso “derecho a la primera noche” con la recién casada (derecho de pernada). Los siervos no podían contraer matrimonio fuera de los dominios del señor feudal.


En el capitalismo, la familia sigue siendo una unidad económica de la sociedad, también con funciones ideológicas. Lo principal de la producción se realiza ahora fuera del hogar, en la industria y el agro. Sin embargo la familia actual, una familia nuclear con padres e hijos solamente, sigue siendo la encargada de garantizar las condiciones de la reproducción de la vida humana: la crianza de los niños y las tareas “domésticas” son un asunto privado, a cargo de la familia y no de la sociedad. Y en el seno de la familia, estas tareas recaen sobre las mujeres. Con las “tareas domésticas” garantizan que los trabajadores obtengan descanso, ropa y alimento para reiniciar sus tareas día a día, es decir, contribuyen a reproducir la fuerza de trabajo utilizada por los capitalistas. También son responsables de la crianza de los hijos y de transmitir la cultura y los valores dominantes en la sociedad que se basan en el respeto a la autoridad y el orden establecido, en beneficio de las clases dominantes.


A la vez, el capitalismo incorpora a las mujeres a la producción social, determinando para la mayoría de ellas una “doble jornada” de trabajo: dentro y fuera del hogar. Sin embargo, esa incorporación a la producción generó mejores condiciones, como nunca antes en la historia, para su participación activa, y masiva, en la lucha social y política contra la explotación y por su propia emancipación.


Así, en nuestra sociedad la mayoría de las mujeres sufre una doble opresión: una opresión de clase, por ser parte del pueblo, y una opresión de género, como mujeres.


Con sus luchas las mujeres consiguieron los derechos civiles, el voto, el divorcio, la igualdad de los hijos ante la ley y la patria potestad pero, en la mayoría de los países todavía no pueden decidir libremente sobre su maternidad. En todo el mundo, el capitalismo actual mantiene y genera nuevas formas de opresión de las mujeres: se agudiza la violencia sexual, el femicidio, la prostitución y la trata.


En nuestro país, con la liberación nacional y social, tenemos planteado construir una sociedad democrática e independiente y con ella, lograr una familia con democracia y respeto entre sus integrantes. Así se podrá abrir el camino al socialismo, para eliminar la explotación de clases, terminar con la propiedad privada, las diferencias sociales y la opresión. A lo largo de todo ese camino deberemos luchar para avanzar hacia la socialización del “trabajo doméstico” e impulsar la lucha ideológica y política para superar las ideas y costumbres heredadas de la vieja sociedad.


Sólo así se crearán mejores condiciones para eliminar todo rastro de la milenaria opresión de género, en una sociedad sin clases donde mujeres y varones puedan producir y desarrollarse en libertad, con el mismo poder de decisión. Entonces surgirán también nuevas formas de familia.  E.V.