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02 de marzo de 2011

El 3 de noviembre de 1977, Sofía Tomasa Cardozo, de 38 años, militante del PCR, era secuestrada junto a otros seis obreros ceramistas de la fábrica Lozadur, ubicada en Villa Adelina, en la zona norte del Gran Buenos Aires.

Sofía Cardozo y las ceramistas de Lozadur

Hoy 1358 / La resistencia obrera a la dictadura de Videla (Nota 1 de 2)

Para este 8 de marzo quisimos rescatar la historia de lucha de este contingente de mujeres que protagonizaron una de las heroicas luchas obreras en esos años de terror fascista.

Para este 8 de marzo quisimos rescatar la historia de lucha de este contingente de mujeres que protagonizaron una de las heroicas luchas obreras en esos años de terror fascista.
Gracias al testimonio de una compañera de fábrica de esos años, pudimos reconstruir este capítulo de la resistencia obrera antidictatorial. Lozadur era una gran empresa ceramista, en la que trabajaban entre 900 y 950 obreros, de los que cerca de 600 eran mujeres. Se hacía una producción básica, y se trabajaba a destajo, por la que los obreros cobraban menos que por la producción básica. En esos años los platos y tazas de Lozadur se podían encontrar en cualquier casa.
Las condiciones de trabajo eran deplorables, con constante polvillo en el aire, hornos que funcionaban a 1.000 grados que estaban en los mismos lugares de trabajo, no había comedor. La mayoría de las obreras y obreros sufrían alguna enfermedad. Muchos varones que trabajan en los hornos tenían problemas de fertilidad por las altas temperaturas. Las mujeres padecían las consecuencias del trabajo a destajo, con frecuentes desmayos en verano, cuando la temperatura en las secciones llegaba a 50 grados.

 

Quién era Sofía Cardozo
Sofía Tomasa Cardozo tenía 38 años, y al momento de su secuestro estaba en pareja con un obrero de FATE, con el que tenía una hija. Tenía dos hijos más. Vivía en una casita en Don Torcuato, cerca de la estación de tren, a tres cuadras de Campo de Mayo. Trabajaba en la sección Tazas, en la parte de producción.
Esta obrera era parte de un contingente de mujeres trabajadoras que tuvo un rol destacado en la resistencia antidictatorial. Una de esas heroínas anónimas de nuestro pueblo, que en esos años de terror fascista buscó los caminos para pelear por sus reivindicaciones. Sofía se afilió al PCR en medio de la lucha, en el año 1975, cuando ya la trinchera que dividía aguas en la Argentina era “golpe-antigolpe”.
Era conocida en la fábrica por su valentía. Dirigían la Comisión Interna en ese momento dos Montoneros, y un miembro del ERP; también dirigían Federación Obrera Ceramista, integrada por Lozadur y Cattaneo, una fábrica ubicada en Boulogne. En una asamblea que se enfrentó a esa Interna, nuestra compañera conoció a Sofía. También existía una agrupación peronista, la Azul y Blanca, con la que el PCR impulsó las luchas posteriores al golpe. Los montoneros de la fábrica, el mismo 24 de marzo de 1976, se fueron de la misma, al igual que toda la directiva del sindicato, menos uno. En la fábrica, el día del golpe “estaban todos muy tristes”.

 

Comienza la resistencia
Las obreras y obreros de Lozadur fueron parte del contingente de trabajadores que enfrentó a la dictadura. Sofía Cardozo, como parte de la célula del PCR de Lozadur –integrada por mujeres- se quedó a luchar, como había decidido el PCR nacionalmente. Mientras, los jefes montoneros en las cárceles festejaban el golpe de Estado.
Aún en estas difíciles condiciones, la célula del PCR de la fábrica mantuvo sus reuniones, y su ligazón con la dirección de la zona, elaborando propuestas para la resistencia.
La primera actividad impulsada por el PCR luego del golpe en la fábrica, fue la solidaridad efectiva con una compañera de trabajo, cuyo marido era delegado del Astillero Astarsa, y había caído preso. Todos los obreros de la sección aportaban cada quincena, generando un hecho político para la época.
“La sección Tazas, una de las más numerosas, estaba integrada en un 80% por mujeres, que veníamos de un recorrido de lucha, por nuestras reivindicaciones y contra el golpe de Estado. Había mucha unidad, y politización. Estas mujeres eran bravas. En su mayoría del interior, fuertes en lo físico producto del trabajo, y con independencia de criterio”.
Ya en noviembre de 1976 se hizo un petitorio por aumento salarial. Los delegados que habían quedado de la época anterior, quisieron frenar la lucha, y las mujeres los enfrentaron. Había conciencia que “nadie tenía que sobresalir”, por lo que se rechazó la propuesta de la empresa de formar una comisión para discutir el aumento salarial, y los trabajadores hicieron ir al interventor del sindicato a la sección, donde las mujeres le hicieron sus reclamos.
La empresa subestimó a las mujeres, que venían acumulando mucha bronca, porque sobre ellas recaía lo principal del trabajo a destajo. La lucha de fines del ‘76 fue dirigida por las mujeres, que fueron encontrando la manera de unirse por abajo, primero en la sección y luego con el resto de la fábrica, en medio de las duras condiciones impuestas por la dictadura que eran aprovechadas por la empresa para aumentar la explotación.
Recordemos que estaba prohibido el derecho de huelga, y considerado delito por la nefasta “Ley 21.400” de “seguridad industrial”, y los secuestros, asesinatos, torturas y detenciones estaban a la orden del día. De los 30.000 desaparecidos, el 67% son trabajadores.

 

Contra el destajo
El centro de los reclamos pasó a ser el trabajo a destajo. Eran “equipos” de nueve trabajadores, siete mujeres a los que el tornero largaba las piezas, y un cargador. Como se cobraba por cantidad de piezas, este tornero producía piezas a un ritmo infernal. El comienzo de la lucha contra el destajo fue cuando los equipos fueron convenciendo a “su” tornero de largar menos piezas. En diciembre del ’76 se hizo un primer quite de horas extras y una “salida al playón”, del que participaron los 900 obreros. En abril de 1977 se hizo un nuevo petitorio, quite de horas extras y una nueva salida al playón. Ahí entró el Ejército a la planta, amenazando, y la gente no se movió hasta que el Ejército se retiró. A partir de ese momento, la empresa puso civiles armados que recorrían las secciones.

 

Estalla la huelga larga
En agosto del ’77 los trabajadores retomaron las medidas de lucha. Dejaron de hacer horas extras y el destajo. “Los operarios ceramistas de la empresa Lozadur, solicitamos reiterados pedidos de aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo durante el año 1977. Asimismo elevamos denuncias por mal liquidación de jornales ante nuestro sindicato (intervenido)”, dice el testimonio presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El Ejército volvió a entrar a la planta, y le ordenaron a la tropa apuntar a los obreros. Las mujeres mayores se pusieron al frente, encarando a los soldados, discutiéndole que bajaran las armas, y se volvió al trabajo cuando se consiguió que se fueran.
Se mantuvo el quite del trabajo a destajo durante agosto y septiembre, y el 10 de octubre se volvió a tomar la medida de salir al playón. El 18 de octubre los obreros se encontraron con la fábrica cerrada, y con un oficial del ejército en la puerta que comunicó: “El Área Militar 424 cierra la fábrica ante la negativa de los rebeldes a reanudar las tareas en forma normal aplicando la ley 21.400”.

 

Cierra Lozadur
Ahí comienza una nueva etapa del conflicto, con los 800 trabajadores concentrándose en la puerta todos los días, por más de quince días. Cien obreros quedaron en la planta por la materia prima y los hornos, que no se podían apagar. Al día siguiente del cierre, la empresa comienza a mandar telegramas de despido, y el ejército se instala en la puerta. Las mujeres, dando muestra de su valentía, se subían a los camiones a discutir con los soldados, que dejaban a la gente entrar a la fábrica a sacar cosas de sus casilleros.
La lucha de Lozadur contó con una gran solidaridad. Los comerciantes de Boulogne cerraron sus puertas. Los ferroviarios y los colectiveros no les cobraban pasaje a los obreros.
Para frenar la lucha, la dictadura desató una cruel represión y un operativo siniestro. El 27 de octubre montaron el asesinato de un jefe de Control de Calidad de Lozadur, y lo hicieron aparecer como un atentado montonero. Ese mismo día, la dictadura secuestró a cuatro obreros de la fábrica Cattaneo, la otra ceramista que se había sumado al quite de colaboración de Lozadur. A tres se los llevaron delante de todos. Ellos eran Juan Paniza, Pedro Ponce, y Faustino Romero. A Jorge Ozeldine lo secuestraron de su casa.
Así lograron desalojar la puerta de Lozadur. Logrado ese objetivo, el 3 de noviembre secuestran de sus casas a Sofía Cardozo, y a otros seis trabajadores, ellos son: Felicidad Abadía, Dominga Abadía, Elba Puente, Ismael Notaliverto, Francisco Palavecino y Pablo Villanueva. La lucha fue derrotada, y cerca de 500 trabajadores se reincorporaron 30 días después, cuando la fábrica reabrió sus puertas, tras firmar un acuerdo de desistir de todo juicio.
Aquí comienza otra etapa de la lucha, el de la búsqueda de los compañeros, batalla en la que el PCR también tuvo gran protagonismo, y que relataremos en una próxima nota.