Mientras en El Cairo estaban en curso febriles conversaciones sobre la situación creada por el brutal bloqueo israelí a la Franja de Gaza, y el ex primer ministro inglés Tony Blair viajaba a la región en calidad de perrito faldero de Bush para meter mano en los acuerdos que pudieran gestarse, fuerzas militares egipcias clausuraban nuevamente el sureño paso de Rafah, impidiendo que habitantes de Gaza siguieran filtrándose para aprovisionarse de comida y combustibles en Egipto.
Aunque “desaparecida” de la primera plana de los diarios, la situación de la población palestina de la Franja sigue siendo catastrófica. Mediante la clausura de todos los cruces fronterizos el 18 de enero, el ejército israelí había convertido a Gaza en un gigantesco campo de concentración. Condenando a su millón y medio de habitantes al hambre y al frío, el gobierno proimperialista de Tel Aviv buscaba exacerbar el descontento de los palestinos y volcarlo en contra de Hamas, que a principios de 2006 triunfó en las elecciones en Gaza.
En este contexto es notable el hecho de que, lejos de fugarse, prácticamente la totalidad de los varios cientos de miles de palestinos que se precipitaron a cruzar hacia Egipto en busca de víveres cuando militantes de Hamas volaron partes del muro de Rafah, volvieron a sus ciudades y poblados en Gaza pese a la asfixia económica que el régimen fascista de Israel sigue provocando al mantener cerradas las otras cinco vías de comunicación de Gaza con el exterior.
En busca de la unidad palestina
El viernes 1º de febrero delegaciones del Movimiento de Resistencia Islámica palestino (Hamas) que gobierna Gaza, y del gobierno egipcio, presididas respectivamente por el dirigente de Hamas Khaled Meshaal, y el jefe de Inteligencia de Egipto, general Omar Suleiman, se reunieron en El Cairo para tratar la cuestión de los cruces de Gaza.
Presionado por un lado por el temor a la solidaridad del pueblo egipcio con la vecina población palestina, y por el otro por el lobby sionista en Estados Unidos que propugna “apretar” a El Cairo con el recorte de los 100 millones de dolares que recibe de ayuda norteamericana, el gobierno egipcio proyanqui de Hosni Mubarak encaró un papel mediador, promoviendo la reanudación del diálogo entre Hamas y el movimiento Al Fatah que, con anuencia israelí y yanqui, encabeza la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que gobierna los territorios palestinos de Cisjordania, separados de Gaza por tierras pertenecientes al Estado de Israel.
Egipto intenta ahora que ambas partes acepten volver a la situación de septiembre de 2005, cuando Israel retiró sus colonias y tropas de la Franja de Gaza. Los accesos fronterizos quedaron entonces custodiados por la policía de la Autoridad Nacional Palestina (controlada por Al Fatah) y por observadores europeos, pero al mismo tiempo todos los movimientos eran rigurosamente controlados por cámaras de video israelíes.
Ahora Hamas se muestra dispuesto a aceptar un control conjunto con Al Fatah del paso de Rafah, siempre que sea en forma independiente de toda injerencia israelí o “internacional”. Algunos ven en este potencial punto común el inicio de una nueva perspectiva de unidad entre las dos principales corrientes políticas palestinas.
El presidente de la ANP Mahmud Abbas tiene el apoyo de los imperialistas yanquis y europeos para tomar el control de la frontera entre la Franja de Gaza y Egipto. También lo respalda Egipto, aunque Mubarak teme que una reactivación de la lucha nacional palestina acreciente la influencia interna de los Hermanos Musulmanes, afines al movimiento islámico palestino de Hamas.
La indoblegable vigencia de la resistencia palestina a la ocupación israelí, y la compleja trama de intereses imperialistas que se anudan en el Medio Oriente, siguen haciendo de esta región —junto con Irak— una de las principales zonas de tormenta del mundo.