Noticias

30 de enero de 2013

La CEPA impulsó la iniciativa de organizar un viaje multidisciplinario de extensión universitaria a Embarcación, Salta, con pueblos originarios, en el marco de la discusión sobre la reforma de los planes de estudio.

«Soy del pueblo que se va a levantar a pelear lo suyo»

La CEPA de La Plata en Salta

Una Comisión Organizadora, con estudiantes de la facultad de Cs. Médicas, Ingeniería, Trabajo Social, Cs. Exactas y Turismo se encargó de la difusión, armado del proyecto y recaudación de fondos. Realizaron entrevistas que abarcaron cuestiones sobre: vivienda y tierra, salud y atención médica, situación socio-económica y laboral y el agua. Además hicieron un taller de salud sexual en una escuela y un torneo de fútbol con los chicos del barrio. Todo fue posible también, gracias a la coordinación con la CCC y la JCCC de Salta. Transcribimos lo que escribió Pato, una de las chicas que viajó:
“Hace unos días volví de Salta. Escribo y borro porque no encuentro palabras para contar lo que viví en tan solo una semana. La indignación y el dolor hacen que salgan de mí palabras que no quiero decir pero tampoco me corresponde callar. Viajé a amar y por amor pero me cuesta perdonar a tanto hijo de puta que permite lo que vimos y vivimos allá. Hasta que logre masticar y digerir toda esta tormenta de sensaciones encontradas.
Sólo quiero agradecerle a los que lo hicieron posible, a los que se rompieron el alma todo el año para juntar la plata para ir, a los que viajaron, excelentes personas que desbordaban de amor, compañerismo y contención, 45 corazones latiendo al unísono con la certeza de que se puede cambiar esta realidad que fuimos a conocer. A la gente hermosa de allá, que nos abrió las puertas de su vida, su casa e historia para que podamos conocerlos. Y a mis padres, que sin ellos no podría haber viajado.
Esta experiencia me cambió la forma de vivir, de valorarme, de creer, de amar, de escuchar, me enseñó que trabajar en equipo es mucho más que organizarse y repartir tareas, a apoyarme en gente buena y no guardarme lo que me pasa, a desafiar mi cansancio y seguir siempre un poco más, a comer lo que hay y valorarlo, a cuidar a los demás y a cuidarme. Aprendí que no tengo que escuchar una campana, sino levantarme e ir a ver si es verdad lo que me cuentan, a que yo tengo el poder de cambiar el mundo, pero sólo si me uno de corazón con mucha gente que esté realmente convencida de lo mismo. Que en los lugares más remotos de mi país hay gente pobre y no “porque quiere” como nos lo pintan. Hay gente pobre porque le robaron la cultura, la forma de vida… porque a los que gobiernan les conviene que sean pobres. Hay gente enferma sin posibilidad de acceder a la salud, pobre, con hambre pero digna. Me emociono al pensar como nadie nos pidió nada regalado. Gente con valores, que sólo pedían herramientas para trabajar; sabia, que habla su idioma natal y el que les impusimos, que en cada frase te dejan una enseñanza; con amor incondicional a su vida, la de su familia e hijos, a su historia, su cultura y su tierra, que hoy no es “suya” por no tener una firma en un papel.
Conocí personas, que son obligadas a vivir como animales, que son asesinadas de la manera más cruel por quienes mandan en este país, metiéndoles droga a sus generaciones nuevas, privándolos de cazar y cultivar, enfermándolos con agua contaminada, pesticidas, y en condiciones de vida infrahumanas, privadas de salud, descreída de un futuro mejor por tanto dolor e injusticias.
Entendí que no son pueblos olvidados como nos gusta a los argentinos llamarlos, porque para ir a llevarlos a votar con DNI de muertos a cambio de cinco chapas de cartón o una bolsita de comida, se acuerdan que existen; para robarles $50 a cada uno en un falso plan de viviendas, se acuerdan, para violar y robarse a sus chicas para la trata de personas, se acuerdan, para desalojarlos de la tierra donde nacieron, se acuerdan. No son pueblos olvidados, son pueblos abusados, marginados, explotados, exterminados como en el 1800.
Escuchamos hablar de criollos y aborígenes, de discriminación y muerte.
Ahora nos vinimos con la obligación de no parar de contarle a todos lo que pasa acá, en nuestra gran Argentina. Donde “baja la tasa de desocupación”, donde “se achica la brecha digital con netbooks”, donde “todos los niños tienen su asignación universal para comer y estudiar”, donde “Nos, los representantes del pueblo de la Confederación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las Provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Confederación Argentina”.
Cuando se me pase un poquito la bronca empezaré a contar cada cosa que viví allá, pero agradezco esa bronca que no me va a dejar bajar los brazos y seguir hermanándome en lucha ya sea por los pueblos originarios, por los desocupados, los obreros, los estudiantes de la facu, por cada chico con hambre, por cada persona vulnerable y no escuchada.
Ahora sí que nadie me la puede contar, soy del pueblo que se va a levantar a pelear por lo suyo.”