“Soy una orgullosa Madre de Plaza de Mayo”, se define María del Rosario Carballeda de Cerruti, quien nos recibe en su casa, pocos días antes de cumplirse 35 años del nefasto golpe de estado de 1976. Una buena ocasión para recordar el surgimiento de ese movimiento que fue vanguardia en la lucha democrática contra la dictadura de Videla, las Madres de Plaza de Mayo, del que Cerruti fue una de las fundadoras.
“Soy una orgullosa Madre de Plaza de Mayo”, se define María del Rosario Carballeda de Cerruti, quien nos recibe en su casa, pocos días antes de cumplirse 35 años del nefasto golpe de estado de 1976. Una buena ocasión para recordar el surgimiento de ese movimiento que fue vanguardia en la lucha democrática contra la dictadura de Videla, las Madres de Plaza de Mayo, del que Cerruti fue una de las fundadoras.
Esta vital mujer de 82 años relata con pasión esta historia, conciente que las nuevas generaciones no la conocen o la recibieron distorsionada, y con el mismo ímpetu opina sobre la actualidad política argentina.
Origen de las Madres
Cerruti relata con precisión cómo “El 10 de mayo de 1976 vinieron cinco hombres armados a esta casa, se quedaron desde las siete de la tarde hasta las 12 de la noche, cuando vino mi hijo, y se lo llevaron. Revolvieron todo. No le pegaron. Cuando se fueron, le dijeron a mi marido ‘mañana vaya a buscarlo al Comando 1. Es un perejil el pibe’. Yo me quedé toda la noche haciendo el identikit de los cinco tipos. A la mañana me fui al Comando 1 y me encontré con dos mujeres que hacía dos meses que estaban buscando información de sus hijos desaparecidos.
“A partir de ese momento, con esas dos madres, Beatriz de Neujar y Rosa Contreras, empezamos a caminar por todos lados. Y nos fuimos encontrando, ‘vamos a ver al obispo’, ‘vamos a ver al manicomio’, ‘vamos a ver a los hospitales’, ‘vamos a ver a la cárcel’. Recorríamos todos lados. Dos, tres, cada vez otra más. Así hasta que nos encontramos con Azucena un día en el Ministerio del Interior”.
María del Rosario cuenta que Azucena Villaflor de Vincenti, secuestrada el 10 de diciembre de 1977, “Era una mujer muy resuelta. Con mucha energía. Dijo ‘acá tenemos que juntarnos mil y plantarnos frente a la Casa de Gobierno, y no nos vamos más’. Nos gustó la idea y la apoyamos. El hijo de Azucena desapareció en noviembre del ‘76. Ella planteó esto en diciembre o enero del ‘77. Así fuimos juntando voces hasta que dijimos ‘vamos a Plaza de Mayo’.
“Y un 30 de abril del ‘77, que era sábado, cuando terminábamos la recorrida, se fue a la plaza. Yo no fui porque trabajaba, y ese día tenía que limpiar mi casa. María Ponce de Bianco viene a contarme y me dice ‘Un fracaso. La plaza estaba vacía, la Casa de Gobierno cerrada’. Ahí dijimos, tenemos que ir durante la semana, en la hora de los bancos, cuando está lleno de gente. Y vimos de preparar una carta para Videla. Yo escribí un borrador, y nos juntamos un viernes a la tarde. Leímos el borrador sentaditas en los bancos. Juanita Pergament se llevó el borrador para pasarlo a máquina, y estábamos arreglando para volver al otro viernes, cuando una madre, Dora Penelas, dijo ‘Viernes no que es día de brujas, vengamos el jueves’. Fue la primera madre que murió, de un síncope. Y así fue. Al otro jueves, firmamos la carta sentaditas en los bancos, y fuimos a la Casa de Gobierno. Dejamos la carta con un pedido de audiencia a Videla, ni copia habíamos hecho porque no sabíamos. Volvimos a la plaza y dijimos ‘¿cuándo volvemos?’, al otro jueves. Y al otro jueves. Y al otro jueves… Cada día una más.
Encuentro con el diablo
Recuerda María del Rosario que los primeros días de julio de 1977 vieron al subsecretario del Interior, Ruiz Palacios, que después fue gobernador del Chaco. “Nos dijo que Videla no nos iba a recibir, que nos iba a ver Harguindeguy. Fuimos Beatriz de Neujar, Azucena Villaflor, y yo. Cuando la vio a la de Neujar le dijo ‘Señora, ¿su hija no apareció?’, porque ella era esposa de un milico, compañero de Harguindeguy. Trajo una agenda diciendo ‘qué barbaridad, acá tengo los nombres de los hijos de mis amigos que se van del país. Yo no sé porque se escapan así. Se ha dado el caso de chicas que escapan a México a ejercer la prostitución’. Salta Azucena y le dice ‘los hijos de sus amigos estarán ejerciendo la prostitución. Nuestros hijos se van escapados. Ustedes nos tienen que decir qué pasa’. ‘Pero señora, si yo supiera…’. ‘De acá no nos vamos, vamos a perder las piernas caminando en esta Plaza hasta que nos digan dónde están’, le contestó Azucena. Yo le dije ‘Franco es un dictador que hizo mucho daño, pero firmó todas las sentencias de muerte. Ustedes mienten. Ustedes niegan’.
La ronda y el pañuelo
“Nos fuimos muy rabiosas. Había cerca de 60 madres esperando. Esa noche quedó formalizado aquel grupo, que se juraron a muerte que hasta que no aparezcan nuestros hijos, de acá no nos vamos. Volvíamos todos los jueves, nos sentábamos en los bancos e intercambiábamos información. Una carta, una noticia. Uno que había aparecido. Un periodista francés nos avisó que la dictadura nos quería sacar de la plaza. Nos contó que en la Rosada decían ‘Ahí llegaron las locas’. Nosotras sentaditas en los bancos, pero ya éramos unas cuantas, y se nos veía. Un día viene la policía y dice ‘Circulen. Hay estado de sitio. No pueden estar acá. Circulen de a dos’. Ellos nos dieron la idea. Empezamos caminando, agarraditas de a dos, por afuera de la plaza, pero no se nos veía. Al poco tiempo empezamos a circular alrededor del monumento a Belgrano. Después alrededor de la pirámide. En octubre de 1977 aparecen los pañuelos. Participamos de la caminata a Luján, y una madre dice ‘Hay que ponerse algo en la cabeza, para identificarnos’. Unas llevaron una rama, otras una cruz, y a otra se le ocurrió un pañal”.
Y reflexiona esta mujer “No sé de donde sacamos el coraje. Ese grupo de mujeres es oro en polvo. Tengo mucho respeto por todas ellas. No nos preguntábamos nada, de qué partido éramos, nada. Todas luchábamos por lo mismo, por nuestros hijos. Judías, turcas, analfabetas científicas, todas juntas. Nuestros hijos nos igualaron a todas”.
“Azucena fue genial”
Cerruti fue testigo el año pasado en el juicio que ¡más de 30 años después!, se está desarrollando contra el ex capitán de fragata Alfredo Astiz y otros responsables de los secuestros de tres Madres de Plaza de Mayo, dos monjas francesas y otras personas, en 1977. Ella estuvo en la Iglesia de la Santa Cruz (ubicada en Carlos Calvo y General Urquiza de la Ciudad de Buenos Aires) cuando se llevaron a Esther Ballestrino de Careaga y a María Ponce de Bianco, a quien arrancaron de su brazo, empujándola contra la pared. Astiz estaba dentro de la iglesia, marcando gente. Eso fue el 8 de diciembre. Dos días después secuestraban a Azucena Villaflor.
Cuando le preguntamos qué sintió en el juicio, María del Rosario contesta: “Más que odio, asco, como si fuera un bicho. No quiero que lo maten, que lo metan preso y le hagan sentir el daño que hizo. No llegué a tener esa idea de venganza de querer matarlo. Asimilé el dolor y lo cambié por la lucha”.
Y vuelve a los días posteriores a los secuestros de las Madres: “Azucena fue genial. Cuando ella desaparece, había quedado la espina. Fue duro, pero seguíamos adelante. Ya habíamos hecho una reunión de organización. Hebe ya venía a la Plaza, tenía muchas agallas. La que nucleaba era Azucena, una mujer alegre, abierta, no autoritaria. Cuando la perdimos a Azucena dijimos ‘tenemos que volver a la Plaza’. En los días que se llevan a Azucena se llevan el segundo hijo de Hebe, que no viene a Buenos Aires por casi dos meses, porque estaba haciendo trámites. Nosotros estábamos con el marido de Azucena, que estaba desesperado, y los familiares de las otras dos madres que se llevan. Y así volvimos a la Plaza al otro jueves. Tensas, con mucho miedo. Otras madres que estaban escondidas por las columnas de la catedral se sumaron. Entramos 30, y dimos la vuelta”.
Sobre la infiltración de “el ángel rubio” recuerda Cerruti: “Astiz habrá estado seis meses con nosotras, pero profundizó bien. La seguía a Azucena, que era una líder nata. Hasta quiso ir a dormir a la casa. El marido le dijo que no, que si no, Astiz iba. Era tan lindo, parece que porque es lindo tiene que ser bueno. Lo iban a acompañar al colectivo para que no se lo llevaran. La última vez que lo vimos fue ese jueves siguiente al secuestro de las madres, en un bar de Avenida de Mayo mientras esperábamos para entrar a la plaza, y no lo dejamos que se acercara. Nunca más lo vimos. Yo, como buena gallega, medio le desconfiaba”.
Cerruti rememora que pocos días después de los secuestros, aparecieron cerca de 40 cadáveres en las costas del Río de La Plata, cerca de San Clemente. “Allá fueron las madres, y todos, policías, bomberos, todos, dijeron no saber nada. Se corría la voz que un cuerpo era gordito, como el de Azucena. Y no se supo nada hasta 30 años después. Las habían tirado al río y los cuerpos volvieron”. Entre esos cuerpos, fueron identificados las tres madres secuestradas, una de las monjas francesas, y una de las integrantes del grupo secuestrado en la Iglesia de la Santa Cruz.
“Un día de enero de 1978 –sigue Cerruti- el 4, me acuerdo porque era mi cumpleaños, entramos al Ministerio del Interior con el marido de Azucena a pedir una audiencia. Ruiz Palacios nos recibe y le dice: ‘Pero Pedro ¿cree que si yo supiera dónde está su mujer no se lo diría? Como lo voy a dejar que sufra de esa manera…’”.
Y volviendo al presente, reflexiona sobre todo lo que han pasado estas Madres: “La unión de muchos hace bajar la presión. Si luchamos juntos para que a otro no le pase, es una forma de cambiar el dolor por la lucha”. Polemiza con Hebe de Bonafini que “no quiere juicios, no quiere nada ¿por qué no? Hay que juzgarlos, y hay que hacer un juicio político. Condena jurídica y condena política quiero”.
“Las Madres no somos estrellas de televisión”
María del Rosario Cerruti se fue de la Agrupación Madres de Plaza de Mayo en 1993. La pregunta, inevitable, “¿Por qué se fue?”. “Porque no estaba de acuerdo con Hebe. Empecé a tener diferencias en lo personal. Yo creo que las Madres debíamos seguir dedicadas a esta lucha, nada más. No hacer progresos en otros niveles sociales. Me fui porque había una exacerbación del homenaje. Las madres no somos estrellitas. Somos las madres de nuestros hijos. Tampoco quiero privilegios. El bronce no. Lo que me tocó a mí le tocó a muchos. Fueron pequeños detalles que me hicieron ver que no me encontraba feliz. Un día me fui y nadie más me llamó para preguntarme porqué me había ido. Después llegó ese muchacho Shocklender, que yo no lo conocí, y se complicó mucho más la cosa.
“Con cualquier madre tengo un profundo respeto y admiración, incluso por Hebe a la que no volví a ver. El respeto por lo que hemos compartido. A veces me llaman de algún lado y voy, con mucho gusto. Soy una Madre de Plaza de Mayo que no dependo de ninguna de las dos organizaciones, pero sigo siendo una orgullosa Madre de Plaza de Mayo.
El kirchnerismo y las Madres
Cerruti afirma tajante que “No estoy de acuerdo para nada” con el embanderamiento político de Hebe de Bonafini y de la Agrupación Madres de Plaza de Mayo con el gobierno. “Primero, porque los Kirchner, cuando nosotras estábamos en la calle, poniendo los huevos y los ovarios, estaban en Santa Cruz juntando plata. Kirchner nunca puso una firma en una solicitada. Borges puso una firma, Menotti firmó. Ellos nada. Agustina Paz lo fue a ver a Borges, que ya había estado con Videla, y firmó. Este turro que tuvimos de presidente nunca firmó nada. Fue no sé cuantos años gobernador. Nosotros fuimos a Santa Cruz, y Cepernic, que había sido gobernador peronista, vino a ver a las Madres, a abrazarnos. Él [Kirchner] nunca apareció. Por eso yo no le puedo creer hoy. Yo me retiré de las Madres en el 93. La señora presidente era diputada, y después fue senadora. Hasta que subieron al gobierno en el 2003, nunca habían estado con las Madres. Ese día abrazó a las Madres y dijo, “son mis madres”, me pareció muy falso. Hay cosas que han hecho bien, pero al voleo. No son cosas ejecutadas con un plan de hacer las cosas bien. Creo que tiran piedras, y si caen, caen”.
Y dice que al gobierno “Le interesa la propaganda tipo PC. Grandes carteles, masas disfrutando de un espectáculo, ‘hemos crecido mucho’, ‘somos los mejores del mundo…’, todo propaganda. Yo no creo en la propaganda, creo en la ideología y la lucha. Y me da mucha pena que esté subsumiendo políticos, artistas, pueblo, a toda la gente que pueden. Tratan de copar tanto a la gente humilde, con una limosna, como a los grandes empresarios”. Y remata “No los voté, no los pienso votar. La oposición que hay es espantosa”.
“No se cumplen las aspiraciones de nuestros hijos”
Queda claro en los últimos tramos de la charla que Cerruti está escéptica con respecto al presente de las luchas populares, aunque la entusiasman procesos como Zanon. “Son muchos años. La justicia llega tarde y no ha cumplido su meta. Los militares se están muriendo en la cama y no en la cárcel. No se hizo una condena política. Se está haciendo abuso de todo lo que no querían nuestros hijos. Nuestros hijos querían dignidad, para el trabajo, para la vivienda, la salud y la educación. No se cumple ninguna de las aspiraciones de nuestros hijos, no importa del partido que fueran.
“Voy los 24 porque mucha de la gente que estuvo ya no está, y quiero seguir yendo, porque para mí es un día de protesta, y nada más. No quiero homenajes, no me interesa. Las Madres salimos a la calle a defender esos hijos. Ellos eran los que valían. Son muchos años, y ya una está con un pie en el cementerio. Acá va a quedar todo esto que no se arregló. Esa es la tristeza que me llevo. Sigue habiendo injusticia, se sigue apaleando a los débiles. No se respeta la educación. No se atiende a la salud, ni a la vivienda”.
Finalizada la entrevista, en la charla posterior recuerda con orgullo a su padre anarquista, y nos traza una semblanza de su hijo Fernando, que “cumple” 59 años, y “era” un muchacho muy inteligente. Dos tiempos de verbo que sintetizan una de las heridas abiertas en el pueblo argentino, la de los 30.000 detenidos desaparecidos, producto de una sangrienta dictadura que nuestra entrevistada, junto a otras madres, supo enfrentar con heroísmo ejemplar.