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23 de diciembre de 2020

Charla de Luis Molinas, secretario del PCR de Santa Fe

Sudamérica se levanta

Una mirada sobre la historia de luchas de nuestra América y los desafíos que tenemos junto a los pueblos hermanos de Latinoamérica para enfrentar la profundización de la desigualdad y dependencia.

Terminamos un año de grandes sufrimientos, de grandes luchas y de grandes pérdidas.

Permítanme antes de comenzar la charla, rendir homenaje a compañeros y amigos que han muerto en los últimos días, dejándonos un gran vacío.

Al “Negro” Monzón, el secretario del Partido de la provincia de Salta, cuyo esfuerzo abnegado fue indispensable en la tarea de fundir el PCR con las masas oprimidas y explotadas de esa provincia norteña. Además de su tarea en la formación y dirección del Partido del Trabajo y del Pueblo y la Corriente Clasista y Combativa de Salta.

A la compañera Susana Sainz, ejemplo de las compañeras que sostuvieron al Partido y a su Zona Centro en momentos difíciles y complicados, capaz de ejercer y desarrollar la psicología social pichoniana y al mismo tiempo afiliar en los calores de enero en el Barrio Las Flores, para lograr la primera personería del PTP.

Y acaba de morir, víctima del coronavirus, pero también de la destrucción de la salud pública, un gran amigo, al que con afecto llamábamos Don Vega, un obrero aceitero de Reconquista. Integrante de aquellos que retomando en el 70, la historia de lucha contra la forestal y el ocampazo, recuperaron sus sindicatos para el clasismo. Lo conocimos entonces y después vino la dictadura, la cárcel, los despidos. Nos volvimos a encontrar después del 2001 cuando el PCR volvió al Norte, fundamos con él la CCC y su amistad y su tarea nos acompañó hasta el fin.

 

En estos mismos días, hace 200 años las tropas chilenas y argentinas, desembarcaban en el desierto del Perú, comandadas por San Martín y se unían a los patriotas peruanos para atacar el bastión fundamental del feudalismo español en Sudamérica: la Lima imperial. La reina de la plata, el oro y la inquisición. Mientras tanto en el Alto Perú, la actual Bolivia, se levantaba en armas el pueblo entero, completando el cerco por el sur.

Y los ejércitos de Bolívar y Sucre avanzaban desde el Norte libertando a Venezuela, Colombia, Ecuador.

Hace 200 años, argentinos, chilenos, peruanos y bolivianos peleábamos unidos contra el enemigo principal de entonces, el imperialismo feudal español y sus aliados locales: los grandes terratenientes y comerciantes. Los que luchaban eran criollos, originarios y negros. Hombres y mujeres. Incluso, en esta gesta, con la participación de muchísimos marinos de origen inglés, algunos verdaderos patriotas y otros llevados por las contradicciones con los españoles de otras potencias imperiales, como Inglaterra.

Veinticinco años de cruel guerra por la independencia de América, si contamos solamente desde el primer grito de libertad en Sucre en 1809 hasta las batallas de Junín y Ayacucho a fines de 1824. Treinta años si incluimos la conquista de la independencia del pueblo negro de Haití contra los opresores franceses, el primero de enero de 1804. Y algunos años más después, hasta liberar los enclaves colonialistas, de El Callao en el Perú, la decena de fortalezas que protegían el puerto de Valdivia en Chile y la toma del último fuerte español en Ancud en la isla de Chiloé.

Miles de años de historia, más de quinientos años de sometimiento y lucha de los pueblos originarios, doscientos desde la independencia.

La historia que todavía hoy nos enseñan procura sepultar esas “historias”. Sabemos mas de los egipcios y los “fenicios”, que de la civilización de Caral, una ciudad entera desenterrada del desierto del Perú, contemporánea a la construcción de las pirámides, o de la cultura de Chavin de Huantar, ubicada a 3500 ms. de altura y edificada con sus túneles sagrados, hace mas de 3.000 años.

Una historia explicada desde y para Europa y “occidente”.

Además profundamente machista. Que ha hecho desaparecer a la mujer. Y se sorprende por el rescate de las mujeres de la independencia con Juana Azurduy y Manuela Sáenz a la cabeza y hasta por la aparición en una de las tumbas mas magníficas de la civilización mochica del cadáver del jefe máximo de la zona, que resultó ser una mujer, la dama de Cao, para confusión de muchos arqueólogos .

Repito. Miles de años de historia. Más de quinientos años de sometimiento de los pueblos originarios, doscientos desde la independencia. Durante los cuales no hubo un solo instante sin luchas por la libertad, por la igualdad, por la soberanía y la independencia.

Una historia común, porque comunes fueron en lo fundamental en todo el continente los enemigos de los pueblos, causantes de la explotación y el sometimiento.

El levantamiento más importante de los originarios liderado por Túpac Amaru fue a escala continental en Sudamérica, desde Ecuador al norte de Argentina.

Como la guerra de independencia.

Y muchas de las grandes corrientes políticas, levantamientos, experiencias muy profundas algunas. Como las revoluciones dirigidas por la burguesía nacional en los años 40 que abarcaron a muchos países de la zona en forma bastante simultánea. Nítidamente como ejemplo, el peronismo y la revolución nacional boliviana.

Incluso movimientos de los estudiantes e intelectuales, como la Reforma Universitaria, tuvieron los mismos alcances.

Han pasado muchos siglos. Nada puede ser lo mismo.

Pero mirando en profundidad, los grandes procesos sociales siguen teniendo en muchos casos un alcance que abarca a muchos países de Latinoamérica.

Cuando fundamos el partido en los años 70, y tratábamos de integrar el marxismo leninismo a la realidad argentina y regional, también nos aparecía con mucha nitidez, un rasgo particular de la revolución en Sudamérica, su carácter continental.

Cuba había hecho la revolución con la guerrilla rural, declarando zonas liberadas en la Sierra Maestra. Y el Che hablaba de convertir a toda la Cordillera de los Andes en la Sierra Maestra de la revolución continental, liberando zonas y avanzando desde allí, hacia las metrópolis obreras de Brasil y Argentina (San Pablo, Córdoba, Buenos Aires).

La idea del carácter continental de la revolución americana en esa época era alentada por la presencia brutal y mayoritaria del imperialismo norteamericano en todos nuestros países.

La oleada de luchas del 70, fue aplastada en la mayoría de los países, por golpes militares brutales y sanguinarios, alentados en lo fundamental por los yanquis, aunque ya se sumaran otros imperialismos como los ingleses presentes desde siempre, y el nuevo imperialismo, el socialimperialismo ruso.

Una oleada reaccionaria, se desató sobre todos nuestros países, desde el golpe a Salvador Allende en Chile en 1973, los 20 años de dictadura militar en Brasil, la Argentina de Onganía y de Videla, etc.

También fue continental el inicio de la contraofensiva, despareja y desigual que retomó la ofensiva de los pueblos después de estas derrotas. En algunos países produjo el surgimiento de gobiernos más populares, como en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina, Brasil, etc., en muchos casos con el nombre de socialismos siglo XXI, que golpearon al imperialismo yanqui, otorgaron concesiones más o menos profundas y procuraron cambiar o diversificar la dependencia sobre todo con la irrupción del nuevo imperialismo chino.

Esta nueva oleada fue frenada y pareció desaparecer, por no haber ido a fondo con los terratenientes y con la dependencia de los imperialismos, y por lo mismo no poder satisfacer las demandas alentadas por los pueblos.

Los reaccionarios retomaron su ofensiva y se produjeron derrotas electorales como las de Brasil o Uruguay (o el triunfo de Macri en la Argentina), traiciones en el seno de las mismas fuerzas como Ecuador y Nicaragua y hasta aparecieron nuevamente los golpes de Estado abiertos, como en Bolivia.

Repito, todo esto es una visión de grandes rasgos, porque el mosaico de Sudamérica es suficientemente diverso desde el punto de vista del desarrollo económico, las historias particulares, las diversas producciones, como para hacer simplificaciones que lleven al ridículo.

Pero hoy asistimos al inicio de una nueva oleada de luchas muy profundas y procesos políticos radicales con cierta simultaneidad.

Desde la derrota electoral de un gobierno entreguista como el de Macri en Argentina.

La resistencia del pueblo boliviano, que se movilizó hasta el último rincón de su geografía e impuso una derrota electoral a la derecha que no pudo realizar el fraude planificado en la segunda vuelta. Unas elecciones hechas para justificar el golpe de estado terminaron reinstalando al MAS en el gobierno e impusieron el retorno de su líder Evo Morales.

Lo que abre nuevamente la lucha para lograr salir definitivamente del subdesarrollo, la pobreza, la desocupación estructural. Imposible sin destruir el monopolio de los terratenientes sobre las tierras productivas para sentar las bases de un desarrollo industrial independiente

El mantenimiento de la lucha campesina y popular en Paraguay contra uno de los narcogobiernos más entreguistas de nuestra zona, con una gran participación de un partido revolucionario.

El estallido de indignación popular en Guatemala que puso fuego al Parlamento corrupto.

Y muchos otros procesos que debiéramos estudiar los que sostenemos que la revolución y los cambios profundos son posibles y que no se trata solamente de disminuir los sufrimientos del pueblo por un tiempo, sino derrotar a los que son causantes de esos sufrimientos. Y que no se trata de cambiar el collar de la dependencia, sino en dejar de ser perros y pasar a ser verdaderamente independientes.

 

Quisiera detenerme apenas un poco en dos procesos muy cercanos a nuestro país y que es muy posible que se agudicen pronto.

Uno es la ofensiva del pueblo chileno. Ese profundo levantamiento de todos los sectores populares con centro en Santiago pero extendido por toda la larga serpiente que es su territorio.

En el corazón del país que los imperialismos y las derechas habían levantado como el ejemplo más exitoso y “sensato” de cómo profundizar al máximo la dependencia y la explotación, sin despertar las resistencias del pueblo empobrecido.

Como llevar al máximo posible la desigualdad social sin rebeldía.

Manteniendo un funcionamiento seudo democrático, con 30 años de mantenimiento de lo esencial del modelo y la constitución dejados por la dictadura de Pinochet. Lo que pudo ser logrado con la complicidad de partidos llamados democráticos y populares.

Con la entrega de todos los recursos naturales, desde la minería a la pesca, de la agricultura a los bosques, incluyendo las universidades, el agua y los paraísos turísticos.

Para lo que fue necesario liquidar todas las conquistas populares como el voto obligatorio, la educación, municipalizando la educación primaria y entregando la superior y universitaria a un comercio que endeudaba por años a las familias de los que podían alcanzarla. El sistema jubilatorio fue entregado a la voracidad de las empresas privadas y los bancos. Y así en todos los terrenos.

Pero lo que a los reaccionarios les parecía tan natural como la ley de gravedad, su principal y ejemplar modelo, estalló por los aires.

Todo empezó aparentemente, cuando las y los jóvenes chilenos no quisieron pagar el aumento del boleto de subte y cuando los reprimieron dijeron “no es por 30 pesos, es por 30 años” y comenzó el proceso subversivo con una espontaneidad maravillosamente organizada, con participación de todas las clases populares, con la primera línea de jóvenes, que detenía a los carabineros para que las columnas de las organizaciones sociales y sindicales se pudieran manifestar, hasta la instalación de hospitales de campaña para atender a los heridos.

Con meses de lucha en las calles las masas obtuvieron muchísimo más que con treinta años de democracia trucha. Demolieron el prestigio del gobierno y los monopolios que lo apoyan y forzaron un plebiscito contra la constitución pinochetista que alcanzó niveles impensables de aprobación en un país donde el voto es voluntario y en medio de la peor pandemia.

Pero además estallaron las demandas de las mujeres oprimidas, del pueblo originario mapuche que nunca se rindió, la demanda de una cultura nacional libre.

Y enfrentaron, y muchas veces derrotaron, a la fuerza policial militarizada más reaccionaria de América, cuyo General, que integra la Junta de Comandantes de las Fuerzas Armadas junto a la Marina, la Aviación y el Ejército, acaba de ser obligado a renunciar por violaciones a los derechos humanos. Lo que va a traer consecuencias imprevisibles.

Ahora las clases reaccionarias y sus sirvientes tienen que hacer pasar todo ese auge popular por el embudo de las elecciones de convencionales constituyentes llamadas para abril, donde pretenden que solo tengan representación los partidos que colaboraron con el régimen y que como el Partido Radical, el partido Socialista y el Partido Comunista son repudiados y ni siquiera pueden participar en las grandes manifestaciones populares.

Difícil tarea, cuando incluso en un país cuyas clases altas han sido racistas como nadie, se tiene que hablar de un cupo especial de convencionales para el pueblo mapuche.

Difícil tarea para los reaccionarios chilenos, maravillosa situación para su pueblo y una gran obligación de solidaridad para todos los que quieran retomar el ejemplo del abrazo de O’Higgins y San Martín en el campo de batalla de Maipú.

 

También brevemente conviene mirar hacia el Perú. Donde era muy común escuchar frases como acá no pasa nada, todo está perdido. Con heroicas luchas triunfantes como la de los campesinos contra la gran minería de la empresa Conga y otras derrotadas como la de los docentes. Con la mayoría de los partidos populares atomizados encerrados solamente en la lucha parlamentaria. Con la inmensa mayoría del pueblo desocupado o dedicado al menudeo. Solo el 28% de la población económicamente activa tiene un empleo formal.

Y ahora con cientos de muertos en las calles por la pandemia y la destrucción de la salud pública.

Navegando en el mar de la corrupción, tan necesaria para mantener la miseria de la mayoría. Cinco de los últimos presidentes del Perú están procesados, tres de ellos en la cárcel por corrupción y el sexto se suicidó antes de ser detenido.

Imposible separar este mar de corrupción del hecho de que Perú es el principal productor mundial de cocaína. Se cosechan 20.000 hectáreas de hoja de coca en las yungas. Y el narcotráfico domina todos los puertos desde Mollendo e Ica en el Sur, El Callao en el centro, hasta Paita en el Norte.

Y también acá se produjo algo que los argentinos que vivimos las jornadas del Argentinazo del 2001 podemos entender. Un levantamiento popular en todo el Perú, con participación decisiva de los jóvenes, y muy en particular de las jóvenes y las mujeres en general, que en cuarenta y ocho horas expulsó al presidente.

Más incomprensible aún para los reaccionarios de una elite gobernante profundamente machista y feudal.

Y también acá todo ese auge tiene una fecha importante en abril, con la realización de las elecciones presidenciales a través de un sistema de partidos profundamente corrupto y desprestigiado.

Por de pronto, el levantamiento y los bloqueos de carreteras ya se llevaron puesta a la reaccionaria ley de “promoción agraria”, más conocida como ley de “esclavización laboral”, que oprimía a los trabajadores rurales en beneficio de los agroexportadores. Y desató la lucha de los trabajadores de la salud, de los mineros de La Oroya, etc., etc.

Serán los pueblos chileno y peruano los que encuentren los nuevos caminos por recorrer. Lo que sí nos permitimos pensar, es en la posibilidad de una segunda vuelta de nuevas y profundas luchas en ambos países, para producir los cambios necesarios, que van a tener repercusión en toda América Latina.

¿Qué es lo que tiene en común los países de los que hemos hablado?

En primer lugar siglos de propiedad monopólica de la tierra en países que son esencialmente agrarios. En manos de antiguos y nuevos terratenientes, sociedades anónimas, pooles de siembra, etc. En algunos casos con grandes inversiones de capital y paquetes tecnológicos de avanzada. Y su consecuencia, la monoproducción destinada a la exportación, al margen del mercado interno.

A la vez están monopolizados y dirigidos al mercado externo los principales recursos naturales, como el petróleo, el gas, la minería (ahora con el auge del litio), la pesca, etc.

En segundo lugar, un subdesarrollo industrial absolutamente dependiente de grandes monopolios en su mayoría extranjeros.

Y la consecuencia inevitable: la expulsión de la población a las ciudades y el avance de grandes masas de desocupados.

Por eso al mismo tiempo que crecen las exportaciones, crece el hambre y el desempleo. El éxodo del campo y el interior hacia las villas miseria de las grandes ciudades.

Esa es la razón última de la pobreza, la desocupación, el hambre, las grandes crisis y las explosiones como el 2001, o ahora las de Chile y Perú.

Para ayudar a mantener lo que los reaccionarios llaman “paz social”, proliferan en lo político e ideológico las teorías que imponen como sensato buscar solo lo posible. Las teorías que buscan integrar dos países: el de la riqueza de unos pocos y la miseria de las mayorías, sin poner en riesgo la paz social.

O las que empujan lisa y llanamente al escepticismo.

Esto es nada más ni nada menos lo que se ha puesto en cuestión. Y no parece calmarse, sino recrudecer en sucesivas oleadas.

El desafío es si podrán los pueblos culminar estas nuevas luchas con la eliminación de las dos grandes montañas que lo oprimen, el monopolio de las tierras por los terratenientes y la dependencia de viejos y nuevos imperialismos. Y ese debe ser el desvelo de los revolucionarios.

Todo sucede en un marco internacional particular e interesante.

El coronavirus se descargó sobre una sociedad en crisis e injusta, y ha traído más hambre, más miseria, más sufrimientos para el pueblo.

Al revés de lo que nos prometieron: un universo más unido después de la pandemia, crece la disputa por el control del mundo, con Estados Unidos que se resiste a dejar de prevalecer, y los otros imperialismos, particularmente el chino con gran agresividad, que pujan por el control de las riquezas del planeta y en particular las de nuestro país. La propia esencia de sus sistemas capitalistas los empuja a todos a la competencia, al monopolio, a la concentración y el dominio de países y mercados.

Con su secuela inevitable de guerras locales y crecientes amenazas de una nueva confrontación mundial.

Es una desgracia para la humanidad, pero a la vez abre la posibilidad de utilizar esas contradicciones a favor del pueblo. Siempre que no confiemos “ni un poquito así” en el imperialismo, como nos enseñó el Che.

La propia derrota de Trump, sin pretender despertar ninguna expectativa sobre los “demócratas yanquis”, ha golpeado a los sectores más reaccionarios, machistas y racistas.

Pero lo más importante es que asistimos a un prolongado y creciente levantamiento mundial de las mujeres, por oleadas y sin techo a la vista, que conmueve los fundamentos más profundos de una sociedad de clases. Hoy llenando las calles para que sea ley.

Y los levantamientos mundiales contra los racismos de lo más oprimido de los oprimidos.

En la Argentina, en el marco de una pandemia que está en pleno desarrollo, redoblamos las luchas para impedir que los sectores más reaccionarios y gorilas, incluso golpistas, como los inspirados por el imperialismo yanqui, se recuperen de la derrota que les impuso el pueblo a través del Frente de Todos.

Y simultáneamente, como condición para que esto sea posible, que la crisis heredada, más los costos de la pandemia, no los sigan pagando los trabajadores, los jubilados, el pueblo, sino que lo paguen los enemigos de la Nación que se enriquecieron y siguen enriqueciéndose sin límites. Los terratenientes, los pooles de siembra, los exportadores, los monopolios portuarios e industriales, en su gran mayoría extranjeros.

Permítanme acá saludar la histórica lucha unitaria y prolongada de los obreros portuarios y aceiteros de la Provincia, que lleva más de nueve días, y conmueve todo el modelo productivo del país, poniendo una vara muy alta a la lucha heroica iniciada por las obreras textiles de Reconquista y los aceiteros de Avellaneda contra el monopolio vaciador de Vicentin.

Llevar todas estas luchas hasta el fin será nuestro mayor aporte hoy a la revolución argentina.

Pero es parte de la oleada de luchas de los pueblos latinoamericanos, aporta y se nutre de ellas. Redoblar la pelea no solo por lo posible sino por lo necesario, será nuestra mayor tarea.

Desde esa mirada, tenemos que tratar de desarrollar la mayor solidaridad internacionalista con nuestros hermanos de destino.

Conociendo, para luchar unidos, como hace exactamente 200 años luchábamos argentinos, chilenos y peruanos en los alrededores de Lima, mientras argentinos y bolivianos (entonces éramos un solo país) hacían arder la retaguardia del imperio español.

Para estos objetivos nació hace 52 años el Partido Comunista Revolucionario, para eso luchamos y para eso iniciamos una campaña de afiliación y crecimiento.

Luchar, fracasar, volver a luchar y volver a fracasar, para al fin triunfar.

Hasta la Victoria.