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02 de octubre de 2010

La denominación de Tesis para el XIII Congreso se debe a que en el momento de la ruptura el PC tenia planteada la realización de su XIII Congreso y durante el periodo inicial, como se refleja en la propia denominación, Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria, estaba propuesta la lucha por la recuperación revolucionaria de ese Partido.

Tesis para el XIII Congreso

Partido Comunista (Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria) / Buenos Aires, Noviembre de 1968

Introducción
En junio de 1966, con un golpe de Estado que desplazó al gobierno de Illia, se instaló una dictadura abierta que representa al gran capital, la oligarquía terrateniente y los monopolios internacionales. El objeto de esta dictadura es acelerar el proceso de concentración monopolista (en la industria, las finanzas, el agro y el comercio) acentuando el sometimiento del país a los dictados económicos, políticos y estratégico-militares del imperialismo. En una situación en que las coyunturas económicas favorables son cada vez más fugaces y espaciadas, el proceso de concentración monopolista agrava el empobrecimiento y la explotación de los trabajadores de la ciudad y el campo, al tiempo que agudiza todas las contradicciones estructurales de la sociedad argentina. Para cumplir sus objetivos, la dictadura propone consolidar instituciones políticas que den "seguridad" a las clases dominantes, maniatando a la clase obrera y el pueblo.
La política de la dictadura se expresa en:
• La liquidación de numerosas conquistas sociales de los trabajadores y la creación de una masa permanente de mano de obra desocupada que facilite los planes de superexplotación y congelación de salarios.
• La adecuación -combinando la privatización, la racionalización y la máscara de la tecnificación- del llamado esquema infraestructural (puertos, ferrocarriles y el sector nacionalizado de la economía) del país a las necesidades de la concentración monopolista del imperialismo.
• La absorción y la destrucción de la pequeña y mediana industria y comercio nacionales en beneficio de los grandes capitalistas argentinos y extranjeros, con vistas a monopolizar el mercado interno y lograr también una expansión del comercio exterior que pueda ser admitida por el imperialismo, para evitar colisión de intereses, en la colocación de algunas manufacturas producidas por aquellos.
• La aceleración del camino prusiano en el campo entrelazando totalmente la vieja oligarquía terrateniente con la gran burguesía industrial, comercial, financiera y agraria.
• La transformación de nuestro país en una base activa de agresión e intervención al servicio de los yanquis y las oligarquías nativas contra los pueblos hermanos, como ya se comenzó a practicar en el caso de Bolivia.

Las clases a las que responde el gobierno militar han detentado tradicionalmente el poder económico y las palancas fundamentales del Estado. Entre ellas se producen a veces desplazamientos de diversos grupos, capas o clases. Pero aun cuando grupos burgueses menos comprometidos con el latifundio y con el imperialismo ocuparon posiciones en el gobierno, lo esencial (los resortes económicos, las vinculaciones y las actividades de los mandos militares, lo fundamental de la burocracia estatal, el aparato de represión) quedó en manos de las mismas fuerzas terratenientes, imperialistas y gran burguesas.
Esto trae contradicciones dentro del sistema que la clase obrera puede y debe aprovechar tácticamente a condición de tener su propia estrategia revolucionaria.
Debido a la perspectiva de desarrollo de las luchas populares, las clases dominantes no pudieron confiar en los dispositivos democráticos burgueses que permitían, en mayor o menor medida, la expresión política legal de los obreros y el pueblo. Es así que recurrieron a los fraudes, la represión policial, las proscripciones, las presiones y pronunciamientos militares, etc. Todo esto, sin embargo, no bastó para calmar los temores en la cúspide del poder ni para asegurar la política de explotación de los trabajadores y demás capas populares.
Para realizar esos objetivos el golpe militar reaccionario del 28 de junio, en el que influyen considerablemente concepciones de tipo corporativo-fascista, intenta un complejo plan de reestructuración político-institucional.
Como elementos principales de este plan se inscriben: 
• La búsqueda de un acuerdo estable con dirigentes sindicales capituladores para convertir el aparato sindical que éstos manejan en parte del régimen, con lo que se institucionalizaría el llamado sindicalismo de participación. 
• Intento de instaurar el llamado comunitarismo.
• El perfeccionamiento de organismos militares o represivos y de leyes -como la de Servicio de Defensa Civil y la Anticomunista- para intentar destruir cualquier resistencia obrera y popular, combinadamente con la acción de los dirigentes capituladores.
• El proyecto de orquestar un reagrupamiento político que desemboque en fuerzas manejadas totalmente por las clases dominantes y con un barniz "democrático" o "nacionalista" cubran la permanencia de la dictadura abierta de las clases dominantes y le den, eventualmente, base de sustentación.

El proletariado, los campesinos pobres y medios y otros sectores populares, no están, sin embargo, fatalmente condenados a sufrir el yugo que le imponen sectores minoritarios retrógrados frente a la marcha de la sociedad. Por el contrario, es necesario y posible enfrentar las medidas de la dictadura.
La dictadura de Onganía -con la complicidad de los dirigentes sindicales "participacionistas" y "dialoguistas", aprovechando la política conciliadora de otros dirigentes obreros, de la mayoría de los dirigentes de la Federación Agraria Argentina y los partidos políticos burgueses- ha ido llevando adelante su plan de concentración monopolista, entrega, represión y hambre para el pueblo. Esto le ha granjeado el más profundo odio de la clase obrera, de los campesinos pobres y medios, la gran mayoría de los estudiantes, intelectuales y otros sectores populares. El repudio popular ha ido deteriorando cada vez más a la dictadura. Por eso y por los profundos cambios creados por el proceso de concentración monopolista, diversos sectores terratenientes y burgueses monopolistas están preocupados por dar continuidad al poder de las clases dominantes, adaptándolo a las nuevas condiciones nacionales e internacionales. Estos sectores apresuran sus manejos para garantizar, en el momento necesario, el reemplazo de Onganía por un gobierno de "recambio", continuista, que modifique ciertas formas, garantice la permanencia del poder en manos de las mismas clases que hoy lo controlan.
Al mismo tiempo, fuerzas políticas que tradicionalmente han representado los intereses de gran parte de la burguesía argentina  -asociada y no asociada al imperialismo- impulsan un amplio reagrupamiento de fuerzas populares bajo su dirección. Importantes sectores del peronismo, de la UCRP, el nacionalismo, el socialcristianismo y fuerzas nacionalistas burguesas civiles y militares, alientan esta operación política con la idea de aprovechar las contradicciones interimperialistas -especialmente entre los imperialistas yanquis y los del Mercado Común Europeo- y las contradicciones intermonopolistas en EE.UU. para impulsar un desarrollo burgués limitado y compartido con esos monopolios. Tienen la ilusión de evitar así la liquidación de la mayoría de la burguesía argentina en manos de los voraces trusts internacionales. Estos sectores burgueses, que ideológicamente se inspiran sobre todo en las modernas concepciones del socialcristianismo, pretenden también, con el cumplimiento de esos planes cerrar el camino a una verdadera salida revolucionaria encabezada por la clase obrera. Levantan las banderas de reformas sociales y democráticas, de nacionalizaciones (medidas en lo esencial que no pueden ser realizadas por la burguesía por su incapacidad revolucionaria), para atraer a las grandes masas obreras y populares que están influidas por el peronismo y el radicalismo, neutralizando los sectores revolucionarios de esos partidos y, especialmente, a las grandes masas proletarias controladas por el peronismo.
Junto a los sectores de la gran burguesía que dirigen el movimiento nacionalista burgués e impulsan este reagrupamiento de fuerzas existe una izquierda nacionalista burguesa, expresión de la pequeña burguesía, que refleja el proceso de destrucción o subalternización de las capas medias por la concentración monopolista en curso. Los sectores de la pequeña burguesía radicalizada y de la izquierda del nacionalismo burgués son esencialmente duales. Oscilan permanentemente entre ser la izquierda del nacionalismo burgués o ser parte del frente de liberación social y nacional. Solo el desarrollo de una clara alternativa revolucionaria, dirigida por el proletariado, permitirá atraer a estos sectores de izquierda al frente de liberación.
Pese a las dificultades que crean las direcciones sindicales entreguistas o conciliadoras, el proletariado ha ido organizando sus luchas contra las medidas reaccionarias de la patronal y la dictadura. Al mismo tiempo, los estudiantes, los campesinos pobres de algunas regiones, los pobladores de las villas de emergencia y otros sectores populares, han elevado su disposición combativa y han enfrentado, con formas diversas, a la dictadura. Esto ha movilizado en algunas ocasiones (1º de Mayo, 14 de junio y el 28 de junio de este año) verdaderas legiones policiales, exhibiendo su temor ante posibles enfrentamientos combativos con el pueblo. Asistimos a un renacimiento de las luchas obreras y populares. Ellas van creando condiciones favorables para la necesaria contraofensiva popular contra la dictadura, que la golpee, la acose y la derribe.
De manera aún insuficiente, nuestro Partido (el PC-CNRR), con sus pocos meses de vida luego de producida la ruptura con el Comité Central oportunista, ha procurado dirigir el combate antidictatorial hacia la creación de una fuerza popular revolucionaria encabezada por la clase obrera, que logre, no solo desalojar a la dictadura del gobierno, sino también y fundamentalmente, arrancar el poder político a las clases representadas por ella. Una vez destruido ese poder reaccionario, apoyándose en el nuevo poder, sostenido por el pueblo organizado y armado, se liquidará a las clases dominantes como clases sociales, realizando la revolución de liberación social y nacional.
Nuestro Partido lucha por este camino revolucionario, por esta salida popular del poder que se oponga a las alternativas continuistas, de recambio, y a las que pretenden ofrecer al pueblo las fuerzas burguesas.
Nuestro Partido debe ser el más consecuente y decidido luchador antidictatorial, tratando que el proletariado, en alianza con las fuerzas revolucionarias, golpee contra la dictadura junto con todas las otras fuerzas que se le opongan. Simultáneamente trabajará para que la clase obrera y las fuerzas revolucionarias vayan creando, marchando separadamente de las fuerzas burguesas, con independencia, su propio camino de poder, preparando la insurrección armada general del pueblo que la garantice.
Los comunistas luchamos por esta alternativa popular en dura polémica con todas las corrientes oportunistas que existen en el seno de la clase obrera y del pueblo desde las corrientes burguesas nacionalistas o liberales; o las diversas corrientes de izquierda del nacionalismo burgués y de la pequeña burguesía radicalizada.
Las ideas del socialismo científico están en condiciones de orientar una verdadera transformación revolucionaria en la estructura de nuestro país. Para terminar con la cadena de gobiernos que expresan, a pesar de las diferentes formas que adopten (a las cuales la clase obrera no es indiferente), la dictadura de las clases dominantes, e impulsar a la clase obrera y el pueblo hacia su liberación social y nacional, es preciso analizar con la mayor precisión posible la estructura del mundo y el país, la salida que nos proponemos alcanzar, el tipo y las modalidades de nuestra revolución, las fuerzas políticas actuantes y el partido de la clase obrera.
La practicabilidad de esas ideas y su utilidad para resolver los problemas de los pueblos han quedado evidenciados por el desarrollo del sistema socialista mundial, que nació hace medio siglo y se consolidó en la URSS y abarca hoy  a países de Europa, Asia y América Latina que engloba a 1200 millones de personas.

I. El mundo
1. Desde el siglo pasado la lucha de clases, motor de la historia, tiene un eje en escala mundial. Este eje es el enfrentamiento internacional entre el proletariado y la burguesía. Pero la iniciativa histórica está hoy en manos de la clase obrera, mientras la burguesía, y con ella la sociedad capitalista, marcha hacia su ocaso.
El propio desarrollo capitalista agudiza las contradicciones sociales, sobre todo la contradicción entre el incremento de las fuerzas productivas y las relaciones de producción o propiedad de los medios de producción que se han vuelto anticuadas, más aún con el impetuoso desarrollo de la revolución cientifíco-técnica; otro aspecto a tener en cuenta es que la burguesía, por intereses económicos y por alianzas políticas, no ha resuelto una serie de problemas de lucha contra vestigios precapitalistas, con lo que la clase obrera incorpora a su lucha reivindicaciones que afectan a otros sectores sociales y posibilitan alianzas de clases.

2. Desde fines del siglo pasado, el capitalismo entra en su fase monopolista o imperialista. Este capitalismo parasitario llegó a dominar al mundo pero, además, debido a su forma específica de desenvolvimiento económico trabó el desarrollo de las fuerzas productivas, creándose así desequilibrios estructurales. Esto, unido a determinados factores históricos, creó condiciones propicias para el surgimiento de revoluciones proletarias y movimientos de liberación nacional que, a su vez, precipitaron la crisis general del capitalismo desde la década de 1910.
La explotación imperialista engendró la lucha de los pueblos oprimidos por su liberación, abriendo la posibilidad para el proletariado de unir, en un solo frente de lucha contra la burguesía monopolista, a la clase obrera de los países capitalistas con los pueblos de los países coloniales y dependientes. Así ha sucedido en una serie de movimientos antiimperialistas de liberación nacional, en cuyo seno se ha pugnado por la hegemonía y por el rumbo de la liberación.
La nueva etapa histórica, iniciada con la Revolución de Octubre y la construcción del socialismo en la URSS estableció la base para que a partir de entonces las revoluciones antiimperialistas confluyeran, en escala mundial, con la revolución socialista en un único combate contra el capital monopolista.
De esta manera la posibilidad de la lucha de la clase obrera contra el capitalismo se amplía con un nuevo salto cualitativo; la fusión en un único torrente revolucionario mundial del proletariado triunfante en los países socialistas, la clase obrera de los países capitalistas y los movimientos de liberación nacional de las colonias y países dependientes.
3. Como lo señala la Declaración de los 81 Partidos Comunistas y Obreros,
"nuestra época, cuyo contenido fundamental lo constituye el paso del capitalismo al socialismo, iniciado por la gran Revolución de Octubre, es la época de la lucha de los sistemas sociales diametralmente opuestos, la época de las revoluciones socialistas y de las revoluciones de liberación nacional; la época del hundimiento del imperialismo; de la liquidación del sistema colonial; la época del paso de más y más pueblos al camino socialista; la época del triunfo del socialismo y del comunismo en escala universal.
"El principal rasgo de nuestra época consiste en que el sistema socialista mundial se va convirtiendo en el factor decisivo del desarrollo de la sociedad humana".

Pero este paso será el resultado de una lucha sin cuartel, entre el viejo régimen explotador que no se resigna a caer y que por lo tanto ensaya distintos caminos para sobrevivir y para corromper, debilitar y fracturar las fuerzas proletarias y revolucionarias y el nuevo régimen, el socialismo, que recorre un camino totalmente nuevo e inexplorado por la humanidad porque ha colocado por primera vez en la historia a una clase explotada en el Poder y al socializar los medios de producción ha suprimido la explotación del hombre por el hombre.
Las fuerzas y las realizaciones del sistema socialista mundial son para los trabajadores de todos los continentes la principal conquista histórica y punto de apoyo en su lucha por derrocar al capitalismo y marchar hacia una sociedad sin explotadores ni explotados. La clase obrera de los países capitalistas ha dado un paso decisivo y ha adquirido una gran experiencia que se demuestra en las grandes batallas de clase libradas en los últimos años que -en la medida que se termine con el reformismo y la conciliación de clases-  configurarán una fuerza revolucionaria decisiva.
Por lo tanto, es la época en que se desarrolla la revolución socialista del proletariado en escala mundial, y la tarea fundamental es impulsar esta tendencia histórica. Es la época en que se proyecta con todo su vigor la misión histórica de la clase obrera. En esta época de revolución social se inserta la revolución científico-técnica, que amplía considerablemente las premisas para el cambio revolucionario.
Nosotros hacemos una valoración revolucionaria de estas condiciones con la certeza de que la revolución no vendrá espontáneamente, en virtud de determinadas condiciones internacionales, sino que éstas, al favorecer la elevación de la conciencia y la lucha de las masas en nuestro país y al permitirnos aprovechar mejor las coyunturas favorables que se van creando, no disminuyen sino que aumentan la responsabilidad del Partido Comunista.
4. En los países socialistas se ha establecido la propiedad social sobre los principales medios de producción. Sobre esta base, el sistema socialista mundial, en su conjunto, presenta un balance exitoso de avance económico, técnico, científico y educacional. El socialismo demuestra así su superioridad sobre el capitalismo. Las relaciones de producción socialistas se van extendiendo por el mundo. Estas relaciones de producción corresponden a los intereses vitales de la clase obrera y deben desarrollarse hasta que se construya la sociedad comunista, fase superior del socialismo. Este avance es realizado en condiciones difíciles por las necesidades que plantea la permanente amenaza imperialista. Además, el proletariado ha debido resolver la gigantesca tarea histórica de incorporar al socialismo a masas campesinas compuestas por centenares de millones de hombres, tarea más complicada todavía por los intereses nacionales, viejas cuestiones de límites, de dominación de muchas nacionalidades por algunas pocas, etc.
El avance hacia la sociedad comunista presupone una lucha permanente contra las tendencias y elementos capitalistas que brotan de la necesaria subsistencia parcial de la producción mercantil (y de algunas leyes que le son inherentes) en el periodo de transición (el socialismo). Presupone igualmente una lucha contra los hábitos originados por siglos de explotación del hombre por el hombre.
En condiciones tan complicadas, la construcción del socialismo no se ha realizado sin errores y deformaciones, a veces graves. El problema fundamental de la superestructura en el socialismo, la construcción de un Estado de dictadura del proletariado que se oriente al desarrollo del comunismo, es un problema muy difícil. Consiste sobre todo en lograr y acrecentar la participación consciente de las masas de obreros en los asuntos de Estado. En este problema se han manifestado los principales errores y deformaciones, sobre todo en lo que se refiere a la justa relación entre el partido y la clase, que, al no ser corregidos, debilitan la dictadura del proletariado y abren, paso a paso, a tendencias no comunistas.
Es una cuestión de importancia decisiva para el Partido la difusión de los éxitos logrados por el proletariado en los países socialistas. Esa propaganda debe, a la vez, mostrar la complejidad del proceso de construcción del socialismo y el comunismo, sin idealizaciones que disminuyan la importancia gigantesca de la labor realizada desde el poder por el proletariado triunfante.
El Partido debe enfrentar la intensa campaña anticomunista que despliega el imperialismo, que se vale de la crisis por la que atraviesa el campo socialista para sembrar el escepticismo entre las masas.
La idealización de los países socialistas, habitual en la propaganda de la dirección oportunista del PC, crea una imagen utópica de los mismos que favorece la propaganda enemiga, al mostrar distorsionados, como propios del socialismo, fenómenos que son solo deformaciones en su construcción, o rémoras que subsisten del régimen capitalista, y minimizan las dificultades que encontrará nuestra clase obrera en el poder para realizar su obra histórica.
5. El combate de los trabajadores y los pueblos contra el imperialismo, por la paz y el socialismo, se ve facilitado por las contradicciones y dificultades que experimenta el sistema capitalista mundial, debilitado por la competencia con los países socialistas y por los pueblos en lucha (incluido el de EE.UU.). Los nuevos enfrentamientos interimperialistas como los de Francia y Estados Unidos, o Francia e Inglaterra y el Mercado Común Europeo, la "crisis del oro", etc., confirman que el proceso de crisis general del sistema capitalista continúa.
En la imposibilidad de solucionar sus propios problemas, en Gran Bretaña, Francia, España, Alemania Occidental, etc., empiezan a aplicarse planes de "austeridad", notándose síntomas de inquietud en los medios dirigentes de Estados Unidos. Las recientes luchas obreras, estudiantiles y populares en los países capitalistas (Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, España, Bélgica, Suiza, entre otros) anuncian un periodo de auge de las luchas de clases en el mundo capitalista. Ellas tienen su base fundamental en la contradicción fundamental del capitalismo entre la producción cada día más socializada y la propiedad privada, en los importantes cambios económicos y sociales que opera la acelerada concentración monopolista, en las crecientes dificultades en la economía norteamericana, inglesa y del Mercado Común Europeo y en la aguda lucha del capital financiero por los mercados.
Esas luchas son estimuladas por la guerra liberadora del pueblo vietnamita. Ante las perspectivas cada vez más claras de un triunfo militar del pueblo vietnamita ha comenzado a operarse un viraje en la situación política internacional.
Para que la actual ola de luchas antiimperialistas y anticapitalistas se transforme en ola revolucionaria, es preciso que el movimiento comunista internacional elabore y ejecute una estrategia antiimperialista justa, de ofensiva, de acuerdo con la apertura de este periodo de auge de luchas.
Esa estrategia revolucionaria, inspirada en el marxismo-leninismo, exige derrotar las desviaciones oportunistas, tanto de derecha como de izquierda, desviaciones generalmente impregnadas de nacionalismo, que hoy traban al movimiento comunista internacional. El ejemplo francés ha demostrado cómo una política reformista impidió al proletariado francés estructurar y ofrecer a sus aliados en la lucha antimonopolista una verdadera alternativa socialista de poder, que creara las mejores condiciones para golpear y derribar al gobierno monopolista de De Gaulle. Esa política reformista, encarnada desde hace muchos años en la dirección del Partido Comunista francés, impidió a éste comprender la situación revolucionaria creada por el movimiento huelguístico de más de 10 millones de obreros, acompañado por un importante movimiento estudiantil e intelectual, de grandes movilizaciones campesinas y del descontento en sectores de las fuerzas representativas. Esto lo llevó a tratar de contenerla dentro del marco economista y a olvidar los principios marxistas- leninistas sobre el Estado, y al no reconocer la dualidad de poderes que se había creado entre los órganos de gobierno controlados por los monopolios (como la Asamblea Nacional y el gabinete) y la huelga general y los comités de ocupación de fábricas y universidades por el otro, posibilitó que tan importante movimiento de masas, fuese decapitado por la guillotina del Parlamento y las elecciones regidas por las leyes de los monopolios.
6. Asistimos a un enfrentamiento global de los pueblos con el imperialismo en el plano mundial. Este enfrentamiento se desarrolla en un marco tecnológico que posibilita una guerra mundial termonuclear o guerras locales termonucleares, así como la guerra bacteriológica elevada al máximo de eficiencia. Estos peligros levantan la protesta y la resistencia populares que, objetivamente, han tenido un contenido antiimperialista, total o parcial.
El fortalecimiento del campo socialista, el cambio de la relación de fuerzas, han impedido al imperialismo yanqui definir por medio de la guerra mundial la situación internacional, como para liquidar al campo socialista y el movimiento de liberación nacional. Para alcanzar su objetivo estratégico permanente de dominación mundial, el imperialismo norteamericano fue elaborando dentro de una concepción global, una táctica político-militar que se precisó a fines de la década del cincuenta. Esta consiste en seguir el camino de las agresiones y las guerras locales, atacando al movimiento de liberación nacional y al campo socialista.
Mientras el signo anterior era el chantaje atómico y la política de Foster Dulles de "mundo al borde de la guerra", la política actual, conservando este signo, ha ubicado en el plano inmediato la concepción de las guerras locales y en escalada.
Con su actual táctica político-militar, el imperialismo norteamericano se propone modificar situaciones y lograr resultados tales que le permitan posteriormente, sobre la base de cambiar la relación de fuerzas a su favor,  lanzarse a la guerra termonuclear mundial.
La primera concepción con que se enfrentó el cambio de táctica político-militar del imperialismo, junto a la división del movimiento comunista internacional, aumentó las dificultades para enfrentarlo con éxito en varios lugares donde se descargó la creciente agresividad del imperialismo. La guerra de Vietnam, que es la expresión más brutal de esta táctica, la agresión en Medio Oriente, la intervención en la República Dominicana, los preparativos de la agresión contra Cuba, las provocaciones en Corea, el estímulo al resurgimiento nazi en Alemania Occidental, los golpes de Estado en Grecia, Asia, Africa y América Latina, son eslabones de esa táctica agresiva que en los últimos años le permitieron mantener una actitud de ofensiva.
Esto exige oponer una línea correcta y una táctica única del movimiento comunista internacional, de todas las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas. El incremento de las luchas revolucionarias de los pueblos contra el imperialismo, una firme política de los países socialistas de ayuda y de rechazo de las agresiones, son las condiciones para derrotar al imperialismo, asegurar nuevas victorias revolucionarias y de esta manera debilitar más las bases del sistema capitalista, modificar las relaciones de fuerzas en favor del proletariado internacional, y así disminuir también las posibilidades del imperialismo de desencadenar una guerra termonuclear.
Por eso la concepción del internacionalismo, de la solidaridad revolucionaria internacional en una situación como la actual debe distinguir claramente que su objetivo principal, no el único, es golpear más al imperialismo, crearle dificultades en cada país. Y en torno a la lucha revolucionaria antiimperialista de los pueblos desarrollar amplios movimientos democráticos y movilizaciones de masas para la solidaridad concreta: política, material y propagandística. Esta es la clase de internacionalismo que debe desplegarse con la lucha vietnamita, con cada pueblo en lucha, contra la agresión, por la autodeterminación de los pueblos, contra las bases y tropas imperialistas en territorio extranjero, contra las armas nucleares, por la paz.
Todo esto ayudará a aislar al imperialismo yanqui, lo que a su vez favorece al desarrollo del movimiento revolucionario.
Los países socialistas tienen una política tendiente a crear las condiciones para la coexistencia pacifica, cuyo objetivo es contribuir al éxito de la batalla por el socialismo en todo el mundo, sin guerra mundial.
Esta política nace con el Estado soviético y ha sido claramente fundada por Lenin: dista tanto de las acciones aventureras que ponen estérilmente en peligro las conquistas revolucionarias como del acomodamiento al "statu quo" que anula la revolución. Es necesario combatir la tendencia oportunista a subordinar la revolución a la coexistencia. La lucha por la revolución, tarea de la clase obrera internacional, es el objetivo, la razón de ser de los partidos comunistas, de los que están en el poder como de los que no lo han conquistado todavía. Esta lucha, que es de carácter mundial, necesita de la conjunción y de la inserción de los destacamentos nacionales de la clase obrera dentro del conjunto único.
El aporte principal de los países en los cuales ha triunfado el proletariado es la construcción económica de la sociedad socialista y comunista, el progreso social, científico y cultural, la defensa frente a las amenazas del imperialismo, el reforzamiento incesante del poderío militar, la solidaridad activa de todo tipo con la lucha revolucionaria de los pueblos.
La defensa de la paz mundial forma parte de la estrategia revolucionaria del proletariado y del movimiento antiimperialista; frena o disminuye la agresividad belicista, lo que debilita al imperialismo en su lucha contra los pueblos.
El desarrollo de la lucha revolucionaria de los pueblos constituye el primer y fundamental elemento de la lucha por la paz, contra la guerra.
La política de coexistencia pacífica entre los países con diferente régimen social, la estructuración de la táctica político-militar para enfrentar con eficacia la táctica actual del imperialismo, incluida la del chantaje nuclear y la lucha por la paz de amplias masas de diversos sectores sociales, son elementos integrantes de esa necesaria estrategia única revolucionaria que se oponga exitosamente a la del imperialismo.
7. Vietnam es un punto de viraje para la situación internacional. La heroica lucha del pueblo vietnamita, que resiste exitosamente a la criminal agresión yanqui, demuestra que en las actuales condiciones los pueblos pueden derrotar a cualquier agresor imperialista, si están unidos y decididos resueltamente a la lucha, si están conducidos por una  firme conducción revolucionaria, si se apoyan en una correcta línea político-militar, si cuentan con el apoyo y la activa solidaridad del campo socialista, de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas de todo el mundo, si utilizan las contradicciones interimperialistas y logran aislar al agresor.
El triunfo del pueblo vietnamita redundará en una importante modificación de la relación de fuerzas a favor del socialismo y la liberación nacional, creando así nuevas posibilidades para un mayor avance del proceso revolucionario mundial.
Justamente lo que aumentaría el peligro de guerra sería cualquier salida conciliadora con el imperialismo, ya que le otorgaría impunidad para agredir a todos los pueblos. La única base de negociación deben ser las condiciones propuestas por los voceros del pueblo vietnamita, el gobierno de la República Democrática de Vietnam del Norte y el FLN de Vietnam del Sur.
La derrota yanqui en Vietnam tiene como base la heroica lucha del pueblo vietnamita, pero necesita una actitud de ofensiva del conjunto del campo socialista y de la más enérgica y amplia solidaridad de masas de todos los países.
8. Dentro del cuadro histórico general de avance del socialismo y del movimiento revolucionario se han producido en los últimos años retrocesos parciales en Asia, Africa, América Latina y Europa, que es necesario analizar. Esos retrocesos se han debido a diversas razones de orden interno, entre otras, en los casos más importantes, a la confirmación de la incapacidad histórica de la burguesía para garantizar el proceso de liberación de los países coloniales y semicoloniales recientemente liberados; y han sido condicionados por el desarrollo en el movimiento comunista internacional de fuertes desviaciones oportunistas de derecha e izquierda y por la división del movimiento comunista internacional, la subsistencia y aparición de tendencias nacionalistas de gran y pequeña nación en países socialistas, y por una subestimación de la fuerza y táctica imperialista que trajo dos consecuencias opuestas: ilusiones en un desarrollo pacífico, sin tropiezos, por un lado, y aventurerismo, por el otro. Desde luego existen plenas posibilidades de superar estos retrocesos parciales. La lucha del pueblo vietnamita contra el agresor norteamericano es la mejor demostración.
El movimiento comunista internacional debe desempeñar el papel de estado mayor del proletariado internacional en esta compleja lucha de clases en escala mundial. Esto eleva su papel así como sus responsabilidades. Igualmente, la necesidad de fortalecer el torrente único revolucionario exige reforzar la solidaridad internacional entre los diversos pueblos en lucha contra el imperialismo. Una expresión de esta solidaridad ha sido la Conferencia Tricontinental de la que surgió la OOSPAL.
9. Un fenómeno particular de estos años es la magnitud y la profundidad de las luchas en Asia, Africa y América Latina. Algunas corrientes se han desubicado al no situar estos fenómenos en el marco de enfrentamientos en escala mundial entre el proletariado y sus aliados y la burguesía monopolista, enfrentamiento que preside todo el periodo histórico actual.
Esto no quiere decir que las tensiones sean parejas en todas las regiones del mundo. Por el contrario, hay puntos en que se concentran los conflictos en una escala particular. Es a estos puntos que se debe prestar particular atención en la estrategia del proletariado.
Las tendencias oportunistas de derecha, predominantes, han subestimado o abandonado el apoyo a la lucha en estos puntos principales de fricción.
Por otra parte, el olvido de la lucha entre el proletariado y la burguesía monopolista y los dos sistemas sociales que se enfrentan mundialmente, conduce a distorsionar el sentido de las luchas sociales y de liberación nacional que se libran actualmente en Asia, África y América Latina.
10. El PC (CNRR) es parte del movimiento comunista internacional y tiene el compromiso de luchar para que el mismo cuente en nuestro país con un combativo destacamento, capaz de dirigir a la clase obrera argentina para el cumplimiento de su función histórica.
11. El PC (CNRR) considera cuestión esencial en su lucha ideológica y en su línea política la práctica consecuente del internacionalismo proletario. Es parte inseparable de nuestra concepción internacionalista proletaria la amistad y la defensa de los países socialistas. La unidad con el proletariado triunfante en el sistema socialista mundial y su defensa es, a la vez, una necesidad estratégica de todo movimiento revolucionario mundial y del desarrollo de nuestra propia revolución. La lucha contra el imperialismo es una lucha mundial y tiene su principal sostén en los países socialistas. Por eso, quienes los atacan al tiempo que se proclaman antiimperialistas, debilitan en realidad la cohesión de las fuerzas que luchan contra el enemigo común y debilitan nuestra propia lucha antiimperialista. Desde 1917 el triunfo de la Revolución Rusa y la consolidación posterior del primer Estado socialista en el mundo, su aporte al avance del proletariado internacional, la histórica derrota infligida al nazifascismo y el apoyo a los movimientos de liberación nacional, convirtieron a la URSS en pionera del campo socialista y en potencia avanzada del proletariado triunfante.
Luego, el sistema socialista mundial en su conjunto, se convirtió en el centro del proceso revolucionario mundial.
12. El movimiento comunista internacional atraviesa en los últimos años una difícil situación producida por el desarrollo de desviaciones ajenas al marxismo-leninismo, que lo han llevado a una profunda división.
Estas están abonadas por las condiciones históricas diferentes en que se ha desarrollado el movimiento revolucionario en los diversos países, en las distintas relaciones de clase, en las peculiaridades del desarrollo de cada partido comunista y otros factores. La experiencia de nuestro Partido y del movimiento comunista internacional de los últimos años, particularmente los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia, reafirman la validez de las tesis leninistas, reiteradas en la Declaración de los 81 Partidos de 1960, que ubican al oportunismo de derecha y al reformismo como desviaciones principales que deben combatirse para desarrollar las posiciones marxistas-leninistas. Esa desviación oportunista se expresa coherentemente en la dirección de la "Liga de los Comunistas de Yugoeslavia" y se insinúa y perfila en otros partidos comunistas.
El oportunismo de derecha y el reformismo tienen en el movimiento comunista actual, características diferentes al revisionismo tradicional, combatido por el Partido Bolchevique a principios de siglo, porque está condicionado por la existencia de relaciones de producción socialistas que imperan en países en los que habitan más de mil millones de personas y por la realidad de la crisis general del capitalismo.
Esto no reduce sus efectos perniciosos, pero debe ser tenido en cuenta porque diferencia radicalmente nuestro enfoque de la estrategia para batir al oportunismo de las posiciones polémicas que sostiene la dirección del Partido Comunista chino, que objetivamente hacen el juego al enemigo de la clase.
Condicionadas por esa desviación principal y estimuladas por condiciones específicas, históricas y de clase, se han desarrollado tendencias y prácticas ajenas al marxismo-leninismo; dogmáticas, divisionistas, nacionalistas y oportunistas de izquierda, que tienen su expresión más acabada en la línea actual de la dirección del Partido Comunista chino.
La lucha de nuestro Partido tiene, como uno de sus objetivos fundamentales, el contribuir a la elaboración de una línea política justa del movimiento comunista internacional, que aporte una estrategia común de los comunistas para la clase obrera en el combate por derrotar al imperialismo e instaurar el socialismo en escala mundial.
Esta tarea exige derrotar al oportunismo de derecha, principal desviación actual del movimiento internacional y, paralelamente, derrotar a las desviaciones nacionalistas, dogmáticas, aventureristas y oportunistas de izquierda y polemizar para superarlas con las concepciones que desenmarcan la lucha armada y la violencia, de la lucha de clases.
Los comunistas argentinos lucharemos por la unidad del movimiento comunista internacional, sobre la base de derrotar esas desviaciones. Enmarcada en esta perspectiva sumaremos nuestros esfuerzos a la necesaria unidad de acción de los comunistas frente al imperialismo.
La lucha por una línea política justa y por la cohesión ideológica y la unidad del movimiento comunista internacional, sobre la base del marxismo-leninismo, exige restablecer los métodos marxista-leninistas de discusión y de polémica, desterrando las tendencias -nacionalistas y chovinistas- que aíslan a determinados destacamentos comunistas en sus responsabilidades ante el proletariado mundial, o que interfieren en asuntos cuya exclusiva responsabilidad recae en el destacamento nacional. Esas diferencias se han trasladado a los movimientos de masas internacionales y a las relaciones entre los propios países socialistas, creando gravísimos precedentes y violaciones del principio del internacionalismo proletario.
13. En el mundo actual se levantan contra el imperialismo gigantescas fuerzas de signo antiimperialista, antimonopolista, democrático. Nuestro Partido tendrá entre ellas una actitud unitaria y fraternal, para fortalecer el frente de las fuerzas que luchan mundialmente contra el imperialismo y por la paz, lo que no implicará ocultar o desdibujar las diferencias políticas o ideológicas que tengamos con las mismas, ni debilitar la polémica ideológica y política desde las posiciones marxistas-leninistas.

II. América Latina
1. Encuadrada en este panorama mundial la situación latinoamericana desempeña un papel particular.
Diversos rasgos conforman la existencia de una situación revolucionaria global en el conjunto del continente: 
• Una aguda crisis de las estructuras latinoamericanas determinada por la supervivencia del latifundio y del crecimiento agresivo de la concentración monopolista, que frustran el desarrollo económico nacional independiente y condenan al padecimiento a las masas urbanas y rurales.
• El proceso de pauperización de las masas.
• En esta situación económica y política se produjeron las revoluciones truncadas en Bolivia, Guatemala; se profundizaron las luchas obreras insurreccionales y guerrilleras en Guatemala, Colombia, Venezuela, Bolivia y otros países del continente. Crecieron, en fin, los combates de la clase obrera, de los campesinos y de los estudiantes que, en diversas formas, convergen hacia el objetivo común de la liberación social y nacional.
• El triunfo de la Revolución Cubana y su posterior marcha al socialismo significó un real cambio cualitativo en el conjunto de la situación latinoamericana y demostró que el socialismo como sistema y que el marxismo-leninismo como teoría de la revolución, aplicado creadoramente a las condiciones de nuestro tiempo tienen absoluta validez en América Latina, refutando a quienes afirman una presunta excepcionalidad para el continente, al mismo tiempo que plantea, para todos los partidos marxista-leninistas y demás fuerzas revolucionarias, la cuestión del poder como un problema concreto a resolver en esta etapa.
• Estos son los elementos esenciales que configuran la situación revolucionaria global en Latinoamérica. Esto no significa que las condiciones revolucionarias maduren simultáneamente en todos los países, y se diferencia también de la situación revolucionaria directa, que exige de los comunistas encabezar el asalto inmediato al poder.
 
En cambio, la situación revolucionaria global exige elaborar una estrategia de lucha que tenga en cuenta la etapa presente en escala continental.
2. Los partidos comunistas y demás fuerzas revolucionarias de América Latina se hallan ante la necesidad histórica y concreta de coordinar sus luchas en escala continental para asegurar la victoria de sus objetivos liberadores comunes.
El imperialismo yanqui y sus aliados, las oligarquías nativas y los grandes capitalistas locales, conscientes de la tensión revolucionaria que se desarrolla en América Latina, han puesto en marcha una estrategia nacional y continental que abarca lo fundamental de la vida política, económica y militar. Instrumentan la OEA y otros organismos (ALALC, FMI, Alianza para el Progreso, etc.) como trampolines para los planes expansionistas; introducen la corrupción y la penetración ideológica en el sindicalismo y en la educación a través de subsidios, convenios financieros, y, lo que va siendo un rasgo dominante -que se acentúa luego del triunfo de la Revolución Cubana- actualizan y refuerzan una doctrina francamente intervencionista, crean para su ejecución múltiples organismos agresivos y represores, como las escuelas antiguerrilleras (rangers, comandos aerotransportables, bases militares, coordinación de los servicios de inteligencia bajo la dirección de la CIA); intentan crear una fuerza militar permanente, a la vez que promueven pactos bi y multilaterales aprestados para aplastar cualquier movimiento popular que surja en algún país latinoamericano. Así lo hicieron en Santo Domingo, Guatemala y actualmente Bolivia. Reemplazan las fronteras nacionales por las fronteras ideológicas, utilizan soldados latinoamericanos para reprimir a los pueblos hermanos y proclaman abiertamente su decisión de no tolerar otra Cuba, es decir, ninguna otra revolución popular en el continente.
3. A esta estrategia del imperialismo y sus aliados es urgente oponer una estrategia nacional y continental de las fuerzas revolucionarias que, partiendo de las necesidades continentales, contemple al mismo tiempo las particularidades nacionales, combine las diferentes formas de lucha y combatiendo simultáneamente al reformismo y al aventurerismo, eleve la solidaridad revolucionaria a la altura que exige la actual etapa y favorezca el enfrentamiento resuelto, mancomunado y eficaz, a la política de las clases dominantes contra los procesos revolucionarios de cada país.
4. Un reflejo de la crisis que envuelve a América Latina es su inestabilidad política. Dictaduras gorilas, surgidas de golpes militares cada vez más frecuentes, alternan con regímenes burgueses cuyos objetivos apuntan a frustrar la revolución con promesas de cambio que no pueden realizarse en la actual etapa por otro camino que no sea el revolucionario.
Por otra parte, estos regímenes, cuando son desbordados por las masas, vacilan o reprimen violentamente a la clase obrera y otras capas oprimidas que luchan resueltamente por cambios reales, terminando por ser derrocadas por los monopolios y las oligarquías, con la complicidad de la burguesía que los sostuvo inicialmente, como sucedió en el Brasil.
El reformismo burgués en América Latina está orientado principalmente por la gran burguesía que se caracteriza por su vinculación con los intereses terratenientes. De allí que la reforma agraria que agita el reformismo se agote en la venta de tierras fiscales o en una tecnificación con modernización relativa del agro.
Se caracteriza además por sus vinculaciones multifacéticas con el imperialismo, que impiden un desarrollo independiente, pleno de las fuerzas productivas frenadas por el latifundio y los monopolios. Claman por inversiones y empréstitos, adecuan la política financiera a los planes del FMI y regatean por la aplicación de la Alianza para el Progreso.
Las posturas "nacionales" del reformismo burgués no sobrepasan los límites de regateos por los términos del intercambio y alguna tibia crítica ante algún desborde intervencionista del imperialismo, por temor a perder a las masas que lo apoyan. Si bien es cierto que a la clase obrera y a su Partido Comunista, no le es indiferente la forma que adopta la dictadura de las clases dominantes, y que debe tratar de aprovecharla en beneficio de su estrategia revolucionaria, es necesario recalcar, porque así lo atestigua la experiencia, que el reformismo burgués no solo deja intacto el aparato burocrático, militar y represivo, sino que en muchos casos lo refuerza.
5. En el movimiento revolucionario latinoamericano han empalmado de manera original el proletariado y las fuerzas campesinas pequeño-burguesas e intelectuales. Es necesaria la unidad de todas las corrientes revolucionarias de América Latina, pugnando por hacer hegemónica la corriente proletaria marxista-leninista. En el plano local, con las modalidades que la alianza de clases exige a cada país; en el plano continental, para responder al intervencionismo y a las agresiones imperialistas y gorilas. A nivel latinoamericano, la solidaridad y la coordinación entre los movimientos populares, antioligárquicos y antiimperialistas debe ser activa y militante. Por lo tanto entendemos que la OLAS tiene que cumplir plenamente con esta misión, y a ello contribuimos ayudando a su constitución en nuestro país. Es cierto que en su seno se debaten posiciones diferentes, que en lo esencial, reflejan las situaciones nacionales y las estrategias de las diferentes clases y capas que están representadas en ella; pero los comunistas debemos participar activamente para cumplir con nuestro deber revolucionario y para luchar en defensa de nuestra concepción estratégica del papel de las vanguardias proletarias y del campo socialista, y combatir tanto los intentos de transformarla en un centro para imponer una forma de lucha, igual y simultánea a todos los países, como el boicot que desconoce la necesidad de esa coordinación.
La solidaridad mutua y la coordinación continental del movimiento revolucionario latinoamericano exigen de éste la defensa de Cuba socialista y la unidad con ella, lo que constituye una necesidad estratégica del movimiento revolucionario de América Latina y de la lucha por la revolución en cada país.
6. Se hace urgente efectuar un balance de éxitos y derrotas, también en el plano latinoamericano. Junto a la victoria de la Revolución Cubana, las grandes luchas como las de la República Dominicana, Uruguay, Chile, etc.; se han producido también importantes derrotas, como las sufridas por los movimientos populares con los golpes de Estado en Brasil y Argentina, o en algunos éxitos de la reacción en la lucha antiguerrillera.
Entre las causas principales de este proceso encontramos la desviación oportunista de una parte, y de las ideas equivocadas sobre el foco guerrillero aislado de la lucha de clases en cada país de otra. Es a partir del combate contra la concepción oportunista como puede desarrollarse la polémica superadora de las tesis foquistas que permita extraer conclusiones que den una perspectiva revolucionaria y no aliento al reformismo.
Creemos que estos retrocesos no alteran la situación revolucionaria global del continente, pero muestran la necesidad de elaborar más a fondo una línea común que profundice el combate contra el imperialismo norteamericano y sus aliados locales, teniendo en cuenta los medios y las tácticas que éstos poseen.
7. La dictadura de Onganía responde a la estrategia continental del imperialismo norteamericano: frente interno y fronteras ideológicas. El internacionalismo proletario en la Argentina y el auténtico patriotismo exigen impedir que nuestro país sea base de agresión contra los pueblos.
Esto implica convertir a nuestra patria en un campo de batalla activa contra el imperialismo que ponga en peligro su dominación, teniendo como perspectiva la conquista del poder.

III. La revolución en la Argentina
1. La Argentina es un país de desarrollo capitalista deformado por la dependencia del imperialismo y por las rémoras precapitalistas que subsisten en el campo. Junto a los monopolios extranjeros y el latifundio, se desarrolló una clase de grandes capitalistas argentinos, que se entrelazó con aquéllos y con éste, formando los tres (monopolios, latifundio y gran capital ligado) los pilares de nuestra deformación estructural y la traba principal para el desarrollo de las fuerzas productivas del país.
Los terratenientes y los grandes capitalistas argentinos, con el correr de los años, han ido ligando estrechamente sus intereses con los de los grandes monopolios extranjeros que actúan en el país. Los terratenientes se han convertido en grandes capitalistas, accionistas y personeros de empresas monopolistas, y los grandes capitalistas argentinos, a su vez, han acaparado tierras transformándose en grandes terratenientes. Se ha constituido así una oligarquía burguesa-terrateniente.
Este proceso ha tenido lugar junto a una creciente concentración monopolista de la industria argentina por los grandes capitales extranjeros especialmente norteamericanos, y la gran burguesía argentina. Paralelamente, se produce una subalternización de una parte de la burguesía nacional no ligada y la liquidación de otra parte; como resultado de este proceso, el peso de la burguesía nacional no ligada en la economía nacional es cada día menor.
Además, los cambios en el campo, marchan por el camino prusiano, es decir, por un camino que "moderniza" en distintos grados los latifundios, conservando el régimen de propiedad de la tierra. Se observa, por otra parte, un crecimiento numérico de los minifundios, al lado de una reconquista de terrenos por los latifundios.         
La industria nacional no ligada, tropieza con el cerco mortal imperialista terrateniente, que traba el crecimiento económico y apuntala la deformación y dependencia del país. El sector más importante de la burguesía nacional procura sobrevivir, acomodándose a la situación, resolviendo sus choques con el imperialismo sin enfrentarlo decididamente.
2. El proletariado, en su lucha por construir el socialismo en la Argentina, debe abordar una primera fase de la revolución, que resuelva las tareas democráticas, agrarias, antiimperialistas y antimonopolistas por una vía no capitalista, estableciendo un Estado basado en la alianza obrero-campesina-popular bajo la hegemonía del proletariado.
Será, en esta primera fase, una revolución democrática, agraria y antiimperialista, con tareas anticapitalistas desde el comienzo, que irá estableciendo, en un proceso ininterrumpido, las bases para un desarrollo socialista en recíproca relación con la transformación o conversión del Estado en dictadura del proletariado. Los comunistas opinamos, en pugna con otras fuerzas revolucionarias, que el proletariado debe luchar por este tipo de revolución, para garantizar que ésta agote a fondo sus tareas y se convierta en Revolución Socialista.                                                                    La revolución será, en esta primera fase, democrática por la participación activa de las masas populares en la dirección de los asuntos del Estado y por el contenido de las transformaciones estructurales que producirá. Será agraria, porque destruirá el poder del latifundio, procediendo a la reforma agraria (no serán subdivididas las explotaciones pequeñas y medianas y aquellas que puedan servir de base de desarrollo a un sector socialista).                
Será necesario un proceso de labor político-ideológica acompañado de medidas económicas para ganar a la mayoría de los campesinos para formas colectivas de trabajo agrario. Será antiimperialista porque quebrará todos los lazos de dependencia (económicos, políticos, militares e ideológicos) con respecto al imperialismo. Tendrá desde el comienzo tareas anticapitalistas e irá sentando las bases para un desarrollo socialista en la medida en que se fortalezca la hegemonía del proletariado en el Estado, en que se cumplan las tareas mencionadas, se expropie a los sectores que detentan las palancas fundamentales de la economía nacional y se establezca el control de los trabajadores sobre la producción.                                                                                       Sintetizando este análisis en una formulación diremos: Revolución de Liberación Social y Nacional.                        
Durante largos años dirigentes de nuestro Partido han persistido en la errónea apreciación de minimizar el desarrollo del crecimiento capitalista en nuestro país. Esto los ha llevado a no percibir la peculiaridad del desarrollo de la lucha antioligárquica y antiimperialista en la Argentina que -a diferencia de Asia y aun más de Africa- implica una aguda lucha de clases entre la burguesía y el proletariado en el marco de la contradicción fundamental entre terratenientes -gran capital- imperialismo y la clase obrera, los campesinos pobres y medios y las capas medias urbanas.
Por su parte, los sectores ultraizquierdistas que solo ven el desarrollo capitalista, dejando de lado su carácter deformado por la dependencia del imperialismo y las rémoras precapitalistas en el campo, ubican incorrectamente la contradicción principal en nuestro país, extrayendo así la falsa conclusión de que en la Argentina estamos ya en la etapa de la revolución socialista.                                                                                                                                                            Por el análisis equívoco de aspectos importantes de la estructura económico-social, del papel del proletariado y de la situación mundial, durante muchos años nuestro Partido formuló que el carácter de la Revolución en nuestro país era democrático-burgués, en el sentido de que abriría más posibilidades para el desarrollo del capitalismo. Así se postula en el proyecto de Tesis del XII Congreso, aparecido a mediados de 1959. Posteriormente, en el Programa del Partido, aprobado por el XII Congreso (marzo de 1963) aparece corregida esa concepción, incluso la denominación, sin que se explique el por qué de este cambio. 
3. Existe un conjunto de capas y clases sociales objetivamente interesadas en esta revolución -la única posible en la Argentina actual- que son el proletariado, el semi-proletariado urbano y rural, el campesinado pobre y medio, las capas medias y urbanas y la inmensa mayoría de la intelectualidad y el estudiantado.                                                                        La alianza de estas capas y clases es condición necesaria para el triunfo de la revolución en la presente etapa y su eje debe ser la alianza obrero-campesina.
Es requisito esencial para su desarrollo que la clase obrera se coloque a la cabeza del conjunto y juegue su papel dirigente conquistando la hegemonía en el proceso revolucionario.
En cuanto a la burguesía no vinculada a los monopolios, y a la terrateniente, por su debilidad económica y su temor al proletariado, no está interesada en la Revolución sino en forcejear con los monopolios imperialistas y la oligarquía burguesa-terrateniente para mejorar su situación dentro del régimen. Es necesario neutralizarla para arrancar a las masas de su influencia; además, hay que tener en cuenta que las posibilidades de lucha democrática y antiimperialista de esta clase, si bien no se han agotado, se revelarán mediante la lucha de la clase obrera y sus aliados inmediatos por la revolución de liberación social y nacional.
4. Esta lucha por la revolución de liberación social y nacional, cubre la presente etapa histórica y es la única salida a la crisis de fondo del país. El problema fundamental de la Revolución es el Poder. Por lo tanto, la esencia de la lucha por el triunfo de la revolución es arrancar el poder del Estado a las clases dominantes, desmontar el aparato burocrático, represivo y militarista creado por ellas e instaurar un nuevo tipo de Estado, de dictadura democrática de las clases y capas revolucionarias con la hegemonía del proletariado, sostenido por el pueblo organizado y en armas.                        
El órgano político de este Estado será un gobierno popular revolucionario, democrático, antioligárquico, antiimperialista y antimonopolista, con hegemonía de la clase obrera, que ejecute el programa de esta Revolución.
Cuando las clases dominantes recurren a métodos corporativos de tipo fascista, dictaduras gorilas, no hacen sino demostrar su propia debilidad histórica. Darse como perspectiva gobiernos no revolucionarios es reformismo y consolida a las clases dominantes, reforzando su juego de recambio (alternación de partidos, grupos, formas que responden en sustancia a un mismo contenido social).
Ha sido un grave error oportunista de nuestro Partido la teoría del "doble poder" -formal y real- que ignora la naturaleza del Estado y ubica al proletariado detrás de una falsa opción.
Por eso en la coyuntura política actual, la lucha de la clase obrera y el pueblo por derrocar a la dictadura de Onganía no puede desvincularse de la lucha por un nuevo tipo de poder. En la lucha por imponerlo pueden aparecer situaciones intermedias -debilitamiento del poder actual, dualidad de poderes, etc.- que deben ser aprovechadas por la clase obrera y el pueblo.

IV. La vía de la revolución
1. En su lucha por la revolución y por el nuevo tipo de poder, la clase obrera y el pueblo enfrentan a clases dominantes que -nacional e internacionalmente- aprestan todos los recursos para aplastar los movimientos populares. 
Elaboran la doctrina del "frente interno" y reajustan en consecuencia las fuerzas armadas argentinas, adaptándolas a la táctica continental de la reacción. Complementan estas medidas con dispositivos jurídicos (como la Ley Anticomunista) para la represión legal y acrecientan la militarización del aparato estatal.  
En Vietnam, Santo Domingo o Bolivia, el imperialismo yanqui ratifica con hechos las declaraciones sobre su decisión de intervenir militarmente donde lo considere necesario.

2. La experiencia argentina muestra que también en nuestro país, la clase obrera y el pueblo pueden enfrentar a la reacción. Así sucedió cuando miles de obreros ocuparon y defendieron empresas fabriles durante planes de lucha proletarios. Los habitantes de algunas villas de emergencia mostraron cómo se puede oponer la violencia del pueblo organizado a la violencia oficial promotora de incendios, allanamientos y desalojos. Hay numerosos antecedentes de desalojos rurales que fueron resistidos con éxito por los campesinos. Millares de estudiantes han enfrentado eficazmente en las calles, en barrios estudiantiles y en facultades el ataque de las fuerzas represivas, desarrollando valiosas experiencias.
Esto demuestra que la organización de la resistencia de masas es una necesidad y por lo tanto un punto clave para elevar la conciencia y disposición de lucha, así como para forjar la unidad combativa de las masas. Por eso también las manifestaciones callejeras, con autodefensa organizada, las acciones combativas de tipo comando de los obreros durante las huelgas, ya realizadas en número apreciable, ayudan a comprender que frente a la violencia reaccionaria es preciso imponer formas de violencia popular como parte del camino de lucha.

3. La clase obrera aspira a realizar la revolución con el menor sacrificio y destrucción posibles. Son las clases explotadoras las que apelan a la violencia armada para impedir el acceso de las fuerzas populares al poder.
La experiencia histórica demuestra que las clases dominantes nunca dejan por las buenas lo que pueden defender por las malas. Por otro lado, la esencia del tránsito revolucionario, que presupone la destrucción del aparato estatal de las clases dominantes y su reemplazo por un poder de nuevo tipo, es siempre violencia.
Como enseña Lenin, es preciso prever, de acuerdo con las experiencias realizadas, con la realidad que nos enfrentamos, cuál será estratégicamente la vía de la revolución en la Argentina.
Ha sido una tergiversación del marxismo la concepción sobre la igual posibilidad de dos vías, que sostiene el Comité Central oportunista. En las condiciones argentinas todo conduce a pensar que, ante un gran crecimiento del movimiento obrero y popular, las clases dominantes emplearán contra él todos los resortes de la violencia reaccionaria. Por lo tanto, luchar por la revolución presupone prever que, cuando haya una situación revolucionaria directa, la vía argentina para su triunfo será la insurrección armada.
Para recorrer esta vía fundamental, la clase obrera debe dominar todas las formas de lucha y saber combinarlas o pasar de una a otra según lo exijan las circunstancias.
La clase obrera y su partido, preparados para la insurrección, podrán aprovechar cualquier situación excepcional de posibilidades de desarrollo pacífico que surja.
La estrategia de la insurrección armada deriva del papel fundamental en la dirección del proceso revolucionario que atribuimos a la clase obrera argentina dado:
• El carácter de la revolución en nuestro país.
• Su peso numérico en el conjunto de la población económica activa.
• Su elevado grado de concentración, sus tradiciones de lucha y organización.
• La debilidad numérica y las características sociales del campesinado en la principal región rural del país.

Elegimos como estrategia de la lucha armada en nuestro país la insurrección, porque es la que permite mejor al proletariado hegemonizar la Revolución y llevarla al Socialismo. Dado el carácter de la Revolución se trata de una insurrección armada de todo el pueblo hegemonizada por el proletariado. Es necesario, pues, encontrar las formas de incorporación de cada clase o capa en el proceso insurreccional, particularmente del proletariado rural y del campesinado cuya participación es imprescindible para asegurar un poder popular revolucionario a nivel nacional.
Toda nuestra táctica y nuestro accionar político, se insertan en el objetivo estratégico político y militar de debilitar y luego destruir el aparato estatal de las clases dominantes, creando el instrumento político-militar (el Partido) capaz de profundizar y aprovechar una crisis profunda en el aparato burocrático represivo de las clases dominantes en favor de los intereses del proletariado y la revolución.
La comprensión dialéctica de este problema permitirá superar la división mecanicista de lo político y lo militar y, creadoramente, no desechar de antemano ninguna forma de lucha.
             
4. La revolución en nuestro país es parte de la revolución continental y mundial. Esto impone insertar nuestra estrategia insurreccional en el cuadro de la situación revolucionaria global de América Latina, comprendiendo que una crisis revolucionaria en otro país puede provocar una profunda crisis política en el nuestro y que el triunfo de la insurrección armada en la Argentina exigirá imperiosamente tener una política activa que contribuya a la extensión del proceso revolucionario a los países vecinos.
La necesidad del desgaste del aparato de las clases dominantes y nuestra concepción internacionalista -que nos exige luchar por impedir ser base de agresión y transformar el país en campo de lucha contra el imperialismo yanqui- exigen, en esta etapa, coordinar las fuerzas revolucionarias latinoamericanas, en especial las proletarias marxista-leninistas, para desarrollar diversas formas de lucha armada de carácter continental.

5. Por todo lo anterior y como parte de nuestra labor para debilitar y destruir el aparato estatal reaccionario, es necesario impulsar la confraternización entre la parte de la clase obrera y el pueblo que está bajo banderas y la que no lo está, y realizar una política con la mayoría de los suboficiales y oficiales patriotas para que favorezcan este proceso. Debe bregarse por reforzar la conciencia y la organización revolucionarias, tanto entre los soldados como entre los suboficiales y oficiales democráticos, antioligárquicos y antiimperialistas. Todo esto es doblemente válido ante crisis profundas en el aparato gobernante como en el caso de los golpes de Estado.

6. En una situación política favorable por el ascenso de las luchas o crisis del aparato estatal, y en una zona donde la lucha de clases y las condiciones geográficas le permitan subsistir apoyándose en el pueblo, la guerrilla rural puede ser un medio efectivo de desgaste y fractura del aparato estatal. En tal caso, ayuda a la incorporación a la lucha armada del campesinado y del proletariado rural y contribuye a catalizar la conciencia revolucionaria de las masas.
En tanto no la consideramos la forma fundamental de lucha armada para nuestro país, su desarrollo exitoso exige se la enmarque y converja en la estrategia insurreccional.

7. Dado que la insurrección es la vía estratégica, de ahí se desprenden algunas consecuencias políticas y militares. Para que la clase obrera desempeñe su papel hegemónico y para soldar su alianza con las otras clases interesadas en la revolución, se debe impulsar a fondo la lucha por el derrocamiento de la dictadura, preparando a la clase y a las masas en lo ideológico, en lo político y en lo concreto para que sus luchas puedan librarse con éxito al enfrentar al aparato represivo en el terreno en que deben librarse. Junto a la resistencia de masas y a las acciones de tipo comando corresponde promover la instrucción, el armamento y la organización revolucionarias.

8. La preparación de la vía insurreccional, presupone una intensa labor de propaganda de masas y de lucha ideológica, en especial contra el oportunismo, que tiene distintas manifestaciones tales como:
a. Concepción de acceso pacífico al poder.
b. Aceptación de cierto grado de violencia, dentro de la idea de la presión de masas para participar del poder, sin destruir el aparato estatal burgués.
c. Tendencias espontaneístas que postergan las tareas militares para otra etapa.
d. Tendencias liberales que impiden una seria labor clandestina.

Difundiendo en profundidad nuestra estrategia, corresponde también luchar ideológicamente contra:
a. El foquismo, que desenmarca la lucha armada de la lucha de clases, pretendiendo suplantar al Partido por el foco guerrillero. En las condiciones de nuestro país, esto supone subordinar al proletariado a capas no proletarias.
b. Las ideas que atribuyen el rol principal al campesinado y formulan entonces como estrategia fundamental la guerra prolongada en el campo (formación del ejército revolucionario basado en el campesinado paralelamente a la destrucción progresiva del ejército enemigo, instaurando el poder revolucionario en las zonas liberadas y a partir de allí, liberar las ciudades). Esta estrategia es justa para otros países donde lo fundamental es el campesinado.
c. El terrorismo como estrategia, que no permite la incorporación de las masas a la lucha armada ni resuelve la destrucción del aparato estatal burgués.
Estas concepciones equivocadas solo se pueden superar a partir de combatir y derrotar al oportunismo.

V. El partido
1. A los 50 años de existencia, el PC enfrentó la crisis más grave y profunda de su historia. Desde hacía largo tiempo no jugaba el papel que le asigna una tesis cardinal del leninismo: dirigir a la clase obrera para que juegue su papel de vanguardia en la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad.
Esa vacancia de dirección revolucionaria de las masas se hizo más evidente y aguda ante las necesidades de lucha que impone la instalación en la Argentina de una dictadura abierta del gran capital, de la oligarquía terrateniente y los monopolios imperialistas.
Para el triunfo de la revolución es condición imprescindible que exista una justa relación entre el partido de vanguardia y el proletariado por un lado, y el conjunto de las masas trabajadoras y explotadas por el otro. Solo un partido que sea realmente la vanguardia del proletariado, que comprenda en su seno a los miembros revolucionarios de la clase, que se componga de militantes plenamente conscientes y fieles, instruidos y templados en la lucha revolucionaria; un partido que haya sabido vincularse indisolublemente a toda la vida de su clase y a través de ella a las masas populares, inculcándoles plena confianza, será el partido capaz de dirigir y hacer triunfar al proletariado en la lucha por la instauración del socialismo.
Miles de militantes que cumplían diariamente una necesaria y revolucionaria labor, se planteaban interrogantes fundamentales, surgidos de la contradicción permanente entre los planteos de la dirección partidaria y la realidad.
Al constituirse el Partido Comunista (Comité Nacional de Recuperación Revolucionaria) con una actitud proletaria, leninista, sin desconocer ni subestimar la labor del enemigo y las responsabilidades de las demás fuerzas políticas, coloca en el centro de las preocupaciones, crítica y autocríticamente, la actividad y el papel del partido como el factor fundamental, capaz de modificar la situación. Se avanza así en el análisis que proporcione la respuesta política adecuada a los justos interrogantes de los militantes.
El análisis lleva a la conclusión de que asistimos a una clara y profunda desviación oportunista, que ubica permanentemente al Partido tras distintos sectores burgueses, ya liberales, ya nacionalistas, en la concepción de que la burguesía será capaz de abrir una "brecha" por la que se cuele el proceso revolucionario en el país, enajenando la independencia de la clase obrera y postergando en los hechos la lucha por la hegemonía y por la creación de una opción clasista independiente.
Esta desviación oportunista tiene consecuencias sectarias. Una de las más importantes es la que se refiere a la vinculación del partido con la clase: al olvidar el papel que debe desempeñar la clase, la función hegemónica de la clase solo se desempeña a través del Partido.
Se produce así un proceso de alejamiento y aislamiento entre la clase y el Partido, que queda a merced de las fuerzas políticas burguesas y terratenientes. Estas fuerzas políticas utilizan y aíslan al Partido de acuerdo con sus intereses, y éste, a su vez, se aísla de las fuerzas de izquierda por su política oportunista.
Esa desviación oportunista se vio consolidada por el dogmatismo teórico y los métodos de la época llamada del "culto a la personalidad", por la violación permanente de los Estatutos por parte del grupo que, actuando por encima de esos Estatutos, se desempeña desde hace muchos años como Comité Central del Partido Comunista.
Este CC y el aparato que lo secunda no vacilaron en dividir al Partido cuando la FJC y organismos y militantes del Partido, intentaron abordar, dentro de los marcos de la organización partidaria y de la preparación del XIII Congreso -que había abierto la VII Conferencia- la discusión política capaz de superar el estancamiento y el proceso del Partido.

2. La profundidad de la desviación expresada en esa línea y en esos métodos han cambiado cualitativamente el contenido de clase de las concepciones de esa dirección y del aparato que creó; el hecho de que éstas hayan dejado de ser proletarias ha impedido que la crisis pueda superarse a través de un cambio del conjunto como ha ocurrido en otros partidos comunistas y ha determinado que la desviación oportunista en nuestro país solo puede derrotarse a través de la reconstrucción de la vanguardia, es decir, mediante la construcción y desarrollo de nuestro Partido, el PC (CNRR).
Luchamos por la unidad de todos los verdaderos comunistas argentinos, conscientes de que esta unidad solo será posible si los numerosos cuadros y militantes clasistas que aún permanecen en el Partido dirigido por el CC oportunista y los millares de comunistas que, aunque alejados de la militancia como consecuencia de la desviación y los métodos antileninistas, se sienten aún ligados sentimentalmente a ese Partido, rompen con la dirección oportunista y se integran en el proceso de construcción del PC (CNRR).
La profundización de la desviación es consecuencia de largos años de penetración de ideas reformistas y revisionistas en el Partido: de las concepciones "browderistas" que no fueron discutidas a fondo en la organización, de las concepciones nacionalistas burguesas de Real -que llevaban a sus últimas consecuencias las ideas "browderistas" de Victorio Codovilla- que cundieron en la mayor parte del CC; del desarrollo oportunista de las Tesis del XX Congreso del PCUS; de la falta de discusión y asimilación del análisis crítico y autocrítico sobre los métodos antileninistas y de la falta de análisis de las experiencias revolucionarias del proletariado internacional, especialmente de la Revolución Cubana.
Este proceso de alejamiento de los fundamentos marxista-leninistas se lleva a cabo simultáneamente a:
• La agudización de la práctica de la conciliación sin principios dentro del grupo dirigente del Partido.
• El desarrollo de una lucha sorda -oculta al conjunto de la organización- entre núcleos de dirección.
• La eliminación de la discusión política e ideológica en el conjunto de la organización y la violación sistemática de los principios fundamentales del centralismo democrático.

Todo este proceso de alejamiento del leninismo está signado por la formación y desarrollo de un aparato central partidario, burocratizado y desproporcionado, que en lugar de servir de instrumento al Partido, transforma a éste en instrumento del aparato.
En el transcurso de largos años, por medio de maniobras, intrigas y calumnias, sustituyendo el argumento y la clarificación ideológica por el "ordeno y mando", se fue desplazando de las tareas de dirección efectiva (y a muchos de las mismas filas del Partido) a la inmensa mayoría de los cuadros proletarios y se fue constituyendo un aparato partidario basado en el acatamiento y la docilidad que extirpaba poco a poco todo trazo de espíritu crítico.
Como resultado de estas graves desviaciones y deformaciones el Partido fue perdiendo las características esenciales de partido de nuevo tipo, de partido marxista-leninista del proletariado.
Las concepciones y los métodos de la dirección oportunista se volvieron inconciliables con el carácter de clase del Partido Comunista.
Eso determina que este grupo dirigente, aun pretendiendo actuar como revolucionario, sea incapaz de pensar y obrar como tal y facilite la subordinación del proletariado al reformismo burgués.
La unidad real del Partido, unidad leninista de acción con libertad de discusión y de crítica, solo podrá darse a través de la plena vigencia de las normas leninistas y de una línea clasista consecuentemente revolucionaria; este Proyecto de Tesis y su discusión democrática por el conjunto de la organización constituyen un paso fundamental en esa dirección.
Entendemos que el punto de partida del centralismo democrático es la elaboración colectiva de la línea del Partido, la constatación de su justeza a través de la práctica revolucionaria, el flujo permanente de ideas dentro del Partido y entre el Partido y la clase obrera y las amplias masas.
Por eso ofrecemos este proyecto de Tesis -que servirá como base para elaborar la línea de nuestro Partido- a la discusión de todos los comunistas y también de todos los revolucionarios de nuestro país. Solo sobre esta base puede forjarse una auténtica disciplina proletaria en el Partido, que no se convierta en ficción como ocurre cuando se violan las normas leninistas.

3. La desviación oportunista con sus consecuencias sectarias ha tenido sus reflejos en múltiples aspectos organizativos y en las propias concepciones acerca del Partido.
El concepto del partido como vanguardia política de la clase obrera se fue desnaturalizando en la práctica y se suplantó por el de "partido de la clase obrera y el pueblo", y, últimamente, en el enunciado de algunos dirigentes, por el de "partido de todo el pueblo". El liquidacionismo (en primer lugar en el movimiento obrero) es una de las más elocuentes consecuencias de esa línea y esa práctica oportunista y antileninista; liquidacionismo en los organismos del Partido como vanguardia efectiva del lugar, y liquidacionismo numérico que trae aparejada la frustración política y el alejamiento de decenas de miles de cuadros y militantes partidarios.
La reconstrucción de la vanguardia del proletariado de nuestro país se realiza dentro del movimiento comunista internacional y como parte integrante del mismo. Se trata de dotar al movimiento comunista internacional de un destacamento argentino que tenga realmente las calidades de tal.
La práctica, el proletariado, decidirán cuál es el verdadero Partido Comunista en la Argentina. Entendemos que nuestra contribución principal a la lucha por la cohesión del movimiento comunista internacional, debe ser la derrota del reformismo en nuestro país y la construcción de un partido firmemente basado en los principios marxista-leninistas.
La necesidad de trabajar por la unidad de todas las fuerzas revolucionarias de nuestro país no implica que esta unidad pueda y deba realizarse en los marcos de un partido. Por el contrario, solo en la medida en que se fortalezca el partido del proletariado -lo que presupone una sólida base marxista-leninista, intransigente con toda tendencia oportunista de derecha o de izquierda y claramente diferenciada de las corrientes revolucionarias pequeñoburguesas- se desarrollará la fuerza de atracción capaz de nuclear a todos los sectores revolucionarios en el Frente de Liberación Social y Nacional.
En el proceso de construcción del Partido se debe tener una actitud de comprensión hacia los militantes y sectores que, habiendo desarrollado una lucha contra las desviaciones de la dirección oportunista, sufrieron la influencia parcial de concepciones no marxista-leninistas. Esta actitud los ayudará a avanzar hacia las posiciones proletarias y creará la condiciones para su incorporación a las filas del Partido.

4. El PC (CNRR) es política, ideológica y orgánicamente el Partido Comunista de la Argentina. Basándose en una tesis cardinal del leninismo no se autoproclama vanguardia. Aspira a ser el partido de vanguardia del proletariado. Lo será si se arraiga en los centros fundamentales de concentración del proletariado industrial, si conquista autoridad revolucionaria por su teoría y su práctica, si es capaz de concretar las tesis marxista-leninistas en la realidad latinoamericana y argentina, si despliega una iniciativa política y una combatividad que lo transformen en una fuerza decisiva en el proletariado y en las masas trabajadoras.
Al abordar la lucha por transformase en la vanguardia política real, nuestro Partido debe ser consciente de que el número, la cantidad de miembros, es importante, sin olvidar que lo decisivo es la expresión fiel y creadora de las ideas y de la política del proletariado revolucionario.
Nuestro Partido cumplirá su misión histórica en la medida en que sepa dar a las luchas diarias de la clase obrera una perspectiva revolucionaria, en que vaya arraigando en las grandes empresas, combatiendo y derrotando la ideología burguesa y en que realice la conjugación del marxismo-leninismo con el  movimiento obrero.
En un país como el nuestro, con un proletariado tan numeroso y organizado, la Revolución exige una gran preparación y una conquista sólida de la mayoría de la clase, especialmente, la dirección del proletariado industrial y rural (que no debe confundirse mecánicamente con la idea de tener la mayoría del movimiento sindical).
Considerar que en la Argentina, como en otros países de desarrollo capitalista, la Revolución puede triunfar por obra de una organización de revolucionarios firmes y audaces, pero que no llega a conquistar la mayoría del proletariado, es tener una concepción equivocada que esteriliza los esfuerzos más heroicos y consecuentes.
En el presente periodo de construcción de nuestro Partido, conquistar a las masas significa principalmente ganar para el marxismo-leninismo a millares de cuadros y activistas obreros combativos que, confusa y contradictoriamente, tienden hacia las posiciones clasistas y revolucionarias.
Para llegar a ser la vanguardia política real del proletariado se requiere que nuestro Partido trabaje en el seno de todas las clases y capas interesadas en la Revolución.
Para la construcción de nuestro Partido, en la presente etapa, es vital realizar una labor de propaganda sistemática entre las masas obreras y populares que contribuya a perfilar entre ellas la existencia de un auténtico Partido Comunista que, analizando públicamente sus errores y desviaciones anteriores, retoma los principios revolucionarios del marxismo-leninismo y no engaña a su clase.

5. El proceso de polémica y lucha contra el oportunismo desarrolla condiciones objetivas para el surgimiento de tendencias "doctrinaristas" y sectarias. Esto se ve facilitado porque una parte importante en nuestra organización está formada por sectores provenientes de capas medias alejados de la producción y otro sector está deformado por una práctica anterior, alejada del movimiento de masas real.
La construcción y el crecimiento de nuestro Partido no será posible si no se derrota antes a estas tendencias que lo aislarían de la vida y la lucha de las masas proletarias y de la realidad política concreta. Al mismo tiempo, existen en el panorama político nacional y en la práctica política de muchos militantes poderosos estímulos para el desarrollo de tendencias oportunistas, lo cual exige una vigilancia permanente por parte del conjunto del Partido.
Pasar del planteo de las posiciones revolucionarias y del trazado de una línea justa al trabajo revolucionario real, a la construcción del Partido, es una transición difícil. Nuestro Partido tiene condiciones para que esta transición sea rápida y poco dolorosa. Esto solo será posible si el conjunto de la organización toma conciencia y combate contra las trabas que entorpecen el proceso. Una de ellas, de gravísimas consecuencias para un partido marxista-leninista, es el liberalismo, cuya esencia consiste en trasladar al Partido una concepción y una práctica propia de capas no proletarias.
Otras trabas provienen de lastres que arrastramos de las concepciones y la práctica impresas por el CC oportunista, tales como:
• El eclecticismo que elude definir la esencia de los problemas, lo que no hace más que confundir a los militantes.
• La conciliación de posiciones en lugar de poner de relieve y agudizar las opiniones contradictorias para poder desechar las injustas y hacer patrimonio del conjunto las conclusiones correctas.
• El administrativismo, la rutina y la estrechez local, que alejan a los miembros y organizaciones del Partido de la lucha, el movimiento o la vida diaria de las masas o los convierten -sobre la base de una línea oportunista- en simples peones del movimiento de masas; en ambos casos la consecuencia es la ausencia de una labor política revolucionaria y no se forma el Partido en el frente principal en el que se libra la lucha de clases: la política.
• El no ejercitar la crítica y la autocrítica leninista como instrumento permanente para contrastar y ajustar la línea y la labor del Partido con la realidad.

La construcción del Partido en este periodo ubica como elementos de primer plano el papel político y organizativo de Nueva Hora -órgano central del Partido- y el desarrollo de finanzas sólidas y regulares.

6. Es necesario desarrollar desde ya en el seno del Partido los elementos imprescindibles para que pueda jugar el papel de vanguardia del proletariado. En primer lugar, que el Partido en su conjunto se adueñe del marxismo-leninismo, combatiendo el desprecio por la teoría y el culto a la espontaneidad, característico de la desviación oportunista. La construcción del Partido exige una gran labor teórica, de análisis del proceso histórico y de profundización en la realidad actual de nuestro país y del mundo.
Teniendo en cuenta la realidad actual, el Partido debe abandonar toda concepción sectaria, de elite revolucionaria y atender a los obreros más combativos, más conscientes, y a los revolucionarios que no militan en sus filas. El Partido debe lograr que todos sus miembros tengan la lucha por la Revolución como eje de su actividad diaria y que cumplan rigurosamente con sus Estatutos.
El Partido debe ayudar a la formación ideológica, política y militar y como cuadros organizadores, de sus miembros, tratando de que éstos se conviertan en tribunos populares, como lo sostenía Lenin; debe poner particular atención en la formación política de los miembros, enseñándoles a incidir en política y actuar correctamente en la lucha de clases.
Las células deben ser la clave de la política organizativa de nuestro Partido. Su funcionamiento debe tener una base política; ese funcionamiento era imposible cuando la línea era elaborada al margen de la base y todo tendía a liquidar su iniciativa.
Un correcto funcionamiento político de las células hubiera permitido a la base de la organización desentrañar la desviación que conducía al Partido de fracaso en fracaso. Esta discusión política hubiera permitido determinar que la causa de los fracasos radicaba, justamente, en la línea y en la práctica seguida y no en las "dudas" o en la insuficiente asimilación de esa línea por parte de los militantes.
Las células deben ser la vanguardia política del lugar; para eso, deben difundir sistemáticamente las ideas comunistas y fortalecer al Partido, encabezar y desarrollar las luchas de masas, y en el seno de las mismas forjar los comandos y realizar las campañas políticas del Partido.
La dilución, el ocultamiento del Partido en los movimientos de masas en virtud de la línea oportunista, una de cuyas consecuencias más notables es el economismo, llevaban posteriormente, al no jugar el Partido su rol, a no respetar los movimientos de masas, pretendiendo introducir en los mismos elementos que correspondían a la labor del Partido, conduciéndolos a su sectarización y virtual desaparición.
Las células del Partido, para ser vanguardia efectiva del lugar, deben igualmente propender y ayudar a la preparación militar de las masas.
La definición de la vía estratégica de la revolución en nuestro país exige construir desde ya un Partido con las cualidades político-organizativas que lo preparen y lo hagan apto para recorrer el duro camino de la violencia que imponen al pueblo sus enemigos y encabezar, en una situación revolucionaria directa, la insurrección popular armada, teniendo claro que solo es vanguardia aquella fuerza que, en el momento decisivo, dirige la forma principal de lucha por el Poder. Nuestro Partido debe asimilar y retomar las mejores tradiciones revolucionarias de los 50 años de lucha de los comunistas argentinos, analizar las enseñanzas de los combates proletarios, populares y por la independencia nacional, de nuestra historia, desarrollar realmente de acuerdo a las condiciones de nuestro país, las experiencias del movimiento comunista internacional y del movimiento revolucionario antiimperialista mundial.
La discusión de este Proyecto de Tesis, que culminará con la realización del XIII Congreso de nuestro Partido, debe constituirse en el eje político, vinculado a la acción inmediata de la construcción concreta del Partido.

VI. El  proceso argentino y los partidos  políticos
1. Hasta 1946. La industria manufacturera, que evidenciara un sostenido desarrollo desde 1930, sufrió una aceleración notable de su ritmo a fines de esa década y comienzos de la del 40. La coyuntura de la Segunda Guerra Mundial creó la necesidad de abastecer el mercado interno con productos de elaboración nacional que reemplazaran las importaciones, interrumpidas debido a que los países abastecedores estaban obligados a orientar sus economías hacia los esfuerzos que demandaba la guerra.
Fue posible llevar a cabo esta tarea por las disponibilidades de capital que provenían de la restricción de importaciones, y, posteriormente, del cobro del saldo acreedor correspondiente a la balanza de pagos, muy favorable por el gran incremento y la valorización de nuestros productos exportables debido a la demanda suscitada en el mercado externo.
Creció la burguesía y este hecho se reflejó en sectores del Ejército que luego protagonizarían los acontecimientos de 1943. Se desencadena una aguda lucha por la hegemonía en el poder, entre la oligarquía terrateniente tradicional y los grupos comerciales y financieros vinculados a los intereses ingleses y yanquis por un lado, y la burguesía en ascenso y sectores terratenientes marginados por otra.
Este proceso se ubica en el cuadro de la Segunda Guerra Mundial que la burguesía intentó aprovechar para sus intereses. La lucha popular mundial contra el nazismo tuvo como aliados circunstanciales a los imperialistas anglo-yanquis. Sectores de esta burguesía argentina en expansión al chocar con los intereses imperialistas mencionados coincidieron con la acción de las potencias del Eje por desalojarlos. Como ha sido común en la burguesía de los países semicoloniales o dependientes, esos sectores burgueses buscaron apoyarse en las contradicciones interimperialistas para desarrollarse como clase.
Simultáneamente, creció el proletariado urbano reclamado por el auge industrial que se produjo especialmente en ramas que demandan un elevado porcentaje de mano de obra. Los contingentes que integraron ese crecimiento provenía de las grandes masas desarraigadas del campo, proletariado agrícola y campesinado pobre. Los sectores burgueses que protagonizaban la expansión mencionada buscaron canalizar políticamente a esas masas. En esta situación se produce un complejo juego político que se traducirá en el golpe de Estado de 1943. Se inicia un proceso de vivo enfrentamiento en el que la burguesía va logrando la hegemonía en el poder del Estado y se propone utilizarlo para su propia expansión y que culmina en el 17 de octubre de 1945.
Para obtener la hegemonía en el poder, los grupos burgueses, encabezados por la burguesía industrial, elaboraron una política de captación de masas, dirigida especialmente hacia la clase obrera, en crecimiento vertiginoso, hacia las masas campesinas oprimidas por los terratenientes y hacia las capas medias de sentimiento nacionalista.
Esta política se combinó con la represión a los militantes revolucionarios y clasistas, especialmente los de nuestro Partido. La operación se apoyó sobre: la elevación del nivel de vida que significaba para amplias masas de origen campesino su incorporación al proletariado urbano y el otorgamiento a la clase obrera de varias concesiones; la satisfacción de algunas reivindicaciones agrarias (Ley de Arrendamientos) a partir de la necesidad que tenía la burguesía de estimular la producción agrícola-ganadera para cubrir la creciente demanda de saldos exportables y el desarrollo relativo del mercado interno; la agitación de ciertos problemas nacionales como expresión competitiva con los importadores de manufacturas y que, contrastaba con el entreguismo de la oligarquía y el capital intermediario.
En esta política de captación jugó un papel destacado el coronel Perón, al frente de un equipo integrado con alas del radicalismo, socialismo, nacionalismo, conservadorismo y dirigentes sindicales y obreros que constituyeron la base del Partido Laborista; éste, la UCR (Junta Renovadora) y otros grupos dieron paso posteriormente al Partido Peronista. Se creó así un vasto movimiento de masas obreras, campesinas y capas medias.
No era fatal que el bloque burgués, encabezado por la burguesía industrial, conquistara el grueso de la clase obrera; si pudo suceder fue porque en nuestro Partido tomó cuerpo la desviación "browderista". El movimiento comunista internacional tenía como tarea central la derrota del imperialismo nazifascista, en cuya realización debían confluir todos los destacamentos nacionales.
La entrada de la URSS en la contienda cambió cualitativamente el carácter de la Segunda Guerra Mundial. La desviación "browderista" consistió en olvidar el carácter del capitalismo monopolista y en consecuencia, confundir la alianza táctica, circunstancial, entre la URSS y los gobiernos imperialistas de EE.UU. e Inglaterra, con una supuesta nueva etapa de colaboración a largo plazo entre el capitalismo y el socialismo.
Esta tesis antimarxista impregnó la línea política del Partido Comunista de la Argentina en ese periodo, que postuló el papel benéfico de la colaboración con EE.UU. e Inglaterra para el desarrollo económico independiente del país y la colaboración entre el capital y el trabajo como premisa para la Unión Nacional antifascista.
En virtud de esto, los comunistas no asumimos nuestra función de independizar a la clase obrera, debido a que el desdibujamiento de los objetivos antiimperialistas y antioligárquicos nos impidió tomar a fondo las luchas por las reivindicaciones proletarias.
Tampoco fue asumida nuestra tarea de formar un frente único, con la clase obrera como eje, que aglutinara al conjunto del proletariado, a los campesinos pobres y medios, a la pequeña burguesía y a sectores de la burguesía no ligada al imperialismo.
Para ello deberíamos haber levantado un programa claro que, articulado con la batalla internacional contra el nazifascismo, partiera de la lucha tenaz y consecuente por las reivindicaciones del proletariado; que educara en la lucha de clases al contingente de los trabajadores del campo incorporados a la industria, sin experiencia política suficiente por nuestra grave deficiencia en el trabajo entre el campesinado; un programa que enfrentara a la oligarquía exigiendo una profunda reforma agraria y al imperialismo yanqui e inglés, exigiendo la nacionalización de todos sus intereses en nuestro país. Un programa que reclamara la eliminación de los restos internacionales del fascismo y la lucha contra sus poleas de transmisión en la Argentina. En lugar de esto, impulsamos una alianza, la Unión Democrática, que se construyó alrededor de objetivos democráticos formales y tradujo la desviación "browderista" al renunciar a los objetivos revolucionarios, antiimperialistas y al expresar una variante reformista, con respecto a la cuestión agraria.1
Con tal programa, ese frente no podía dirigir al conjunto del proletariado, ni al conjunto de las masas, ni podía excluir la presencia en su seno de la oligarquía y los sectores proimperialistas.
De esta manera, el conglomerado heterogéneo que constituyó la Unión Democrática fue controlado por la oligarquía terrateniente y los grupos liberales de la burguesía.
La vacancia producida en la dirección de las masas por la desviación del Partido, fue ocupada por la burguesía  en ascenso, que desde el movimiento peronista levantó la consigna de "Braden o Perón" y la de "la tierra para quien la trabaja", con el objetivo de ganar a las masas, pero también como expresión de las contradicciones relativas que la oponían al imperialismo y a la oligarquía. Al agitar aquellas reivindicaciones, la burguesía peronista captó a la mayoría de la clase obrera. Esa adhesión masiva de los trabajadores se expresó el 17 de octubre de 1945, cuando ante la prisión de Perón, las masas salieron a la calle en una movilización de gran envergadura, indicando que para ellas la libertad de Perón significaba la cristalización de sus anhelos liberadores. Las condiciones señaladas permitieron a la burguesía acentuar su penetración ideológica en el movimiento obrero, difundiendo las ideas de la conciliación de clases y del nacionalismo burgués.
Esta penetración de la ideología burguesa fue tan profunda que hoy, a dos décadas, sigue siendo predominante en el seno de la clase obrera. Aquellas mismas condiciones determinaron que en 1946, triunfara el peronismo frente a la Unión Democrática en una polaridad en la cual ninguno de los dos términos expresaba la alternativa que, encabezada por la clase obrera, señalara a las masas el camino para los cambios estructurales que resolvieran la crisis argentina.
Cuando se evidenció el gran desencuentro operado entre nuestro Partido y las masas del pueblo, se llevó a cabo el XI Congreso del Partido, que abordó superficialmente la cuestión, sin llegar a la raíz ideológica de los errores para superarlos.
Se explica así la permanencia de elementos teóricos y políticos característicos del "browderismo" y la consiguiente imposibilidad de acceder a la dirección de las masas con una orientación revolucionaria.
En las Tesis para este Congreso, se ratificó la línea política adoptada, advirtiendo que solo se habían producido "desviaciones" en  su ejecución. Al no resolver los problemas de fondo, la línea posterior del Partido osciló permanentemente entre el oportunismo y el sectarismo frente al peronismo. Como consecuencia, tampoco pudo enfrentar abiertamente a las masas proletarias con una autocrítica de fondo que hubiera permitido combatir más eficazmente al nacionalismo burgués.
2. 1946-1949. Durante el periodo de consolidación del peronismo en el poder, se produjo un avance apreciable de las fuerzas productivas, operado principalmente en la industria liviana. Este avance dio la tónica de un desarrollo capitalista, dependiente y deformado, pero visible en comparación con la época anterior de hegemonía terrateniente.
Se nacionalizaron los puertos, los teléfonos, la flota de mar y los ferrocarriles, que constituían la principal inversión imperialista en la Argentina e influía decisivamente en el ordenamiento de la producción nacional con su trazado, sistemas de tarifas, etc.
De esta manera, la burguesía en el poder impulsó la formación de un importante sector nacionalizado de la economía que se vio reforzado por medidas de control bancario, aduanero, etc., a lo que se sumó el manejo de cuantiosos recursos a través de IAPI y las enormes reservas en divisas acumuladas en ese periodo.
Simultáneamente, se produjo una ampliación del  mercado interno, acompañada de una elevación del nivel de vida de las masas trabajadoras. Los aumentos salariales, los beneficios sociales, el nivel de ocupación, los nuevos contingentes de trabajadores sumados a la vida urbana eran la manifestación visible de esta ampliación del mercado interno y de la mejoría de las condiciones de vida populares.
Al mismo tiempo, se acrecentó el peso de los sindicatos, el sistema de convenios colectivos de trabajo, etc., a lo que se complementó con una intensa propaganda sobre temas de justicia social.
Finalmente, algunas cuestiones en política exterior reflejaron y a la vez impulsaron el sentimiento antiimperialista de las masas.
El desarrollo capitalista que se produjo en este periodo fue importante, pero el proletariado está interesado en un tipo de desarrollo que resuelva a fondo las contradicciones sociales, más aún después del triunfo del socialismo en una serie de países. El proletariado está interesado en liquidar las trabas al desarrollo de las fuerzas productivas por una vía no capitalista que en su profundización garantice la liberación social.
La dirección burguesa del movimiento tenía una contradicción esencial con su base. Al comienzo del gobierno peronista esta burguesía no había consolidado las medidas orgánicas que le permitieron afianzar su dominio sobre las masas.
Esta circunstancia determinó -entre la base obrera y la cúspide burguesa  una serie de tensiones que no llegaron nunca a cuestionar la dirección del movimiento debido a la deficiencia de la vanguardia marxista leninista. Por esta razón, el fenómeno general fue la solidificación que se vio favorecida por las reformas económicas y sociales alentadas desde el gobierno, así como por la coyuntura económica.
Este proceso tenía un margen restringido de desarrollo por las limitaciones propias de la burguesía en el poder. A raíz de estas limitaciones no se concretó la reforma agraria, lo que conservó la base material de sustentación de la oligarquía. La nacionalización ferroviaria no fue acompañada por una política ferroviaria al servicio del desarrollo autónomo de la economía nacional, habiéndose pagado al capital británico una suma que estos ferrocarriles estaba lejos de valer. No se nacionalizó la energía, el comercio exterior de carnes ni los frigoríficos. El incremento de la industria liviana se vio entorpecido por la carencia de una industria pesada y no hubo propuesta política para cambiar esta situación.
Estas debilidades eran inevitables mientras no se quebraran decididamente el poder económico y el Estado mentado por las clases dominantes en la Argentina. Un avance mayor exigía la realización de un proceso revolucionarlo de liberación social y nacional. Por eso, en la medida en que fue agotándose la coyuntura económica favorable, fue cambiando el signo de la política del gobierno.
3. 1949-1955. La coyuntura económica favorable llegaba a su fin; la recuperación económica de los países europeos provocaba en el mercado agropecuario una regresión de los precios internacionales, y en el mercado de manufactura significaba el peligro de una desventajosa competencia que pugnaría por reconquistar nuestros mercados. La combinación de esta aguda crisis de mercado y capital hicieron también entrar en crisis a la industria argentina, produciendo una ola de quiebras y el agravamiento de la desocupación; los consumos disminuyeron y la usura se incrementó correlativamente.
En esta situación, la burguesía, para ampliar sus fuentes de capital, recurre a la intensificación de la explotación de la clase obrera (Plan Económico de 1951 y Congreso de la Productividad en 1954) y al concurso del capital monopolista extranjero (misión Cereijo en 1950, convenio con la Kaiser y el trust petrolero llamado California Argentina). Se entra así en una fase en la que el proceso de concentración monopolista pasa a desplegarse plenamente.
El imperialismo  que tradicionalmente nos expoliara a través del deterioro de los términos de intercambio, por la fuga de capitales y divisas, la superganancia de la exportación e importación que controlan, la amortización de la deuda externa y la remesa de intereses por sus inversiones  en virtud de la creciente concentración monopolista, acentúa su naturaleza de factor interno directo de la economía capitalista argentina. Los terratenientes participan con sus capitales en la concentración monopolista y como a su vez la burguesía monopolista e industrial participa en sociedades anónimas de la concentración agraria, se entrelazan cada vez más los hilos de esa red que ahoga al desarrollo de las fuerzas productivas en nuestro país.
Esta crisis ha ido diferenciando dos grupos dentro del sector burgués en ascenso en la década del 40.
a. Uno minoritario, que sortea la crisis subordinándose al gran capital monopolista internacional, constituyendo una importante burguesía industrial que integra con el gran capital financiero y comercial (importación y exportación), con el imperialismo y con los terratenientes, la alianza de clases dominantes en el país.
b. El otro, mayoritario, en creciente deterioro y asfixiado por la crisis de capital y de mercado.

Este proceso abarca también, simultáneamente, a los sectores de la burguesía agraria y comercial,  diferenciándose también entre ellos dos grupos correlativos a los mencionados con respecto a la burguesía industrial.
La burguesía, desde el gobierno peronista, confiaba en nuevas coyunturas para salvarse de la recesión. De este modo, aventuró la posibilidad de rodearse de una esfera propia de influencia económica sobre los países limítrofes, para exportarles así la crisis que experimentaba. Pero el reparto mundial del mercado se hizo a fines del siglo pasado, y nuestra burguesía con 50 años de retraso y carente de una industria pesada, vio desvanecerse sus ilusiones. Cifró luego sus esperanzas en la guerra de Corea y en su repercusión favorable para la economía argentina, semejante a la de las guerras anteriores. Para asegurarse esta perspectiva, Perón, esperanzado con una tercera guerra mundial comprometió su ayuda al esfuerzo bélico del imperialismo.
La coyuntura no redundó de acuerdo a lo esperado por Perón y su magro curso traicionó los desvelos de la burguesía, que subestimaba la nueva correlación de fuerzas en el mundo. La recesión avanzaba implacable.
Al terminar el ciclo coyuntural favorable sobrevenido como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se inició una nueva etapa en el proceso político argentino.
El movimiento peronista respondió, por su contenido social, a los sectores burgueses, históricamente incapaces de realizar las tareas para la auténtica independencia económica del país porque intuyen y saben que en su desarrollo, la emancipación económica del país se entrelaza con la emancipación social del proletariado, lo cual lleva indefectiblemente a su desaparición como clase.
Por ello nuestro país cayó en el reforzamiento de la dependencia. Las condiciones para ese vuelco fueron la no realización de cambios estructurales profundos y la falta de autonomía política de la clase obrera que fue  utilizada como una masa de maniobra de un movimiento burgués.
4. En este periodo se forma realmente el peronismo como partido político. La ideología peronista es heterogénea, con rasgos contradictorios, pero las características dominantes de su contenido de clase responden a la dirección burguesa del movimiento.
La crítica populista a algunos rasgos del sistema de explotación, más una posición propagandística antioligárquica y antiimperialista se conjugaron en un conjunto ideológico que sujetaba al proletariado en los marcos de la conciencia burguesa. No se reconocía la lucha de clases, disfrazando la realidad para predicar la conciliación entre explotadores y explotados. Se borró el papel independiente de la clase obrera y de los sindicatos detrás del "paternalismo" del líder. No se cuestionó el carácter del Estado, argumentándose que el "nuevo Estado justicialista" había hecho la revolución cuando en realidad las bases fundamentales del Estado explotador subsistieron y se consolidaron. Más aún, el Estado acentuó paulatinamente el carácter represivo frente a los movimientos y militantes proletarios y populares e instrumentó un aparato y una legislación represiva, llegándose al asesinato político y a la tortura de centenares de presos políticos y sociales. Se elaboró la doctrina de la "tercera posición" que, a pesar de las declaraciones antiimperialistas, colocaba al país en el mundo "occidental y cristiano" es decir, lo ataba a la suerte del imperialismo.
Se recogieron, junto a banderas de emancipación, las ideas de corrientes corporativas, fascistas, católicas de derecha, que tendían a frenar la liberación social y a facilitar la dominación capitalista sobre las masas populares.
La solidez del bloque peronista bajo la hegemonía de la burguesía, se había apoyado objetivamente sobre la expansión coyuntural mencionada, de modo que, al agotarse ésta, aquella solidez quedaba sin bases, dando lugar a un paulatino proceso de fisuras.
En efecto, creció la lucha entre la base y la cúspide del movimiento, produciéndose grandes huelgas obreras, y como una expresión importante de esa lucha los trabajadores rechazaron el compromiso de Perón de enviar soldados argentinos a Corea en apoyo de EE.UU. El Congreso de la Producción fracasó. Cuando Perón envió al Parlamento los contratos petroleros, los diputados peronistas se escindieron en dos bloques, la mayoría de los políticos por la entrega al imperialismo y los obreros por la defensa de la soberanía.
La superficialidad de la autocrítica de nuestro Partido en el XI Congreso le impidió jugar el papel de vanguardia en esta nueva etapa, en la que debía impulsarse la emancipación de la base obrera peronista respecto de la tutela de su dirección. A pesar de los apreciables esfuerzos que hizo al impulsar las luchas obreras y por las libertades, la marcha de Pérez, la resistencia a la entrega del petróleo y la denuncia del golpe gorila, la persistencia de sus desviaciones le impidió orientar el proceso de contradicciones en el peronismo hacia la adquisición de una clara conciencia de clase por parte de las masas trabajadoras.
Las fisuras que se insinuaban en el peronismo comenzaban a traducir la contradicción fundamental de la estructura de nuestro país en la superestructura. A pesar de que solamente se insinuaba y de su carácter espontáneo que limitaba sus alcances, era intolerable para la reacción que sabe que cuando la crisis social se expresa a nivel del Estado, la clase obrera puede resolver con mayor facilidad la contradicción fundamental, mediante la toma del poder. Por eso, a partir de 1950-51, las clases dominantes argentinas, incluso la mayor parte de la burguesía, comienzan a plantearse concretamente desplazar al peronismo del gobierno. La primera expresión de esta tendencia fue el frustrado golpe del Gral. Menéndez, que fue derrotado, entre otras cosas, porque el proceso de fisuras en el peronismo era aún embrionario y por otra parte la conciencia de la derecha sobre la necesidad de relevo del gobierno peronista, no había llegado a abarcar todas sus alas.
Por eso, la derecha peronista salió decididamente a enfrentar el golpe.
Los cuatro años transcurridos hasta el 55 demostraron avances en el proceso de fisuras y correlativamente se homogeneizó la derecha que en su totalidad -incluido el alto clero- se alineó junto al golpe. Como consecuencia, cuando sobrevino la "Revolución Libertadora", la derecha peronista y el propio Perón se entregaron sin apelar a la resistencia popular, temerosos de que la misma desbordara los marcos de sus intereses de clase.

Después del 55
5.  Pero los objetivos del bloque de las clases dominantes respecto al Estado iban más allá del mero desplazamiento del peronismo. Necesitaban dar respuesta a toda la nueva situación, creada por la clausura del ciclo coyuntural favorable, en un país en el que el proletariado tenía peso numérico decisivo y una importante organización sindical. Las clases dominantes advirtieron que la situación sería incontrolable si utilizaban formas democrático-burguesas; se abocaron entonces a sistematizar la estructura del Estado para garantizar el desenvolvimiento de la concentración monopolista y para impedir toda posible irrupción de las masas.
En este contexto histórico, se acentúa un proceso de reforzamiento ininterrumpido del aparato y de la legislación represiva iniciado en 1930.2
Este proceso de fortalecimiento del aparato represivo, correlativo al acentuamiento de la dependencia de nuestro país, es uno de los rasgos políticos característicos de esta etapa histórica. La alternancia de gobiernos militares abiertamente represivos con periodos de democracia formal limitada, puede ocultar, al análisis superficial, el carácter ininterrumpido del proceso. Por otra parte esos preparativos se corresponden, en escala mundial, con los del imperialismo que, en la fase final del enfrentamiento con el socialismo, a los efectos de garantizar la permanencia de la explotación social y la opresión nacional, promueve el desarrollo de gobiernos abiertamente dictatoriales en los países dependientes y en las mismas metrópolis.
Otro de los rasgos definitorios de esta etapa histórica en nuestro país es la inexistencia de una política independiente de clase que concrete una salida liberadora para el pueblo.
Esta situación, derivada de la incapacidad de nuestro Partido para jugar el papel de vanguardia, explica en gran medida el origen y la supervivencia de direcciones no clasistas encaramadas en la cúspide del movimiento obrero. Su papel ha consistido en sabotear sistemáticamente todas las luchas obreras. Cuando, a pesar suyo, y debido a la gran presión de masas, las luchas se hicieron inevitables, maniobraron para mutilarles su proyección revolucionaria. En tales circunstancias, en lugar de enderezar las luchas de las masas hacia la concreción de una salida revolucionaria en la Argentina, las colocaron -apelando a negociaciones conciliadoras- tras opciones políticas de las otras clases. Incluso cuando la marea ascendente de la lucha de clases llegó a situaciones extremas -haciendo peligrar su propia dirección  no vacilaron en ponerse en la cresta de la ola, suscribiendo retóricamente planteos revolucionarios, como hicieron con el programa de Huerta Grande, los discursos del "giro a la izquierda" de Framini o algunos desplantes cuando los planes de lucha. Pero su doblez oportunista queda al descubierto al observar que, al mismo tiempo que invocaban esas consignas no dieron pasos para concretarlas, y en cambio, se apresuraron a negociar con las opciones del régimen, en las distintas variantes integracionistas.
Lo analizado muestra la forma de obrar de los sectores peronistas de derecha de la dirección del movimiento obrero; un papel equivalente cumplieron los sectores gorilas, independientes o influidos en general por el liberalismo burgués, que aparecieron como el vínculo entre la clase obrera y gobiernos con matices ideológicos de esa variante.
El efecto pernicioso de esta situación se refleja en las derrotas sucesivas que ha sufrido el proletariado en este periodo, experimentando una involución creciente en sus condiciones de vida, inerme a pesar de su combatividad para enfrentar y derrocar a la oligarquía, al imperialismo y a sus agentes.
Las deficiencias de la vanguardia son perjudiciales en términos mucho más amplios: la clase obrera es la única indicada para señalar la alternativa independiente y aglutinar a los sectores proletarios bloqueados por la estructura actual, para dinamizar sus luchas y corregir sus desviaciones.
La falta de una política independiente de la clase obrera reduce la combatividad de estos sectores y facilita también su adhesión a las opciones que crea la reacción.
La acentuación de la dependencia del imperialismo traba el desarrollo de los sectores mayoritarios de la burguesía nacional, pero, debido a su naturaleza de clase, en América Latina y especialmente en la Argentina, desemboca finalmente en la entrega.
Sin embargo, entre los grupos burgueses se mueven sectores que es preciso diferenciar claramente, tanto para golpear con algunos de ellos contra la dictadura, como para atraer a otros a la lucha popular revolucionaria.
Junto a los grupos de la gran burguesía, que hegemonizan el nacionalismo burgués en nuestro país, encontramos otro sector: la izquierda del nacionalismo burgués, expresada mediante una ideología pequeñoburguesa que refleja el proceso de destrucción o de subalternización de las capas medias debido a la concentración monopolista en marcha, y encontramos también sectores de pequeña burguesía radicalizada. Estos sectores de la pequeña burguesía son esencialmente duales y oscilan permanentemente entre ser izquierda del nacionalismo burgués o formar parte del frente de liberación social y nacional.
Las clases dominantes han tenido muy en cuenta la naturaleza de clase conciliadora de la burguesía y de sus partidos. Cuando las circunstancias lo exigían, han cedido parcial y condicionalmente porciones subordinadas del poder, como en el caso del gobierno de Illia.
A lo largo de estas situaciones el CC de nuestro Partido persistió en su desviación oportunista frente a los grupos burgueses, expresada en la teoría de ceder a la burguesía nacional la iniciativa política para que abriera la "brecha" por la que se colarían las masas populares, sin luchar por un camino independiente. Esta desviación oportunista se manifestó con claridad frente a Frondizi, ante la lucha de Azules y Colorados y durante la presidencia de Illia.

Las fuerzas políticas actuales
6. El Peronismo. Para comprender cabalmente la significación del peronismo como movimiento político en la etapa actual se debe evaluar el factor que lo distingue cualitativamente de las otras expresiones orientadas por la burguesía: en su seno revistan la mayoría de las masas trabajadoras del país, de la ciudad y del campo, principales víctimas del sistema capitalista y, por eso mismo, protagonistas de la resistencia al mismo.
Este agrupamiento mayoritario del proletariado en el peronismo reconoce como causas:
• La añoranza de un pasado mejor, en un presente de sistemático empeoramiento de las condiciones de vida.
• La tradición de consignas antioligárquicas y antiimperialistas que agitara en el 45 y la decantación de la lucha obrera y popular que millares de activistas peronistas de base protagonizaron desde el 55 hasta la actualidad contra las cabezas de la concentración monopolista y que fuera negociada sistemáticamente por la dirección de derecha en alianzas opcionales con el enemigo.
• La creencia de que al mantener su concentración en el peronismo, la clase mantiene su fuerza por la lucha política.
La contradicción base de masas proletarias-cúspide burguesa, que se ha mantenido a lo largo de la historia del peronismo, se agudiza, cada vez más, pero hasta el presente no ha encontrado una forma de canalización política que abra un curso realmente revolucionario para la acción de las masas peronistas.
Es por lo tanto una tarea primordial del PC (CNRR) lograr que la experiencia de los militantes obreros y populares culmine -en su sector más avanzado  con la incorporación a las filas comunistas. En el desarrollo de este proceso se producirán desprendimientos de sectores peronistas que se incorporarán al frente de liberación social y nacional.
La experiencia confirma que la izquierda peronista solo podrá jugar un papel revolucionario en la medida en que se libere de la tutela de la dirección burguesa e integre el frente de liberación social y nacional.
A lo largo de este proceso se va produciendo un desgaste de los elencos dirigentes del peronismo, en lo que respecta a su autoridad ante las masas. Por otra parte, esas masas trabajadoras chocan contra la burocracia sindical peronista (participacionista, dialoguista o conciliadora), al comprobar cada día más claramente su papel de instrumento de la burguesía.
Las luchas de liberación nacional y la construcción del socialismo, particularmente la Revolución Cubana y la lucha del pueblo vietnamita han influido en este curso. En la dirección del movimiento peronista se refleja débilmente esta situación por la que atraviesa su base. Sin embargo existen sectores considerables que, aunque confusamente, expresan sus ideas nacionalistas, antiimperialistas y revolucionarias.
Todos estos signos se han incrementado con el desarrollo de la crisis del país. Por ello se explica la permanencia de la proscripción lisa y llana al movimiento peronista en las distintas alternativas electorales o los golpes militares como el del 18 de marzo de 1962 o en el 66, temiendo su reedición.
Pero el enemigo de clase, para impedir que el proletariado y el pueblo, opongan una alternativa al régimen actual, debe buscar su integración con diversas variantes integracionistas. Para esto último necesitan la permanencia de las direcciones sindicales burocráticas y la supervivencia de los elencos "políticos" depositarios en el peronismo de todo el arsenal burgués para, en el contexto de la proscripción, crear caminos para la integración política de las masas peronistas en el régimen. Este bloque sindical y político, integrador de las masas peronistas en el régimen en el que está incluido el propio Perón, expresa la ideología de la burguesía y es francamente predominante en los niveles de dirección del peronismo.

7. El Radicalismo. Es también una expresión política de la burguesía con base de masas. A diferencia del peronismo, expresa en mayor medida a los intereses de la burguesía rural y urbana no industrial, así como a capas de terratenientes y su base de masas proviene de las capas medias. Entre sus peculiaridades sociales y políticas debe tenerse en cuenta que: 
• Canaliza políticamente desde larga data, los intereses de las capas medias tanto rurales corno urbanas y al aglutinar a la mayoría de estos sectores obtiene un gran caudal de masas propio. Estas capas tuvieron su periodo de expansión entre los años 1880-1930; el radicalismo, al encabezarlas en su enfrentamiento contra la oligarquía terrateniente se impregnó de una tónica democrática, nacionalista y popular, personificada en el yrigoyenismo.
• Esa misma condición -que luego se expresara en el sabattinismo y en la intransigencia- le exige en el periodo actual definiciones antimonopolistas y democráticas como los programas de Avellaneda y de la UCRP del 62.

Sin embargo, por encima de los programas y de su base de masas, el contenido burgués-terrateniente del radicalismo, la naturaleza capituladora de las clases que lo dirigen, lo convierten en instrumento del bloque de las clases dominantes, sobre todo en circunstancias en que estas clases necesitan abrir algunas válvulas al sentimiento democrático popular, como sucedió cuando se promocionaron las candidaturas de Frondizi o de Illia.
La tradición democrática y antimonopolista del yrigoyenismo y la situación de crisis en que se debaten las capas medias que se canalizan en el radicalismo determinan que amplios sectores de su base rural y urbana estén realmente interesados en aliarse a una perspectiva revolucionaria; esos sectores están reflejados por pequeños núcleos de dirección de sectores del radicalismo que se mueven alternativamente entre la alianza con el nacionalismo burgués y la participación en el Frente de Liberación Social y Nacional.

8. El Socialcristianismo. En el marco de clase analizado para el peronismo, ubicamos al socialcristianismo. Ante el avance del socialismo, del movimiento de liberación nacional y del conjunto del movimiento revolucionario; ante el desarrollo de la crisis del sistema capitalista y ante el fracaso reiterado y cada vez más profundo de los diferentes sistemas políticos que esbozan las clases dominantes para mantener su dominio, se produce una diferenciación en el clero, y la Iglesia utiliza su influencia espiritual sobre grandes masas y ofrece una opción política inspirada en la doctrina cristiana. Las últimas encíclicas impregnadas de populismo, desarrollismo, comunitarismo, constituyen la plataforma de esta opción. Formulan una crítica a los excesos de los monopolios, predican la humanización del capital y una coparticipación en los beneficios entre el poseedor y el desposeído, entre los países ricos y los pobres.
Sostiene la conciliación de clases y es, por lo tanto, una doctrina propuesta para salvar al régimen capitalista, del cual forma parte la Iglesia, introduciendo circunstancialmente reformas económicas y sociales sin afectar la cuestión básica de la explotación, determinada porque los medios de producción están en manos de la burguesía monopolista. De ahí que en nuestro país, el socialcristianismo en lo fundamental pretende orientar a los sectores conciliadores del movimiento obrero y al movimiento burgués en el plano político.
Existen también sectores importantes y militantes vinculados al socialcristianismo que tienen posiciones antiimperialistas, antioligárquicas, revolucionarias. Algunos incluso ven en el sistema socialista la solución profunda para el conjunto de la sociedad. Dichos sectores, parte de un fenómeno mundial, expresan el sentimiento de las masas católicas explotadas y oprimidas por la estructura oligárquica-monopolista y están influidas por la batalla de clase y liberadoras en escala mundial, por las realizaciones del socialismo y busca una salida revolucionaria a la situación actual.
La tarea de los comunistas consiste en librar una batalla política e ideológica en el seno del movimiento obrero y popular contra las ideas conciliadoras, antisocialistas, antirrevolucionarias del socialcristianismo, sin ofender los sentimientos religiosos difundidos en las masas y, al mismo tiempo, encarar acuerdos de acción con los sectores de izquierda dispuestos a combatir por la liberación social y nacional en nuestra patria y por la solidaridad con todos los pueblos que luchan por su emancipación.

VII. El Frente de Liberación Social y Nacional
1. Para el triunfo de la Revolución de Liberación Social y Nacional es necesario construir la fuerza política que exprese la alianza de las clases y capas objetivamente interesadas bajo la dirección del proletariado, esto es, el Frente de Liberación Social y Nacional. La burguesía argentina no está interesada en la revolución sino en forcejear para lograr una mejor ubicación frente al régimen.
El Partido, para cumplir su papel de vanguardia, debe llegar a conquistar la dirección de la clase obrera y realizar una política dirigida a aglutinar alrededor de ella a las demás capas y clase populares.
Como consecuencia de la concepción oportunista sobre el carácter de la Revolución en nuestro país, nuestro Partido centró su política en "presionar" con las masas a la "burguesía progresista" concibiendo un "Frente Democrático Nacional" resultado de la amplia coalición de los partidos burgueses y pequeñoburgueses y el PC. Con esta concepción, las masas obreras y populares debían incidir para que esta coalición fuera "consecuentemente unitaria" y se aceptara a los comunistas. Esta desviación determinó que, en vez de profundizar la crítica y la lucha contra las direcciones conciliadoras y entreguistas de los partidos burgueses, contribuyendo a radicalizar y a desprender a los sectores de izquierda que se fueron desarrollando en estos partidos, alentara ilusiones permanentes en esas direcciones postulando "la unidad así fuera por un punto". Paralelamente, realizaba una política sectaria con los sectores de izquierda que tendían en definitiva a liquidar a esas direcciones.

2. El Frente de Liberación Social y Nacional unirá a todas las fuerzas partidarias de la revolución de liberación social y nacional y dispuestas a transitar las vías para su triunfo.
Su construcción constituye un proceso único del que es necesario abordar una fase inicial. En la clase obrera y en otros sectores populares hay numerosos militantes combativos que en las luchas libradas en los últimos años han ido elevando su conciencia política y su disposición para el combate revolucionario. Su agrupamiento junto a los comunistas y otros sectores de izquierda en comandos en las empresas, interempresas, en las estancias, colonias campesinas y pueblos de concentración de obreros rurales, en las villas de emergencia y barriadas populares, en las escuelas y universidades, en instituciones militares y cuarteles, constituye una parte esencial del proceso de construcción del Frente. Estos comandos deben ser órganos de las luchas de masas para su elevación al plano de combate por el poder popular.
Los grandes partidos burgueses, aunque cuentan con base de masas en las clases y capas interesadas en la revolución, no pueden pasar en su conjunto a integrar el Frente de Liberación Social y Nacional. Es de prever que con el desarrollo de la alternativa independiente obrero-popular, estos partidos, principalmente el peronismo y el radicalismo, sufran un doble proceso:
• Radicalización y fortalecimiento de sus sectores de izquierda, hasta llegar a desprenderse e integrarse orgánicamente al proceso de construcción del Frente de Liberación Social y Nacional.
• El trasvasamiento de fuerzas a los comunistas y otros sectores revolucionarios. Los sectores de la pequeña burguesía radicalizada han constituido núcleos políticos organizados con posiciones de izquierda, aunque de escaso desarrollo e influencia de masas, que pueden contribuir desde la fase inicial, al proceso de construcción del Frente de Liberación Social y Nacional. Nuestra política de unidad de todas las fuerzas revolucionarias presupone la lucha ideológica y por la hegemonía de la corriente proletaria marxista-leninista.

Existe además, una gran masa que coincide con los objetivos de la Revolución de Liberación Social y Nacional pero que se encuentra dispersa y desorganizada por la falta de un polo político de atracción. Con el desarrollo de la alternativa popular revolucionaria, esta masa puede ser nucleada junto a las fuerzas de izquierda y constituirse así en parte integrante del Frente.
Este panorama muestra que sería erróneo esquematizar un núcleo inicial en la fase que atravesamos en el proceso de construcción del Frente.
El eje de este proceso es la construcción y arraigo de nuestro Partido en los centros de concentración proletaria y su transformación en la vanguardia real de la clase obrera.
La labor de los comunistas y otros sectores revolucionarios dirigida a lograr que se vaya perfilando una alternativa independiente en las luchas de los trabajadores y el pueblo, constituye la condición más importante para la decantación de las fuerzas y posibilitará pasar a una nueva fase del proceso de construcción del Frente. En la lucha contra el imperialismo y la oligarquía burguesa terrateniente, se forjará la unidad y el Frente. Su construcción solo puede llevarse a cabo en el cuadro de la lucha política real y concreta del país.
Esto exige una línea cuyo rasgo esencial es disputar y sustraer a las masas obreras y populares de la dirección de la burguesía, a la vez implica golpear juntos con las fuerzas burguesas contra la política de las clases dominantes, desprendiendo a los sectores de izquierda todavía controlados por sus direcciones. Es oportunista concebir un núcleo de izquierda como parte de un frente más amplio cuyo programa no sea el de la Revolución de Liberación Social y Nacional. Concebir que con los sectores de izquierda ya cristalizados se puede construir el Frente y que con ellos se cierra el campo de nuestras alianzas, sería caer en una posición sectaria desconociendo que la izquierda peronista, fundamentalmente, y también sectores antiimperialistas del radicalismo constituyen fuerzas políticas imprescindibles para el desarrollo del Frente.
La lucha política y social exige que junto al proceso de construcción del Frente, se desarrollen movimientos de masa (clasistas o sea que agrupen a masas de una sola clase o interclasistas, por reivindicaciones que abarcan a sectores de diversas clases).
Las organizaciones obreras clasistas de la ciudad y el campo deben recibir toda la atención necesaria para que desempeñen el papel preponderante. La participación en movimientos unitarios de masas interclasistas deberá realizarse en función de nuestra concepción y nuestra fuerza proletaria, luchando siempre por la hegemonía. Es también tarea de importancia, promover los movimientos de masas en las diversas capas y clases no proletarias susceptibles de integrar el Frente de Liberación Social y Nacional y ganar a dichos movimientos para el programa de la Revolución de Liberación Social y Nacional.
La lucha por la construcción del frente como instrumento político del triunfo de la revolución en nuestro país, permitirá también aprovechar la eventualidad de una situación de crisis revolucionaria que pudiera crearse en el país, en la que -como en Rusia de 1917- nuestro Partido, dirigiendo a lo fundamental del proletariado, pueda lograr unir directamente en torno a éste, a los demás sectores populares y abordar el asalto al poder.

VIII. Movimiento obrero
1. La clase obrera es la espina dorsal de la liberación social y nacional de nuestro país. La principal organización del proletariado es el partido de los comunistas, que debe llegar a ser su vanguardia política.
Es preciso lograr que en las empresas, las células del Partido se transformen en vanguardia viva y real de los trabajadores. Estas células deben difundir y ganar a los trabajadores para las ideas del socialismo y fortalecer constantemente a las filas del Partido. Para ello deben popularizarse sistemáticamente, en forma viva, los elementos básicos que explican las causas de la opresión capitalista que sufre el proletariado y cómo terminar con ella, deben analizar y desentrañar ante la clase cada hecho de prepotencia patronal, cada nuevo paso de intensificación y refinamiento de la explotación capitalista, mostrando su raíz de clase.
El proceso de concentración monopolista ha barrido conquistas esenciales arrancadas en décadas de lucha proletaria en el país. En los últimos 15 años ha descendido considerablemente la parte de ingresos de la clase obrera en la renta nacional, se ha producido una brusca caída del salario real y del nivel de vida y el surgimiento y la permanencia de una gran masa de desocupados. La jornada de 8 horas ha dejado, prácticamente, de existir. En importantes industrias se va extendiendo el trabajo a destajo. La indemnización por despido, el pago por enfermedad, las vacaciones y el aguinaldo dejan de ser percibidos en algunos gremios como la construcción y otros, por numerosos contingentes de trabajadores jóvenes que ingresan a la producción y por gran parte de los desocupados cuando logran una ocupación. El ritmo extenuante del trabajo y la implantación de un régimen carcelario en las empresas, va siendo el signo dominante en los gremios industriales. Se ha perdido el derecho de huelga y otros derechos sindicales fundamentales.
Las células del Partido, para ganar a los trabajadores para las ideas del socialismo, deben analizar, impulsar y organizar, las luchas reivindicativas inmediatas, vinculándolas estrechamente a la lucha por el Poder.
Debe tenerse muy en cuenta que las tareas democráticas, agrarias y antiimperialistas tienen que hallar para el proletariado su encuadre correcto dentro de la lucha por el socialismo y el comunismo como salida final.
Solo en esta estrecha vinculación, la tarea del Partido por ganar a la clase para las ideas del socialismo podrá superar la situación creada por la desviación oportunista que no se ha empeñado en la lucha contra la explotación capitalista porque no comprende que la contradicción fundamental en la Argentina (entre la oligarquía burguesa terrateniente y los monopolios imperialistas por un lado y la clase obrera, los campesinos pobres y medios y la pequeña burguesía urbana por el otro) se resuelve en medio de una aguda lucha entre la clase obrera y el conjunto de la burguesía argentina (incluida la no ligada al imperialismo). La desviación oportunista trajo como consecuencia que el socialismo apareciera ante el proletariado como un planteamiento formal y no como una necesidad para la propia clase.

2. El movimiento sindical argentino en su conjunto está constreñido por el aparato estatal. Algunos sindicatos, principalmente de gremios industriales, en cuya dirección se han encaramado desde hace tiempo camarillas burocráticas al servicio del capital monopolista, tienden a insertarse crecientemente en los engranajes del régimen. La burguesía, ayudada por el amplio margen de maniobras que le dejó la desviación oportunista de nuestro Partido, ha logrado, por medio de sus agentes en el movimiento obrero, hacer penetrar profundamente las concepciones reformistas.
Los comunistas debemos partir de la idea leninista de que, cualquiera sea la situación de los sindicatos, nuestra misión de vanguardia exige actuar dentro de los mismos, ya que constituyen centros organizadores y de agrupamiento de las fuerzas de los obreros y puede servir objetivamente para su educación de clase. Se trata de actuar dentro de la realidad sindical tal cual es, sin adaptarse a ella ni embellecerla ante las masas, sino pugnando por ganar a los trabajadores para la lucha y la concepción clasistas en combate intransigente contra la ideología burguesa y sus portavoces. Si bien la burocracia sindical al servicio de tal burguesía cuenta con todo el peso del aparato estatal, tiene contradicciones insolubles con las bases obreras porque el proceso de concentración monopolista empeora sistemáticamente las condiciones de vida y de trabajo de la clase y porque como lo ha mostrado también la experiencia histórica del movimiento obrero internacional, también en nuestro país la línea conciliadora y reformista no solo ha resultado ser incapaz de asegurar el objetivo fundamental de la clase -la liberación del yugo de la explotación capitalista- sino que por eso mismo ha resultado ser la línea que más facilidades brindó a los monopolios para cercenar las conquistas reivindicativas. Por todo esto, hay grandes posibilidades de acción clasista en el movimiento sindical.
Por llevar a cabo una política de conciliación con los dirigentes capituladores y de sectarización  en el marco de la represión patronal y gubernamental combinada con la de los jerarcas sindicales- el Partido ha ido perdiendo lo fundamental de sus posiciones en el movimiento sindical y el MUCS ha dejado de tener existencia real, como agrupamiento sindical unitario. La consigna de "unidad sin exclusiones" que presidió y sigue presidiendo la orientación del CC oportunista, confunde la lucha por la unidad orgánica de los trabajadores en un solo sindicato, federación y CGT sobre la base de los principios clasistas con el acuerdo de todas las corrientes sindicales, incluidos los que están al servicio del enemigo de clase.
Es necesario ir creando una corriente clasista que adoptará, en las empresas, en los gremios, en las zonas y en el plano general del movimiento sindical, las formas orgánicas que el curso del proceso requiera. Esta corriente clasista debe luchar por conquistar y fortalecer las comisiones internas y los sindicatos, constituyéndose así en la base para la recuperación de una central obrera unificada, con una dirección al servicio de los objetivos revolucionarios del proletariado e independiente de los patrones y del Estado.
Las elecciones en todos los niveles de la organización sindical deben concebirse como momentos importantes de la batalla por el objetivo esencial de imponer direcciones clasistas y la táctica concreta deberá ser establecida en función de dicha estrategia.

3. La derrota de los planes de la dictadura y sus sirvientes participacionistas en el Congreso de la CGT a fines de marzo de 1968 marcó un momento nuevo en la situación nacional y particularmente dentro del movimiento obrero. Una etapa en la que va pesando crecientemente el estado de ánimo de las masas de odio profundo hacia la dictadura y en la que renacen luchas obreras y populares que aún no determinan la situación proyectando su propia alternativa pero que condicionan todo el proceso político nacional y del movimiento sindical.
Esta dinámica está influida también por el comienzo de una nueva etapa en la crisis del reformismo en el movimiento obrero, cuya base objetiva está determinada por el empeoramiento de la situación de la clase obrera provocado por el desarrollo de la concentración monopolista.
Al valorar el surgimiento de la CGT de Paseo Colón, que inaugura un nuevo proceso, superior, de lucha contra la dictadura y contra la burocracia sindical abiertamente al servicio de los monopolios (proceso en el que es un deber participar activamente y al cual debemos impulsar), debemos señalar que la dirección de la CGT de Paseo Colón, en lo esencial, no está orientada por principios clasistas. Sin embargo, el surgimiento de la CGT de Paseo Colón es el reflejo de esta nueva etapa de crisis en el reformismo sindical, que su dirección pretende llevar hacia la nueva opción que orquestan las fuerzas burguesas, para llenar el vacío abierto entre las masas y los traidores participacionistas y dialoguistas.
Entre los signos que indican la apertura de esta nueva etapa, pueden señalarse: 
• La aparición de una fuerza marxista-leninista que ha roto con el oportunismo. La constitución del PC (CNRR) comienza a tener influencia débil pero visible, en el accionar de toda la izquierda argentina. Su propia existencia dificulta los planes de las fuerzas burguesas que contaban solo con el apoyo que de hecho le daba el CC oportunista.
• El repudio creciente de las masas obreras a los Vandor, Coria, Cavalli, Alonso, Framini, March y Cía.
• La influencia de la situación internacional: esta nueva etapa de crisis del reformismo no se desarrollará espontánea, fácil o pacíficamente. Tampoco su desarrollo está mecánicamente vinculado a la suerte de la CGT de Paseo Colón.

Si los comunistas la impulsamos a fondo, se puede profundizar la crisis del reformismo en el movimiento obrero.
Por su parte el vandorismo, en combinación con una parte del equipo de Onganía y con los sectores más derechistas de la cúspide del movimiento peronista, junto a dirigentes no peronistas, trabaja con el objetivo de reunificar la CGT, desplazando a los sectores de la izquierda nacionalista burguesa y particularmente al sector proletario que todavía a tientas, en forma confusa, se va despojando de la ideología burguesa y avanza hacia posiciones de clase, que forma parte de la dirección de la CGT de Paseo Colón.

4. En esta realidad, nuestro Partido debe centrar su esfuerzo, como ya lo va indicando la experiencia de nuestras células de empresa, en agrupar a los trabajadores más combativos en comisiones o movimientos clasistas que desaten las luchas reivindicativas  principalmente la lucha por el aumento de emergencia y por la renovación de los convenios- con formas y métodos aptos para la situación actual. Estos movimientos deberán darle continuidad a la lucha reivindicativa y, apoyándose en el estado de ánimo de los trabajadores, ayudarán a canalizarlo y elevarlo políticamente.
El desarrollo de la lucha agudizará todas las contradicciones:
a. entre la masa obrera y la dictadura y sus sirvientes participacionistas y dialoguistas; b. entre las masas obreras que quieren cambios de fondo y los dirigentes conciliadores, que solo formulan verbalmente plataformas revolucionarias y crean hechos agitativos para llevar a las masas tras de nuevas opciones burguesas; c. entre los dirigentes dialoguistas y conciliadores con los sectores de la izquierda nacionalista burguesa, entre los militantes obreros del PC (CC oportunista) y su dirección. Todo esto, junto con el crecimiento de nuestro Partido en el seno de la clase obrera posibilitará ir desarrollando una tendencia clasista y permitirá desblocar a los sectores de izquierda.
Nuestro Partido debe ser el protagonista principal de la lucha contra los participacionistas y dialoguistas, fortaleciendo la CGT de Paseo Colón y profundizando en su seno la lucha con las posiciones y los dirigentes conciliadores.
Las agrupaciones y movimientos clasistas deben trabajar junto a otros sectores sindicales para desalojar a los colaboracionistas, pero sin diluirse en un "frente amplio", sino desarrollando una alternativa clasista. Esto impedirá también que puedan prosperar las pretensiones de Onganía de llegar a penetrar en una parte de la clase obrera agitando demagógicamente un "tiempo social" de la "Revolución Argentina".

5. Este accionar de la vanguardia en el movimiento obrero debe ser acompañado por la popularización sistemática entre las masas de la idea de los comandos fabriles e interfabriles como órganos de combate de la clase para su elevación al plano de la lucha por el Poder. Es necesario ir creando desde ya, las condiciones para el desarrollo de dichos comandos que serán el resultado del acuerdo entre los comunistas y otros militantes y sectores revolucionarios.
Los comandos orientarán sus esfuerzos en el plano sindical impulsando la batalla reivindicativa y el fortalecimiento de la corriente clasista, pero su objetivo central será ligar estrechamente dichos esfuerzos a la lucha por ganar a la clase obrera para el combate político por un gobierno popular  revolucionario.
Los comandos ayudarán a canalizar y elevar el espíritu combativo de las masas, a organizar a los trabajadores para enfrentar con éxito la violencia patronal-estatal y la de sus sirvientes en el movimiento sindical y a preparar a los trabajadores para encarar la insurrección popular armada.

IX. El campo
1. Dentro de un marco caracterizado por la permanencia del latifundio y la subordinación nacional a los monopolios imperialistas, se ha acelerado en los últimos años el desarrollo capitalista en el campo. Este proceso ha sido y es estimulado, entre otros factores, por las restricciones del mercado externo, que exige precios más bajos a nuestra producción agrícola-ganadera y empuja a los terratenientes y a los monopolios imperialistas a procurar menor costo de producción, créditos, subvenciones oficiales y una política y una legislación que los propicien.
Millares de chacras han desaparecido últimamente en la región pampeana. Según datos del CONADE, el número de campesinos arrendatarios en esa región descendió de 119.000 en 1947 a 50.000 en 1960, mientras el número de propietarios aumentó, en el mismo periodo, solamente de 70.500 a 96.300. Se han “recompuesto” así, numerosos latifundios, que en una gran parte continúa practicando una explotación irracional, de baja productividad.
Otra parte de los latifundios se desarrolla mediante la instalación de grandes estancias con explotación diversificada, fuerte inversión de capitales y elevada utilización de mano de obra asalariada. Con la Ley Raggio 17.253 de desalojos agrarios, sancionada por la dictadura de Onganía, los terratenientes recuperarán el dominio pleno sobre millones de hectáreas acelerando la “prusianización” capitalista del agro, es decir, su desarrollo capitalista sobre la base de la conservación del latifundio.
Los terratenientes y los grandes capitalistas agrarios, al intensificar la inversión de capitales y la tecnificación, procuran mejorar la calidad de la producción y reducir los costos, eliminando gran cantidad de mano de obra asalariada e incrementando la producción por hombre ocupado. Esto acrecienta las dificultades de los campesinos pobres y medios para colocar sus productos a precios remuneradores, ya que carecen de capitales suficientes para tecnificar y modernizar sus explotaciones, e intensifica la superexplotación y la desocupación -ya crónica y masiva- del proletariado rural. Al mismo tiempo, la crisis por la que atraviesan la mayoría de los cultivos industriales -azúcar, vid, yerba mate, etc.- y algunos sectores de la ganadería, es aprovechada por los grandes capitalistas agrarios para liquidar como productores a millares de pequeños campesinos y ganaderos.
En nuestro campo aun se mantienen numerosas formas de explotación que conservan rasgos precapitalistas: aparceros, medieros, tanteros, puesteros, etc. Todas ellas condenan a un trabajo agotador y a la miseria a miles de familias campesinas. La principal supervivencia capitalista en las relaciones de producción de nuestro país, dadas sus características, es el latifundio, que restringió la formación de un mercado interno para el desarrollo capitalista nacional, al condenar al atraso económico y social a vastas regiones de nuestro país. Al mismo tiempo la alianza de los latifundistas con los monopolios extranjeros fue la base de la dependencia del imperialismo.
Los terratenientes se han asociado estrechamente con los monopolios extranjeros y el gran capital en la mayoría de las ramas de la producción nacional y de la producción agropecuaria en particular. Grandes monopolios acaparan millones de hectáreas, dominan la fabricación de los medios de producción y de subsistencia que abastecen al campo, controlan el comercio de exportación e importación, los principales frigoríficos que trabajan para la exportación, los molinos harineros, las grandes bodegas, las mayores plantas industrializadoras de leche, los principales ingenios azucareros, el comercio intermediario. Estos monopolios junto a los terratenientes, a los bancos y al Estado oligárquico-imperialista, superexplotan al proletariado rural, expolian a los campesinos pobres y medios y oprimen al campesinado en su conjunto.
Una capa relativamente numerosa de campesinos ricos se ha desarrollado en los últimos años, particularmente en las zonas que no han estado sometidas al pago de rentas a los terratenientes. Aunque parcialmente, también ellos son afectados por la política impositiva de las clases dominantes, se ven oprimidos por los monopolios y perjudicados por los terratenientes que acaparan las mejores tierras, sufren por la falta de obras de riego, caminos, escasez de créditos, etc. La experiencia enseña que, si bien hay sectores de esa burguesía agraria que luchan por mejores precios, industrialización y comercialización no monopolista y, a veces, contra los desalojos, son particularmente inconsecuentes, propensos a la vacilación y a la entrega y, si la dirección de la lucha antimonopolista y antioligárquica queda en sus manos, inevitablemente la traicionan, en perjuicio de los sectores más pobres del campesinado. Por eso, los campesinos pobres y medios deben tratar de organizarse separadamente de los campesinos ricos, levantando sus propias reivindicaciones y luchando por ellas.

2. El proceso reseñado determina un aumento constante del peso y la importancia del proletariado rural, el aumento de las contradicciones sociales en el campo y la agudización de la lucha de clases en el mismo.
Por lo tanto, no hay otra solución para las grandes masas del campo que la realización de una reforma agraria profunda y completa y la posterior implantación, paulatina y voluntaria, de relaciones cooperativas y socialistas de producción. Así lo demuestra en América Latina, el ejemplo maravilloso de la Revolución Cubana. El fracaso reiterado de los diferentes gobiernos burgueses para resolver en favor de las masas campesinas el problema agrario, ha probado suficientemente que solo un poder revolucionario, que exprese la alianza obrero-campesina y las capas medias urbanas, con la dirección del proletariado, podrá realizar esa reforma agraria.
En la lucha por un poder de ese tipo, los militantes comunistas en el campo, deberán trabajar por:
• Lograr la sindicalización masiva del proletariado rural y el enraizamiento de sus organizaciones en las grandes estancias y explotaciones agropecuarias.
• Lograr la organización independiente de los campesinos pobres y medios, a través de la lucha por sus reivindicaciones específicas y diversificadas. Trabajar en la estructuración de una organización nacional que los agrupe y represente. En el caso de que considerables masas de campesinos pobres y medios actúen en organizaciones dirigidas por los campesinos ricos, los militantes comunistas deberán impulsar las luchas por las reivindicaciones de los sectores más pobres del campesinado y agudizar la pugna por desalojar de esas direcciones a los campesinos ricos.
• Crear y fortalecer las organizaciones del Partido en el campo, formando células en las grandes explotaciones agropecuarias y comités partidarios en los pueblos y localidades de concentración de obreros rurales y campesinos pobres y medios.

La lucha por todos estos objetivos es tarea fundamental de todos los militantes comunistas, del campo y la ciudad, conscientes de que sin la alianza obrero-campesina no será posible transitar el camino de la revolución por la que lucha nuestro Partido.

X. Los intelectuales
1. Los intelectuales, en el ejercicio de sus funciones específicas, ya sean técnicas, científicas o artísticas en general, forman una capa social intermedia de nuestra sociedad. Por las diversas formas en que , por su trabajo concreto, se ubican respecto a las relaciones de producción, se presenta como situación dominante su dependencia asalariada.
Asimismo, el freno al desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país, limita crecientemente su inserción en el proceso productivo, cuestionando la posibilidad misma del ejercicio de su especialización y de sus conocimientos. Al mismo tiempo, las clases dominantes actúan orientadas para lograr que los intelectuales jueguen el papel de eficaces instrumentos de creación ideológica y política, que aseguren su hegemonía sobre la clase obrera y el pueblo, hoy marginados de la creación cultural por la explotación económica directa a que son sometidos.

2. Su ubicación económico-social y su necesidad de un efectivo desarrollo científico, técnico y cultural, ubica a la mayor parte de los intelectuales como parte de las fuerzas interesadas objetivamente en la revolución de liberación social y nacional.
La vanguardia proletaria debe incidir activamente para que estos sectores organicen sus luchas por sus reivindicaciones gremiales específicas, por la libertad de expresión, etc., y profundicen su incorporación a las luchas populares que se vayan gestando. Deben consolidar también, en el campo de su vida política, las alianzas programáticas necesarias que favorezcan el logro de los objetivos planteados y su unión orgánica antiimperialista y antioligárquica. Para garantizar este proceso debemos luchar por nuestra hegemonía, y por ganar el mayor número de intelectuales al marxismo-leninismo, a la causa final del proletariado y lograr su incorporación a su destacamento consciente y organizado: el PC.
Junto a la necesidad de que jueguen este papel en el terreno decisivo en la lucha política revolucionaria, los intelectuales deben buscar y crear medios de comunicación con el pueblo que les permitan por el contenido de sus obras colaborar en la disputa ideológica de las masas, frente a la acción de las clases dominantes y al intento de recolonización cultural del imperialismo. Deben sentar, progresivamente, las bases para una nueva cultura: popular y nacional, que rescate todo lo positivo de nuestra herencia histórica y se proyecte hacia la creación de una cultura de tipo socialista.
Nueva cultura que encuentra en la conquista del poder por parte de las fuerzas populares y en las transformaciones revolucionarias que necesita nuestra patria, la condición inexpugnable para su concreción.

XI. Movimiento  juvenil
La joven generación presenta sus particularidades dentro de la sociedad. No constituye una clase; por el contrario sus miembros pertenecen a diversas clases y capas sociales. Pero esto no borra las características propias de los jóvenes. En una edad en que el sistema de explotación no ha podido corromper a la mayoría de ellos, los sectores juveniles de distinta extracción tienen mejores posibilidades de coincidir con la clase obrera en la lucha por la liberación social y nacional.
Esto se expresa en una suma de reivindicaciones propias (condiciones de trabajo, salarios, aprendizaje, recreación, deportes, posibilidades de formar un hogar, etc.). Pero sobre todo se expresa en una actitud combativa de rebeldía ante las injusticias, en aspiraciones de profundos cambios sociales, en un espíritu dispuesto a asimilar lo nuevo.
Tales condiciones imponen al partido del proletariado la obligación de hacer un trabajo especial y diferenciado entre las jóvenes generaciones.
En primer término para ganarlas a la causa del comunismo; atraerlas hacia la fuerza política que abre el camino del futuro. En segundo lugar para establecer una política con otros sectores que comprendan que los jóvenes no recorren obligatoriamente el camino de sus mayores: no siempre los grupos juveniles de una tendencia política piensan y actúan igual que los adultos.
En estas características, en la complejidad de situaciones particulares y en la riqueza de nuevas posibilidades, se basa la actividad juvenil del PC (CNRR) y de su organización auxiliar, la Federación Juvenil Comunista.
El punto de partida de esta actividad es que la clase obrera encuentra en la joven generación enormes posibilidades de convertirse en un heroico destacamento de la revolución de liberación social y nacional.

XII. El estudiantado
1. La actual política universitaria tiende a impedir la participación estudiantil y de otros sectores universitarios en la lucha junto a la clase obrera y el pueblo contra la dictadura y por la liberación social y nacional, y a conformar sobre la base de una estructura vertical, discriminatoria y represiva, una educación superior irracional y tecnocrática, totalmente adecuada a las necesidades de las grandes empresas monopolistas e imperialistas y una población estudiantil drásticamente reducida, selecta y limitada. La actual Ley y Estatuto universitario constituyen la institucionalización de tales planes.
En tal perspectiva se intervino la universidad, se eliminó la autonomía y los rasgos democráticos de la anterior estructura, se reprimió y reprime al movimiento estudiantil y a los sectores avanzados de los demás claustros, se ilegalizó a centros y FUA, se agredió criminalmente manifestaciones estudiantiles. Por otra parte, se agudizó el surgimiento de viejas camarillas profesorales, se niegan verdaderos concursos y se designan arbitrariamente profesores. Se reforman regresiva y limitativamente planes de estudio, se replantean viejas posturas tecnocráticas como la departamentalización, se imponen aranceles, cursos de ingreso y exámenes filtro, se eliminan cursos nocturnos y se restringen los servicios sociales. Consiguientemente se continúa reduciendo su presupuesto y abriendo ahora descaradamente las puertas a los subsidios imperialistas. En forma paralela se impulsa la enseñanza privada y profesional. Todo ello en el plan de conformar a corto alcance una universidad “reunificada”, incondicional políticamente, con una enseñanza al servicio de los monopolios y con una población estudiantil elitizada.
El reciente plan de los rectores es un nuevo paso en la sistematización y aceleramiento de tal orientación.

2. La universidad, como los centros de enseñanza en su conjunto, se mueven en el plano de la superestructura. Por ello puede existir un cierto grado de indiferencia en el manejo de los problemas universitarios, pero la universidad es fruto y expresión del régimen y en última instancia cumplirá las funciones que las necesidades culturales y técnicas del mismo le reclame; dentro de ello, con particularidades provenientes de su función, composición social predominante, y en determinados periodos, su estructura organizativa y de gobierno. Ideológicamente, más allá de las doctrinas que disputan la orientación de la cátedra, la universidad siempre tenderá a ser básicamente en su enseñanza una exaltación de los principios más generales del régimen que la nutre. La universidad es una institución en cierto sentido peculiar, una pieza del aparato estatal cuya misión es formar técnicos, científicos, profesionales, según las necesidades del régimen, entendiendo éstas de un modo históricamente concreto. No puede haber por tanto cambios de fondo en la misma, sino a partir de concretar cambios revolucionarios en nuestro país.

3. Enmarcada dentro de las contradicciones generales en que se debate nuestra sociedad, podemos ubicar la base de su contradicción particular. Por un lado, nos encontramos con que la universidad pertenece a nuestra formación económico-social, más aun, participa de su configuración institucional. En esta condición y en una sociedad dividida en clases como la nuestra, deberá responder en lo fundamental al interés y al predominio ideológico de las clases dominantes. Ello no quiere decir que tales o cuales formas políticas cambiantes y circunstanciales del Estado y de la propia universidad, obedezcan automáticamente como un calco a las modificaciones que se van procesando en la base económica. Por otro lado,  las urgencias técnicas y científicas que se reflejan en la enseñanza universitaria son promovidas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, por los requerimientos que el propio movimiento histórico va suscitando. Las crisis universitarias en última instancia, tienen también que ver en forma directa o refleja, con las discordancias en el seno de la sociedad, con la no correspondencia de las tendencias dinámicas del desarrollo de las fuerzas productivas con las relaciones de producción, y en consecuencia, con la lucha de las clases sociales cuyo escenario es toda la sociedad y que se manifiesta peculiarmente en el proceso universitario. Sobre la base de la contradicción en su conjunto se gestan y se desencadenan otras de carácter ideológico, científico y técnico que son privativas de la universidad, por esa conexión dual con ambos componentes del modo de producción. Esto toma relieve particular a la luz de los cambios cualitativos y vertiginosos en el campo de la ciencia y la técnica que se expande por el mundo. Asimismo, por ser la universidad a quien le cabe por desempeño específico, junto a otros centros de enseñanza, conservar y transmitir la herencia cultural. En dicha herencia, se enlazan y pugnan entre sí, los conocimientos científicos en perpetuo avance con las limitaciones ideológicas propias de la clase social dominante.
Estas contradicciones se enlazan con la que se origina entre los intereses de su población estudiantil y universitaria, proveniente mayoritariamente de la pequeña burguesía urbana y rural, de sectores profesionales, empleados, etc., con los de las minorías que detentan el poder. El proceso de radicalización política operado en los últimos años agudiza por otra parte el grado de enfrentamiento tanto en lo específico como en lo general, ubicando en mayor profundidad a la universidad en campo sensible de lucha de clases y en terreno receptivo del pensamiento revolucionario de la clase obrera, el marxismo-leninismo. Este proceso en el que mucho ha tenido que ver la incidencia de los comunistas, ha logrado en determinado periodo conquistar una estructura con rasgos democráticos que se convirtió a su vez en valioso instrumento para el avance de la conciencia política de la mayoría de los estudiantes y su consiguiente proyección como aliados del proletariado y el pueblo.

4. El estudiantado es un sector social intermedio. Tiene de común su función social específica, la de atravesar un periodo de formación como futuros cuadros profesionales, técnicos, científicos y culturales, y la consiguiente problemática que deviene de tal proceso.
El estudiantado es un grupo de origen social multiclasista. Proviene de diferentes clases y capas sociales. En Argentina la mayoría proviene de la pequeña y mediana burguesía urbana y rural, y en el último periodo se ha acentuado la proporción de estudiantes que simultáneamente trabajan y estudian. De allí que el estudiantado no solo sufra la contradicción general de los sectores de los que proviene, sino también las contradicciones específicas derivadas del ahogamiento cultural y científico que las clases dominantes imponen a la educación. El hecho de estar relativamente desvinculados de la actividad productiva directa de los sectores de los cuales provienen, así como el de estar por su función específica estrechamente relacionados con los problemas ideológicos, científicos y sociales, lo torna sensible a ser partícipe de la lucha por el progreso social. Otro factor que incide en dicha inserción, es la tendencia creciente a que su futuro profesional, científico y técnico cobre el carácter de una función asalariada.

5. En 1918 el estallido reformista en Córdoba reflejó, en un mundo conmocionado por el triunfo de la Revolución Rusa y en un país donde las fuerzas burguesas pugnaban por conquistar posiciones políticas, económicas y sociales, el ingreso de sectores provenientes de las capas medias a los claustros universitarios y su aguda contradicción con una universidad de pensamiento y composición aristocrática, oligárquica y monacal.
En el mundo transformado de hoy en día, uno de los rasgos salientes de las luchas universitarias, es su creciente izquierdización, su marcado tono antiimperialista y su positiva contribución a la estructuración de una alternativa liberadora para el país y la universidad.

6. El rol fundamental del estudiantado es el de aliarse a la clase obrera y el pueblo en la perspectiva revolucionaria. En tal sentido es necesario combatir las posiciones oportunistas que siembran ilusiones sobre un supuesto desarrollo universitario al margen de la lucha por cambios de fondo en el país y a las posturas trotsquistas que a partir de una falsa caracterización de la etapa  y del estudiantado, niegan las posibilidades de su incorporación masiva al proceso revolucionario.
Los comunistas, como expresión de la vanguardia de la clase obrera en la universidad y a partir de sus objetivos: el socialismo y el comunismo, deben orientar y encabezar las luchas estudiantiles en función de unirlas a las de la clase obrera y el pueblo por la concreción de la actual etapa liberadora. Deben propagandizar la teoría del proletariado: el marxismo-leninismo, y desarrollar política y orgánicamente en su seno el instrumento decisivo para garantizar tal proceso: el Partido.
Dadas las características en este medio de trabajo, cobra singular importancia la lucha ideológica en los diversos planos de la labor partidaria.
En tal perspectiva es tarea principal fortalecer constantemente las agrupaciones de carácter estudiantil que se plantean la incorporación de la mayoría de los estudiantes junto a la clase obrera y el pueblo tras los objetivos de la actual etapa. Es tarea de los comunistas y de las fuerzas de izquierda fortalecer permanentemente política y orgánicamente los centros, las federaciones regionales, la FUA, que han ido avanzando en los últimos años en sus definiciones hacia una programática de liberación social  y nacional. La política de unidad del estudiantado pasa por fortalecer tales estructuras y por derrotar cualquier maniobra divisionista de los centros, federaciones y FUA; en el orden internacional por la OCLAE y UIE.
En tal dirección es necesario impulsar acuerdos parciales con los estudiantes y fuerzas que fueron llevadas al divisionismo por la reacción y la derecha y que hoy procesan hacia posiciones de izquierda.
Asimismo, impulsar el frente universitario con sectores avanzados de los demás claustros, con los sectores educacionales, con los estudiantes secundarios.

XIII. La mujer
1. La historia de la sociedad dividida en clases antagónicas ha dejado, entre otras, la secuela de una explotación particular de la mujer, discriminada en el salario y en sus posibilidades ocupacionales, obligada a trabajar fuera de su casa mientras la sociedad le carga la responsabilidad de las tareas hogareñas, constreñida por ataduras legales y por la moral hipócrita de las clases dominantes a una situación secundaria o de dependencia, en la producción, en la vida política y social y en el matrimonio.
La lucha de clases de los trabajadores debe tomar en cuenta las reivindicaciones específicamente femeninas, incorporándolas a la acción de los comandos o comisiones obreras, de los sindicatos o federaciones, de los frentes políticos de otros movimientos populares, etc.
Esta incorporación supone la participación directiva de la mujer en estos organismos o movimientos, participación que ha sido retaceada por los dirigentes reformistas del movimiento sindical.

XIV. El  periodo actual
1. Estamos en la etapa histórica de la lucha por la conquista revolucionaria del poder. El periodo actual es una parte inseparable de esta etapa.
En el proceso de nuestro país, las clases dominantes han logrado mantener, casi sin interrupción, la iniciativa.
El proletariado y las masas trabajadoras, así como la mayoría de otros sectores populares, manifiestan un odio profundo al régimen imperante y desean cambios revolucionarios. Su rebeldía encuentra poderosos estímulos en los éxitos que va logrando el pueblo vietnamita y en el ascenso de las luchas anticapitalistas en el mundo. La clase obrera y el pueblo han demostrado reiteradamente su elevada combatividad y su disposición de lucha. Pero la falta de una política independiente por parte del partido del proletariado, que inutilizó su actitud para jugar el papel de vanguardia, ha dificultado enormemente el desarrollo de la conciencia de clase y ha facilitado la permanencia predominante de la ideología burguesa en la clase obrera, a pesar de las grandes experiencias de lucha y del repudio creciente de las masas a los dirigentes traidores y conciliadores.
Por la debilidad de los sectores clasistas y revolucionarios, las masas aunque rechazan a dichos dirigentes, no visualizan aun una dirección que pueda garantizar y conducir sus luchas. La actitud que predomina en la clase obrera y otros sectores populares es de búsqueda de una salida y de desconfianza hacia los manejos de sectores nacionalistas burgueses, aunque éstos aparezcan enfrentados frontalmente con la camarilla traidora enquistada aun en la dirección de un parte muy importante del movimiento sindical.
Nuestro Partido, apoyándose en el estado de ánimo de las masas, actuando en medio de una aguda y difícil lucha con el oportunismo, el reformismo y el nacionalismo burgués, puede, en el periodo actual, crecer y arraigar en ellas e impulsar el desarrollo de la alternativa revolucionaria. En la medida en que se perfile esta alternativa revolucionaria, será posible impedir que prenda en una gran parte de la clase obrera la pasividad y el escepticismo y que otra parte pueda ser arrastrada durante un tiempo considerable, por nuevas variantes burguesas en marcha.
Nuestro Partido debe poner su atención principal en los numerosos militantes combativos del movimiento obrero y popular, forjados en las luchas libradas en los últimos años, que buscan afanosamente un camino, una dirección, una vanguardia.
Hay una fuerza de izquierda importante pero débil, cuya dispersión puede superarse a corto plazo, mientras se logra su fortalecimiento por las amplias posibilidades existentes en las masas obreras y populares para desarrollar su procesamiento hacia la izquierda.
La actividad de nuestro Partido en la clase y las masas unida a una persistente y profunda lucha ideológica contra todas las variantes conciliadoras, reformistas y aventureristas, la realización de una política consecuente de unidad con todas las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo, puede desarrollar rápidamente las condiciones para quitar la iniciativa a las clases dominantes y para que el proletariado y demás sectores populares abran un nuevo periodo en su lucha por el poder.

2. En los últimos años, debido al proceso de concentración monopolista se han producido modificaciones importantes en la ubicación y relación recíproca de los diversos sectores de las clases dominantes. El capital financiero imperialista ha pasado a controlar ramas íntegras de la producción, liquidando o subalternizando a grandes sectores de la burguesía no ligada al imperialismo. Determinados grupos monopolistas-petroleros-siderúrgicos, de la industria automotor, químicos y petroquímicos, etc., controlados por ese capital financiero, han consolidado su predominio en el bloque dominante, en detrimento de otros grupos monopolistas y oligárquicos. En el campo avanzó aceleradamente el proceso de introducción de formas capitalistas de producción asentado en la propiedad latifundista de la tierra y el capital financiero monopolista acentuó su control sobre diversas ramas de la producción agropecuaria y de su comercialización. Estos cambios se expresan en la superestructura política y dan lugar a un complejo proceso de diferencias y luchas entre dichos sectores conducentes a la reconstrucción política del bloque de las clases dominantes, al ajuste del aparato estatal y a la búsqueda de una estabilización política prolongada, frente al elemento potencialmente explosivo, que es el estado de las masas obreras y populares.

3. Definimos el periodo actual como el de la construcción de la alternativa revolucionaria de la clase obrera y el pueblo, de acumulación de fuerzas que creen las condiciones para abordar el asalto al poder. Acumulación de fuerzas entendida de un modo activo y no pasivo, mecánico o administrativo. Acumulación de fuerzas entendido como una política de ofensiva, como un proceso de lucha aguda y tenaz de los comunistas para ganar los cuadros y militantes combativos del movimiento obrero para las posiciones revolucionarias; para promover la experiencia de la clase y las masas impulsando las luchas por las reivindicaciones económicas y políticas que vayan surgiendo en el proceso de construcción del Frente de Liberación Social y Nacional.
Es preciso que el proletariado y su partido actúen con audacia y agilidad política en la eventualidad de situaciones de enfrentamiento agudo o desplazamiento brusco de sectores de las clases dominantes. Es necesario que aprovechen a fondo las situaciones de debilitamiento del poder (como las de marzo de 1962, por ejemplo), los momentos de mayores posibilidades de acción legal, para producir cambios en la correlación de fuerzas y acelerar el proceso revolucionario.
La clave de este periodo es la reconstrucción y el desarrollo del Partido de vanguardia marxista-leninista y su arraigo en los principales centros de concentración proletaria. La condición fundamental para la revolución es elevar el papel de lo subjetivo, el papel del partido. En las condiciones actuales de crisis general del capitalismo y de situación global revolucionaria que vive América Latina, el factor subjetivo adquiere una importancia decisiva. La idea mecánica que durante años imperó en nuestro Partido sobre las llamadas condiciones subjetivas y objetivas conduce a concebir el desarrollo de aquéllas como automático y espontáneo y a considerar que el Partido debe esperar que llegue ese momento para dirigir el proceso revolucionario, como un ente inmutable que por proclamarse marxista-leninista y vanguardia del proletariado tuviera tal calidad.
Como enseña la teoría y la práctica leninista, el proletariado solo puede jugar su papel dirigente si cuenta con un partido que cumpla su misión de vanguardia. Esta es la cuestión cardinal que los comunistas argentinos debemos resolver en el presente periodo.

XV. La lucha ideológica
1. Para cumplir con estas tareas es imprescindible librar una intransigente lucha ideológica. Ella consiste, en primer término, en la difusión de la ideología socialista y de la realidad del mundo socialista.
Pero también consiste en combatir todas las tendencias que traban la concreción del  Frente de Liberación Social y Nacional como son las que distorsionan el papel de la clase obrera en el frente. Entre estas tendencias mencionaremos el reformismo, el nacionalismo burgués, el desarrollismo, los intentos conciliadores del socialcristianismo, las diversas variantes ultraizquierdistas. El reformismo está arraigado en el movimiento obrero argentino y por su esencia consiste en una supeditación de los intereses de clase del proletariado a la dominación burguesa. Por eso se contenta, con conquistas parciales, dejando perder en la lejanía de un futuro improbable, la perspectiva del poder. Estrechas vinculaciones con el reformismo tiene el nacionalismo burgués, que se apoya en la incapacidad reformista para levantar banderas nacionales cuyo sentido principal es ocultar el contenido burgués de la explotación de clase. El desarrollismo pone su acento en un “crecimiento económico” que, aparentemente, se produciría por encima de las clases con beneficio para el proletariado, pero en realidad no hace sino reforzar la dominación del gran capital contra la clase obrera y el pueblo; es una forma de nacionalismo dispuesta a todas las conciliaciones con el imperialismo y, por lo tanto, dispuesta a abandonar las banderas de la liberación nacional.
Otra forma a la que intentan recurrir el reformismo, el nacionalismo burgués y el desarrollismo, son las alternativas conciliadoras socialcristianas; una característica de esta tendencia es que, junto a una denuncia a veces correcta de males sociales, agitan lemas inocuos de amor, confraternidad y no violencia, amparándose en el peso milenario de la religión en las masas.
En la medida en que se agudicen los conflictos sociales estos lemas sin salida serán utilizados por las clases dominantes, parte de las cuales levanta como programa de soluciones sociales, las últimas encíclicas papales.
El extremismo ultraizquierdista cae a veces en la negación de las alianzas de la clase obrera, dejándola aislada frente a un enemigo poderoso; otra veces rechaza el papel dirigente del proletariado, subordinándolo al campesinado, a sectores pequeñoburgueses o directamente, al nacionalismo burgués.

2. La polémica ideológica es indispensable para abrir el camino de la liberación social y nacional. Debe polemizarse, en primer lugar, con el enemigo principal; pero también debe polemizarse con el aliado, firme o circunstancial, que cede ante el enemigo. De todas maneras debe tenerse presente que la crítica a posiciones erróneas tendrá un tono y una intensidad diferentes según se trate de concepciones que frenan la lucha o de concepciones que, si bien erróneas, empujan el combate contra el imperialismo, la oligarquía terrateniente y el gran capital.

1 Del programa de la Unión Democrática: Política internacional, p. 2, colaboración efectiva de todas las naciones americanas. Política económica, p. 2, Reforma agraria, división del latifundio improductivo, plan de colonización fomentando el cooperativismo rural y la ayuda al colono.
2 Nuestro país, con su singular desarrollo económico y social no podía dar lugar a un proceso idéntico al del fascismo europeo. La presencia de una ala “nacionalista” fascistizante en el peronismo, las ideas corporativas que contribuyeron en ascenso intentaran caracterizar como fascismo al peronismo, sin percibir que su significación histórica es la de un movimiento burgués, con hegemonía de la burguesía industrial que se apoya en una base de masas proletarias y a través de esta sustentación asegura su hegemonía sobre las otras capas explotadoras, el relegamiento de los terratenientes y luego la negociación con estos y con el capital monopolista extranjero.