Repudiados por el pueblo, aislados de todo el mundo salvo de un puñado de personeros imperialistas yanquis y europeos, los jefes de la banda oligárquica instalada hace tres meses en Honduras decidieron implantar una dictadura terrorista para aplastar a una resistencia que no cesa.
El sábado 26, al término de una nueva y multitudinaria marcha, los dirigentes del Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe de Estado habían anunciado la realización de una asamblea para decidir las acciones para la semana siguiente en Tegucigalpa y todo el país. El coordinador general del Frente, Juan Barahona, aseguró allí que a pesar de la represión la lucha popular continuará hasta lograr “la restitución del estado de derecho” y la del derrocado Zelaya, y la convocatoria a una asamblea nacional constituyente.
Apenas al día siguiente el gorila Micheletti, cuyo régimen lleva asesinados y heridos a un centenar de manifestantes y decenas de secuestrados, decretó el estado de sitio pretendiendo prohibir las marchas, desalojar militarmente las instituciones tomadas por los luchadores antidictatoriales y amordazar a la prensa opositora; lanzó un ultimátum al gobierno de Brasil sobre la situación de Zelaya refugiado en su embajada; prohibió la entrada a Honduras a una delegación de la OEA, y desconoció a los embajadores de los países que rompieron relaciones con ese régimen fantoche como Venezuela, España, México y Argentina. Veinticuatro horas después trató de darle a su régimen un barniz de legitimidad institucional “consultando” a las jefaturas golpistas del Congreso y la Corte Suprema sobre la posibilidad de levantar el estado de sitio que acababa de implantar.
Junto con eso la dictadura anunció que la embajada de Brasil perdería en 10 días su status diplomático, lo que significa que prepara el asalto militar contra esa sede, donde se alberga Zelaya con varias decenas de seguidores.
Casi como una confesión de parte sobre la intervención yanqui en el golpe y en la dictadura, el embajador de EEUU Hugo Llorens reunió a los candidatos a las elecciones del 29 de noviembre y a varios funcionarios para ordenarles groseramente aceptar la ya agotada misión “mediadora” del ex presidente costarricense Oscar Arias, que obligaba a los zelayistas a negociar con el régimen de Micheletti como si fuera un gobierno legítimo. Con la misma brutalidad, el representante norteamericano ante la OEA Lewis Amselem criticó el regreso de Zelaya sin un “acuerdo” previo con el dictador Micheletti, y dijo que los defensores de Zelaya deberían “prevenir la violencia y mantener el bienestar en Honduras”.
Justamente por esos objetivos el pueblo hondureño lucha para voltear a esta siniestra dictadura proyanqui.
Dictadura terrorista
El tirano Micheletti convirtió a Honduras en un campo de concentración, muy parecido al que instauró en 1976 en la Argentina la dictadura videlista. De noche “grupos de tareas” policiales y militares allanan, torturan y saquean. Vehículos con soldados y policías encapuchados patrullan las calles disparando en la oscuridad contra los barrios y casas, sembrando el terror. Los organismos de derechos humanos dan cuenta de más de 600 detenidos, pero sólo son los que se conocen.
A pesar del miedo, la heroica resistencia continúa. Prácticamente no hay día sin marchas y tomas de calles. La incansable lucha popular divide a la oligarquía hondureña: una parte de la cúpula empresarial que propició el golpe y algunos de los candidatos ya no creen que las elecciones presidenciales puedan realizarse el 29 de noviembre en un país convertido en un campo de concentración.
Zelaya convoca a una “ofensiva final” pacífica contra la dictadura. En muchos barrios populares se prepara la resistencia, y una parte de ella —como refleja el diario La Nación (28/9/09)— expresa su disposición a tomar las armas.
El golpe fascista de Honduras es un “globo de ensayo”. En complicidad con la oligarquía hondureña, la asonada cívico-militar pretende ser una advertencia contra todos los procesos reformistas, revolucionarios y antiimperialistas que crecieron en América Latina en los últimos años.
¡Multipliquemos la solidaridad con la lucha del pueblo hondureño! ¡Su causa es la nuestra!