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05 de abril de 2013

A 36 horas de la inundación que azotó al Barrio Mitre la madrugada del 2 de abril, conversamos con compañeros del PTP-PCR y de la CCC afectados.

“Todo quedó dado vuelta”

La inundación en el Barrio Mitre de Capital Federal

Ese 3 de abril, encontramos a los vecinos (entre ellos muchos compañeros del PTP-PCR, y de la CCC), limpiando sus casas, tratando de salvar lo poco que les quedó, tras la inundación que, como nos contaba Julia Rosales, dirigente del PTP-PCR de la Zona Norte de la Ciudad de Buenos Aires, que nos acompañaba en la recorrida, fue una ola gigante y tapó todo el barrio a partir de las 3 de la mañana”.

Ese 3 de abril, encontramos a los vecinos (entre ellos muchos compañeros del PTP-PCR, y de la CCC), limpiando sus casas, tratando de salvar lo poco que les quedó, tras la inundación que, como nos contaba Julia Rosales, dirigente del PTP-PCR de la Zona Norte de la Ciudad de Buenos Aires, que nos acompañaba en la recorrida, fue una ola gigante y tapó todo el barrio a partir de las 3 de la mañana”.

Luego de mostrarnos cómo la inundación afectó también al local partidario, a dos cuadras del Barrio Mitre, Julia nos contaba que “En cinco minutos entró el agua por todos lados, pasó las compuertas, subió de los sumideros, las rejillas, los inodoros. A las 3.30 la gente estaba tapada hasta el cuello de agua. Se cortó la luz en todo el barrio. La gente perdió todo. Cocina, lavarropas, heladera, televisor, cama, colchones, ropa…

“Algunos dicen que fue por el Dot, y otros que por Tecnópolis, porque se construyó arriba del reservorio del arroyo Medrano. Por lo tanto, ese lugar, que absorbía el agua y evitaba el desborde, hoy no existe más. Y el arroyo Medrano desagota para el lado del barrio. Nosotros estuvimos trabajando desde la mañana, aún con nuestro propio local inundado. El gobierno de la ciudad apareció, pero tarde”, finaliza Rosales, diciendo que los vecinos afirman que los muertos son 3 o 4, no uno.

 

“El agua entró en cantidad”

Ya en el barrio, los bomberos terminan de apagar un incendio en una de las casas porque, luego de dar la corriente eléctrica, algún artefacto que quedó enfuchado quemó toda una casa. Una compañera pasa, saluda a Julia y dice “si hablo lloro”, y sigue caminando. Varios miran para arriba, temerosos ante la presencia de algunas nubes.

En la primera casa que visitamos, una señora cuenta que “El agua pasó de largo por las compuertas. A las 4 ya no nos podíamos mover. Todo tiramos. No tenía ni ropa para moverme. Lo que tengo puesto me lo trajo mi hermana”. Mariano, por su parte, afirma que “Estamos acostumbrados a tener agua por la cintura. Pero esto nos sorprendió. Cuando nos quisimos dar cuenta, teníamos el agua al cuello. A la abuela de 83 años la subimos a la casa de al lado, que tiene planta alta, entre dos. Nos ayudamos entre los vecinos. El gobierno recién apareció a la mañana, cuando el agua ya estaba bajando. Están dando algo, colchones, pero ¿la semana que viene estarán? Te dicen ‘no te olvides de mí que soy de tal partido’. Yo no me voy a olvidar de vos, pero vos seguro que te vas a olvidar de mí. Se levantó la heladera, el televisor que estaba arriba se cayó al agua, y hasta el perro casi se nos ahoga.

Para Mariano, tiene sus desventajas haber “dado la luz” tan rápido: “Yo tengo una pared que depende como la toques, te da electricidad”. Él también opina que no sólo es culpa del shopping la inundación.

Marcelo, por su parte, que colaboró en sacar a la señora de 83 años “por arriba de las compuertas”, asegura que “el barrio no está preparado para soportar una inundación, ni tampoco para un incendio como el que ocurrió recién. Los presidentes de manzana tendrían que tener aunque sea matafuegos, y conexión con los bomberos. No hay nada. Si el barrio apoya al político de turno, le hacen la guerra al Dot. Pero no dicen nada del arroyo Medrano, que revienta las tapas frente al Parque Sarmiento, y viene el agua para acá”.

Unos metros más adentro, una pareja nos hace entrar a su casa. La escena da escalofríos. Para entrar, hay que saltar por encima de una heladera volteada sobre los muebles, ropa, cuadernos y efectos personales destrozados por el agua que tardó 12 horas en retirarse. “Estaba con mi señora y mi nena arriba de las sillas”, nos cuenta el dueño de casa. “Por suerte tengo arriba, lo que era la casa de mi hijo, y pude llevar cosas ahí. Pero otra gente perdió todo”, refelxiona.

“Yo protesté toda la vida contra el gobierno que tenemos hoy, porque nunca llegaba nadie. Ahora, no llegó a tiempo, pero llegó. Dicen que van a dar subsidios”. “Hay casas donde el agua arrancó la puerta”, acota su compañera, dando un ejemplo de la violencia de la inundación.

En otra casa, una compañera peruana, que hace 12 años vive en el país, nos decía que “pusimos la compuerta, pero igual el agua entró en cantidad. Se metió por todos lados. Se cayeron todas mis cositas. Fue un desastre. El agua me llegó acá (se señala el cuello), yo veía la muerte. Tengo un hueco en la pared, alto, boté todas las cosas que había ahí, y puse a mis hijos. A las cinco de la mañana ya no teníamos nada. Fue horrible. Le pedí a Dios que parara la lluvia, porque no se podía más. Mi sobrina encerrada, gritando. No apareció nadie. Si venía un bote, o un helicóptero, yo me iba, pero no vino nadie. Mi hijo de 9 años quedó asustado. No quiere saber nada con que vuelva a llover”.

Seguimos la recorrida, en medio de las montañas de muebles, colchones, lavarropas, cocinas, y decenas de cosas que los vecinos amontonan en las esquinas, para que las retiren las cuadrillas de limpieza de la municipalidad. Andan por el barrio reconocibles funcionarios de Macri, tratando de que el barro no ensucie sus costosos zapatos. Horas después, la mismísima Cristina Kirchner desembarcaba rodeada de jóvenes de La Cámpora, repartiendo frases de circunstancia y promesas.

 

“A la Celia la saqué en bote”

En otra cuadra, Robert no cuenta que “A la Celia la saqué en bote”. Y la protagonista, la misma que salió en varios canales diciéndole a “Macri, a Cristina, acuérdense de los pobres, no sólo del que se pone el traje y va a la oficina. Nosotros somos los que mantenemos el país”, relata la odisea de sacar a su padre, de 97 años y en silla de ruedas, entre los vecinos, para llevarlo en un bote hasta un lugar donde pudieron bajarlo. “Se lo llevó mi hijo porque acá no se podía estar”, recuerda Celia, pese a haber puesto la compuerta “A las 4 tenía el agua adentro. Venía de todos lados, por abajo, por arriba de la compuesta, por la ventana. No nos dio tiempo a nada. Los chicos llorando. Todo quedó dado vuelta. Heladera, televisor, cama. Todo flotando. Mis máquinas de coser, todo arruinado. No apareció nadie. Desde las 2 de la mañana llamando a la metropolitana, a los bomberos, al 911, y cortaban. Hasta las 8 de la mañana no vino nadie.

Celia cuenta que en la cuadra “Se murió una vecina. Llamó a la chica de al lado para que le ponga la compuerta, y cuando vino el agua no pudo llegar. Cuando fueron, ya estaba muerta. Se ve que se cayó. La hermana de ella se murió del susto. Tenemos 3 o 4 muertos en el barrio”. Y Robert se indigna “Nos quieren arreglar con un sandwich y colchones. ¿Y cuando se inunde de vuelta? Porque soluciones no hay”.

Terminamos la recorrida por otras casas, que mostraban la misma angustia por lo perdido, y la bronca porque “nadie hace nada”. Mientras hacemos la entrevista, los compañeros se organizan para continuar las tareas solidarias de reparto de ropa y comida, y convocando a una asamblea para discutir los pasos a seguir.