El estallido de turbulencias económicas en tres continentes en las últimas semanas ha agudizado los vaivenes de los inflados mercados financieros.
El estallido de turbulencias económicas en tres continentes en las últimas semanas ha agudizado los vaivenes de los inflados mercados financieros.
La viabilidad del acuerdo sobre Grecia sigue siendo incierta, sin que se hayan despejado las dudas sobre su salida de la zona euro (llamada Grexit). Las Bolsas en China siguen temblequeando pese a las medidas draconianas del gobierno, y los efectos internos e internacionales de sus caídas enturbian el futuro. Puerto Rico, a su vez, plantea una de las mayores cesaciones de pagos de un gobierno en la historia de Estados Unidos. Ucrania bordea también la cesación de pagos, y la crisis en Rusia hace temer cosas peores y no sólo desde un punto de vista económico.
Ya en su reunión del 16 y 17 de junio, la Fed (el banco central estadounidense) había expresado preocupación por la turbulencia global y los puntos débiles de la economía estadounidense. La incertidumbre sobre un acuerdo entre Grecia y sus acreedores, el debilitamiento del crecimiento económico de China y la lentitud de la recuperación del consumo en los propios Estados Unidos, fueron algunos de los temas destacados en las actas. El derrumbe de los precios del petróleo, si bien puede ser un alivio al consumo interno, no contrarresta el daño provocado en el empleo de esa industria (de las 500 pequeñas y medianas empresas en el fracking, hoy sólo quedan cotizando 20, según Wealth Daily, 22/7/2015), con todo lo que eso significa para todas las industrias y servicios conexos.
El default de Puerto Rico es de 72.000 millones de dólares. Lo que más alerta es el drama humanitario, con una tasa de desempleo de más del 12%, solo atemperada por una emigración de más de 50.000 residentes al año, entre 2011 y 2014, que se han estado yendo a vivir como pueden en Estados Unidos.
Si bien globalmente la exposición transfronteriza de los grandes bancos es inferior a la previa a la crisis de 2008/9, la financiación a través del mercado de bonos ha aumentado grandemente en todo el mundo. Una ola de cesaciones de pagos podría generar una salida en masa de inversionistas de esos bonos. Aunque todavía los mercados financieros no han sufrido sacudones más extendidos, eso no significa que no los habrá. Los últimos años han demostrado que los canales de contagio pueden permanecer ocultos hasta que eventos tan anticipados, como una posible salida griega del euro, se hagan realidad. Por otra parte, otros tipos de contagio, como el político (incluido el militar) y el económico, son una amenaza que pende sobre el mundo.
La inestabilidad en China
En el caso de China, los préstamos en moneda extranjera a empresas de ese país casi se han cuadruplicado desde 2008 y hoy exceden US$800.000 millones. Todavía peor es la situación de endeudamiento interno: los inversionistas chinos, presos de la exuberancia irracional de sus Bolsas, han acumulado deudas para comprar acciones con las corredoras locales, lo que aumenta sus porcentajes de incobrables. Desde 2008, la deuda combinada del gobierno, empresas y consumidores de China ha aumentado de 134% del PBI a 241% (The Wall Street Journal Americas, 27/4/2015).
Más allá de lo financiero, la amenaza económica directa sobre el mundo de los problemas que aquejan a China podría ser mucho mayor que en el pasado. La contribución del país al producto económico mundial casi se ha triplicado, de 5% hace una década, a 14% en la actualidad. Incluso si el daño del estallido de la burbuja bursátil en China no traspasara sus fronteras, el efecto dominó sobre su crecimiento económico podría arrastrar a los socios comerciales del gigante asiático, entre ellos varios países latinoamericanos, que ya padecen la caída de la demanda china de materias primas.
La agudización de los problemas internos en China, junto a las limitaciones que viene teniendo para su expansión en el mundo a través de la exportación de mercancías, acrecentará su énfasis en la exportación de capitales, típico de la expansión imperialista. Esto agudizará la competencia de sus monopolios estatales (ahora con creciente participación privada, incluso apelando a Wall Street) con los otros monopolios imperialistas en un mundo ya repartido. Esto hará más agresiva su disputa por un nuevo reparto del mundo (no sólo en los países dependientes de Asia, Africa y América Latina sino también en Oceanía, Canadá y en toda Europa), en coincidencia y también en disputa con el imperialismo de Rusia, que con su accionar en Medio Oriente (en particular Siria) pero sobretodo en Ucrania, puso fin a la “era post guerra fría” inaugurada con la caída del muro de Berlín, de 1989.