Desde septiembre del año pasado Australia viene atravesando uno de los peores desastres naturales de la historia (ver “Las tormentas de fuego en Australia”, hoy n° 1799). Las cifras son escalofriantes: más de 10 millones de hectáreas devastadas, fallecieron más de 27 personas, 480 millones de animales muertos, 20 mil viviendas quemadas. Los incendios devoran los ecosistemas y barren con la biodiversidad a velocidades alarmantes sin poder ser controlados.
Si desde principios de septiembre las altas temperaturas dieron paso a los numerosos incendios, ahora son los fuertes vientos y las violentas tormentas las que están azotando la costa este de ese país.
En la semana pasada, cayeron abundantes precipitaciones sobre la capital australiana, Canberra. Unas lluvias torrenciales convertidas en granizo del tamaño de pelotas de golf que han provocado numerosos daños. Por ejemplo, el personal del zoológico de Somersby, en el estado de Nueva Gales del Sur, tuvo que proteger a los koalas y a otros animales de las lluvias torrenciales. También tuvieron que retener a los caimanes para que no se escaparan de sus cercas después de que el agua anegase todo. Se cree que estas pueden ser las peores inundaciones de los últimos 15 años.
Estos fenómenos climáticos extremos en Australia son atribuidos principalmente a la expansión desenfrenada de la industria del carbón y sus derivados (coque y gas natural licuado) para su exportación al mercado mundial capitalista, en este caso dependiendo particularmente del imperialismo de China. La búsqueda de la máxima ganancia por parte de los monopolios y latifundistas, los lleva a saquear y depredar recursos sin importar los daños que generan sobre el medio ambiente, como ocurre en el ancho norte de Argentina y la Amazonia de Brasil.
Mientras Australia vive la peor crisis de su historia, se vuelve a poner en el orden del día el tema del cambio climático, enfrentando a quienes privilegian la explotación irracional de la naturaleza en función de la máxima ganancia propia del modo de producción capitalista, exacerbada en esta época de los monopolios y el imperialismo.
El debate llegó hasta el mismo Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) que el martes 21 fue escenario de un nuevo enfrentamiento entre el presidente estadounidense Donald Trump y la joven activista sueca Greta Thumberg. “Tenemos que rechazar a los eternos catastrofistas y sus predicciones de apocalipsis”, dijo Trump, contestando a Greta, quien había arremetido contra los líderes políticos y económicos por haberse “rendido“ en la lucha contra el calentamiento global, y por haber antepuesto los intereses económicos inmediatos a la necesaria transición ecológica. Greta lamentó que “no se ha hecho nada” por el planeta.
Es fundamental acompañar todas las movilizaciones, con un gran protagonismo de los jóvenes, para que se tomen medidas serias para reducir las emisiones de carbón y limitar el impacto de la crisis climática en la población australiana y en todo el mundo. Son estas movilizaciones la única garantía de frenar las rapiñas de los monopolios imperialistas y latifundistas que destruyen al planeta, como lo demostró el pueblo mendocino obligando al gobernador radical Rodolfo Suarez a derogar la Ley que permitía el uso de sustancias tóxicas para la minería.