En su alocución del 10 de diciembre, sin una muestra de dolor por la decena de muertes que ya se conocían y para fundamentar sus tesis conspirativas sobre que esas “cosas” se producían “casualmente en diciembre”, la presidenta Cristina Fernández se refirió a lo sucedido “hace tres años” en el Parque Indoamericano, argumentando que fue “por hechos desencadenados por una patrulla o por dos de la policía, que terminaron con tres muertes de ciudadanos bolivianos y paraguayos”, como si eso minimizara las muertes, pero sobre todo para sostener que la fecha en torno al 10 de diciembre habría sido elegida adrede, como habría ocurrido ahora, y así también encubrir su responsabilidad política.
Pero lo cierto es que la protesta de origen social o político, y la represión con la muerte o desaparición de personas, ha tenido un calendario más variado. Desde las primeras muertes bajo el gobierno kirchnerista, en octubre de 2003, en Jujuy, de Marcelo Cuellar y Cristian Ibañez, pasando por la de Carlos Fuentealba por la policía neuquina en abril de 2007, la de Mariano Ferreyra en Buenos Aires en octubre de 2010 y las de Roberto y Mario López en Formosa en noviembre de ese mismo año, hasta llegar a la aun hoy no esclarecida muerte de Mártires López en junio de 2011 en el Chaco (y otras muertes de originarios qom, que parece también haber “olvidado” Capitanich), y los tres muertos en “El Triángulo”, en Ledesma, Jujuy, en julio de ese año.
A esta enumeración que no agota el calendario de las muertes relacionadas a cuestiones sociales o políticas durante los gobiernos kirchneristas, como la producida en Mendoza en abril de 2008, la de Don Torcuato en enero de 2010, las dos en José León Suárez en febrero de 2010 y la de Bariloche en julio de ese mismo año, hay que sumar las decenas de casos de “gatillo fácil”, los apremios ilegales, las “desapariciones” en comisarías de jóvenes como Arruga o Bru, y la más emblemática de Julio López del 18 de septiembre de 2006, no sólo por su condición de testigo en el juicio al ex comisario Etchecolaz, de la Bonaerense, sino porque en todos estos años “no se ha encontrado” ningún rastro.
Con todos estos hechos que Cristina Fernández parece haber olvidado, y muchos otros como los procesamientos a miles de luchadores del pueblo, la ley antiterrorista, Berni, Milani, etc., que también empañan los logros de la lucha democrática del pueblo en la década kirchnerista, resulta poco creíble que “los argentinos vivimos los 365 días del año y vivimos en democracia, en paz, los 365 días del año”, como afirmó en su carácter de presidenta.