En la historia de los horrores de la humanidad, en este caso los horrores del capitalismo, apareció hace tiempo una salvaje y aberrante forma de explotación del hombre por el hombre: el tráfico de órganos. Investigaciones realizadas por distintos medios, periodistas y organizaciones independientes han permitido echar luz sobre esta realidad monstruosa. Desde ya, una cadena de intereses metidos de lleno en este “negocio”, compra organismos internacionales, jueces y gobiernos para ocultar semejante práctica.
La venta
La pobreza trae desesperación y ésta lleva a cometer actos deplorables como es la venta de órganos. Se compran y venden partes del cuerpo. El tráfico de órganos se ha convertido en un floreciente y lucrativo negocio a través del cual la pobreza en el tercer mundo se salda con “materia prima” humana. Existe este comercio en la India, país al que viajan numerosos pacientes ricos de Alemania y sobre todo de Italia para trasplantarse con riñones comprados de personas que viven en condiciones miserables. También es frecuente en Filipinas, Hong Kong y China, en donde se venden riñones a “buen precio” a pacientes principalmente del Japón. En menor grado también existe en muchos países del norte de Africa y también en América Latina.
Las listas de espera para trasplantes son largas, hay una necesidad real de órganos, por lo tanto los precios en el mercado negro suben día a día. Por ejemplo un riñón sale alrededor de 102.000 euros, un pulmón más de 150.000 y una córnea más de 87.000.
Existen verdaderas mafias que tienden sus redes en los cinco continentes, y se dedican a reclutar personas desesperadas que aceptan vender uno de sus riñones en las ciudades pobres de países como Brasil o Tailandia. La mafia los lleva a Sudáfrica y les da 10.000 dólares por su órgano. Aberty José da Silva, un brasileño de 36 años, se contactó con esa mafia y le vendió un riñón por 3.000 dólares. “Sé que es poco, pero bajé el precio porque me dijeron que había mucha gente que quería hacerlo y que el exceso de oferta los había obligado a bajar los precios”.
En 2007 Luc Noël, coordinador de procedimientos clínicos de la (Organización Mundial de la Salud), declaró que había un “turismo del trasplante” que llevaba a pacientes adinerados a países intermediarios, como , y, donde recibían órganos “donados” a bajo precio.
La Agencia de Información Solidaria (AIS) denuncia que son muchos los lugares de América Latina en donde se registran casos de desaparición de personas y posterior aparición de sus cuerpos con órganos extraídos. Argentina, Perú, Bolivia y Honduras son algunos ejemplos. Según la AIS, “muchos gobiernos y organizaciones nacionales de transplantes niegan estas prácticas y las tachan de rumores sin fundamento. Sus argumentos se basan en el corto tiempo en el que un órgano puede permanecer fuera de un cuerpo humano: máximo seis horas. Pero no son conscientes de que en realidad no se traslada el órgano, sino a la persona portadora del órgano donante o a la persona que lo va a recibir”.
Tanto esta agencia como el diario El Mundo de España denuncian que “el tráfico de órganos también se mercantiliza en Internet. El servidor chino Netease vende pulmones, riñones y córneas”.
Según un informe de las Naciones Unidas, se ha confirmado la existencia de este tráfico en Argentina, Brasil, Honduras, Méjico y Perú, en su mayoría con destino a compradores alemanes, suizos e italianos. En Argentina ha habido casos de retirada de córneas de pacientes a los que se les declaró muerte cerebral después de haber falsificado exploraciones cerebrales.
Cuando las víctimas son chicos
El pasado 31 enero de 2009 los diarios y las agencias de noticias de Italia estremecieron a la opinión pública, al saberse que ese país reconoce que dentro de sus fronteras hay tráfico de órganos perteneciente a niños inmigrantes. Este hecho fue reconocido por el ministro del Interior Roberto Maroni, durante la Asamblea Anual de Unicef Italia. Dijo que el año pasado, arribaron a la isla Lampedusa 1.300 niños y adolescentes, pero 400 de ellos están ilocalizables; de estos menores el Estado italiano “ya no tiene noticias”.
Informaciones de esta índole circulan cada tanto en diarios y canales de todo el mundo:
En declaraciones publicadas por el periódico mejicano La Jornada, el director para América Latina de Casa Alianza, Bruce Harris, manifestó su preocupación “por lo que parece que es un lugar de niños, donde los tenían aparentemente bajo llave y potencialmente como donadores no voluntarios de órganos”.
Los refugiados afganos narran historias de niños secuestrados para “vaciarles el cuerpo”. Los hijos de familias numerosas que carecen de recursos son las víctimas principales.
En algunas zonas de Centroamérica se han descubierto “casas de engorde”, en donde familias desesperadas depositaban a sus famélicas criaturas a cambio de unos cuantos dólares para que tuvieran mejor aspecto ante las familias acomodadas de los países ricos.
Una misionera brasileña que vive en Mampula, Mozambique, ha denunciado una red de tráfico internacional de órganos que opera en esa ciudad, dirigida por un sudafricano establecido allí. Según Maria Elilda dos Santos, varios niños pobres murieron en los últimos meses tras extraerles órganos como el corazón, los pulmones o los riñones. Algunos niños que pudieron escapar, contaron que “por la noche esos blancos van donde ellos se encuentran y ofrecen pan, camisas y los convidan a dar un paseo. Se mete a los niños en un coche y no vuelven nunca…”
En mayo de 2008 el ministro del Interior argelino Zerhowni afirmó que niños argelinos y subsaharianos eran introducidos ilegalmente en Marruecos, donde se les extirpaban los órganos para venderlos en Europa.
Explica José Manuel Martín Médem, periodista, corresponsal en América Latina de Elmundo.es, Premio de Periodismo Unicef y autor de libros que denuncian el tráfico de niños y de sus órganos: “Cuando escribí La guerra contra los niños (Ed. El Viejo Topo) había expertos que sostenían que no es materialmente posible que puedan trasladarse los órganos. Pero no son los órganos los que viajan sino los niños. Ellos son los que desaparecen. Una periodista brasileña comprobó que el número de niños que salía de Brasil en adopciones internacionales no cuadraba con el que después se registraba en el extranjero. Hablamos de cosas que parecen imposibles, pero cuanto más avanza la miseria y más se desarrolla la tecnología es más fácil usar a un niño. Ellos están en medio, son la materia prima.” En este sentido José Manuel Martín se pregunta cómo es posible que en 1993 un niño de nueve años recibiera páncreas, estómago, hígado y dos intestinos en una sola operación en un hospital de Pensilvania, en EE.UU.
En Turquía, la historia de niños que desaparecen, discapacitados o no, es una atroz realidad. Confirmada incluso por una circular del Ministerio de Interior en diciembre de 2000, firmada por el ministro Saderin Taman y en la que se alertaba a las comisarías de la desaparición de menores: “Algunos se han perdido, otros han sido raptados y están en peligro. De estos últimos, algunos han acabado en el mercado de la prostitución infantil, otros son utilizado para el tráfico de órganos”.
Desgarrador
Cuanto más se busca, más se encuentran casos tan terribles como los antes mencionados. Por todo el mundo desaparecen chicos, los venden, trafican con sus órganos. Leer y escuchar los relatos de testigos y familiares es desgarrador.
En Argentina hay antecedentes como es el caso de la Colonia Montes de Oca (donde “desaparecieron” a la Dra. Giubileo), teñido de impunidades y de “loquitos” que se morían todos los días sin córneas…
Hay niños de varias provincias argentinas que desaparecieron y jamás se supo su paradero. Uno no se atreve a vincular el tema con la reciente desaparición de Sofía, la nena de Río Grande.
Por un lado, se necesitan políticas activas en cuanto a la donación de órganos para que se vaya acortando la brecha entre los órganos que se necesitan y los donados. Es imprescindible que se controle y se cuide a la niñez. Pero sobre todo, para terminar con esta lacra que negocia con los cuerpos de menores y mayores, se necesita barrer revolucionariamente con las condiciones de vida que hacen que haya gente que vende partes de su cuerpo, que vende a sus hijos, que haya países poderosos que pueden buscar órganos frescos en países oprimidos. Se necesita barrer con este sistema que permite la existencia de estas mafias morbosas. Barrer con la miseria que lleva a miles de niños a no tener identidad, a vivir en la calle, a vivir en campos de refugiados o en lugares para inmigrantes. Y sin revolución estos cambios de fondo, se demostró, no van a ser posibles. n