La censura al recital de Milo J no es solo un ataque a la cultura. Es parte del plan de vaciamiento de la memoria, del negacionismo que intenta instalar el gobierno, del miedo a que miles de jóvenes se encuentren con la verdad en un espacio que habla del terrorismo de Estado. Pero la historia no se borra.
El gobierno de Milei no oculta su intención de reescribir la historia a su medida. Su estrategia es clara: atacar los símbolos de la memoria, debilitar a los organismos de derechos humanos, vaciar la Secretaría de Derechos Humanos y censurar a quienes, desde la cultura, se atreven a hablar. La suspensión del espectáculo de Milo J en la ex ESMA es parte de esta avanzada.
El joven artista, que eligió ese sitio de memoria para la presentación de su disco, recibió como respuesta del gobierno un operativo desmedido de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, con la amenaza de reprimir si no se retiraban.
La orden del secretario de Derechos Humanos, Alberto Baños, de impedir el evento con una medida cautelar fue preparada mientras se realizaba a otra acción simbólica: la remoción de la gigantografía de Néstor Kirchner bajando el cuadro de Videla, un intento desesperado por hacer desaparecer las marcas de la historia.
Esta censura no es un hecho aislado. Antes fue atacada Lali Espósito, por expresar su postura contra Milei, por su apoyo a causas feministas y de derechos humanos. Luego, María Becerra señalada por cuestionar la falta de respuesta estatal ante los incendios en la Patagonia. Ahora es Milo J, un pibe de 18 años que eligió compartir su música en un espacio que representa la lucha por la verdad y la justicia.
El miedo del gobierno no es un recital, es lo que significa que 20 mil jóvenes se reúnan en la ex ESMA y escuchen, piensen, se pregunten. El miedo es a que la música se convierta en un puente con la historia, en una herramienta viva de resistencia en el presente.
El intento de borrar la historia no es nuevo. Pero tampoco lo es la respuesta: el pueblo, la cultura y la memoria saben de resistencia. Y seguimos teniendo una memoria que arde.