“La historia lo juzgará. Pero tiene el mejor de los abogados: el olvido”, Inodoro Pereyra inmortal
“La historia lo juzgará. Pero tiene el mejor de los abogados: el olvido”, Inodoro Pereyra inmortal
Por primera vez en muchos años, a los únicos que les creo es a los kirchneristas. No por la farsa del doble chamuyo que repitieron mucho estos días, sino porque fueron los únicos que escuché decir lo mismo hoy que con Néstor en vida. Vi muchas lágrimas que me parecieron sensatas, honestas, frente a tanta hipocresía de los que cambiaron su casete tras la muerte súbita. Vi lágrimas con su fundamento real, sea la ilusión de la liberación nacional o los suntuosos contratos y recibos de sueldo o de los que se aferraron a los avances conquistados tras la crisis-puebladas del 2001. Vi carroña y vi dolor. Vi conmoción, estupor, crespón, respeto, y también vi indiferencia.
No sentí tristeza, ni tengo un puto fundamento para una puta lágrima. Sí sentí un raro vacío. Desde los 19 años no conozco otra cosa que me gobierne que el kirchnerismo. Pasé de odiar la política a interesarme, pero no con Kirchner, sino con las puebladas que echaron un presidente y las asambleas que se multiplicaron en cada barrio, escuela, facultad, ruta, pueblito, con ese “algo hay que hacer”, con esa bronca –medio pequeñoburguesa- que genera el hambre de millones, y la indignación por la patria vendida, humillada. Porque no fue Néstor “el que le devolvió el sentido a la política” sino el que encauzó la ebullición popular en las instituciones, dándoles un respiro a quienes veían peligrar –en serio- sus intereses. No instaló Néstor debates históricos en la política que de otro modo hubieran sido imposible, sino que los debates, los reclamos, los traía el pueblo desde antes. Kirchner respondió parcialmente a algunos, se montó sobre otros y los tergiversó sin dar respuesta a las verdaderas necesidades, y a otros los ignoró.
Gestos, aprendizaje
La primera impresión que tengo de Kirchner es la ignorancia, el silencio y la espalda total y absoluta a media Santa Fe bajo el Río Salado. Mientras desde cada rincón del país muchos mandaban la frazada y el paquete de arroz que no le sobraban, los inundados tuvieron que esperar, para recibir unos pesos, mucho más que el FMI para cobrar al contado la deuda-estafa de la dictadura y el menemismo. Esas impresiones, esos gestos, a veces pesan más que la macroeconomía y el modelo. El “ímpetu”, la “convicción”, el “liderazgo” vislumbró a muchos, según escuché en estos días, mientras que a otros nos marcó, por ejemplo, el silencio cómplice ante la masacre de 194 pibes en un recital, y el encubrimiento del jefe de gobierno porteño. Ojo, pese a esto también nos ilusionamos, por momentos, con la posibilidad de otra cosa, de cambios de fondo, con la bajada de los cuadros y los juicios a los genocidas, la renovación de la Corte Suprema, etc.
Si algo le debo a Kirchner es que aprendí mucho. Aprendí que las cosas tienen apariencia y esencia, que se puede aparecer nacional y popular mientras se aplica una política a contramano de los intereses del pueblo y la Nación, que el desendeudamiento es pagar para más endeudamiento, que es posible redistribuir las riquezas pero entre los de arriba, que mientras se levantan las banderas de los Derechos Humanos tenemos dos desaparecidos durante el mismo gobierno, se reprimen luchas obreras y se pacta con patotas sindicales asesinas. Aprendí que la Argentina es un país muy disputado, ferozmente disputado, que se puede enfrentar y negociar con el mismo poderoso imperialismo yanqui, mientras por la ventana entran capitales chinos, canadienses, italianos, españoles, rusos, franceses, alemanes, etc., menos argentinos. Aprendí, en la ruta, que el campo no es todo llano, ni es todo soja, y que mientras se dice defender a pequeños y medianos productores, 60.000 de éstos dejan de serlo, quiebran y emigran a las ciudades, en 6 años, mientras engordan a Grobocopatel, pooles de siembra y la propiedad extranjera de nuestra tierra asciende a 18 millones de hectáreas. Aprendí que la mentira no tiene patas tan cortas, que se puede gobernar diciendo una cosa y haciendo otra.
Muerte y despedida
Ni los más acérrimos y ebrios kirchneristas se imaginaban una despedida como la que tuvo Kirchner. Yo no me la imaginaba así, para ser sincero. Creo que es un ejemplo de que los gobernantes no se parecen a los pueblos de los que salen, como muchas veces se justifican. Me acordé de la despedida a Alfonsín, de aquellos a los que se les piantó un lagrimón pese a haber padecido la hiperinflación, cuánto lo habrán puteado muchos de los que le llevaron una flor. El pueblo demostró tener los sentimientos y la bondad que los gobernantes no tienen. Si habrán puteado al gobierno en el almacén, a fin de mes, cartoneando, con la 125, por la soberbia o por el hambre muchos de los que pasaron a ver el cajón cerrado y gritaron un “fuerza Cristina”. La gente del pueblo siente a veces como propia la pérdida de un padre, de un marido, de un compañero, y es tan buena gente la gente del pueblo que en estos momentos deja de lado toda diferencia para dar paso a una respetuosa despedida. La muerte vive, convive con los pobres, siempre está, es una posibilidad mucho más posible y más frecuente entre ellos que en el Calafate. Por eso el pueblo, pueblo pobre, que sabe lo que es la muerte, despide a Kirchner y acompaña a Cristina en este momento, y Kirchner tiene una despedida que no tiene el que se muere esperando en el hospital que llegue un tomógrafo, o esperando dos meses un turno para tratarse el cáncer sin obra social, o se muere desnutrido, sepelio que no tiene el que se muere por sobredosis o al tirotearse con el dealer, tras el estrepitoso aumento de la falopa casualmente durante los años de este gobierno, o el que se muere por un accidente laboral. Y su muerte es comentada como no lo es la muerte a poco de nacer del hijo de una obrera rural que convive bajo el glisfosato. Muertes cotidianas que ni a Kirchner ni a Cristina ni sus secuaces les mueven un pelo. Si la masiva asistencia al velorio es un apoyo político, lo dirán los encuestadores o las luchas. “Kirchner murió en su ley”, repiten ahora. Sí, en el Calafate, acompañado, junto a un equipo de especialistas tratando de reanimarlo, y sin sufrir más que el puntazo final. Kirchner murió de muerte súbita, Mariano Ferreyra de un tiro en el pecho.
Ese pero
Creo que si hay una clave de esta época kirchnerista que nos trajo dolores de cabeza, nos dividió y nos divide, es esa raya que separa el quedarse con esto por miedo al pasado latente o ir por más, pero por más en serio, a fondo. Bajo esa delgada línea divisoria llenaron los bolsillos de monopolios, terratenientes, exportadores, y hasta armaron un grupo económico propio y negociados fabulosos con la plata y el trabajo de los argentinos, en un modelo agroexportador al servicio de las necesidades del “mercado mundial” y de la “alianza estratégica con China”. Mientras al pueblo le tiraron unos huesos, importantes y necesarios huesos conquistados con años de lucha, pero huesos pelados al lado del enriquecimiento fabuloso del matrimonio, sus amigos y monopolios foráneos.
Ese “pero” del que habla Aliverti en su sensata columna. “Ay, ese pero”, dice. Pero el “pero” no es uno, son dos. Dice Aliverti: “no soy peronista, no soy kirchnerista, no quiero a este gobierno, pero… (…) Cuánto que hay en ese pero de ‘me parece que me di cuenta ahora, con la muerte, de que no hay nada real mejor que esto, por más que no me guste´”. Pero hay otro “pero”: “Está bien la Asignación, están bien los juicios a genocidas, está bien la vuelta al sistema de reparto, está bien derogar la Ley de medios de la dictadura por una de la democracia, pero….” Cuánto hay en ese pero, digo yo, como muchos, de “no basta, me deja con las ganas, tiene algo de bueno y mucho de verso, no sé si hay algo real mejor que esto pero igual hay que luchar para que sea real aquello que es mejor que esto, esto que, al final de cuentas, no resuelve nada de fondo, no garantiza que no volvamos a lo que ya vivimos y no responde a aquello por lo que tanto se luchó y tanta sangre costó antes del 2003 y luego también.”