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02 de octubre de 2010

Una crisis que no cesa…

Carlos Marx definió a los economistas como a los ideólogos de la burguesía. El se refería, fundamentalmente, a que la misión de éstos era justificar al sistema capitalista, ocultar la explotación a los obreros, tranquilizar la conciencia del burgués. Después, los economistas han tenido que ampliar su tarea de tranquilizar burgueses, particularmente frente a las crisis, recurriendo a la psicología: todo es cuestión “de expectativas” o de “percepciones”, de “desajustes temporarios”.
Así por ejemplo, frente a la actual crisis, primero dijeron que era sólo un problema financiero, de “falta de control”. Después han aceptado que implicará algunos “ajustes” en la economía mundial, pero nada para alarmarse: “los fundamentos están sólidos”, dicen. Hay quienes alaban “la celeridad” de las políticas de Bush y Bernanke, y hay quienes lo critican por su “lentitud”, por ir por detrás de los acontecimientos. Pero todos coinciden en que “no hay que hacer tremendismos”: si no es en seis será en dieciocho meses, pero de esto se va a salir “sin heridas graves”, dicen los más “optimistas”.
Algunos apologistas de la “globalización”, es decir defensores de los “imperialismos buenos”, han echado a correr la “teoría del desacople”, por la que los llamados países emergentes (entre los que incluyen a las imperialistas Rusia y China) se habrían “independizado” de tal manera de los imperialistas estadounidenses, como para no sentirse afectados por su crisis. También hay críticos de esa “teoría” que, obviando la existencia de un mercado mundial capitalista único, y de hecho la existencia del imperialismo, llegan a una conclusión semejante: que la crisis va a tener una “repercusión limitada”, en particular para los países “macroeconómicamente sólidos” (lo mismo que dice el kirchnerismo de la Argentina). 
“Siempre que llovió, paró”, dijo el paisano. Bueno, estaría en una zona alta y bajo techo. No puede tener la misma “filosofía” el que vive en el bajo y el agua le lleva el rancho.