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02 de octubre de 2010

Una crisis que recién comienza

Hoy 1235 / Bush estatiza las pérdidas del capitán financiero imperialista

El nuevo lunes negro en Wall Street con que se inició la semana pasada tuvo el efecto de un tsunami sobre el conjunto de la economía mundial. Todo el sistema financiero en el que se sustentan las economías capitalistas imperialistas amenazaba venirse abajo como un castillo de naipes. Las enormes inyecciones de dólares proporcionadas por los bancos centrales de los Estados Unidos y demás potencias imperialistas, apenas lograban reanimar al sistema por un par de días sin que se parara la sangría.
Ante esta situación el gobierno de Bush recurrió a la nacionalización de la aseguradora AIG y anunció la creación de un fondo estatal para hacerse cargo de los créditos incobrables de los bancos y fondos de inversión. Un fondo que por lo menos triplicará el ya gigantesco déficit norteamericano de más 400 mil millones de dólares, a cuenta de los contribuyentes de ese país y de todos los países del mundo tributarios de la moneda norteamericana.
Por ahora el gobierno de Bush ha pedido al Congreso norteamericano la friolera de 700 mil millones de dólares, una cifra que duplica la totalidad del PBI de un país como el nuestro. Pero esa cifra solo alcanzaría para evitar el desplome total de un sistema financiero cuya recomposición puede llevar años, prolongando en el tiempo una recesión económica que se extiende como mancha de aceite al conjunto del sistema capitalista imperialista.
Es plata que se va a usar para cubrir las enormes pérdidas de los bancos y fondos de inversión, haciéndose cargo el Estado de las deudas incobrables, y no para salvar a los dueños de la casas hipotecadas o para nuevas inversiones, por lo que no se acortará la recesión económica. Por el contrario se prolongará en el tiempo hasta que el sistema productivo pueda absorber semejantes pérdidas, que se descargarán sobre el mismo y sobre el consumo de la gente con mayores impuestos y mayor inflación. Lo que se vislumbra así es un largo período de estancamiento económico con inflación, lo que se llama estanflación en la jerga de los economistas.

Fin de la fiesta
La economía norteamericana y mundial salió de la crisis de 1997-2001 con un dólar barato, que favoreció un endeudamiento muy superior al crecimiento económico de estos años. En el caso de los Estados Unidos entre 2002 y 2006, los préstamos a los hogares crecieron a una tasa promedio anual de 11%, muy por encima del crecimiento de la economía. Y ni que hablar de las instituciones financieras. Ahora, muchos acreedores no pueden pagar los préstamos debido en parte al colapso en los precios inmobiliarios. Necesitan reducir su dependencia del dinero prestado, un doloroso proceso que empezó a ahogar el crédito y el crecimiento económico.
El consumo, que se recobró brevemente a principios de abril por el paquete de estímulos fiscales del gobierno, se ha vuelto a deteriorar. La producción industrial de Estados Unidos ha caído por tres trimestres consecutivos y los economistas pronostican que la bajada continuará. El desempleo se disparó a 6,1% en agosto, frente al 5,7% de julio. Una desaceleración económica global amenaza con disminuir las exportaciones estadounidenses, uno de los pocos sectores de la economía que había logrado sostenerse.

Argentina no es inmune
La crisis financiera ha golpeado con fuerza y aún continuará golpeando no sólo a Estados Unidos sino a todo el mundo incluso a otros países poderosos, pese a que cuentan con reservas de centenares de miles de millones de dólares, como los europeos, Rusia, China y Japón. Y ni qué hablar de los países dependientes como el nuestro, oprimidos por esos países imperialistas, que buscan descargar sus crisis sobre las espaldas de nuestros pueblos, además de la que puedan descargar sobre sus propios trabajadores.
Más allá de la ceguera kirchnerista, esto se manifiesta en la Argentina en el aumento del llamado “riesgo país”, la caída de la Bolsa y la restricción y encarecimiento del crédito. Y esto en una economía capitalista es como quitarle la sangre al cuerpo, que en el caso de un país dependiente como el nuestro se agrava: la mayoría de las escasas inversiones imperialistas programadas, como ocurre con la industria automotriz, ya han sido suspendidas mientras aumentan sus remesas de fondos por utilidades al exterior. A su vez, la caída de los precios internacionales de los productos que exportamos reduce los ingresos de dólares y también la recaudación fiscal.
La nueva crisis capitalista mundial, que se augura será prolongada afectando la producción y el comercio internacionales, encuentra a nuestro país en una situación comprometida por la política kirchnerista inflacionaria, que deteriora los ingresos y salarios en un círculo vicioso que lleva a la restricción del consumo y de las inversiones. Encima con la “vocación pagadora” de la deuda usuraria e ilegítima que tiene Cristina Fernández, a costa del bienestar de nuestro pueblo y de las economías de las provincias.