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26 de noviembre de 2014

Entrevista al compañero Néstor “Chino” Oliveri, director de la sala del barrio María Elena de La Matanza y miembro de la Corriente de Salud Salvador Mazza. 

Una experiencia de medicina social

Sala de Salud del Barrio María Elena

De origen marplatense, recibido de médico clínico en 1972 en la Universidad de La Plata, trabaja en esta sala y desde 1989 en la Unidad Sanitaria “Domingo Rocca” de Oro Verde en Virrey del Pino y cuenta en su haber con “una experiencia importante en las enfermedades rurales de distintas aéreas del país”.

De origen marplatense, recibido de médico clínico en 1972 en la Universidad de La Plata, trabaja en esta sala y desde 1989 en la Unidad Sanitaria “Domingo Rocca” de Oro Verde en Virrey del Pino y cuenta en su haber con “una experiencia importante en las enfermedades rurales de distintas aéreas del país”.
El “Chino”, como lo conocen en el barrio, hace 28 años que está trabajando en la sala, “desde que era una pequeña habitación de 3 x 2, ladrillo de canto y chapa, con una mesa y una silla”. En esa época “trabajaban solidariamente un grupo de estudiantes, los compañeros médicos Pedro Zamparolo y Claudio Nuscifora y la compañera María Gianetta, obstetra”. El Dr. Chino, comienza nuestra conversación afirmando, “la medicina social es la salida a los problemas sanitarios del país”.
 
–¿Qué elementos caracterizan a la medicina social?
–La medicina social lucha por la salud pública, gratuita, accesible e igualitaria para todos. Además contiene un elemento que no se puede disociar de lo anterior, la participación de la población en las decisiones de la política sanitaria de cada lugar. En ese sentido la experiencia de medicina social de la sala del barrio María Elena, tiene un eje fundamental que es la realización de los cursos de agentes sanitarios; durante 25 años, hemos hecho uno por año, se han formado cientos de ellos y participan en las tareas de asistencia, prevención y trabajos de campo sanitario en la población del barrio. Esta tarea la realiza la sala pero va más allá del edificio, del lugar físico; nuestro trabajo se proyecta hacia fuera a los barrios aledaños a la sala de salud.
Pienso que hay dificultades en la comprensión de lo que significa la medicina social, no solo de los opositores a ella, partidarios de la medicina privada o de los que no quieren la participación de la gente o le echan la culpa a los pacientes por la gran demanda de la población. Se da el caso de profesionales de la salud que dicen que la gente va a pasear a las guardias, porque se acerca para curarse una angina. Nosotros le preguntamos ¿adónde va a ir la gente a buscar salud: a una carnicería? Claro que es insuficiente la oferta de servicios de salud por parte del Estado en distritos como La Matanza, por lo tanto la demanda es explosiva y provoca el colapso de los centros de salud. A modo de ejemplo, en nuestra sala hacen falta 16 médicos y tenemos cuatro. Nosotros afirmamos rotundamente que la medicina social es la salida a esta situación.
Hay una confusión en nuestras filas con respecto a este tipo de medicina, pues la medicina social, no es solamente la lucha gremial, está claro que tenemos que luchar por las reivindicaciones del equipo de salud; un buen salario y adecuadas condiciones laborales, pero si no integramos esta lucha, con la participación de la población en el conjunto de los problemas sanitarios, no estamos haciendo medicina social. En nuestra concepción, las políticas de salud deben estar dirigidas por los que están en el equipo de salud y, fundamentalmente, por quienes sufren el embate de la enfermedad.
 
–¿Qué acciones desarrollan los agentes sanitarios entre la población?
–Una parte de las tareas del agente sanitario es asistencial; sabe tomar la presión, la temperatura, coloca inyecciones, hace curaciones, es decir, lo que normalmente realiza un enfermero pero además tiene una formación en cuanto a la concepción de cómo es la contradicción salud — enfermedad, tiene que ver con las condiciones de vida y trabajo de la población. En ese sentido, el agente sanitario sale a su manzana, al barrio y está preparado para actuar frente a situaciones socio—ambientales como qué hacer con la basura, con la necesidad de conseguir las cloacas, la importancia de luchar por el agua potable, tres elementos indispensables para la salud. En esas situaciones tiene que actuar el agente sanitario.
El grupo de agentes sanitarios nuevos está por comenzar la etapa del trabajo de campo. Cada grupo va a realizar alguna tarea en el lugar donde vive, en su manzana, ya sea con el tema del medio ambiente, la captación de embarazadas sin control, para asignarles turnos con las obstetras o controlando la vacunación de los chicos.
 
–Se realizó un censo nutricional en el 2012
–En la realización de este censo participaron cerca de doscientos cincuenta personas, los delegados de manzana o, donde no lo había, un vecino que ponía la casa, agentes sanitarios y profesionales. Logramos medir y pesar mil niños entre 0 y 12 años. A cada niño se le hizo una tabla individual y toda esa información de los mil que censamos lo hemos reunido en siete tomos; esto además nos sirvió para recoger otros datos sobre la población, como los niños que asistían o no a la escuela, cuantas familias vivían en cada lote, cantidad de personas que habitaban, si había discapacitados, si había embarazadas y si se controlaban.
 
–¿Qué otros servicios presta la Sala?
–Tenemos un comedor para doscientas personas que se llevan su vianda diariamente. Hasta donde yo sé es la única sala de salud en el distrito de La Matanza que tiene un comedor. Nosotros lo hacemos como un refuerzo para la comida diaria de las familias en sus casas. En esa acción participa un grupo de cocineras del barrio, ellas conocen a todos los vecinos que asisten a retirar la comida. 
Entregamos 5.000 kilos mensuales de leche que hemos conquistado con la lucha. Para esto también nos apoyamos en la organización de las mujeres, para resolver los problemas concretos como son a quiénes y cuánta leche le damos a cada familia. Si hay pudientes que retiran leche, creemos que no debemos ser nosotros quienes determinamos quién recibe y quién no, sino que la propia gente es la que debe controlar eso.
Cabe también destacar que tenemos un trabajo de muchos años con las adicciones, el cual está sintetizado en el artículo de nuestro compañero Hugo Pololla en el último número de la revista que pública la Sala, llamada Lucha por la Salud y Salud para la Lucha.
 
La lucha por tener más recursos para la atención de salud
En ese sentido nuestra lucha es permanente; además del comedor y la leche, conseguimos cinco nombramientos para el equipo de salud, un equipo de odontología moderno con el cual no solo podemos hacer extracciones sino también arreglos, tenemos una ambulancia. Es importante para nosotros el Plan Remediar con el que recibimos diecisiete botiquines por mes, cuando hay salas similares a la nuestra que reciben uno o dos y por lo tanto podemos ayudar a otros barrios. 
Si bien nosotros tenemos una sala diurna, hemos logrado recibir medicación como una sala de 24 horas. Son logros alcanzados por la lucha conjunta de la Sala, la Junta Vecinal y la CCC. Cabe decir que si bien nosotros tenemos una visión positiva del Plan Remediar, ya que la gente obtiene medicamentos gratis, el aspecto negativo que acarrea es generar deuda externa por la compra, se hacen negocios millonarios alrededor de esto, cuando debería ser el Estado nacional quien produzca los medicamentos que se necesitan. Somos partidarios de la producción nacional de los medicamentos.
 
–¿Podés contarnos sobre otras experiencias de medicina social?
–En Tucumán hay una experiencia muy importante con respecto a las adicciones; en San Javier, Santa Fe, con el trabajo con los agentes sanitarios, donde se han graduado por primera vez los agentes sanitarios; en La Plata con su ida a los barrios o al campo con los medieros de Asoma, con esta línea de medicina social que nosotros desarrollamos. Son muy pocos ejemplos después de tantos años de trabajo. 
   En este sentido ha sido un logro importante la organización del Encuentro de Medicina Social el año pasado por parte de nuestra sala, donde participaron cientos de compañeros y muchos de estos lugares y otros que volcaron sus experiencias. Sin embargo, entiendo que hay un problema a resolver en la línea de salud que tiene que ver con el trabajo de masas.
 
–¿Cómo es el trabajo gremial?
–Tenemos un importante trabajo gremial en salud, en diferentes lugares como el hospital de Niños en Capital Federal; en La Matanza, la Asociación de Profesionales de la Salud con Pedro Zamparolo, en Jujuy con el compañero Víctor Aramayo. No son experiencias de medicina social. La lucha de los trabajadores de los hospitales, del equipo de salud, esta disociada de los pacientes, de la población que concurre a los mismos. 
    Eso pasa con organizaciones como la Cicop que realiza paros para adentro y quedan afuera los pacientes que, muchas veces se sienten perjudicados porque no entienden las medidas al no haber una política para integrarlos, para que participen de las demandas. Se da una contradicción entre el que brinda salud y el que la solicita y en algunos casos no se respeta al paciente, no se le explican las cosas y entonces el paciente no se siente con ganas de ayudar a los integrantes del equipo de salud cuando salen a la lucha. La gente no confía muchas veces en ellos. Un ejemplo que me ha tocado vivir: llega una chiquita que se cortó y hay que asistirla, curarla o suturarla y se la hace esperar porque el médico está comiendo; ¿cómo puede reaccionar la mamá que la trae? Le pregunté a una pediatra, ¿si fuera tu hija vos esperarías? No supo qué contestar. No hay una línea humanitaria, de servir al pueblo y entiendo que eso explica esta disociación que se da a veces entre profesionales y pacientes.
 
–Pero no es lo mismo una sala que un gran hospital…
–En los hospitales se ponen barreras; el número de pacientes que se atiende, los turnos largos en el tiempo, los vigilantes que traban a veces a la gente, una vez que entras sigue una larga espera hasta que ves un médico. Me parece que hay muchas cosas para mejorar: cómo recibís al paciente, qué le ofreces. Yo siempre cuento una anécdota de un vecino, Juan Domingo, que tenía una enfermedad importante y lo derivé al hospital, al tiempo vino y me dijo que él no estaba para mendigar la salud ya que iba y no lo atendían, que se ponía en mis manos porque confiaba y que hiciera lo que pudiera. Y eso es lo que pasa en este sistema hospitalario, la gente tiene que mendigar la atención muchas veces.