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03 de octubre de 2010

Una gran campaña política de masas

La Conferencia Nacional del PCR discutió las razones de la posición electoral en octubre.

Nosotros no nos oponemos, por principio, a participar en las elecciones. No somos anarquistas. Somos comunistas. Hay experiencias históricas, como la de España en 1936, que demuestran que, en ocasiones, las elecciones pueden servir para abrir un período revolucionario. Como ha sucedido con las elecciones que llevaron a Chávez al gobierno en Venezuela, o a Morales en Bolivia. En este caso la elección de Evo fue posterior al proceso insurreccional del 2003, que volteó a dos presidentes, pero, por diversas razones, no hubo una fuerza que pudiese transformar esas insurrecciones en insurrecciones triunfantes y las fuerzas revolucionarias debieron confluir en el acto electoral.
Nosotros participamos del Frejupo. Siempre entendimos que fue correcto hacerlo. Veníamos de 13 paros generales contra Alfonsín. Había surgido una corriente nacionalista, antiyanqui y antirrusa, heterogénea pero en general antilanusista (el lanusismo seguía controlando el Ejército), corriente que luego fue dispersada, y habíamos construido un frente único electoral (el Frejupo) con un programa bastante avanzado, que planteaba medidas progresistas en el terreno nacional, agrario y democrático. Después, en una situación internacional muy compleja por la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS, vino la traición del sector de burguesía (la capa superior de la burguesía nacional) que expresaba Menem y tuvimos el largo período de retroceso de inicios de los noventa. Entonces participamos en el Frente del Sur, un frente único con fuerzas de izquierda y, posteriormente, participamos en varias elecciones nacionales y locales, con el PTP o en frentes.

En América Latina
En cuanto a lo que observamos en América Latina, las fuerzas reformistas señalan que el camino electoral es el único camino posible para los revolucionarios en la actualidad. No estamos de acuerdo con esta tesis, que ha defendido Fidel Castro. Consideramos antes y seguimos considerando hoy que el camino de tratar de conquistar electoral o parlamentariamente el gobierno para desde allí conquistar el poder es un camino de derrota.
Entendemos que Chávez intenta, desde el gobierno, quebrar y destruir el viejo poder. Somos solidarios con el proceso bolivariano. Pero ¿podrá Chávez lograr ese objetivo? En Venezuela no existe, hasta ahora, una central obrera revolucionaria. Existen corrientes en el movimiento obrero que se proclaman partidarias de la revolución. Tampoco existe un partido revolucionario que dirija el proceso y proliferan teóricos revisionistas del marxismo, como Heinz Dieterich, teóricos del llamado “socialismo del siglo XXI”, socialismo sin dictadura del proletariado, que pretenden influir en el proceso venezolano. No existe en Venezuela un partido dirigente de la revolución. Existen, sí, varios partidos que se reclaman partidarios de la revolución bolivariana. Existe un fuerte peso contrarrevolucionario en los medios de difusión masiva y no está definida la lucha por el control de las fuerzas armadas. Existen sin embargo condiciones muy favorables para poder destruir el viejo Estado de las clases dominantes venezolanas, lo que, desde ya, costará muchos sacrificios a la clase obrera y el pueblo venezolano que enfrenta la agresión permanente del imperialismo yanqui y la oligarquía nativa.
Tanto en Venezuela, como en Bolivia, entendemos que fue correcta la participación de las fuerzas revolucionarias en las elecciones que llevaron a Chávez y a Morales al gobierno, luego del fracaso de los alzamientos insurreccionales que hubo en los dos países, siempre y cuando se pugne, desde allí, por abrir camino a un proceso revolucionario que, desde ya, no será pacífico, independientemente de lo que piensen sus protagonistas, porque el imperialismo yanqui y las clases dominantes locales no lo permitirán, como se advierte con claridad en ambos países.

Reformismo y economismo
También fuerzas reformistas nos presionan políticamente con la utilidad del llamado “voto ladrillo” (ir apilando “ladrillos”, acumulando cargos en las instituciones parlamentarias que ahora algunos revisionistas llaman “espacios de poder”). Nosotros nos oponemos al camino parlamentario, que ha demostrado, largamente, su inutilidad revolucionaria. En nuestro caso ese camino se intentó recorrer desde 1904, cuando Alfredo Palacios ganó la primera diputación de un partido obrero en América Latina. Diez años después el socialismo tenía varios concejales y diputados, y al poco tiempo aún más, hasta que se dio el golpe de 1930 y tuvieron que empezar a contar de nuevo: un concejal, un diputado, etc., hasta que se produjo el golpe de estado de 1943. Para entonces ya se habían deslizado, dulcemente, por el tobogán del reformismo y habían renunciado hacía mucho a la revolución.
Al mismo tiempo, si es que vamos a la abstención y al voto en blanco o nulo, tenemos que impedir que nuestra posición esconda un insurreccionalismo verbal, espontaneísta. La abstención o el voto en blanco y nulo debe ser levadura de un trabajo revolucionario en las masas y no una forma de esconder el economicismo.

La lucha por el poder
(…) Ha ido creciendo una idea que identifica la subsistencia de las brasas del Argentinazo con el voto bronca, siendo que no siempre puede ser así. Pueden subsistir las brasas del Argentinazo y ser correcto participar con candidatos en elecciones, si esa participación permite ayudar a crear condiciones para acercar el triunfo revolucionario. No es lo mismo una situación revolucionaria objetiva, que bordeó una situación revolucionaria directa, como la que tuvimos en el 2001, y la situación actual. El Argentinazo fue precedido por una elección donde hubo más de diez millones de votos bronca (el doble que en las elecciones anteriores) que preanunció lo que venía. Aunque algunos políticos de izquierda dijeron entonces, equivocadamente, que esos votos bronca demostraban que las masas estaban descreídas y alejadas de la política. En el 2001 se creó una situación revolucionaria objetiva. Ahora no tenemos la misma situación aunque se mantiene el auge de masas y podemos afirmar que las brasas del Argentinazo están encendidas y se mantiene la crisis de hegemonía que generó el Argentinazo. Esta es la situación que debemos considerar.
Que en las elecciones anteriores nos hayamos abstenido, o votado nulo o en blanco, no quiere decir que el Partido no participa en la lucha política. En el último período hemos protagonizado acontecimientos muy importantes en la Argentina.
Luego el documento detalla el trabajo del Partido en la lucha de Cromañón, el acampe de Plaza de Mayo y la lucha de los desocupados, el Encuentro de Mujeres de Jujuy, las conmemoraciones del 2 de abril y el bicentenario, los actos del 24 de marzo y por la aparición con vida de Julio López, la lucha por Romina Tejerina y el movimiento de mujeres, la movilización contra Bush en Mar del Plata, el movimiento por la reestatización del petróleo y el gas, la defensa del ARS y la industria naval nacional, las luchas por la tierra y las de los pueblos originarios, las luchas del movimiento ambientalista en Gualeguaychú, San Juan, gran Buenos Aires y otros lugares, etc., y continúa:
El problema que tenemos planteado es cómo elevar la lucha de las masas a la lucha política. Cómo plantear a fondo, en las masas, la lucha por el poder. Cómo realizar el reagrupamiento de fuerzas que planteamos de acuerdo con las características de cada provincia, municipio o lugar de trabajo o estudio.