Primitiva Chacon, “Primi”, como le decimos desde la Casa de la Mujer María Conti, es la abuela de Alejandra Oscari. La conocimos cuando se buscaba a la joven, y ella salió a las calles como parte de esa marea que reclamaba primero que se la encuentre y después que se haga Justicia ante la noticia de su femicidio, y sus aberrantes detalles.
Primitiva Chacon, “Primi”, como le decimos desde la Casa de la Mujer María Conti, es la abuela de Alejandra Oscari. La conocimos cuando se buscaba a la joven, y ella salió a las calles como parte de esa marea que reclamaba primero que se la encuentre y después que se haga Justicia ante la noticia de su femicidio, y sus aberrantes detalles.
Desde allí, Primi respondió a cada pregunta de los medios con la sinceridad y la transparencia que la caracterizan. Con las lágrimas brotando seguido con la carga de la realidad y de la historia. Años de una opresión reproducida en cada generación, y presintiendo hoy aún peores noticias.
Hoy se escuchan voces que la juzgan, incluso en los medios de comunicación: “Por qué no apareció antes y aparece ahora”.
Cuando escucho eso siento un dolor que me atraviesa el pecho. “Si supieran”, pienso hacia mis adentros. En estos años de lucha compartida en lo que es el movimiento de mujeres de Jujuy, hemos conocido mujeres e historias que expresan en su piel la opresión infinita de un pueblo, y especialmente la opresión de las mujeres más humildes de ese pueblo. Primitiva expresa eso, esa historia de humillaciones sin límites, de opresiones que valen para una saga de libros sobre mujeres que tranquilamente se podrían considerar de ficción.
A sus 8 años Primi llegó a la Argentina. Apareció sola en las calles de San Pedro, y una mujer se hizo cargo de su crianza. Sabemos lo que decimos cuando pronunciamos la palabra “criada”. Algunos, los que se hacen cargo de esa crianza, dicen que dan con bondad techo, comida etc. Pero sabemos de esas relaciones de características semifeudales, que es una forma de opresión común en Jujuy, que permite tener sirvienta con cama adentro al costo. Explotación infantil y más. En Primi terminó de la peor manera: la señora de crianza, como su propietaria, la entregó a un hombre, que la violó en uno de sus encuentros, y que es el abuelo de Alejandra Oscari. De esa violación nació Irma, la mamá de Alejandra.
Tanta opresión naturaliza más opresión. Primi estaba sola en el mundo, en la calle, con una hija a la que amó a pesar de la forma en que la gestó. No tuvo opción. Siguió con ese hombre para estar con su hija, pero no soportó más violencia. Se separó y no logró llevarse a su hija, “la jueza Lakatos se la dio a él”, relató una mañana de domingo en la casa de la Mujer María Conti. “Yo no tenía nada para ofrecerle”; así es la pobreza: reproduce la violencia hacia la mujer, a quien el Estado nada le da, pero es capaz de sacarle todo.
La injusticia a veces no tiene fin, ni el dolor… Primi fue, ya separada, cada día a la casa del violento para ver a su hija Irma, a atenderla a ella, soportando más violencias. Hasta que no pudo más. Alentada por su nueva pareja con quien tuvo otros hijos dejó de ir para cesar con esa tortura. No sé qué pensará Primitiva de ese momento, pero sé que la vida le dio otra oportunidad, cuando Irma fue con su hija Alejandra a vivir con ella, durante dos años. Irma le recriminaba el abandono, en medio de la convivencia con su madre. Sobre todo cuando los detalles de la convivencia hacen de las suyas. Y Primitiva intentaba explicarle…
Fue en esas idas y venidas que Irma se fue con Alejandra pequeña a la casa de su padre, y después de esa primera ausencia que Primitiva sabe voluntaria, vinieron a decirle –el papá de Alejandra, hoy detenido por su femicidio- que ella había dejado a Alejandra y se había ido a Buenos Aires. Primitiva lo creyó en un momento en que lo atroz no estaba tan presente en la cabeza de todas para disparar alertas. Primitiva se cruzaba al papá de Alejandra (que sabía no era el padre biológico de ella) y le pedía que fuera con su nieta a la casa. Lo pidió muchas veces, hasta que él dejó de saludarla. Primitiva sabe bien que trabajaron mucho para romper los vínculos. Primitiva saludaba a su nieta y su nieta la desconocía. Y un día la supo desaparecida, y otro día la supo muerta. Y la historia la atravesó de la peor manera, quitándole hasta hoy el sueño, con noches de insomnio incesante. Toda la historia se le vino con el peso de una masa inmoldeable, esa que aplasta el alma y la parte.
Y hoy Primitiva piensa que su hija Irma no abandonó a Alejandra. Porque todas las humillaciones y opresiones, Primitiva sabe que se pueden sufrir, y la muerte de su nieta se lo puso en el rostro de la peor manera. Primitiva no puede cambiar la historia hacia atrás, apenas puede con un coraje que asombra, con un dolor que se vuelve lucha y sabe iluminar, dar testimonio de ciertas cosas que logren Justicia para Alejandra. Así se constituyó en querellante en la causa. Y denunció en la policía la desaparición de su hija, para que la busquen y le den certezas.
Muchos juzgan a Primitiva, y se hacen shows desde la fiscalía para ponerle énfasis y amarillismo a la disputa del cuerpo de Alejandra. Pero Primitiva pidiendo la entrega del cuerpo de su nieta al fiscal solo quería garantizar que Alejandra tuviera su despedida, la de sus amigos y seres queridos, la que hoy sabe será garantizada por quien crió a su nieta. Por eso consintió el acto de manera formal. Pueden seguir juzgando a Primitiva. El Estado será el más interesado en que así sea, porque las culpas señaladas en los oprimidos ayudan a los opresores. Pero desde el movimiento de mujeres, y desde la Casa María Conti, estamos firmes al lado de Primitiva, porque vemos en ella lo que se relata en esta nota: la opresión infinita que sufren las mujeres de nuestro pueblo, y la tiene hoy a ella en la vidriera más triste. Por eso, valgan estas palabras para desagraviarla, para sumar más y más mujeres y hombres a la lucha que, en definitiva, es la lucha contra la opresión a las mujeres, que se traduce en femicidios, violaciones, y todo tipo de violencias hacia ellas.