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02 de diciembre de 2010

Comisión Política del PCR 27 de marzo de 1976, publicado en Nueva Hora No 223, marzo de 1976.

Unidad patriotica contra la dictadura

Documentos del PCR / tomo 4

Se ha consumado el golpe de Estado proimperialista sobre cuya inminencia alertó reiteradamente nuestro Partido.
Ha triunfado un nuevo golpe de Estado y se ha instalado en el gobierno la dictadura militar de una camarilla proimperialista que controla la cúpula de las Fuerzas Armadas.
Esta vez la dictadura militar se autodenomina “reorganizadora”.
Las primeras medidas de los golpistas indican a qué llaman ellos “reorganización”.

Se ha consumado el golpe de Estado proimperialista sobre cuya inminencia alertó reiteradamente nuestro Partido.
Ha triunfado un nuevo golpe de Estado y se ha instalado en el gobierno la dictadura militar de una camarilla proimperialista que controla la cúpula de las Fuerzas Armadas.
Esta vez la dictadura militar se autodenomina “reorganizadora”.
Las primeras medidas de los golpistas indican a qué llaman ellos “reorganización”.
Han encarcelado a Isabel Perón, y a miles de personas a las que han recluido en viejos barcos de la Armada como hizo en su momento la tristemente célebre “Revolución Libertadora”.
Han disuelto el Parlamento, las Legislaturas y los Concejos Deliberantes. Han intervenido la Corte Suprema e impuesto el funcionamiento de tribunales militares que se rigen por bandos militares que dictan los “reorganizadores”.
Han intervenido la CGT, los sindicatos y la CGE.
Han “suspendido” la actividad gremial y la de los partidos políticos y prohibido la actividad de otros partidos, como el PCR, y la de las “62” organizaciones peronistas. Han “suspendido” la libertad de prensa.
Han implantado por decreto la pena de muerte, eliminado el fuero sindical y suspendido el derecho de huelga en momentos en los que se producen miles de despidos en todo el país.
Han reimplantado la nefasta Ley de Residencia.
Aún no se conoce la posible política económica de la dictadura pero han suprimido las paritarias y el instituto de las remuneraciones y prometen un período de “austeridad y recesión”, lo que en medio de la actual crisis económica significa descargar el fardo de ésta sobre las espaldas de la clase obrera y el pueblo.

 

¿Quiénes apoyan a la dictadura militar?

El golpe de Estado ha sido recibido con alegría por todo el gorilaje y los sectores antiobreros y proimperialistas del país.
Los sectores terratenientes y de gran burguesía intermediaria que apoyaron calurosamente a la “Libertadora” en 1955 y a la “Revolución Argentina” en 1966, tal el caso de los diarios La Prensa, La Nación y La Razón, baten palmas de alegría por el artero golpe de Estado del 24 de marzo.
Todos los órganos de expresión del lanussismo, el gelbardismo y el frigerismo, prosoviéticos, no ocultan su enorme alegría por el triunfo del golpe por el que trabajaron durante muchos meses. Tal el caso de La Opinión, Clarín, Crónica, La Tarde, El Cronista, Radio Rivadavia y Continental, entre otros. Todos ellos se llenan de elogios para la resolución de política internacional de la Junta que abandona el rumbo tercermundista y lo reemplaza por el de la “coexistencia pacífica” tan grata a los amos prosoviéticos de esos periódicos.
El trato amistoso, de compinches, dado por los golpistas a Calabró, Silvestre Begnis y otros activos golpistas prosoviéticos, y la exclusión del falso P“C” de las organizaciones prohibidas también van demostrando las simpatías y los odios que predominan en la Junta Militar.
Es útil recordar aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”.
Los hechos muestran la existencia de un frente golpista proimperialista, gorila, antiobrero y antidemocrático, en el que se reagrupan sectores terratenientes y de gran burguesía intermediaria y monopolista junto con fuerzas burguesas que se ilusionan con pescar en río revuelto. Las fuerzas más activas de ese frente golpista son las vinculadas al socialimperialismo soviético y al imperialismo yanqui. Por ahora, gracias a las posiciones que ocupa en la cúpula militar el grupo de Videla-Massera, ese frente golpista es hegemonizado por los sectores afines al socialimperialismo soviético.

 

Las fuerzas populares se oponen mayoritariamente al golpe de Estado

Nuestro Partido planteó, desde noviembre de 1974, que la línea divisoria en la política nacional pasaba entre las fuerzas patrióticas antigolpistas y las fuerzas golpistas proimperialistas prorrusas, proyanquis y proterratenientes. Y luchamos, a partir de fortalecer las fuerzas antigolpistas, por defender las conquistas obreras y populares; obtener nuevas reivindicaciones políticas, económicas y sociales tratando que la crisis económica la pagasen los responsables de ello y no el pueblo; y por avanzar en la unidad de las fuerzas patrióticas y democráticas capaces de llevar al triunfo la revolución de liberación nacional y social que precisa el país. Y frente al golpe de Estado proimperialista, y en ese camino, llamamos a defender el gobierno de Isabel Perón.
Nuestro Partido también señaló que frente al golpe de Estado, cuyos preparativos ya fueron públicos en el verano de 1975, había dos posibilidades: si el pueblo se unía y seguía un camino revolucionario de enfrentamiento al golpe era posible que éste no pasara; pero si el pueblo no se unía contra el golpe, y en la lucha contra éste predominaba una línea que trataba de impedirlo sólo con concesiones y maniobras, una línea no revolucionaria, el golpe habría de triunfar inexorablemente porque los golpistas proimperialistas tenían en sus manos las principales palancas económicas, los medios de información y el aparato estatal (principalmente las Fuerzas Armadas y represivas).
En la medida en que el peronismo se fue depurando de los sectores internos directamente ligados a los golpistas prosoviéticos –como Calabró, Porto, y otros semejantes– fue resistiendo crecientemente a los golpistas. Otras fuerzas patrióticas también comenzaron a enfrentar, con distintas formas, a los golpistas, en el movimiento obrero y popular, en el radicalismo, en el socialismo, etc.
A los golpistas les resultó cada día más difícil utilizar las luchas reivindicativas de las masas para sus objetivos. Esto se vio nítidamente cuando grandes asambleas obreras rechazaron las pretensiones de los sectores prosoviéticos del PC, “Montoneros”, ERP, ayudados abiertamente por los secuaces de Calabró y otros golpistas, de utilizar la lucha por aumentos de salarios y contra el plan Mondelli a favor de sus objetivos golpistas.
Fracasaron también, reiteradamente, en su intento de dar el golpe con “guantes blancos” a través de la licencia, la renuncia, el juicio político, o la inhabilidad de Isabel Perón.
Y debieron recurrir a una sangrienta orgía de terror protagonizada por grupos terroristas, al tiroteo simulado del 23 de marzo en La Plata, y al desabastecimiento, el caos y una furibunda campaña de intoxicación periodística semejante a las que la KGB (rusa) y la CIA (yanqui) han organizado en otras partes del mundo, para poder dar un golpe abierto que nació huérfano de todo apoyo popular.
Las masas obreras y populares y las fuerzas patrióticas y democráticas no pudieron evitar el triunfo del golpe de Estado proimperialista. No pudieron unirse y organizarse en la medida necesaria para derrotar al golpe abierto porque en la lucha contra éste –como ya había sucedido en el año 1955– se impuso, a la larga, una línea reformista que fue impotente para enfrentar a la contrarrevolución armada, y dejó a la clase obrera y al pueblo inermes ante ella.
La relativa debilidad del partido marxista-leninista de la clase obrera, PCR, y la de la corriente clasista del proletariado, y la incipiencia y debilidad de la fuerza patriótica antiimperialista enemiga de las dos superpotencias, no permitió enfrentar con posibilidades de éxito a los golpistas, que tenían el apoyo total del aparato estatal.
Al no predominar una línea revolucionaria antigolpista que golpease a los monopolios imperialistas, principalmente yanquis, e intermediarios, como Bunge y Born, y a los terratenientes, y que les obligase a éstos a pagar la crisis de la que son principales responsables, fue imposible ganar al campesinado pobre y medio y grandes sectores de las capas medias urbanas para la resistencia activa al golpe, y la corriente nacionalista de las Fuerzas Armadas terminó confluyendo con los golpistas lanussistas en la ilusión de una “segunda vuelta” que les sea favorable.
Así pudo triunfar el golpe. Pero la dura y abnegada lucha antigolpista de nuestro Partido, que sufrió el asesinato por esa posición de numerosos y queridos mártires que son ya bandera patriótica de nuestro pueblo; la resistencia de Isabel Perón, que debió ser traidoramente arrestada por un grupo de militares; y la del pueblo peronista y otras fuerzas patrióticas, le costaron muy caras a los golpistas. Por primera vez desde 1930 un golpe de Estado triunfa sin la menor manifestación de alegría pública de sus promotores y marcado a fuego ante las grandes masas populares.
Se han creado con la heroica lucha antigolpista las condiciones para generar el más profundo odio popular a los golpistas proimperialistas, enemigos de la Patria, del pueblo y de la democracia, y poder organizar, sobre ese odio, la unidad patriótica y la resistencia popular que impida que los golpistas se consoliden en el gobierno y el poder, y crear las condiciones para, posteriormente, barrerlos de allí.

 

Las razones de la caída del tercer gobierno peronista

El gobierno de Isabel Perón resistió durante muchos meses la presión constante de los golpistas prorrusos y proyanquis. Finalmente, acosado por el caos terrorista instrumentado por las dos superpotencias, la crisis económica, y el ataque artero y constante de los golpistas, fue impotente para derrotarlos.
Esto se explica por varias razones que hacen, todas ellas, al carácter declaradamente reformista del peronismo, y a la imposibilidad de poder derrotar con medidas reformistas a enemigos tan poderosos como las dos superpotencias –la URSS y los EE.UU.– y sus socios nacionales, que fueron los enemigos del gobierno peronista.
Es necesario recordar que el gobierno peronista fue el producto de un compromiso con el lanussismo. La dictadura de Lanusse (el socio del testaferro de la URSS en la Argentina: Gelbard), acosada por las luchas obreras y populares, entregó en 1973 el gobierno al peronismo, que había triunfado en las alecciones del 11 de marzo. Pero entregó el gobierno en forma condicionada. El lanussismo retuvo la dirección de las Fuerzas Armadas; impuso el Pacto Social y la entrega de las claves de la economía nacional (como la administración de las empresas nacionales e intervenidas por el Estado) al grupo de testaferros soviéticos de Gelbard-Broner; obligó al peronismo a firmar una serie de acuerdos y a cumplir las enmiendas “constitucionales” que por decreto había sancionado la dictadura; ató a los oficiales del Ejército con la firma de cinco puntos que los obligaban a defender la política lanussista; entregó los principales medios de información (prensa, radio, TV) a “hombres de paja” del grupo Gelbard-Lanusse. Además de todo esto tenían las “cartas marcadas” de Cámpora y Solano Lima, hombres ligados desde hace muchos años al aparato soviético en la Argentina. Así se pretendió gobernar tras bambalinas, manteniendo a Perón como figura decorativa, como líder formal de un amplio frente antiyanqui que hegemonizaban los sectores prosoviéticos.
No fue la muerte de Perón lo que terminó con ese frente. Perón luchó permanentemente por arrancarle la hegemonía del mismo a los sectores prosoviéticos, y por eso rompió con Cámpora en 1973 y atacó duramente en la Plaza de Mayo a los dirigentes prosoviéticos de la JP y “Montoneros”.
El frente antiyanqui que hegemonizaban los sectores prosoviéticos y mantenía a Perón como presidente se rompió cuando la estructura dependiente de nuestro país –que no había sido destruida– fue sacudida por la crisis mundial del capitalismo, y se esfumaron las vanas ilusiones en el alto precio de las exportaciones argentinas. Entonces cada sector terrateniente, burgués, o proimperialista, pugnó por un mayor pedazo en el reparto; y la clase obrera, que desde 1969 venía siendo el protagonista principal de los grandes cambios políticos, no aceptó pagar los platos rotos y reinició el camino de las grandes luchas por sus reivindicaciones económicas, sociales y políticas.
Todo esto fue agudizado por la cada vez más dura disputa mundial de la URSS y los EE.UU.. Luego de la derrota del gobierno de Allende en Chile, los socialimperialistas soviéticos hicieron esfuerzos desesperados por consolidar y acrecentar sus posiciones en la Argentina. Y pasaron, abiertamente, a preparar el golpe de Estado que les garantizase el control total del poder. Por eso, desde el día siguiente a la muerte de Perón, comenzaron a trabajar por el desplazamiento del gobierno de Isabel Perón y los verdaderos peronistas.
En la preparación del golpe de Estado que triunfó el 24 de marzo tuvieron un rol destacado no sólo los defensores públicos del socialimperialismo soviético, como el PC, ERP, o Montoneros, sino también toda una serie de elementos prosoviéticos metidos como Caballo de Troya dentro del peronismo, como Calabró, Cabrera, De Luca, Rubeo, Báez, Romero, y los que en el momento decisivo del enfrentamiento se “borraron” como declaró Casildo Herreras en Montevideo, acompañado de José Rodríguez del SMATA, Arce y Elorza.
Las grandes masas peronistas y democráticas se preguntan porqué aquellos gorilas que fueron despedidos en 1973 al grito de “se van, se van, y nunca volverán”, han retomado el gobierno y el control total del poder, instaurando una dictadura proimperialista y antiobrera.
Ha fracasado un camino reformista de lucha contra el imperialismo y la oligarquía, como fracasó en 1955, y esto debe ser meditado muy seriamente por los peronistas y sus dirigentes, pero también por toda la clase obrera y el pueblo.
El peronismo realizó reformas importantes de carácter nacionalista (nacionalización de las bocas de expendio de combustibles, y argentinización de la ITT y la Siemens, etc.) y de carácter social (Ley de Contrato de Trabajo; fuero sindical; instituto de las remuneraciones; paritarias, etc.) y garantizó libertades democráticas importantes. Pero no arrancó a los imperialistas (principalmente yanquis), ni a los monopolios intermediarios (como Bunge y Born), ni a los terratenientes, las palancas económicas claves en su poder. Por eso no pudo resolver graves problemas populares, y cuando estalló la crisis económica el fardo más pesado de ésta cayó sobre el pueblo, al tiempo que los monopolistas y terratenientes producían el desabastecimiento, el caos, y especulaban abiertamente. Y al no apoyarse en la movilización revolucionaria de la clase obrera y el pueblo –que desde 1969 había derrochado heroísmo en las grandes luchas que barrieron a tres gobiernos dictatoriales– el gobierno fue impotente para arrancarle a las fuerzas proimperialistas y terratenientes el control de los resortes estatales claves (fuerzas armadas y represivas; provincias en sus manos; aparato burocrático estatal, etc.).
 El peronismo, encabezado hasta el último momento por Isabel Perón, sólo pudo entonces forcejear y resistir pasivamente, sin lograr evitar que lo tumbaran. Consiguió sí, y esto tiene una gran importancia para el futuro de la lucha patriótica y democrática, recuperar en gran medida el control de su partido y las “62” organizaciones, desenmascarando ante las masas a los principales agentes del socialimperialismo allí emboscados, como Calabró, Herreras, Cabrera, Osella Muñoz y otros.

 

La dictadura militar

La dictadura militar se apoya en un frente golpista heterogéneo en el que predomina una corriente prosoviética. Esta corriente está integrada por militares lanussistas, “liberales”, “desarrollistas”, y “nacionalistas”, prosoviéticos, y detenta una hegemonía precaria en las Fuerzas Armadas, en disputa con una poderosa corriente proyanqui y una corriente nacionalista enemiga de ambas superpotencias. La corriente proyanqui, apoyada por una gran parte de los terratenientes y de la gran burguesía intermediaria, y estimulada por el carácter gorila del golpe, se prepara para desplazar a los elementos prorrusos en tanto empuja a éstos a que se vaya “a fondo”, “no sólo contra el gobierno peronista sino también contra el régimen”.
Los sectores prosoviéticos –que han hecho el gasto principal para el golpe durante más de un año– están estimulados por la ofensiva estratégica global, a escala mundial, del socialimperialismo soviético, que, aprovechando la debilidad actual de los yanquis, procura ganar posiciones claves en todo el mundo. La Argentina es una posición de ese tipo en la disputa por la hegemonía mundial entre yanquis y soviéticos, disputa que acelera la posibilidad, cada día más cercana, de una tercera guerra mundial.
Por eso sería peligrosísimo subestimar la peligrosidad de ese sector militar a partir de ver sólo la precariedad de su hegemonía, y olvidando que el socialimperialismo hará cualquier sacrificio por obtener nuevas posiciones en el Atlántico Sur que consoliden sus logros recientes en Angola, y que, en último caso, habrá de estimular a través de sus amigos en la Junta Militar cualquier aventura regional (utilizando la rivalidad con Brasil, la justa reivindicación de las islas Malvinas, los conflictos fronterizos con Chile, o una posible guerra del Pacífico entre Bolivia, Chile y Perú) con tal de entretener a los yanquis en América del Sur para poder debilitarlos en Europa, centro actual de disputa entre yanquis y soviéticos.
Los golpistas prorrusos y proyanquis coinciden en su odio al pueblo, a la clase obrera, a las fuerzas patrióticas y a la democracia, en especial a aquellas formas de democracia de masas como los cuerpos de delegados, que se han desarrollado en estos años de grandes luchas populares. Pero tienen también grandes discrepancias determinadas por su lucha por la hegemonía mundial y por los distintos sectores sociales en los que se apoyan unos y otros.
El sector prosoviético que dirigen Videla y Massera, consciente de que la inestabilidad política no terminó el 24 de marzo, se ha garantizado el mando de las principales unidades de combate y se prepara para nuevos enfrentamientos que le aseguren el control total de las Fuerzas Armadas y el poder.
A más de la inestabilidad política y social que resulta de la crisis económica, social y política (que se expresará inevitablemente en grandes luchas de masas de carácter nacional, provinciales, regionales, y municipales, y repercutirá en el propio seno de la dictadura), la rivalidad yanqui-soviética por el control de la Argentina tenderá a agudizarse, y habrá nuevos reagrupamientos y choques en lucha por el poder. Ni el caos, ni la inestabilidad, ni la posibilidad de guerra civil se alejan con la instalación de la dictadura que encabeza Videla. Por el contrario: la instalación de la dictadura gorila preanuncia el paso a un nivel superior de todo eso; en primer lugar porque ni la clase obrera ni el pueblo han sido ni aplastados ni desangrados por sus enemigos proimperialistas.

 

Unidad patriótica contra la dictadura proimperialista, gorila, antiobrera y antidemocrática

De nuevo una dictadura proimperialista se ha instalado en el gobierno. El pueblo siempre las enfrentó y las derrotó. Aunque también esas dictaduras siempre pudieron elegir el terreno de su derrota y cayeron por otros golpes de Estado o por elecciones condicionadas.
La necesidad de las fuerzas proimperialistas, y proterratenientes de cualquier signo, de instalar dictaduras militares abiertas para poder gobernar no es un signo de su fuerza, sino de su debilidad.
Esas dictaduras, para poder gobernar, deben golpear a todo el pueblo y, como les sucedió a Onganía, Levingston y Lanusse, más tarde o más temprano las alcanza el odio de todo el pueblo.
Nuestro Partido tensará sus fuerzas en la lucha por unir a todas las fuerzas patrióticas enemigas de la dictadura proimperialista con el objetivo de impedir que ésta se consolide en el gobierno y el poder. Todas las formas de lucha popular deben apuntar a preparar la contraofensiva que barra del gobierno y el poder a la dictadura videlista. Pero la clave para el triunfo de esa lucha está hoy también en ganar a los cuerpos de delegados y comisiones internas y sindicatos de las grandes empresas de concentración obrera, y a todo el movimiento obrero, para que se transforme en el paladín, en la vanguardia, en el dirigente, de la lucha antidictatorial.
Una vez más, a partir de la unidad más amplia contra la dictadura militar, se abren dos caminos para esa lucha: uno, el de poner el centro de esa lucha en las maniobras y las reformas por arriba, en el apoyo a los “blandos” contra los “duros”, a los “democráticos” contra los “fascistas”, y utilizar a las luchas populares como apoyaturas de esas maniobras destinadas a obtener nuevas elecciones condicionadas o un nuevo golpe “bueno” que acabe con el golpe “malo”; otro: el camino de la lucha revolucionaria destinada a lograr el derrocamiento de la dictadura militar y la liquidación de las clases sociales (el imperialismo y los terratenientes) y el Estado de esas clases sociales al que representa, para que, entonces sí, esos gorilas proimperialistas se vayan y no vuelvan más. Sin menospreciar la lucha por las reformas y las reivindicaciones; ni los compromisos en esa lucha; ni la utilización de las contradicciones entre los de “arriba”; el único camino de victoria para el pueblo es el camino revolucionario.
El derrocamiento popular de la dictadura será el producto de un nuevo ascenso revolucionario, más profundo y extenso, de la lucha de masas, y dependerá, fundamentalmente, del papel que juegue la clase obrera y su partido marxista-leninista en la lucha antidictatorial, y de su alianza con las masas populares, especialmente con el campesinado pobre y medio.
En el camino de impedir la consolidación de la dictadura videlista luchemos hoy por:
    La libertad de Isabel Perón, Roque Romero y todos los patriotas presos.
    Garantizar el funcionamiento de los cuerpos de delegados, comisiones internas, sindicatos, centros estudiantiles, partidos políticos y organizaciones populares.
    Movilización popular contra la carestía de la vida y la desocupación, por aumentos de salarios y jubilaciones acordes con el costo de vida.
–     Precios compensatorios, créditos y tierra para los campesinos pobres y medios.
    Defensa de la pequeña y mediana industria.
    Reapertura inmediata de las universidades y comedores estudiantiles, ingreso irrestricto, autonomía universitaria y cogobierno estudiantil-docente.
    Boleto escolar, textos baratos y libertad de organización para los estudiantes secundarios.
–    Vivienda y salud garantizada para el pueblo trabajador.

¡¡Viva la unidad patriótica contra la dictadura proimperialista, gorila, antiobrera y antidemocrática!!