La naturaleza revolucionaria de la época actual consiste precisamente en que las condiciones de existencia más modestas de las masas obreras son incompatibles con la existencia de la sociedad capitalista, y que por esta razón la propia lucha por las reivindicaciones más modestas adquiere las proporciones de una lucha por el comunismo.
Mientras que los capitalistas aprovechan al ejército cada vez más numeroso de los desocupados para ejercer una presión sobre el trabajo organizado tendiente a una reducción de los salarios y los socialdemócratas, los independientes y los jefes oficiales de los sindicatos, se apartan cobardemente de ellos, considerándolos simplemente como sujetos de la beneficencia gubernamental y sindical y los caracterizan políticamente como un lumpenproletariado, los comunistas deben tomar conciencia claramente de que bajo las condiciones actuales el ejército de los desocupados constituye un factor revolucionario de gran valor. La dirección de este ejército debe ser tomada por los comunistas. Mediante la presión ejercida por los desocupados sobre los sindicatos, los comunistas deben apresurar la renovación de estos últimos y en primer lugar su liberación de la influencia de los jefes traidores. El partido comunista, al unir a los desocupados a la vanguardia del proletariado en la lucha por la revolución socialista, alejará a los elementos más revolucionarios e impacientes de los desocupados de actos desesperados aislados y capacitará a toda la masa para apoyar en condiciones favorables el ataque comenzado por un grupo de proletarios, para desarrollar este conflicto más allá de los límites dados, y convertirlo en el punto de partida de una decidida ofensiva. En una palabra, transformará a toda esta masa, y de un ejército de reserva de la industria hará de él un ejército activo de la revolución.
Al tomar con la mayor energía la defensa de esta categoría de obreros, al descender a las profundidades de la clase obrera, los partidos comunistas no representan los intereses de un sector obrero contra otro sino los intereses comunes de la clase obrera, traicionados por los jefes contrarrevolucionarios en beneficio de los intereses momentáneos de la aristocracia obrera. Cuanto más amplio es el sector de los desocupados y de los trabajadores semidesocupados, en mayor medida sus intereses se convierten en los intereses comunes de la clase obrera, en mayor medida los intereses momentáneos de la aristocracia obrera se deben subordinar a aquéllos. El criterio que se apoya en los intereses de la aristocracia obrera para volverlos como un arma contra los desocupados o para abandonar a estos últimos a su suerte, destruye a la clase obrera y es, en los hechos, contrarrevolucionario. El partido comunista, en cuanto que representante de los intereses generales de la clase obrera, no puede limitarse a reconocer y destacar, mediante la propaganda, esos intereses comunes. Sólo puede representarlos eficazmente si conduce bajo determinadas circunstancias al grueso de las masas obreras más oprimidas y más pobres al combate contra la resistencia de la aristocracia obrera.
Hoy N° 1919 29/06/2022