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14 de mayo de 2025

De un texto de Jacinto Roldán, secretario general del PCR recientemente fallecido

Utópicos y revolucionarios

Reproducimos un extracto del folleto Así luchamos contra el golpe de nuestro camarada secretario general Jacinto Roldán, recientemente fallecido el 30 de abril. Este trabajo recoge una charla suya en la Facultad de Humanidades de La Plata, realizada el 16 de junio de 1998, como parte de un ciclo sobre “La década del setenta”.

Este ciclo de charlas lo inició Otto Vargas, secretario general del PCR, siguió el camarada Ricardo Fierro con una semblanza del histórico Cordobazo, y luego continuó el camarada Jorge Rocha exponiendo sobre el tercer gobierno peronista, el gobierno del general Perón y de Isabel Perón. Vamos a hablar de la lucha antigolpista y del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Vamos a hablar de un período muy agudo de la lucha de clases. Período corto sobre el cual se ha montado una gran campaña de desinformación ya desde ese entonces. Muchos de los más conspicuos golpistas hoy intentan aparecer como grandes demócratas, claro que para eso tienen que ocultar y desfigurar los hechos y “construir” una falsa historia.

 

La “historia oficial”

“La falsa historia es el origen de la falsa política” dijo el camarada Otto Vargas al inicio de este ciclo refiriéndose a palabras de Juan Bautista Alberdi. Y en esa falsa historia está el interés de los poderosos que, a través de los medios monopolizados, ocultan las verdaderas razones del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y encubren a sus verdaderos responsables…

En esta falsa historia que se transmite principalmente a través de los medios, hay un gran olvidado. El gran olvidado, o las grandes olvidadas, son las luchas de las masas. El protagonismo, las formas de lucha y organización que utilizaron las masas obreras, campesinas, estudiantiles y populares en esos grandes combates que tuvieron gran repercusión en la década del 70, y que son ignorados por la historia oficial, cuando fueron los principales protagonistas de aquellos años…

 

Cómo llegamos a la posición antigolpista

Quiero ubicar el contexto en que llegamos a la posición antigolpista. El PCR, nuestro partido, había nacido en 1968, encabezando la lucha contra la dictadura de Onganía. Nosotros dijimos que esa dictadura estaba sentada sobre un polvorín y por esos años fuimos fogoneros para que ese polvorín estallara. En aquel momento había teorizaciones, como ahora, que partían de la base de afirmar que “la gente no da”, o que “somos un pueblo donde la gente no da”. También había teorizaciones sobre el reflujo. Perón, desde Madrid, llamó a “desensillar hasta que aclare”, la dirección del Partido Comunista, con la teoría del mal menor, planteaba que el general Lanusse era un militar progresista y que era mejor que Onganía, hasta que el histórico Cordobazo los obligó a cambiar el libreto. Esto pasó en la Argentina hace más de 25 años. Fue uno de los períodos más ricos de nuestra historia.

Nosotros nos incorporamos a la lucha revolucionaria en uno de los períodos más ricos de la izquierda en el mundo: el triunfo de la Revolución Cubana que sacudió a América Latina y nuestro país, más tarde, el Mayo Francés, la Revolución Cultural Proletaria en China, la derrota del imperialismo yanqui en Vietnam. Hechos que generaron un gran debate en la izquierda y en la juventud. Era un debate de grandes masas en relación a los dos caminos que había en América Latina: la vía pacífica o la lucha armada. El camino que en Cuba había llevado al triunfo de la revolución, o el camino parlamentario que sostenía y levantaba la dirección del PC, que primero tomaron el ejemplo de Brasil con la presidencia de Goulart a mediados del ´60, y cuando fue aplastado el gobierno de Goulart ya en la década del ´70, levantaron el camino de Chile con Salvador Allende. A ese camino llamaron la vía chilena al socialismo. Querían decir que se podía llegar pacíficamente al socialismo, ilusión que también se propagandizó entre las masas cuando Cámpora llegó al gobierno. ¡Eso sí que era utopía! Plantear que se podía llegar al socialismo por la vía parlamentaria.

Una línea que desarmaba a las masas para poder enfrentar aquellos años que vivimos y que sufrimos. Había dos caminos: reforma o revolución. Eso era lo que discutíamos las fuerzas revolucionarias surgidas por aquel entonces en polémica con el reformismo. Esa era una línea divisoria: los que estaban a favor del camino parlamentario, y los que estábamos a favor de la revolución y la lucha armada. Por aquel entonces, miles de jóvenes tomábamos como ejemplo al Che Guevara, y convencidos de la necesidad de la revolución abrazábamos el camino de la lucha armada.

Los más jóvenes, para entender la historia, deben comprender que éramos miles y miles dispuestos a dar la vida por la revolución en la Argentina. Eso era esa juventud en ese período histórico y no existía el partido revolucionario. Había sido degradado e inutilizado por la traición de la camarilla dirigente del Partido Comunista y la existencia de ese partido era una necesidad que surgía de las entrañas del movimiento obrero y revolucionario argentino. La mayoría de nosotros venía de la ruptura con esa camarilla, y considerábamos que para el triunfo de la revolución era necesario un partido de vanguardia del proletariado, basado en el marxismo-leninismo. Teníamos claro que sin partido de vanguardia no hay revolución y sin teoría revolucionaria, tampoco. Otras fuerzas revolucionarias secundarizaban esta necesidad, pero era una discusión entre partidarios de la revolución.

Todos éramos revolucionarios, antiyanquis, golpeábamos a los mismos enemigos (incluido el peronismo) y pensábamos por aquella época, que el triunfo de la revolución era fácil y rápido. Predominaba en esa izquierda la idea que la revolución la hacían los revolucionarios “para las masas». La Revolución China, en el país más poblado de la tierra, no se conocía; y Mao Tsetung era mala palabra. En la declaración constitutiva del Partido Comunista Revolucionario, planteaba que había que combatir y derrotar la línea antisoviética y divisionista de Mao Tsetung. Eso es lo que decíamos allá por el año ‘68.

 

Dos corrientes

En esa corriente de izquierda grande en que venía nuestro partido se fueron desarrollando, no por un camino lineal, dos corrientes: una tomó como forma principal de lucha el terrorismo urbano y consideraba a la Unión Soviética como un país socialista que ayudaba a los pueblos; y la otra, era la izquierda marxista-leninista que por el requerimiento de la política y de nuestra práctica revolucionaria, llegamos al maoísmo. Dos grandes corrientes.

Nosotros habíamos sacado valiosas enseñanzas del Cordobazo. Fuimos la única fuerza de izquierda que estudió esa experiencia, que planteó el camarada Fierro en la segunda charla de este ciclo, y fuimos protagonistas principales del resurgimiento del clasismo en la Argentina. Desde allí, fuimos el motor de una impresionante ola de recuperación de los cuerpos de delegados, comisiones internas y sindicatos. Lo más avanzado fue el Smata cordobés, dirigido por el camarada René Salamanca. Ese proceso lo hicimos junto con otras fuerzas de izquierda. Hasta un momento, por un período y con diferencias, actuamos y trabajamos juntos en la recuperación del Smata.

Empezamos a estudiar la experiencia revolucionaria de China y los aportes al marxismo-leninismo del camarada Mao Tsetung negados por los revisionistas de todo pelaje.

Las enseñanzas de esa Revolución, en el país más poblado de la tierra, tenían y tienen validez universal. “China no es lo mismo que Argentina”, decían. Efectivamente. Argentina tampoco es igual a Rusia ni a Cuba, pero esas experiencias revolucionarias triunfantes, así como sus posteriores derrotas tienen inmensas enseñanzas para todos los pueblos de la tierra y todos los revolucionarios del mundo.

“El poder nace del fusil”, dijo Mao Tsetung. Cuando hablamos de violencia revolucionaria entendíamos y entendemos que es la del pueblo en armas. El fusil en manos de las masas y no solo en manos de grupos selectos aislados de las masas. 

 

hoy N° 2059 14/05/2025