En este preciso momento, en algún lugar del país, una mujer seguramente está pensando en el próximo Encuentro. Porque somos miles, a lo largo y ancho de la Argentina, que vamos cada año. Porque falta tan poco para el próximo. Porque ya se siente la inquietud del viaje cercano, de los reencuentros, de la fiesta de la apertura, del intercambio de los talleres, de la combatividad de la marcha, de la alegría de la peña, de la nostalgia de las despedidas y el hasta pronto del cierre.
Esta vuelta se cumplen ¡24 años de Encuentros! Y es bueno recordar cómo llegamos hasta aquí.
Un grupo de mujeres que participaron del Foro de Organismos no Gubernamentales realizado en Nairobi, Kenia, durante el cierre de la Década de la Mujer de Naciones Unidas (julio de 1985), tuvo la iniciativa.
A partir de allí, 43 mujeres autoconvocadas conformaron la “Comisión Promotora” del Primer Encuentro. Entre ellas había radicales, feministas, peronistas, socialistas, comunistas revolucionarias, comunistas, de organizaciones de derechos humanos, mujeres católicas, conservadoras populares, desarrollistas. Pero tomaron una primera y fundamental decisión: la participación “a título individual”, “con abstención de cualquier representación”, como se señala en la publicación final (el “librito del Encuentro”).
El Primer Encuentro se realizó los días 23, 24 y 25 de mayo de 1986, en medio de un paro de transporte en Buenos Aires. Participaron 1.000 mujeres. Los que en estos 24 años lo siguieron recorrieron casi todo el país, sumaron hasta más de 20.000, ampliaron la pluralidad y crearon las condiciones para que ninguna mujer quede afuera por falta de recursos o lazos sociales. ¿Qué hizo posible todo esto? ¿Qué permitió que el movimiento de mujeres de la Argentina haya construido esta experiencia única en el mundo por su calidad y por su perduración a través de ya casi un cuarto de siglo?
Lo hicieron posible el tipo de organización que se dieron los Encuentros, ya desde aquel primero, y la masividad con que miles de mujeres defendimos año tras año ese espacio.
El “espíritu del Encuentro”
¿Y cuál es esa organización? Para empezar, la conformación de una Comisión Organizadora autoconvocada, abierta a todas las mujeres del lugar elegido como sede el año anterior por aclamación. Mujeres que, como aquella primera vez, participan “a título individual”.
Para seguir, además de autoconvocados, los Encuentros son autónomos, plurales y horizontales, federales, democráticos.
Son autónomos porque no responden a ningún gobierno, sindicato, organización o partido político. Esta característica se mantuvo con el autofinanciamiento. Cada año se han garantizado lugares de funcionamiento, alojamientos, becas de comida, equipos de sonido, etc., cobrando una ínfima inscripción, y recurriendo a las instituciones públicas (gobiernos, secretarías de la Mujer, etc.) y organismos no gubernamentales, sin aceptar ningún tipo de condicionamiento. El abucheo al gobernador Bordón en el 3er Encuentro en Mendoza, o el impedimento de que la marcha del 8º en Tucumán fuera a la Casa de Gobierno a agradecerle a “Palito” Ortega lo demuestran. (De paso: fue la organización de las compañeras del PCR lo que garantizó que la marcha no se desviara para terminar aclamando a “Palito”; que se informen las compañeras del PO, por entonces ausentes).
Estas características constituyen el “espíritu de los Encuentros”. Los talleres, su “corazón”.
Democracia y consenso
La organización en talleres permite la más amplia y democrática participación de todas. En ellos nadie, por ninguna razón, tiene la palabra por encima de las otras. Las mujeres participan por sí mismas, no como representantes de alguna organización.
Llegadas de todo el país, obreras, estudiantes, desocupadas, docentes, amas de casa, profesionales, científicas, productoras agrarias, pastoras y obreras rurales, jóvenes y de la tercera edad, feministas y militantes políticas… las mujeres debatimos en los talleres con la multiplicidad y variedad que dan nuestra procedencia, nuestras experiencias y nuestras ideas. Debatimos los temas específicos de nuestro género y los que tienen que ver con la realidad social y política que perpetúa nuestra opresión. Y sacamos conclusiones.
En los talleres no se vota: a las conclusiones se llega por consenso, y todas las opiniones quedan registradas. Surgidas del debate real de las participantes, las conclusiones son propias de cada taller, y no del conjunto del Encuentro.
Horizontalidad, democracia y consenso en los talleres están entre las características que permitieron llegar a estos 24 años.
Son años
Pero el camino hasta aquí no fue “un lecho de rosas”. A lo largo de todo este tiempo la organización y el desarrollo de los Encuentros estuvieron surcados de debates. Muchos de ellos genuinos, tuvieron o tienen que ver con las distintas propuestas dentro del movimiento de mujeres y las distintas ideas sobre cómo es posible la liberación para nuestro género. Otros, en cambio, tuvieron y tienen como objetivo romper los Encuentros, cambiar el “espíritu” que permitió multiplicar la participación y prolongarlos por tantos años.
Los Encuentros, ocultados por los grandes medios nacionales de información, se llevaron a cabo siempre a contramano del oficialismo gobernante, de la cúpula de la Iglesia católica y de quienes no quieren la organización de las mujeres para su liberación. Las conclusiones de los Encuentros y sus marchas fueron siempre masivamente opositoras a las políticas hambreadoras y mentirosas de los gobiernos de turno y exigieron sin tregua políticas de anticoncepción y la despenalización del aborto.
Razones políticas e ideológicas alimentan a quienes quieren destruirlos. Tras muchos años de no conseguirlo, las arremetidas se fueron haciendo más fuertes, y empezaron a incluir agrupaciones fascistas, que pasaron de la palabra a los hechos. Integradas por mujeres y hombres, provocaron en las escuelas, atentaron contra las marchas, y hoy amenazan el próximo.
En los últimos años los Encuentros también sufren otro embate: el de algunas organizaciones “de izquierda”, que primero los subestimaron, y, tarde, se incorporaron con la pretensión de cambiarlos de acuerdo a sus propias ideas de la organización (¿o desorganización?) de las mujeres. Sus militantes irrumpieron en los talleres para impedir la discusión e imponer su opinión a la fuerza; difamaron y difaman poniendo de blanco a quienes ayudamos al sostenimiento de 24 años de Encuentros, y llegaron también, como las agrupaciones fascistas, a reemplazar el debate por los puños.
Pero –como repetimos en estos 24 años para los gobiernos, la cúpula de la Iglesia y quienquiera que sea–, las mujeres “a pesar de todo, les hicimos y les haremos el Encuentro”.