Con casi un millón de votos de diferencia (6 millones a 5) el pueblo venezolano dio el Sí, el domingo 15, al Referendo Aprobatorio de la enmienda constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez. La modificación no supone el derecho a la “reelección indefinida” –como machaca la propaganda imperialista– sino el derecho a volver a presentarse en elecciones a quienes ya ejercieron cargos públicos, Hugo Chávez obviamente incluido.
El triunfo del Sí por un 9% (54% a 45%) ratifica la continuidad del proceso de reformas y cambios estructurales que Chávez puso en marcha hace ya una década. El conglomerado de fuerzas oligárquicas, proyanquis y de capas medias que se alineó tras el No, aunque no tan “escuálido” como los denomina el chavismo, no pudo repetir su éxito del referéndum de diciembre de 2007, cuando frustró la aprobación de otras enmiendas constitucionales.
Sobre 17 millones de venezolanos habilitados para votar, lo hicieron 11 millones: la abstención bordeó el 30% (relativamente baja para una votación no obligatoria). El proceso electoral fue supervisado por más de 1.000 observadores locales e internacionales. La prensa reaccionaria tendrá que hacer malabarismos para seguir apostrofando a Chávez de “dictador”.
Polarización
Una multitud celebró el triunfo hasta la madrugada del lunes. “Venezuela no volverá al pasado de indignidad”, señaló allí Chávez.
El resultado fue obra de la gran movilización de diversos sectores populares concitada por el chavismo, en un contexto de aguda polarización política. Marchas y concentraciones, a favor y en contra, se sucedieron todos los días durante el último mes.
La polarización es también social: el chavismo demostró su arraigo electoral en las populosas barriadas pobres de Caracas, pero el movimiento estudiantil –particularmente los estudiantes de la Federación de Centros Universitarios– fue la fuerza de choque del No. Esta es una cuenta que las fuerzas revolucionarias y populares venezolanas deberán saldar, para unir al pueblo y que las capas medias no vuelvan a ser tropa de maniobra del golpismo imperialista y oligárquico como en 2002.
“Dictadura”
Los medios de prensa oligárquicos de Venezuela, a los que se sumaron un ignoto veedor español, y hasta el ex obrero y ex presidente polaco Lech Walesa –servil desde hace años al imperialismo yanqui–, trataron sin éxito de agitar a la opinión pública diciendo que de triunfar el Sí se avecinaba una potencial “dictadura” de Chávez. El que resumió a todos fue directamente el vocero de la Casa Blanca en tiempos de Bush: si Chávez ganaba, Venezuela habría “avanzado del populismo autoritario a una dictadura clásica”, declaró el miércoles Roger Noriega, viejo carcamán imperialista a cargo de los asuntos del Hemisferio Occidental, promotor y defensor –él sí– de todas las dictaduras “clásicas” proyanquis del continente.
Además ¿a quién de ellos se le oyó decir alguna vez que la reelección indefinida está reconocida por 17 de los 27 países de la Unión Europea? Helmut Kohl fue canciller de Alemania durante 16 años seguidos, y Felipe González presidente del gobierno español durante 14 años.
Pero las mayorías de trabajadores y pobladores de los barrios populares valoraron más los importantes avances en la independencia nacional y los logros sociales conseguidos con el proceso bolivariano, especialmente con las numerosas misiones educativas y de salud, las cooperativas y los mercados populares florecidos a impulso del gobierno chavista. Hasta los medios más reaccionarios y antichavistas reconocen que Venezuela disminuyó la pobreza y prácticamente eliminó el analfabetismo.
Paso adelante
Pero la revolución aún no se llevó a cabo en Venezuela. Hasta aquí las nacionalizaciones, las reformas sociales y las políticas solidarias del chavismo con otros procesos populares latinoamericanos se sustentaron en los altos precios del petróleo, de cuyas exportaciones depende el 90% de los ingresos del país.
Pero ahora se cierne la sombra de la crisis mundial y la abrupta caída de los precios petroleros: esta semana, el barril de petróleo venezolano llegó a 36 dólares, muy por debajo de los 125 dólares a los que llegó en su mejor momento en 2008 (y de los 60 dólares en que se estimó al aprobarse el presupuesto nacional). Y Chávez debió ya recurrir a las reservas internacionales, lo que puede empujar aún más hacia arriba la inflación ya alta.
La derecha oligárquica y proimperialista tratará de utilizar esas dificultades para fogonear el descontento y desgastar a Chávez y a las fuerzas revolucionarias y populares. Pero con la derrota de esa derecha en el referéndum el pueblo venezolano forjó, ahora, mejores condiciones para afrontar las consecuencias de la crisis mundial y avanzar en el camino revolucionario.