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16 de marzo de 2011

Alrededor de dos millones y medio de paraguayos viven en Argentina. Aquí los hombres son absorbidos por el boom de la construcción y las mujeres en el servicio doméstico, compartiendo infortunios con la clase obrera local. Una Asamblea de Inmigrantes Paraguayos, lucha por articular sus reivindicaciones particulares con las del proletariado argentino.

Vidas de inmigrantes

Hoy 1360 / Paraguayos en la Argentina

Ladran los perros cuando se despereza la mañana en El Porvenir. El barrio, en el km 28 de la ruta 3, pertenece a Laferrere. Dicen que nació en un asentamiento, en el 91. Antes era bañado y pajonales. Ahora son 15 mil almas en 60 manzanas. Unos 13 mil son paraguayos, el resto argentinos y bolivianos. Ahí está la casa de Nelson Cuba, un paraguayo corpulento, estos días ocupado en recaudar fondos para hacer una visita a su tierra y participar de la marcha anual de la Federación Nacional Campesina. Aunque lleva varios años en el oficio de construir paredes, se diría que no ha dejado de ser un hombre apegado a los asuntos de la tierra. Trae el añoro en la garganta. “Vivía en Itapúa, cuando tuvimos que dejar de cosechar algodón. Allí había colonia de alemanes, y avanzaron con sus cultivos de soja transgénica, expulsando a nuestra comunidad. En el año ‘90 en Potrero Caa, casi 70 familias había. Quedaron 7. Cerró hasta la escuela, el oratorio quedó abandonado… todo se perdió. Soja nomás hay”.
Así explica lo que en su país llaman el “platazo” sojero: “Primero vinieron a arrendar. Para un campesino pobre lo que ofrecían era mucho dinero, nos tentaban. Más tarde, ya vinieron a comprar la tierra. Las familias, sin cultivos de rentas, ya tampoco pueden hacer los de sustento. Antes se podía construir una casa sin dinero. Cortabas kapi’i o aguraruguái (totora y cola de zorro). Para tu cabreada usabas el kambaakua (arbusto de madera blanda y crecimiento rápido). Nada de eso quedó con la soja. Ya nadie puede hacer su casa si no es pagando. Y un campesino sin algodón de dónde va a sacar plata. Han modificado la naturaleza. Ni para sobrevivir naturalmente dejan. Envenenan el agua, los arroyos…, nos expulsan”.

 

Y cada uno hacía su vestido
Marta Martínez es una paraguaya hospitalaria, de risa fácil, con más de 19 años en el servicio doméstico. A los 12 ya supo de los rigores del surco en el Caaguazú natal. A la hora de hablar prefiere sus recuerdos campesinos. “Trabajaba con mi papá en su chacra de 20 hectáreas, pero en una mitad nomás podíamos producir caña de azúcar, algodón, mandioca, maíz… Muy antes se sobrevivía con el algodón. Después, en el 89, 90, alzabas el algodón y sólo comprabas ropa y zapatos. En los últimos tiempos, ni eso. Los compradores distribuían bolsas de colores (sacos para embolsar la producción) como gran novedad. Y nos decían: ¡ahora tienen la ventaja de poder vestirse! Yo, mis primas y vecinas nos hacíamos los vestidos con aquella tela. ¡Nosotros entregábamos el producto y nos vestíamos con bolsas!”. Un día la tentaron para venir a Buenos Aires. “Llegaban mis primas desde Buenos Aires y yo, que venía cansada de la chacra, las veía lindas, modernas, con sus pelos enrulados. Y yo con un sombrero grandote así…, toda sucia, con orgullo de trabajar la tierra pero no era el caso que viviéramos así”.

 

De la chacra a Junín y Las Heras
“Un impacto”, resume Marta. En ese entonces hablaba solo guaraní, cuando ingresó cama adentro en una casa de tres plantas en Junín y Las Heras. Cuenta cómo el primer día no pudo hacer otra cosa que desplomarse de cabeza bajo una mesa, con una bandeja de plata y la porcelana para el té. “Venía de andar descalza en la chacra y allí me calzaron uniforme y zapatos. No podía ni caminar”. Todo lo hacía con susto y miedo. “De dónde saliste, animal” fue el primer reproche que recibió. A los tumbos e insultos aprendió castellano y también a desenvolverse en los quehaceres que eran “pura novedad”.
Marta resistió y conoció más patronas y los rigores de una clase que cree que los derechos sólo están de su lado. “Casi siempre cama adentro, levantándome a las 6 de la mañana para trabajar de un tirón hasta las 12 de la noche”. Un día conoció a Nelson y formaron una familia. A El Porvenir llegaron por unos parientes, antes vivían en la orilla de la Capital.
Nelson describe este recorrido: “Yo estaba en Villa Soldati. En una piecita vivíamos siete. Después escuchamos que acá se agarraban terrenos fiscales. Compramos medio terreno, hicimos una pieza y nos mudamos”. De a poco fue haciendo la vivienda aún a medio terminar. Aclara: estamos ilegales, pero igual tuvimos que pagar a quien ocupó primero. No hay escritura, hay ladrillos nomás”.
Su hermano Ariel también alzó una vivienda en el km 30, donde vive con su compañera Noelia Figueras, oriunda de Itapúa, que casi no habla castellano. Hija de campesinos y aunque buena parte de su familia ya reside en la Argentina, la extrañeza suele apoderarse de sus 21 años. Permanece indocumentada. Su compañero cuenta una historia demasiado repetida: “En el 2001 las cosas se pusieron difíciles y decidí volver al Paraguay. Allí nos conocimos e hicimos pareja, tuvimos hijos y en el 2006 oímos que en Argentina se podía procurar la radicación. Pensamos que había más posibilidades de trabajo aquí. Pero se nos complica por el tema de la ilegalidad. Tenemos 2 chicos y los trámites no acaban nunca. Hace 5 años y hasta ahora no pudimos completarlos”, se queja.

 

Como volver al pasado
Boní es Bonifacio Álvarez, un hijo de labriegos que de niño vio actuar a las ligas agrarias en Caaguazú. El mismo, en los ‘80, cultivó una parcela. Tras la crisis del algodón fue colectivero en la capital paraguaya, donde los choferes trabajan a destajo “por redonda”. Después vino a la Argentina donde se dedica armar estructuras para lozas. Parte de su familia permanece en Paraguay. Explica los fundamentos de la Asamblea de Inmigrantes Paraguayos: “La fundamos en 2006. Nuclea a inmigrantes que llegamos por necesidades laborales. Fue impulsada por el Movimiento Popular Revolucionario Paraguay Pyahurä y acompañada, aquí, por el PCR de la Argentina. Su propósito es asumir la compleja problemática del inmigrante. Asumiendo que la inmigración no es una cuestión natural sino el resultado de una situación política y económica que tiene responsables concretos. Y el responsable principal es el Estado nacional de nuestro país. Tratamos de llegar al mayor número de nuestros compatriotas. Asimismo, extender ese debate hacia otras comunidades de extranjeros como son los hermanos bolivianos o peruanos”.

 

Ser inmigrantes
Arriesga una definición: “Somos marginados en nuestro país, sobrantes del sistema que nos viene a aprovechar en otro sitio, donde -según la mirada de algunos- también representamos un estorbo. Desprotegidos por las leyes paraguayas y argentinas, en esas condiciones de paria tenemos que pelear nuestra sobrevivencia. Así, la vida de un inmigrante representa un retroceso. Es como volver hacia el pasado en la historia de la humanidad. Las situaciones de injusticia que se plantean remiten a un tiempo de esclavitud”.
“Como obreros explotados, en Argentina estamos aportando al enriquecimiento de muchos empresarios y al propio Estado, ya que nuestros ingresos en su mayoría se vuelcan aquí donde, desde que compramos un kilo de azúcar, estamos aportando al fisco. Además, vendiendo nuestra mano de obra barata, involuntariamente somos decisivos para el mercado. A su vez, somos importantes para nuestro país de origen cuando enviamos dinero a nuestros familiares. Remesas que generan un circulante monetario significativo. De donde los empresarios y el estado paraguayo también se benefician”.
“La Asamblea se esfuerza por explicar a la comunidad argentina nuestra situación. Es conocido que muchos no nos ven con buenos ojos a partir de la propaganda xenófoba que imponen las clases dominantes. Lejos de ser enemigos, compartimos injusticias y necesidades con los más explotados del pueblo argentino.
“Tampoco queremos estar toda la vida aquí. Pero pensar en el retorno requiere un cambio estructural en nuestra patria. No hay salidas individuales. Debe ser el resultado de una lucha colectiva. Entendemos que en 140 años, las oligarquías desde el poder nos han regalado esta realidad. Por lo que debemos organizarnos y tratar de romper este esquema de sometimiento y servidumbre. A 20 años de la caída de la dictadura de Stroessner, continuaron 5 o 6 gobiernos ‘democráticos’ y el sistema sigue igual. No trajeron las equidades esperadas ni el reparto de la riqueza.
“Nuestra Asamblea aspira que la comunidad de inmigrantes paraguayos conozca qué proyecto de país están peleando nuestros compatriotas en el Paraguay, desde la Federación Nacional Campesina, la Corriente Sindical Clasista, la Corriente Estudiantil por la Participación Democrática, las Asambleas Populares, el MPRPP, su De- partamento Mujer y otras fuerzas populares que plantean un país para la mayoría. Buscamos ser un nexo entre aquello y los 2 millones y medio que viven en la Argentina.
No olvidamos la promesa del presidente Lugo: que todos los inmigrantes volveríamos a la patria. A casi 3 años de su mandato no pasó ni va pasar. Nos queda claro que solamente uniéndonos con nuestros compañeros que luchan en el Paraguay, algún día podremos hacerlo realidad. Para eso es absolutamente necesaria la reforma agraria y una transformación profunda de la política de nuestro país. Y eso implica cambiar el carácter de clase del actual Estado, hoy orientado a defender los intereses de quienes más tienen. La legislación actual no tiene en cuenta las necesidades de nuestro pueblo más pobre.