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27 de abril de 2011


Viernes de ira y de sangre

Hoy 1366 / Siria: sanguinaria represión contra el pueblo

El régimen sirio de Bashar Al-Assad pasó abiertamente al terrorismo fascista para aplastar la indetenible y masiva ola de manifestaciones por democracia.

El régimen sirio de Bashar Al-Assad pasó abiertamente al terrorismo fascista para aplastar la indetenible y masiva ola de manifestaciones por democracia.
El viernes 22, cientos de miles de manifestantes inundaron las calles de las principales ciudades sirias al término de la oración del mediodía. El día anterior el movimiento –que ya lleva más de un mes– había obtenido su primera victoria: el presidente Al-Assad anunció el fin de la ley “de emergencia”, que rige desde hace casi 50 años y daba al gobierno poderes absolutos para espiar y encarcelar cualquier expresión de oposición.
Pese a medio siglo de dictadura policíaca de los Assad, el pueblo sirio perdió el miedo. Quiere desmontar esta larga tiranía basada en el partido único, la división sectaria entre la minoría alauí gobernante y la mayoría sunita, y la brutalidad e impunidad de las fuerzas de seguridad.
Los sirios aspiran a cambios profundos. No se conforman con pedirle al propio Bashar Assad –como hacen los gobiernos de las potencias imperialistas– que “ablande” la tiranía antipopular que heredó de su padre Hafez y que Bashar perfeccionó durante los últimos 11 años.
Las  se extendieron a la mayoría de las ciudades y aldeas de Siria. Las principales se llevaron a cabo en la capital Damasco, en Homs (centro) y en Derá (sur). A impulso de las rebeliones que acabaron con las dictaduras de Túnez y Egipto, el viernes se coreó masivamente “El pueblo quiere la caída del régimen”.

“Las calles hierven de ira”
Pero el régimen, saturando las calles con la policía y el ejército y con matones oficialistas armados (una represión “tercerizada” al estilo de las que están generalizándose en algunas provincias argentinas), disparó sobre la multitud causando una matanza con pocos precedentes, estimada en más de 110 manifestantes.
El sábado 23, “grupos de tareas” del gobierno volvieron a disparar en Izrá y en Damasco sobre los multitudinarios cortejos que homenajeaban a los asesinados del día anterior, matando a otras 14 personas. “¡Bashar traidor!”, gritaba la multitud. El domingo el gobierno desató una vasta oleada de allanamientos y detenciones de dirigentes del frente anti-Assad, y volvió a asesinar manifestantes a balazos en Jable y Banias (noroeste); aquí, 3.000 pobladores habían cortado la ruta de Latakia a Damasco en solidaridad con los luchadores de Jable.
“Las calles hierven de ira”, sintetizó un manifestante. A diferencia de Egipto, las fuerzas armadas y de seguridad sirias son un aparato muy alejado del pueblo y con una brutal tradición de represión antipopular. Eso hace prever nuevos crímenes del régimen y una ra- dicalización aún mayor de las aspiraciones democráticas.