En relación a los cambios producidos en la situación internacional en la década del 80 se discute la vigencia actual de la teoría de los Tres Mundos.
En relación a los cambios producidos en la situación internacional en la década del 80 se discute la vigencia actual de la teoría de los Tres Mundos.
Corresponde diferenciar en esa teoría los elementos coyunturales, referidos al momento preciso en que ella fue formulada, de aquellos que hacen al análisis de un período relativamente más prolongado de la política internacional de postguerra.
La teoría de los Tres Mundos es una síntesis científica de la lucha de clases a escala mundial formulada por Mao a mediados de la década del 70. Analiza las contradicciones fundamentales del mundo contemporáneo sobre la base de la teoría de Lenin sobre la época. Lenin definió la época actual como “la época del imperialismo y la revolución proletaria”. Y demostró que el imperialismo trae como consecuencia la división del mundo entero en naciones opresoras y naciones oprimidas, con el proletariado internacional luchando al lado de estas últimas. Esta división del mundo actual –que los revisionistas del marxismo y los teóricos de la burguesía dan por superada– es la división básica para analizar la situación internacional. Esa división del mundo entre naciones opresoras y oprimidas era, para Lenin, y es para los marxistas-leninistas, “la esencia del imperialismo”, y sólo desaparecerá con la desaparición de éste. Esta división es la base para toda línea política
internacional y nacional del proletariado. Puesto que, como demostró Lenin no es igual “desde el punto de vista de la opresión nacional la situación del proletariado de las naciones opresoras y oprimidas” … ni en el aspecto económico, ni en el político, ni en el ideológico, ni en el espiritual, etc.”.
Lenin demostró también la ley del desarrollo desigual, y a saltos, de los países imperialistas y la inevitabilidad, por lo tanto, de que recurran a la guerra para repartiese el mundo.
La teoría de los Tres Mundos considera que en la actualidad los Estados Unidos y la URSS constituyen el Primer Mundo. Fuerzas intermedias como Japón, Europa y Canadá el Segundo Mundo y toda Asia (con excepción de Japón) toda África y América Latina, pertenecen al Tercer Mundo Esa teoría maoísta no concierne solamente a las relaciones entre Estados y naciones. Se refiere a la cuestión clave de la lucha de clases a nivel mundial ya que, la lucha nacional, como también planteó Lenin, es, en último término, un problema de la lucha de clases, y porque la lucha antiimperialista de las naciones oprimidas es parte integrante del movimiento socialista del proletariado mundial. Como demuestra la experiencia histórica de la postguerra los pueblos oprimidos sólo pueden triunfar en el combate contra la opresión que les impone el “avanzado y civilizado” capitalismo, si se unen estrechamente con el proletariado internacional.
La enorme mayoría de la población de la tierra pertenece a los pueblos del Tercer Mundo y lucha denodadamente por su liberación. Esta lucha debilita, socava y descompone al imperialismo y al socialimperialismo. Sin ninguna duda la suerte del combate mundial del proletariado por el socialismo, con sus vueltas y revueltas, con sus períodos de ascenso y descenso, de flujo y reflujo, de triunfos y derrotas, dependerá históricamente, para su triunfo, del triunfo de la lucha antiimperialista de los pueblos del Tercer Mundo.
Para la teoría de los Tres Mundos, la URSS y los EE.UU. son los mayores explotadores, opresores y agresores en el campo internacional. El enemigo común de los pueblos del mundo entero, y su disputa por la hegemonía mundial llevará inevitablemente a una conflagración mundial. Según la teoría de los Tres Mundos las dos superpotencias recurren al hegemonismo “para preparar la guerra” y, a la vez, el dominio mundial es “el objetivo que persiguen para desatarla”. Toda la historia de la década del 80 ejemplifica y demuestra la justeza de esas tesis maoístas con las agresiones permanentes de las dos superpotencias en Asia, África y América Latina y su disputa por el dominio mundial. Y los acontecimientos recientes, en pleno período de distensión en las relaciones entre los Estados Unidos y la URSS, tanto en América Central como en Afganistán, en Camboya, en el Medio Oriente, demuestran lo mismo.
Los pueblos del Tercer Mundo están a la cabeza en la lucha contra las superpotencias hegemónicas. Por su lado los países del Segundo Mundo, países desarrollados, tienen contradicciones tanto con los países del Primer Mundo como con los del Tercer Mundo. Así lo demuestran los sucesos actuales en el Este europeo y la lucha de los países de esa región por sacudiese el yugo soviético. Y lo demuestra, también, la creciente independencia de los países europeos y Japón frente a los yanquis. Estas rivalidades no implican la desaparición de las contradicciones de los países del Segundo Mundo con los del Tercer Mundo, a los que ellos también quieren someter a su dominio.
El clima de distensión actual no ha significado un cambio importante en el hecho de que tanto los EE.UU., como la URSS, tienen centenares de miles de hombres de sus fuerzas armadas desparramados por el mundo, en bases, en su flota de guerra, como asesores militares, etc..
En la década del 80 se han producido, como vimos, cambios importantes en la correlación de fuerzas entre las superpotencias. La década del 70 fue una década de expansión agresiva, desenfrenada, de la URSS, en la península indochina, Afganistán, Medio Oriente, Cuerno de África, Angola y África Sudoccidental, América Central y América del Sur (su mano estuvo tras el intento de la dictadura argentina de ir a la guerra con Chile en 1978). Pero, como dijo Mao en 1975: “su fuerza está por debajo de su voracidad”, y su ofensiva, entrañaba la derrota. En la década del 80 los EE.UU. lograron revertir parcialmente esto y se estableció una situación que nuestro Quinto Congreso definió como de “equilibrio inestable y precario entre las dos superpotencias”. Este equilibrio no anuló su disputa. Todo lo contrario. Pero anuló, momentáneamente, a ambas, para expandirse en la medida de sus deseos. Esto favoreció “transitoriamente, el avance de las otras potencias imperialistas como Alemania Federal, Japón, Italia, Inglaterra, en Occidente, y tendencias separatistas en el Este europeo y dio alas independentistas a los países del Tercer Mundo.” (Quinto Congreso del PCR. Documentos. Página 56).
Los cambios producidos en los últimos años de la década del 80 no quitan validez a lo afirmado por Mao en febrero de 1976: “Los EE.UU. tienen intereses que proteger en el mundo, mientras que la URSS quiere la expansión: esto es inalterable.”
No es cierto –como afirmó Carlos Menem en los EE.UU.– que la URSS “se encierra sobre sí misma “ por los problemas que debe afrontar actualmente. Todo lo contrario. Su actividad diplomática se ha intensificado, incluso en áreas que antes estaban relativamente vedadas para su intervención diplomática directa, como es el caso de América Central. En el caso particular de nuestro país la presión soviética en el último período se ha hecho descarada ya que, como afirmó Olg Klimov, presidente de la compañía soviética Exportkhleb, de comercio exterior, “la URSS compra donde le resulta más barato” (Clarín: 28-10-89) y los exportadores argentinos deberán competir, afirmó, si quieren mantener sus ventas a la URSS, con los granos subsidiarios por los Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea bajando sus precios de exportación, y realizando nuevas concesiones al socialimperialismo.
Tampoco es cierto, como afirman algunos teóricos del gobierno menemista, que los EE.UU., la URSS y las potencias imperialistas se “despreocupan” por el Tercer Mundo, y que, en la medida en que los países del mismo no se enganchen con los planes “modernizadores” en boga serán “abandonados” por los países centrales. No es cierto que debamos “subirnos como podamos, incluso en el furgón de cola” de los planes actuales del imperialismo. Por el contrario: las potencias imperialistas se modernizan, se reagrupan y planifican para oprimir aún más ferozmente a nuestros países.
Tampoco es cierto que los pueblos del Tercer Mundo han perdido importancia en la política mundial. Fueron los golpes demoledores de la guerrilla afgana y camboyana y la lucha heroica de los guerrilleros eritreos, los que jugaron un papel relevante en el estallido de la crisis política en la Unión Soviética, al demostrar que también su Ejército y el propio socialimperialismo es un “tigre de papel”, como afirmó Mao. Y ha sido el fracaso reiterado del imperialismo yanqui en su política intervencionista en América Central, en Libia y en el Medio Oriente, el que ha puesto de manifiesto su decadencia imperial ante los ojos del mundo entero.
Incluso no les va bien a yanquis y rusos con los resultados de las elecciones que se han realizado en América Latina (México, Brasil, Argentina, Uruguay, e incluso en otros países). Los gobiernos y fuerzas que han surgido de esos procesos no son simple “fachada democrática de la política yanqui”, como dicen sectores prosoviéticos, revelando que no les va bien a estos con ellos, y tampoco les va mejor a los yanquis.
Ambas superpotencias recurren a nuevos disfraces y teorías para justificar sus aventuras expansionistas. Se disfrazan de cordero, como la URSS en Europa y Asia. O pretextan luchar contra el narcotráfico como justificativo “moral” del intervencionismo yanqui en América del Sur y América Central. Pero serán desenmascarados, una y otra vez, por los pueblos del Tercer Mundo y las naciones oprimidas, porque la tendencia mundial que se consolida es hacia la rebelión de los pueblos oprimidos y hacia la independencia de las naciones y países.
La Novena Conferencia Cumbre de Jefes de Estado o de Gobierno de los Países No Alineados, que se realizó del 4 al 7 de septiembre de 1989 en Belgrado, fue representativa del fortalecimiento de este movimiento, por la asistencia récord a esa reunión de países no alineados y Estados observadores e invitados. Esto desautoriza, en parte, la opinión según la cual ese movimiento no tiene lugar en el mundo actual.
Los países, pueblos y naciones del Tercer Mundo son la fuerza antiimperialista principal del mundo actual y lo seguirán siendo por un tiempo prolongado. Juzgando la situación en su conjunto, siguen existiendo condiciones favorables para el desarrollo y fortalecimiento de las fuerzas revolucionarias antiimperialistas del Tercer Mundo y es muy difícil para las superpotencias aplastar este movimiento, porque sus fuerzas represivas son limitadas para enfrentarlo, existen conflictos entre las superpotencias y las fuerzas imperialistas del Segundo Mundo, y la lucha por la hegemonía en Europa consume lo principal de sus energías.
Si bien nos oponemos a las dos superpotencias y a todos los imperialismos, sigue siendo válido explotar sus diferencias. Cuando se atizó la rivalidad yanqui-soviética por el predominio en la Argentina, durante la dictadura violo-videlista, fue lícito aprovechar la campaña de los yanquis por los
derechos humanos contra los sectores ligados al socialimperialismo ruso que hegemonizaban esa dictadura. Lo mismo cuando la dictadura pretendió ir a la guerra contra Chile, utilizando la disputa del Beagle como pantalla de la política expansionista de la URSS, que procuraba abastecer de armas a las Fuerzas Armadas argentinas y lograr concesiones estratégicas. Durante la guerra de Malvinas, fue correcto tratar de aprovechar esa rivalidad a favor de la lucha por la recuperación del territorio nacional ocupado por el imperialismo inglés. También la rivalidad interimperialista, la contradicción entre las superpotencias y diferentes potencias imperialistas, si bien es una contradicción secundaria, puede ser aprovechada en la lucha nacional y de clases en el país, en torno a la lucha por la ampliación del mercado interno, la defensa de la industria, etc.
Por otro lado la lucha de los pueblos, países y naciones del Tercer Mundo contra las dos superpotencias, estimula también la reorganización y la acumulación de fuerzas del movimiento obrero y revolucionario de los países avanzados, en donde no existe una situación revolucionaria directa que permita a esas fuerzas plantearse en lo inmediato la toma del poder.