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02 de octubre de 2010

Publicado en Selección de Escritos, Ed. Manuel Guerra, 2007

Vigencia de las enseñanzas del Che

Discurso en el acto organizado por la JCR, Rosario, 2006

Compañeras, compañeros, amigos:
Difícilmente hubiéramos podido encontrar un lugar mejor que esta ciudad, donde el Che nació, y esta plaza a la que le impusimos el nombre del Che, para este homenaje que le rinde nuestra Juventud. La juventud que se fogueó en el Argentinazo rinde hoy un homenaje combativo a nuestro querido comandante Che Guevara.
Nuestro y querido, porque con él aprendimos que la cualidad más linda de un revolucionario es sentir en lo más hondo cualquier injusticia contra cualquiera en cualquier lugar del mundo.
Pero el Che nos enseñó también que teníamos que aprender a odiar a muerte al imperialismo, a ese gran enemigo del género humano, y en particular al imperialismo yanqui, el principal gendarme de los pueblos del mundo. El Che nos enseño que teníamos que amar y defender la revolución cubana, erguida orgullosa a pocas millas de las fauces del monstruo imperialista y que hoy sigue resistiendo heroica como una de las trincheras de la lucha anti yanqui.
Y fue también el Che el que nos sorprendió allá en el año 65, en 1965 en Argelia, cuando con la valentía y la franqueza que lo caracterizaba denunció públicamente que la Unión Soviética y los países que se llamaban socialistas eran cómplices de la opresión y de la explotación imperialista sobre los países del tercer mundo.
Pero sin duda, compañeros, lo que ganó el corazón de los jóvenes de aquella generación y también de los jóvenes como
ustedes y de todos los millones que en el mundo admiran al Che es haber conocido en él al hombre íntegro, en contraste con esta manga de corruptos y mentirosos que nos gobiernan; la figura del Che se levantaba y se sigue levantando como el ejemplo de un hombre íntegro y coherente, sin un átomo de arribismo, de oportunismo, sin nada que tenga que ver con alguna mezquindad personal; y además el Che fue un ejemplo para nosotros de la unidad total, de la coherencia absoluta entre lo que se pensaba, lo que se decía y lo que se hacía.
El Che mostró que el verdadero revolucionario es aquel, y solo aquel, que está dispuesto a dar la vida, "a poner el
cuero", como le gustaba decir, defendiendo las banderas y los principios en los que creía.
Nosotros nacimos, nuestro Partido nació, levantando las banderas y la dignidad revolucionaria del Che, y por eso
rompimos con la dirección del Partido Comunista revisionista que acusaba al Che de aventurero y pequeño burgués,
que decía que si caía “iba a cantar”; y lo que es peor, se negó sistemáticamente a toda la ayuda concreta que quisimos
hacerle llegar al Che cuando sabíamos ya que se encontraba acorralado, con un pequeño puñado de guerrilleros enfermos y malheridos, en una quebrada de la selva boliviana.
Rodeado por el ejército boliviano, ese ejército al que habían adiestrado los yanquis, pero que contó con la complicidad
de los otros imperialistas, en particular, del imperialismo ruso. Por eso nos llenaba de indignación, y nos sigue llenando, que los mismos que en vida lo denigraron, lo combatieron y lo traicionaron, a su muerte decidan y pretendan transformarlo en un ícono vacío, en una figura atractiva para posters y remeras… Y no hablamos de los
jóvenes que como ustedes y miles y miles que en el mundo lo llevan muy cerca del corazón, en el pecho, porque al mismo tiempo con esa imagen levantan el estandarte de la lucha y la rebelión; hablamos, y ustedes los conocen bien,
de los que lo usan para suvenires baratos o para juntar votos, vaciado de su contenido revolucionario, como un
representante romántico de una vieja y caduca utopía. Y el Che no era ningún utópico, el Che no luchaba por una
sociedad ideal, que no existiera en ningún lugar, el Che luchaba por hacer realidad aquí, en esta tierra, en esta tierra
donde tantos millones sufren por hambre, por enfermedades, luchaba por hacer realidad la nueva sociedad, esa sociedad sin explotadores ni explotados, esa sociedad en la que, como decía el Che, se aprendiera que el trabajo no tenía que ser más el yugo necesario para sobrevivir, sino que el trabajo tenía que convertirse en el gran instrumento de realización plena de hombres y mujeres que entregaran lo mejor de sí para hacer la felicidad de todos. El Che
luchaba por esa sociedad, por eso cuando la revolución triunfó en Cuba, el Che se brindó entero para dar a ella lo más puro de sus esperanzas de constructor, como decía, para entregar todo su esfuerzo para hacer realidad que la revolución se afianzara, y que avanzara hacia el socialismo y hacia el objetivo final del comunismo.
Por eso mismo, para hacer realidad esa nueva sociedad, enfrentó a los que pensaban que se llegaría a ella como
producto del sólo desarrollo de las fuerzas productivas, esas teorías revisionistas que estaban en boga y que propagandizaba
la Unión Soviética. El Che planteaba con toda claridad, y de ahí su coincidencia profunda con Mao Tse Tung, y no es casual, que los maoístas argentinos, los verdaderos maoístas, agitemos juntas, como lo hacemos en este acto, las banderas del Che junto con las banderas de Mao Tse Tung. Por que tanto Mao como el Che comprendieron, en tanto marxistas, que el socialismo y el comunismo no eran un simple hecho económico, no era el producto
sólo del desarrollo de las fuerzas productivas, sino que debía sostenerse con la fuerza organizada del proletariado,
con la movilización revolucionaria de las masas y con la lucha política e ideológica permanente que permitiera gestar
ese hombre nuevo. El hombre liberado de las taras de esta vieja sociedad, surgido de ella, pero que luchara incansablemente
junto a las masas para poder llegar a transformarse él mismo en ese hombre que se necesita para forjar una nueva sociedad.
El Che para ese objetivo confiaba, tenía todas sus esperanzas puestas en la juventud, que él decía que era la arcilla
que tenía que trabajarse en esa sociedad que comenzaba a construirse, y que en ella dejaba confiado sus banderas; esas banderas que nosotros hoy levantamos pensando siempre en el homenaje que el Che se merece, el único homenaje que el Che aceptaría, que era tan reacio a esas
 conmemoraciones formales y burocráticas que muchas veces se hacen; el único homenaje que él aceptaría es este que nosotros estamos planteando acá, el de reflexionar juntos no sólo sobre las enseñanzas del Che, sino, sobre qué vigencia tienen hoy; cuáles de esas enseñanzas, de esas preciosas enseñanzas del Che, puede ayudarnos hoy a alumbrar el camino que tenemos que transitar.

De todas esas enseñanzas a mí me parece que en este momento en que una gigantesca oleada de luchas sacude a América del sur, en este momento en que se pone en movimiento lo más oprimido y explotado de nuestra América, aquellos
que han estado humillados, sumergidos y despreciados durante más de quinientos años, decididos a romper el yugo que han venido sufriendo durante siglos.
Y en estos momentos, cuando muchos hablan del “socialismo del siglo XXI”, de “la batalla de las ideas”, y otras cuantas cosas más, sin revolución, es muy importante que nosotros recordemos la enseñanza que el Che sacó de su propia experiencia. Cuando vio a gobiernos reformistas como el de Arbenz en Guatemala, o como el de Perón
en la Argentina, caer derrocados y derrotados por golpes militares, por golpes de Estado promovidos y sostenidos
por los imperialistas y los terratenientes. Porque en aquel momento como ahora, cuando el enemigo ve que se le pueden
tocar sus privilegio, que se pueden tocar aunque sea tímidamente alguno de sus intereses, reacciona como las bestias heridas, con más saña y ferocidad y descargan esa saña sobre el pueblo inerme, se toman la revancha con la sangre del pueblo como lo vimos nosotros con el golpe de Estado del 76, con esa dictadura fascista de treinta mil desaparecidos,
como lo vimos en Chile, cuando cayó Allende también volteado por esa dictadura de Pinochet.

Entonces, claro de esto que las enseñanzas de los marxistas tenían una validez total para nuestra América, el Che planteó
una y mil veces que el único camino que el pueblo puede recorrer para liberarse, el único camino que le puede permitir a la clase obrera y al pueblo triunfar es el camino de la revolución armada que destruya al Estado de las clases dominantes.
Y esto, no porque lo elija el pueblo, sino porque es el camino que le imponen los enemigos y el único que permite
derrotarlos y triunfar. Por eso el Che tomó el ejemplo de la revolución cubana y la difundió por toda nuestra América
señalando que no era una excepción sino la avanzada que señalaba la única forma de que el pueblo triunfara.
Que el único lugar donde la clase obrera, los campesinos, los estudiantes, el pueblo en general habían triunfado era aquel que había seguido el camino que se siguió en Cuba, con la dictadura de Batista, donde el pueblo en armas, con el Ejército Rebelde dirigido por Fidel Castro, vanguardia de ese proceso, no dejó piedra sobre piedra de la dictadura fascista de Batista. Y donde esto no ha pasado, vemos la realidad de nuestro país, vemos que cuando el pueblo
comienza a partir de su lucha a lograr aunque sea un poco de justicia, como cuando se logró condenar a esa hiena de
Etchecolatz, entonces el enemigo muestra sus garras, y nos muestra que el poder de ellos sigue intacto en la Argentina.
Porque el secuestro y desaparición de nuestro compañero Jorge Julio López, significa que el aparato fascista de
la dictadura, con sus policías, sus represores, sus jueces, sus torturadores, sus servicios de inteligencia, siguen
intactos en la Argentina.
Y siguen intactos porque ni Alfonsín, ni Menem, ni De la Rúa, ni Duhalde, ni Kirchner, han tocado ni un cachito
así del poder de los enemigos nuestros, ni del Estado que les sirve a sus intereses. Y Kirchner es el representante de esos intereses del bloque dominante. Pero no solo eso, las bravuconadas electoralistas de Kirchner, lejos de amedrentar a los represores no ha hecho más que envalentonarlos y permitir el reagrupamiento de la derecha fascista.
Nosotros tenemos que exigirle a Kirchner que asuma la responsabilidad que tiene, y a todos los gobernadores, que ahora se hacen los distraídos y miran para otro lado, exigirles que asuman la responsabilidad de no haber garantizado la seguridad de los testigos y exigirle que aparezca con vida Julio López y castigo a los culpables. Sabemos que la única garantía verdadera para que sea posible terminar con los represores y con todo ese aparato fascista es la movilización y la lucha popular, luchar y movilizarnos hasta terminar con el último de los genocidas. Y sobre todo
sabemos que cuando el pueblo tome el poder, entonces sí habrá justicia popular.
Y miremos también lo que está pasando en Bolivia; los imperialistas y los terratenientes que disputan por un pedazo del país hermano y para controlar el poder no tienen ningún pudor en amenazar con dividir al país y llevarlo a una horrenda guerra civil. A ellos no les importa la sangre de los hermanos, cuando es para defender sus intereses,
y si eso sucede, nosotros ofrecemos toda nuestra solidaridad combatiente al pueblo boliviano, como dijo nuestro secretario general Otto Vargas, en el terreno que sea necesario. Y no sólo por solidaridad, sino porque sabemos que América es una sola desde México hasta la Tierra del Fuego. Que nos une no sólo nuestro pasado colonial y
las guerras de la independencia, sino que nos une los enemigos que tenemos en común, y que por eso cada batalla
que libramos, como decía el Che, en cada uno de nuestros países, no es sino un eslabón de la gran batalla por la liberación
definitiva de esta patria grande que es América Latina. Y si somos consecuentes con lo que estamos diciendo; si esta juventud que está aquí, si todos nosotros,
 compañeros y compañeras, de verdad hacemos este compromiso bajo las banderas del Che y bajo las banderas de Mao Tse Tung y de nuestros mártires, entonces seremos fieles a aquellas palabras que dijo el Che en su último mensaje para los pueblos de América, de África y de Asia,
desde la selva boliviana, sellándolo con su sangre pocos días después: que esperaba que la muerte lo encontrara
“defendiendo las posiciones de un verdadero internacionalismo proletario, donde la única bandera bajo la que se luchara sea la de la redención de toda la humanidad.
Patria o Muerte”.