“A Roberto, lo mataron entre va-rios, uno le da un puntazo, otros lo fusilan de espalda de tres balazos. Otro de los compañeros originarios, Sixto Gómez, se debate entre la vida y la muerte, tiene el cráneo destrozado. Una mujer anciana agoniza. Hay cuatro heridos más y varios desaparecidos. Hasta hoy, no conocemos el paradero de Andrés Caballero ni el de Andrés Yayclé”. Así comenzaba el comunicado de la CCC de Formosa denunciando la represión.
“A Roberto, lo mataron entre va-rios, uno le da un puntazo, otros lo fusilan de espalda de tres balazos. Otro de los compañeros originarios, Sixto Gómez, se debate entre la vida y la muerte, tiene el cráneo destrozado. Una mujer anciana agoniza. Hay cuatro heridos más y varios desaparecidos. Hasta hoy, no conocemos el paradero de Andrés Caballero ni el de Andrés Yayclé”. Así comenzaba el comunicado de la CCC de Formosa denunciando la represión.
Esa mañana del 23 de noviembre un grupo de policías respaldados a pocos metros por el destacamento estable de 100 policías, se presentaron a intimar el desalojo a nombre de un juez y sin intimación firmada, sólo verbal. Se produce una discusión, los originarios se niegan a levantar el corte sin las respuestas solicitadas. Los policías los prepean, los empujan, los provocan y cuando consiguen sacarlos de las casillas, salen corriendo y a dos se les cae o arrojan sus armas. Las mismas desaparecen para devolverlas al juez en su momento. Tres horas después, atropella una patota de civiles fuertemente armados listos a imponer su ley. Al mando de este grupo de 20 individuos se encontraba Celía con familiares y amigos, algunos como su yerno recién llegado de Buenos Aires. Sin mediar palabra, comienzan a tirar a matar, no al aire, como declarara a una radio local Jorge Celía.
La policía completó esta “fuerza de tareas” con 200 efectivos armados como para una guerra. Policías y civiles no mezquinaron balas. Cumplían órdenes. Pero, ¿quién dio las órdenes? Hasta hoy, 48 horas después, aún nadie salió, ni dio la cara.
Colonia La Primavera
La colonia “La Primavera” se encuentra a 65 km al oeste de Clorinda. Está emplazada sobre 5.700 hectáreas. La ruta nacional 86 la divide en dos: al norte con 2.200 hectáreas y al sur las restantes 3.500. Desde hace, al menos, ocho años y por distintos medios se vienen desarrollando altercados de distinto nivel, específicamente, en la zona lindera con la ruta nacional 86. La primera voz de alerta la dio el ICA (Instituto de Comunidades Aborígenes), cuando hizo conocer un mapa de la colonia sin la zona norte (2.200Has.), justificando ese hecho con una intención del gobierno, en conjunto con Parques Nacionales quienes habrían solicitado una ampliación del Parque Nacional Pilcomayo. Cuando algunos habitantes de la colonia pidieron explicaciones a las autoridades del ICA, obtuvieron por respuesta que “eran órdenes de arriba, que ya estaba todo cocinado y que los aborígenes iban a estar mejor”. De este curioso hecho se desprende la represión de los guardaparques hacia las mujeres qom que recolectaban algarroba en ese sector y lo mismo hacia los hombres mariscadores (cazadores). Unas y otros eran expulsados sin mayores explicaciones. En esa oportunidad, aún lúcido, intervino el cacique Sanabria, se opuso y fue “invitado” por el gobierno a que firmara un acta que nunca se hizo pública.
En esta oportunidad, se comenzaron a organizar en defensa de la tierra. El primer paso fue conseguir los planos y escrituras (existen dos, una de cada sector). Este hecho despejó muchas dudas, el cacique no se acordaba de lo que se había firmado en aquella oportunidad.
El gobierno se planteó construir en un terreno de 600 has. Sí, nada menos que 600 has para construir una “universidad”, que no sería más, a lo sumo, un instituto terciario. Estas hectáreas son la prueba piloto: si les va bien, atropellarían las 1.600 restantes del sector norte. Y el plan se concretaría avanzando hacia las 3.500 has restantes, con el anzuelo de construir casas de material para 100 ó 150 familias con un pequeño lote destinado a granja para cada familia. Los originarios avizoraron el peligro, aunque los espejitos de colores del gobierno confundieron a algunos muy necesitados.
Hace más de un año fue citado Felix Díaz para que corrobore que las 600 hectáreas no estaban dentro de la colonia. Firmaron un acta. Pero, ¿qué paso? Cuando comenzaron a levantar el obrador de la futura construcción, talaron e instalaron el mismo, en otro lugar, ahora sí, dentro de la colonia.
Entonces, se dieron las promesas escaramuzas, se pidió que pararan de levantar el obrador. Esto fue tomado como una agresión. El gobierno envió un destacamento de policías que están establecidos desde ese momento (año y medio). A cada policía le pagan un plus de $700, y como tuvieron muy pocos voluntarios, lo hicieron, compulsivamente.
Un primer momento de tensión se dio cuando entraron a derribar árboles frutales y se acercaban, peligrosamente, a las casas linderas. Ante cualquier problema, intervenía la policía. Y cuando recibían visitas, los policías interrogaban a los extraños, pedían sus documentos y los filmaban de lejos. A medida que pasaban los días, aumentaba la tensión. Y como no había respuestas a que se detuviera el obrador, los aborígenes en asamblea, decidieron cortar la ruta, con todos los atenuantes posibles. Se permitió circular a trabajadores, ambulancias y se levantaba el corte en las horas pico de circulación. Se cortó el 27 de julio. Se soportaron ataques desde camionetas 4×4 con gente armada, atropellos también con vehículos de gran porte y velocidad, se aguantaron todo tipo de amenazas y provocaciones, hasta que cansados de tantas falta de respuestas, tantos oprobios y tantos peligros, decidieron cortar totalmente, hasta la jornada del día 23.