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28 de octubre de 2015

Vivencias de una experiencia extraordinaria

 

 
El 22 de septiembre inicié lo que sería el principio de un viaje inolvidable, de mucho aprendizaje a nivel profesional, humano, cultural y político. Ese día con un grupo de mujeres docentes, campesinas, originarias, amas de casa, profesionales, estudiantes, artistas, desocupadas, jubiladas, etc., comenzamos el camino hacia la construcción de algo que está naciendo: el “Primer Encuentro de Mujeres de América Latina y El Caribe”, realizado en el mes de septiembre en República Dominicana. 
En esta tierra tan simbólica para nuestra lucha, donde tres hermosas mujeres (las Hermanas Mirabal) desafiaron y dieron su vida por la libertad de su país contra la dictadura de Trujillo, mujeres de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Dominicana, Ecuador, El Salvador, Haití, México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Venezuela, mancomunadas en un solo grito dijimos “Basta de maltrato, asesinato y violencia hacia las mujeres”. 
Llegar a otro país, siempre genera nerviosismo, entusiasmo y ansiedad; y me alegró tanto el alma, el cariño, el respeto y la buena energía con la que fuimos recibidas por la organizadoras del encuentro, que no me alcanzan las palabras para demostrarles mi gratificación. 
 
En la tierra de las hermanas Mirabal
Nuestra primera actividad se llevó a cabo, en la capital del país, Santo Domingo, donde participamos del seminario sobre “Violencia de género desde la perspectiva de los medios”. Allí junto a periodistas reconocidas, de medios comerciales y comunitarios, debatimos sobre el tratamiento de los medios respecto a los casos de femicidios, el maltrato a la víctima y el femicidio simbólico que se comete cada vez que se titula una nota o se investiga sobre este tipo de asesinatos. Mi satisfacción al saber que en América Latina muchas tenemos una mirada crítica con respecto a este tema, me dio coraje para desafiarlas a pensar un poco más allá y ver que no es sólo una cuestión de género, sino que además los medios realizan una valoración clasista al describir a la víctima, y provocó en mi un reto para continuar desarrollando ese tema y que sea algo que nosotros como comunicadores analicemos en profundidad.
Al día siguiente, las organizadoras habían programado un viaje a Salcedo, la tierra de las Hermanas Mirabal. Para quienes no saben, estas mujeres se convirtieron en un símbolo global contra la violencia de género: estas luchadoras fueron asesinadas por el dictador Trujillo un 25 de noviembre de 1960. La fuerza de Minerva, Patria y María Teresa se hizo sentir en todo el mundo y la ONU declaró la fecha de su muerte, “Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer”, en honor a las hermanas dominicanas. Conocer sus raíces, su hogar, su historia, provocó en todas una emoción tan grande, que las lágrimas corrieron cuando Minou Tavárez Mirabal (hija de Minerva) relataba la historia de su familia, de su madre.
En nuestro último día en Santo Domingo, realizamos una marcha en la zona colonial, para acompañar a las mujeres locales en su reclamo, solicitando al gobierno medidas concretas para terminar con la doble explotación y opresión, contra la violencia de género, contra la discriminación étnico-cultural y etaria; por educación sexual; para terminar con las redes transnacionales de trata; por el derecho al trabajo, contra todo tipo de abusos en el ámbito laboral, por la seguridad alimentaria, contra todo tipo de discriminación, racismo y xenofobia, por el reconocimiento de las etnias y pueblos originarios; por el derecho de las mujeres y los trabajadores del campo a la tierra y a garantías para su actividad productiva, etc. Esta manifestación, nos llevó a conocernos un poco más y en la caminata pudimos continuar compartiendo nuestras experiencias.
 
Tres días de talleres y debates
Con toda esta energía, el 25 de septiembre nos dirigimos a la localidad Juan Dolio, para dar comienzo formal al “Primer Encuentro de Mujeres de América Latina y el Caribe”. En tres días intensos de presentaciones, talleres, debates y charlas, las mujeres expresamos nuestro rechazo a todo tipo de violencia que vivimos las mujeres de Latinoamérica. Gracias al intercambio de experiencias establecimos acuerdos y resoluciones que alientan a continuar la lucha en cada país. Nos comprometimos a fortalecer los lazos de unidad y solidaridad para impulsar jornadas continentales a fin de reivindicar nuestros encuentros. Si bien muchos pueden pensar que este tipo de reuniones no sirven en lo inmediato, quiero decirles como dijo el Che “La única lucha que se pierde es la que se abandona”, cada reivindicación que los gobiernos realizaron en nuestros países, se gestaron, debatieron y expusieron gracias a un grupo de personas que no claudicó en su reclamo. 
Participar de este Encuentro, reavivó en mí esa chispa que me llevó a soñar con ser parte de algo que nace. Hoy puedo decir que soy parte de algo así, y esa sensación no me la puede quitar nadie. El compromiso fue hecho, y la promesa de bancar estos encuentros está a flor de piel. Como lo hicieran aquellas mujeres en 1986 cuando, a poco de recuperar la democracia, realizaron el primer Encuentro de Mujeres en el Centro Cultural San Martín: nadie se imaginó en aquel momento que en la continuidad de los años se iba a convertir en una cita ineludible, nacional, masiva y transformadora, de miles de mujeres que se reúnen para debatir la situación del género en nuestro país. 
Aquellas mujeres hicieron historia, ojalá nosotras también podamos hacerlo, hoy nos queda compartir nuestra experiencia para que prenda como una semillita en el cuerpo de cada niña, mujer, madre, hija y abuela, que sueña con algún día no tener que extrañar a ninguna amiga más.