La política de ajuste y entrega de Milei repercute cotidianamente en las condiciones materiales y subjetivas de nuestras vidas, atraviesan casas, trabajos, consultorios y vínculos. La inflación, el hambre, la caída del salario real, la incertidumbre laboral y el aumento del costo de vida no solo reorganizan la economía familiar. También moldean la manera en que pensamos, sentimos y habitamos el presente.
Los sufrimientos que padecemos surgen de las condiciones que impone el sistema capitalista imperialista y producen efectos directos sobre la subjetividad contemporánea. Su impacto se observa de manera nítida en el terreno de la salud mental y en los modos de consumo, especialmente el consumo de drogas.
La salud mental, en este contexto, no es un fenómeno aislado ni una condición individual. Es el espejo emocional de un país sometido a un proceso de ajuste que, día a día, genera angustia, irritabilidad, retraimiento, síntomas depresivos y un agotamiento que no es meramente personal: es social.
La inestabilidad económica erosiona de varias maneras:
Cuando el presente se vuelve oscuro, el sistema nervioso vive en estado de alerta. La incertidumbre económica funciona como una alarma encendida las 24 horas. Se intensifican cuadros de ansiedad, trastornos del sueño, dificultades para concentrarse y un modo de vida donde la preocupación te acompaña todo el tiempo.
La necesidad de “hacer más con menos” -jornadas laborales extendidas, segundas actividades, malabares con deudas y los multiempleos- instala un estrés prolongado. Ese estrés, cuando se vuelve cotidiano, desgasta los recursos psíquicos y fisiológicos.
Las tensiones económicas generan fricciones en la vida familiar, en las parejas y en las comunidades. El enojo, la frustración y el miedo tienden a desplazarse a los vínculos más cercanos. Se observan más conflictos, retraimiento emocional y dificultades para sostener proyectos comunes.
La salud mental no puede pensarse por fuera del contexto social. La pobreza, la marginalidad, la falta de acceso a la salud, la educación y la vivienda amplifican el sufrimiento psíquico.
En los últimos años hubo un incremento exponencial del uso de psicofármacos y los tratamientos psicoterapéuticos, Pero esto alcanza? La terapia puede ayudar, pero no resuelve cómo pagar el alquiler, ni cómo llenar la heladera. Reducir la salud mental a un asunto individual, resolviendolo “tenes que ir a terapia”, corre el foco del punto clave. ¿Qué produce esto? Estamos en un sistema que genera pobreza, exclusión y falta de oportunidades. Hablar de bienestar pero sin hablar de la situación que vivimos, de los derechos vulnerados, el aumento de la pobreza y la dificultad para acceder a la vivienda y a la comida, es dejar intacta la raíz del problema. La salud mental no es, por consiguiente, solamente un asunto privado, es un problema social.
Capitalismo y salud mental
“Marx y Engels estuvieron profundamente preocupados por los daños que la explotación capitalista ocasiona a la salud de la clase trabajadora en Inglaterra, país donde se había desarrollado con más fuerza el modo de producción capitalista. Su estudio sobre la explotación no se realizó de manera abstracta, sino que observaron las repercusiones concretas de la condición de trabajo y vida impuestas por el capitalismo en la salud del proletariado: más enfermedades, accidentes y muertes y reducción de la esperanza de vida del obrero y su familia.” (Rojas Soriano “Precursores de la sociología médica” extraído del libro “Vulnerabilidad, orden social y consumo” de Horacio Tabares).
Es importante problematizar como, las clases dominantes argentinas a través de la dependencia y el latifundio terrateniente, quieren extraer la máxima ganancia del trabajo de los obreros, campesinos y los demás sectores populares para lo que no tienen reparos en exigir más, aumentar la cantidad de horas y precarizar las condiciones de trabajo, etc.
La lucha colectiva como una forma de salud mental
Organizarse es salud mental, sin desmerecer los aportes de distintas disciplinas en este campo, hay que poder hablar de la importancia de lo colectivo para transformar la realidad en la que vivimos. Pichon-Riviere quien define la salud mental como la adaptación activa a la realidad y un proceso de aprendizaje continuo y dialéctico. Esto implica la capacidad de transformar el entorno y a uno mismo, resolver contradicciones internas y externas, y poseer conciencia crítica, creatividad y una identidad como productor de la propia vida.
La salud no está al margen de la transformación del rol del individuo como agente de cambio social. Organizarnos y luchar por cambiar la realidad que nos duele también es parte de construir salud mental.
Escribe Aime Floyd
hoy N° 2086 18/11/2025
