Golpeada por el lodo y el impacto, la pérdida de los que tenían poco y se quedaron sin nada, con ningún otro trabajo posible más que el de recomponer lo destrozado, sacar del barro objetos inservibles, fotografías y recuerdos entrañables destruidos o desfigurados, la población de Tartagal recibió la visita de Cristina Kirchner.
La Presidenta cambió los vestidos glamorosos por una camisa y pantalón sencillos, y fue fotografiada, filmada y descripta metiendo los pies en el barro. Dijo que “más que una tragedia de la naturaleza es una tragedia de la pobreza estructural” y habló de la “redistribución del ingreso”. Las escenas fueron enviadas por Presidencia a los canales televisivos casualmente mientras éstos transmitían la conferencia de prensa de Solá-Macri-De Narváez. Los periodistas chupamedias de los medios oficialistas difundieron la visita casi al borde del éxtasis y las lágrimas. Jorge Giles, de El Argentino, sintetizó: “Son dos imágenes antagónicas e incompatibles. De un lado, Tartagal y su tragedia, abrazándose a la Presidenta de los argentinos. Del otro, los dos arcos opositores negociando listas electorales y atacando al gobierno nacional”.
El efecto de la visita se prolongó hasta el día siguiente. Esta vez el escenario fue la Quinta de Olivos. Rodeadas de punteros y gente movilizada del conurbano por las organizaciones kirchneristas, Cristina y su cuñada, la ministra de Desarrollo Social, volvieron a lanzar viejas medidas asistenciales –muchas de las cuales todavía no concretaron- emparchadas con otras nuevas, casualmente en medio de la promoción gubernamental del blanqueo de capitales, para recomponer el decreciente ingreso fiscal.
En ese acto Cristina, aludiendo al campo, lanzó “Me hierve la sangre cuando veo tanta avaricia y pobreza al mismo tiempo”. Casualmente, cuando estaba reunida la Mesa de Enlace para decidir las medidas a tomar.
Realidad y ficción
Si alguien hubiera pensado un teleteatro llamado “Cristina en Tartagal”, la puesta en escena no hubiera sido menos impecable. Cristina, compenetrada en el papel protagónico, resignó maquillaje, puso los zapatos en el lodo, abrazó, sonrió aquí, se mostró conmovida allá, articuló manito a la cintura en ademán ejecutivo. Pero como la vida no circula en un escenario y la realidad no es una ficción, a pocos se les escapan ya los agujeros negros en el armado del “discurso” presidencial.
Agujeros que dejan aquello de lo que no habló Cristina K: qué pasó con la ayuda comprometida por Néstor en el 2006, para obras que hubieran evitado este desastre. Cuál es la “redistribución de la riqueza” concretada a casi 6 años de gobierno K (desconocida, salvo la “redistribución” de negociados, entre viejos y nuevos amigos). Por qué recién días después de esta tragedia firmó la reglamentación de la ley de bosques sancionada en 2007, que protege de los desmontes y crea una Fondo Nacional, con recursos del presupuesto que el gobierno debería haber derivado, entre ellos 60 millones de dólares provistos por el Banco Mundial para eso. Por qué no actuó el Sistema Federal de Emergencia, dependiente del parlanchín ministro de Justicia y Seguridad Aníbal Fernández, que por esta vez permaneció callado.
Y yendo todavía más lejos, ya que la Presidenta habló de “pobreza estructural”, por qué ella y su marido avalaron la privatización de YPF que dejó en la calle y hundió en la miseria a los pobladores de Tartagal. Proyecto que informó en el Parlamento el actual secretario de la Presidencia, Oscar Parrilli (casualmente, el mismo que dejó de a pie al vicepresidente en ejercicio de la Presidencia, para que no madrugara a la comitiva oficial en la foto de visita a Tartagal).
En esta Argentina doliente, la gestión de gobierno en lo que hace a los sectores populares se parece cada vez más a una ficción, donde detrás de las mediáticas fachadas de cartón pintado no hay nada, sólo desolación. Apurados, van de negocio en negocio y de elección en elección, y pretenden que el pueblo sea nada más que un espectador, a quien cautivar para que vote.
Pero la realidad siempre supera y deja mal parada a la más pintada de las ficciones. Y la bronca es la realidad que crece por abajo, y lleva a los espectadores a ser actores, en un drama que lleva años, tuvo un hito glorioso en el Argentinazo, y todavía no bajó el telón.