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02 de octubre de 2010

Rafael Amor, cantor, poeta, compositor que expresa el sentir y las necesidades de nuestro pueblo, estuvo en Cosquín, transitó el escenario mayor y el encuentro de poetas, donde presentó su libro Sueños e insomnios.

“Yo siempre escribo desde mi clase”

Hoy 1253 / Reportaje a Rafael Amor en Cosquín

En el encuentro de poetas, Amor nos presentaba y definía su obra. “Este libro es mi primer libro de poemas y se llama sueños e insomnios: sueños, que se refiere a esos ensueños poéticos –yo nunca digo que soy poeta, pero en algunos momentos logro atrapar la magia de la poesía en alguna frase, en algún verso–. Y los insomnios son esos desvelos que tenemos como sociedad… los que nos hacen crispar violentamente… Yo canto desde mi clase, siempre y escribo desde mi clase. En vez de lapislázuli prefiero un azulcito, celestito. Reflejar en la poesía lo sencillo, es lo más hermoso”. Más tarde, en un reportaje, profundizaba acerca de su trabajo con la música, y la valorización del cancionero argentino.

—Vos hablás de la juglaría y del nuevo cancionero argentino… ¿qué relación tiene con lo que hacés con tu música?
—Yo soy un juglar. Los juglares surgieron en época en que existían dos mesteres, el de clerecía y el de juglaría. El de clerecía era esencialmente de los curas que tenían sus púlpitos e imprentas. Los juglares iban de pueblo en pueblo trashumando contando y cantando –periodismo oral– noticias de un lado a otro para que se vayan enterando de los aconteceres que ocurrían en el seno del pueblo. Nosotros tenemos un claro referente en los payadores.
El nuevo cancionero no fue más que la reafirmación de la juglaría. La juglaría es histórica. El cantor trashumante que va de pueblo en pueblo cantando las cosas que ocurren. Y aquí en Argentina el nuevo cancionero fue eso… Porque aparte del paisaje que el folclore argentino cantó tan bien, y que es muy importante y muy bello… además de Yupanqui, en el nuevo cancionero tenemos un claro referente juglaresco, que cuenta la historia del ser humano que vive en ese paisaje, sus necesidades, sus angustias…
Por eso, el manotazo feroz que dio el golpe de Estado del 76, una de las cosas que hizo fue silenciar todo esto, dejar sin referentes de la palabra y los creadores musicales con un claro sentimiento nacional, a un par de generaciones. Porque cuando dicen “con canciones no se puede cambiar nada”, vemos sin embargo que una de las primeras cosas que hizo la represión fue silenciar todo eso, prohibieron a Gardel porque decían que sus guitarristas no estaban a su altura. En Chile le cortaron las manos a Víctor Jara, aquí amenazaron a todos los cantores… entonces quiere decir que la canción algo influye, ¿no?
Desde el poder ejercen una penetración a través de la música, de sus letras, de sus canciones, de su propuesta estética. Porque hoy estamos penetrados. Actualmente esos grupos que hoy se creen modernos, lo que hacen es copiar la estética del rock, que hace mucho tiempo dejó de ser una música contestataria. El rock comenzó siendo una reacción contracultural en los Estados Unidos, que terminó infiltrada por el sistema.
Hay grupos que venden la idea de que son modernos copiando la estética rockera, sin embargo entiendo que nosotros tenemos muchos casos importantes de artistas que han sido muy modernos en la concepción artística desde nuestras raíces…. Hay muchos grupos vocales con un claro viso de modernidad.

—¿Podrías explicar la diferenciación de un artista moderno?
—Esta diferenciación la hago cuando pienso en estos grupos actuales que creen o que pretenden ser modernos porque incorporan baterías o elementos electrónicos, pero lo que son es eso, actuales. Y los comparo con históricos como Gershwin, Piazzola que hoy día siguen siendo modernos a pesar de no ser actuales. Esta es la confusión que hay hoy.
El nuevo cancionero marcó una etapa y fue adoptado en América entera. La nueva trova cubana es hija del nuevo cancionero, el canto popular chileno, el canto nicaragüense también… porque hubo un incendio de voz americana que encabezó Armando Tejada Gómez.
Los represores hicieron un trabajo muy eficiente. Y es muy difícil entonces para las generaciones que le siguieron. Porque nosotros tuvimos una hilazón, pero hoy los pibes se encuentran guachos, solos y eso se nota. Hoy los pibes es muy probable que tengan un conocimiento mayor al que teníamos nosotros musicalmente, eso se nota. Pero como decía Armando (Tejada Gómez) a estos pibes habría que tirarles una carrada de tierra, y cuando digo tierra es de conexión con la calle, con el barrio, con el campo. Y esto no va en desmedro del conocimiento de los autores de hoy, pero se nota cierto corte del cordón umbilical con las raíces.
Hay que saber quiénes son los maestros, saber quién fue un Woody Guthrie, que fue un precursor de un Bob Dylan en Estados Unidos. Un Guthrie que fue un juglar que iba a la recolección de frutas en California y que nunca cantó para más de cincuenta personas y cuando la NBC le hizo una propuesta millonaria –él era un tipo contestatario, su guitarra decía “máquina de matar fascistas”–, el tipo se tomó un tren y se fue a cantar a una fábrica en Nueva York. Y sin embargo, la Biblioteca de los Estados Unidos le editó su único disco. En las radios de los pueblitos donde él iba a cantar quedaba grabado, y hubo quien recopiló todo eso y lo editó, como parte del patrimonio cultural. Y hay más artistas… Pete Seeger creo que sigue tocando su banjo… quien fue George Brassens, Hilario Cuadros, Néstor Feria… en fin, saber de dónde venimos para ir decididos hacia donde queremos, conocer todo el bagaje planetario para darle el valor que tiene lo nuestro, sin copiar.
Aquí se habla de Yupanqui y me parece muy justo. Yupanqui ha sido un caminador, un juglar de verdad. Pero hay otros que también han hecho cosas: Buenaventura Luna por ejemplo, Arsenio Aguirre, Abel Fleuri y una larga lista de creadores importantes de nuestro acervo… Yupanqui sufrió por muchos años el silenciamiento también. Un día me enteré de que tenía un programa en Radio Nacional, me dije: “¿cómo la gente no se entera que Yupanqui tiene un programa?” Sin embargo en la televisión uno ve personajes detestables… ¿pero quién tiene la culpa? toda esa gente que trabaja para la frivolidad. Esos son enemigos de nuestra cultura y del país. Y sin embargo cuando uno dice algo desde la postura de nuestra clase, ellos que son unos desclasados que te apuntan, te denuncian, te señalan, colaboran para la represión. Esta lucha nos lleva a pensar la contradicción principal, en este caso, imperialismos versus países dominados. Esa es la contradicción que hay que desentrañar, que hay que resolver, porque el imperialismo, el sometimiento, lleva a este tipo de cosas.

—Para finalizar, ¿cómo definirías desde tu experiencia a Cosquín?
—Cosquín es una contradicción y eso lo hace estar vivo. Está vivo porque nosotros los artistas le ponemos mucha pasión. Que a pesar de que es un invento de los comerciantes del pueblo porque cuando cerró el hospital para enfermos de tuberculosis, perdieron la fuente de ingresos mayoritaria y la gente pasaba por Cosquín rápido porque tenía miedo de contagiarse. Entonces los comerciantes dieron vuelta esa situación creando el festival de folclore, entre otras cosas, porque estaba en auge en esa época, que hasta ese momento estaba considerado “cosa de negros”, sobre todo en Buenos Aires. Pero había un furor del folclore –Casa América vendió miles y miles de guitarras que se rompían de lo verde que estaba la madera–.
Yo vi el primer festival, tenía 13 años: la calle San Martín se cortó, la gente tenía un fervor muy grande, porque el folclore emergía de las catacumbas del olvido. La diferencia es que la gente que en aquel tiempo hacía folklore era idónea, hacía esa música –tan resistida por la burguesía–, porque amaba lo que hacía. Entonces, de repente estaban Horacio Guaraní, que en aquel momento era un folclorista muy entrañable, Perdiguero, Jaime Dávalos que eran grandes poetas… folcloristas que hacían música con mucha seriedad y mucho amor. Ahí se produce la contradicción entre el negocio y el arte que fue convocado. Los artistas le hemos puesto siempre a Cosquín la esencia y curiosamente somos los menos reconocidos.
Las peñas son unos masticaderos donde nadie escucha, no hay ninguna posibilidad de hacerse conocer con dos o tres canciones a las apuradas. Donde cobra el del sonido, el que vende el choripán, el del asado, el del locro, el del baño… todos menos el artista. Año a año llegan muchachos que sueñan con estar en Cosquín… y la diferencia con aquel tiempo es que hoy hay muchos que sólo tienen la forma: ropa de criollo, guitarra… en aquel tiempo salía un Cafrune y cantaba La Cautiva y era algo medular… hoy hay muchos muchachos que al rato ni me acuerdo lo que cantaron. El barullo confunde. Hay mucho barullo, apuro y aplauso rápido… se fue generando el clima para el aplauso frenético de la gente. Y hoy se ve que estos muchachos tienen una urgencia por ser aplaudidos porque si no al año siguiente los borran, así no le permiten al artista hacer un desarrollo de su carrera.
Lo que sigue es seguir dando la pelea, llevar nuestra poesía, nuestra música, generar las condiciones para que los jóvenes vayan forjando espacios para las expresiones populares.