1. Solidaridad con el pueblo ucraniano La invasión del imperialismo ruso a Ucrania sacude al mundo. La bestialidad de la potencia agresora ya asesinó 112 niños y más de 1.000 civiles, destruyó hospitales y ciudades enteras, y ya hay 3.370.662 refugiados en otros países. La destrucción en Mariúpol de la metalúrgica Asovstal, una de las más grandes de Europa, muestra de la decisión de arruinar la economía ucraniana y abrir una vía del Donbass a Crimea. Putin no logró una “operación relámpago”, subestimó la voluntad y el coraje del pueblo ucraniano. Eso le costó a Rusia la muerte de miles de soldados y cinco generales. Las Fuerzas Armadas y las milicias populares ucranianas habrían destruido 95 aviones de combate, 115 helicópteros, 72 sistemas de lanzamiento de misiles y 44 de defensa aérea. Esto obligó a Rusia a usar los potentes misiles hipersónicos y la amenaza del uso de armas atómicas. La guerra provoca alineamientos internacionales y nacionales. El alineamiento de China con Rusia aviva los temores yanquis de una escalada que lleve en una nueva guerra mundial. Alemania dispuso el presupuesto militar más alto de Europa, y Japón se rearma. Los dos fueron castigados al final de la Segunda Guerra Mundial prohibiéndoles producir armas estratégicas. La escalada de precios del petróleo, el gas, la soja, el trigo, el maíz, entre otros, sacuden el mercado global y amenazan con una nueva crisis económica mundial. Crisis que castigaría “especialmente a los países pobres”, según Kristalina Georgieva, la directora del FMI. Algo de…